DE BARRIO NORTE A LA VILLA 31*
Fue nublado y lluvioso
aquel sábado 11 de mayo de 1974. Carlos Mugica no sabía que empezaba a
transitar su último día de vida. El país ignoraba que un mes después Perón
pronunciaría su postrero discurso desde el célebre balcón. Aquél histórico de la más maravillosa música.
Aquél 11 de mayo, Mugica,
Perón y el país no se imaginaban que el 1 de julio el diario Noticias de los
Montoneros, con la pluma de Rodolfo Walsh
escribiría: “DOLOR El general Perón, figura central de la política argentina
en los últimos 30 años, murió ayer a las 13.15. En la conciencia de millones de
hombres y mujeres la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá del fragor
de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un Líder
excepcional”
Aquél sábado 11 de mayo,
Carlos Mugica empezaba a recorrer las horas finales de su vida.
De esa vida nacida en un
hogar rico. Su padre fue ingeniero civil y abogado. Un político conservador que
fue concejal, diputado y más tarde Canciller en el gobierno de Arturo Frondizi.
Su madre era hija de poderosos hacendados y siempre deseó tener un hijo
sacerdote. De chico le gustó el fútbol e
incluso se probó para jugar en las divisiones inferiores de All Boys. Jugaba de
10 y era hincha obsesivo de Racing. Fue un alumno secundario mediocre y pasó
por el Colegio Nacional Buenos Aires y por su bajo desempeño pasó luego al ILSE
(Instituto Libre de Segunda Enseñanza). Luego transitó, casi por inercia
familiar por las aulas de la Facultad de Derecho. Hasta que se dio cuenta que
eso no era lo suyo e ingresó al seminario de Villa Devoto en marzo de 1952.
Celebró la caída de Perón.
Al finalizar el año 1959 se ordenó
sacerdote y al comenzar 1960 el
arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Antonio Caggiano le propuso desempeñarse
como uno de los secretarios en la curia, hecho que se concretó a comienzos de
1961. La parroquia de Nuestra Señora del Socorro, en pleno Barrio Norte fue su
primera experiencia. Simultáneamente fue asesor de Acción Católica en el
Colegio Nacional Buenos Aires y en las Facultades de Ciencias Económicas y
Medicina de la UBA.
Nada hacía presagiar por
entonces que ese cura sería venerado en la Villa 31.
Las inquietudes sociales
de la década, la nacionalización de sectores de clase media a partir del golpe
de Onganía, lo llevaron a desarrollar su labor pastoral en Retiro.
EL Concilio Vaticano II,
el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, el cura colombiano Camilo Torres
que murió con una ametralladora en las manos, la Revolución Cubana, su
aproximación cada vez más intensa con el peronismo fueron transformando a
Carlos Mugica.
En diciembre de 1971, su
compromiso había adquirido una gran intensidad. Cuenta su biógrafo Martín De
Biase en “ Entre dos fuegos”: “Sintiéndose muy unido a Dios, el dolor por las
carencias de sus fieles, se hizo más patente que nunca, sobre todo cuando
comparaba la situación de sus fieles con la suya propia. Proviniendo de una
familia acomodada, sentía que el estilo de vida sencillo que llevaba era una
elección de la que podía desprenderse periódicamente para volver a gozar
algunos bienes; sus “hermanos villeros”, en cambio no podían hacerlo.”
En ese año, una bomba en
la entrada del edificio de la calle Gelly y Obes, donde vivía con sus padres,
destruyó el hall. Fue la primera advertencia que su actividad pastoral entre
los pobres empezaba a molestar. En ese clima de contradicciones y esperanzas
escribió su oración.
ORACIÓN DEL PADRE MUGICA
"Señor
Perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos parezcan tener ocho
años y tengan trece
Señor
perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir,
ellos no.
Señor
perdóname por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas, de las que
puedo no sufrir, ellos no
Señor
perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo
Señor: Yo
puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su
propio hambre.
Señor:
perdóname por decirles ‘no sólo de pan vive el hombre' y no luchar con todo
para que rescaten su pan
Señor: quiero
quererlos por ellos y no por mí.
Señor: quiero
morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos.
Señor: quiero estar con ellos a la hora de
la luz."
UNA NOVELA
TRÁGICA
“Cuando una
mujer te hace picar la espalda, mejor rajemos” sostenía pícaramente Carlos. El
cura tenía una fuerte atracción en la feligresía femenina. Se podría afirmar
con poco margen para el error, que algún porcentaje de las mujeres que
concurrían a sus misas, lo hacía por su buena presencia, más que por sus
convicciones religiosas. Una de sus colaboradoras fue Lucía Cullen, quién se
afirma se enamoró del cura el que no era indiferente a ese sentimiento. Huyendo
de sus humanas pasiones, en 1967 se dirigió a Bolivia donde había sido
asesinado el Che, para reclamar la entrega de sus restos, para lo cual llevaba
una carta de Monseñor Podestá y simultáneamente solicitar la liberación del
teórico de la guerrilla, el intelectual francés Regis Debray. Fue recibido por
el Jefe del Estado Mayor del ejército boliviano Juan José Torres sin resultados
positivo. Luego se dirigío a Glasgow para presenciar el partido de su equipo
Racing, que jugaba el primer partido de la final Intercontinental con el
Celtic. En el estadio se encontró con John William Cooke, delegado de
Perón quién lo invitó a visitar Cuba,
cosa que haría unos cuantos meses más tarde. Luego se radicó temporariamente en
París, donde para su sorpresa, apareció Lucía Cullen, su enamorada colaboradora
en la Villa. Ahí trató de hacerle comprender a Lucía, que había optado por el
celibato y la tarea pastoril. Tal vez Carlos podría haber suscripto, la canción
que años más tarde escribió Joan Manuel Serrat, con ese nombre y por otros
motivos: “Vuela esta canción/ para ti, Lucia/ la más bella historia de amor/
que tuve y tendré/ Es una carta de amor/ que se lleva el viento/ pintado en mi
voz/ a ninguna parte/ a ningún buzón./ No hay nada más bello/ que lo que nunca
he tenido/ Nada más amado/ que lo que perdí/ Perdóname si/ hoy busco en la
arena/ una luna llena/ que arañaba el mar.”
En marzo de
1968 se encontró con Perón en Puerta de Hierro, donde la charla se extendió por
cerca de media hora. Escribe Martín de Biase: “Carlos Mugica quedó fascinado
con la personalidad de su anfitrión, quién lo sedujo con su retórica tan
parecida a la suya, en la que se mezclaban sin pausa palabras cultas y
vulgares”
Pocos días más
tarde pudo caminar entre las barricadas del Mayo Francés. Cuando volvió a
Buenos Aires ya había surgido el MSTM. (El Movimiento de Sacerdotes del Tercer
Mundo).
Continúo con
su actividad pastoral en la Villa 31 y se acercó fuertemente al peronismo.
Es el cura que
casa a Lucía Cullen con José Luis Nell, aquel militante de Tacuara que
participó en el asalto al Policlínico Bancario. La vida siguió su curso. Nell,
cuenta el periodista Luis Bruschtein estuvo en la fundación de las Fuerzas
Armadas Peronistas (FAP) y viajó a China y a Cuba. A su regreso, en Montevideo,
tomó contacto con los Tupamaros y compartió la instrucción militar. Allí cayó
preso y volvió a fugarse del penal de Punta Carretas, con más de cien
tupamaros. Fue herido en la espalda en lo que se conoció como la Masacre de
Ezeiza, en el segundo regreso de Perón. Quedó cuadripléjico y entró en una
profunda depresión. Les pidió a sus amigos que lo ayudaran a morir, situación
que se concretó en una estación ferroviaria. Lucía Cullen, posiblemente
embarazada, fue secuestrada el 22 de junio de 1976 y llevada a la ESMA, donde
se pierde su rastro. Otra versión sostiene que fue secuestrada, torturada y
asesinada por un grupo de tareas que dependía directamente del
ministro del Interior de la dictadura criminal, Albano Harguindeguy, según
relato con abundancia de detalles del ex oficial de la Policía Federal,
Rodolfo Peregrino Fernández a la CADHU en Amsterdam y Madrid. Hoy se encuentra desaparecida. Tenía apenas treinta años.
MUGICA Y EL PERONISMO
Pero para mis queridos
cabecitas el peronismo fue, es y será, si continúa fiel a sus esencias y
desarrolla su entraña revolucionaria, el movimiento de redención social más
formidable que ha conocido nuestra Patria.
Cristo nos enseña en el
evangelio que el modo no ilusorio, no engañoso de estar cerca de Él, es estar
junto a los hombres. Amar a Cristo es amar a los hombres.”
Tuvo un
acercamiento con Montoneros a través de sus principales dirigentes a los que
conoció en el desempeño de su función y luego participó algunos meses, cuando
el peronismo llegó al gobierno como asesor ad honorem en el Ministerio de
Bienestar Social. Sus disidencias con el titular, el siniestro Ministro José
López Rega, lo llevaron a presentar la renuncia a los pocos meses. Pero como
dice Martín De Biase había quedado entre dos fuegos. Para los Montoneros había
colaborado con López Rega. Para López Rega era Montonero. Para los sectores
recalcitrantes del catolicismo que crucificarían nuevamente a Jesús si
resucitara, como las revistas Cabildo o El Caudillo, era un infiltrado, un
subversivo. Su asesinato parecía inexorable.
ALGUNAS FRASES DE
MUGICA
“La Iglesia es a la vez
santa y prostituta. Pero aún con todas sus deficiencias, sigue siendo madre. Y
aunque la madre de uno sea una puta, uno igual la quiere inmensamente”
“ El pueblo no está
haciendo la lucha armada. Cuando lo haga será correcta, pero antes no”
“Puedo morir por mis
ideas, pero no matar por ellas”
“Nada
ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los
pobres por su Liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco,
de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición."
“No
tengo miedo de morir. De lo único que
tengo miedo es que el arzobispo me eche de la Iglesia”
Le
gustaba repetir la frase del sacerdote francés, el abate Pierre : “Antes de hablarle de Dios a una persona que
no tiene techo es mejor conseguirle un techo”
ALGUNOS FRAGMENTOS DE MISA PARA EL
TERCER MUNDO
Escrita por Mugica, en
algunos párrafos dice: “Señor ten piedad de nosotros/Señor ten piedad de
nosotros/ Tu que has nacido pobre/ Y has vivido siempre/junto a los pobres/
Para traer a todos los pobres/ la liberación……./ Te alabamos/ Porque luchamos
para que nuestros niños/ hambrientos coman/ Te glorificamos/ Porque queremos destruir ya/ los instrumentos
de tortura/ Te damos gracias/ Porque hay hombres que dan su vida/ en la
revolución/ Te damos gracias, Señor/ Porque no sos un Dios espectador/ Sino un
Dios hecho hombre/ Que padece el padecimiento de los hombres./ Te damos
gracias, Señor………./ Señor Dios, Cordero de Dios/ Que sigues desangrándote/ en
los hacheros del Norte/ Desangrándote/ En las favelas del morro/ Desangrándote/
En el frío de los pobres, Desangrándote/ en la carne del torturado/
Desangrándote……./ La humilde María, lo parió en un establo/ Padeció mucho bajo
Poncio Pilatos/ porque su causa era la de los pobres/ Lo clavaron en una cruz/
y murió con la muerte de los bandidos/ y bajó a lo hondo del hombre./ Resucitó,
volvió a la vida/ y se puso la piel del Hombre Nuevo/ Resucitó/ subió a la
vida/ y está junto al padre que todo lo puede/ porque es amor.”
HACE 40 AÑOS
Fue nublado y lluvioso
aquel sábado 11 de mayo de 1974. Carlos Mugica no sabía que empezaba a
transitar su último día de vida.
Su hermano Alejandro
Mugica, afirma actualmente que su hermano le había informado que recibía
amenazas y que lo iban a asesinar los esbirros de López Rega.
Relata Martín De Biase:
“En aquella jornada del 11 de mayo de 1974, Mugica permaneció en su domicilio
de Gelly y Obes hasta después del almuerzo. Alrededor de las 14,30, se despidió
de los suyos para dirigirse a la villa de Retiro, donde debía integrar el
equipo “ La Bomba” en el campeonato interno de fútbol. Luego del partido, en el
cual demostró como de costumbre su
habilidad deportiva y sus ansias de
triunfar a toda costa, se dirigió en su Renault 4L azul,......a la parroquia San
Francisco Solano. Allí debía coordinar una reunión de parejas que se preparaban
para el matrimonio pero, como de costumbre, llegó tarde. Al escuchar que
algunos novios ya se encontraban conversando, se atrevió a preguntar: -¿De qué
hablaban?
-
De la muerte –respondió uno de ellos.
-
¿De la muerte?-
preguntó Mugica sorprendido- La muerte no existe; sólo existe la vida.
Ahora estamos viviendo la vida intrauterina, luego viene el parto, que es a lo
que usualmente llamamos muerte natural,
y finalmente pasamos a la plenitud de la vida, que es algo magnífico que
resulta imposible de imaginar para nosotros.
Al
finalizar la charla, el sacerdote caminó los pocos pasos que lo separaban del
templo para presidir la misa de las 19. Durante la celebración, una feligresa
llamada María Ester Tubio de Tozzi
divisó una presencia extraña: en el último banco se encontraba un hombre
robusto, de bigotes “achinados” y cabello negro, vestido con campera y pantalón
oscuros, que permanecía ajeno a las alternativas de la ceremonia. En su
posterior testimonio ante la justicia, la señora de Tozzi declaró que, debido
al aspecto y a la actitud del hombre,
supuso que no se trataba de alguien que concurriera habitualmente a la Iglesia
sino que se hallaba allí con otro propósito. Apenas concluido el culto, Mugica
se encontró con Carmen Artero de Jurkiewicz y Ricardo Capelli, dos de sus
colaboradores en la villa de Retiro. Ambos deseaban interceder a favor de
Nicolás Margoumet, un desocupado que pernoctaba en la capilla “Cristo Obrero”
pero que, luego de una discusión
mantenida con el sacerdote dos días atrás, se había retirado del barrio
sin previo aviso. Margoumet, ahora arrepentido de su actitud, deseaba
reconciliarse con el sacerdote y había solicitado ayuda a sus amigos. Artero,
Capelli y Mugica conversaron por alrededor de 25 minutos y, concluido el
diálogo, salieron del despacho para buscar al desocupado, quién permanecía
dentro del automóvil que lo había trasladado hasta el templo, junto con sus
intercesores. Al pasar por la sacristía observaron allí al padre Jorge
Vernazza, párroco de San Francisco Solano, y a un joven ecuatoriano llamado
Alfonso Dávila, también colaborador del barrio “Comunicaciones”. Luego de
saludarlos, continuaron caminando unos pasos en dirección a la calle. Segundos
después, sonó el teléfono de la parroquia. Al atender Dávila, un hombre le
gritó desesperado: ¡Que no salga Carlos! ¡Por favor, que no salga! Pero Carlos
ya había salido. Cuando se aprestaba a ir al encuentro de Margoumet, el hombre
de bigotes “achinados” que había sido visto dentro de la Iglesia, quién sería
el subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón Sena, uno de los jefes operativos de la
Triple A, lo llamó:
-
¡ Padre Carlos!
-
Si- respondió él- girando hacia su derecha, y enseguida el
hombre le disparó, con una ametralladora 9 mm, una ráfaga de proyectiles de los
cuales cuatro de ellos (según la autopsia judicial, aunque otras pericias
difieren) impactaron en su cuerpo. Luego, el asesino caminó a paso rápido hasta
un Chevrolet Rally Sport, de color verde claro, que había sido robado días
atrás.
Aún
perforado a balazos, Mugica cayó tendido en el piso vivo y consciente. Cerca de
él también yacía Capelli, alcanzado en el hombro izquierdo por un proyectil.
Eran las ocho y cuarto, y el “parto” se acercaba. Al ver a su compañero
tendido, Vernazza entró rápidamente al
templo, tomó los santos óleos y le administró la unción de los enfermos. Sin
perder tiempo, los presentes cargaron a los dos heridos en un automóvil Citroën
y los trasladaron al hospital Salaverry. Mientras se dirigían hacia allí,
Mugica, pese a sus fuertes dolores, sonrió a Vernazza y le guiñó el ojo. Esto
hizo renacer en el grupo vanas esperanzas. Apenas arribado al hospital, todo
comenzó a prepararse para operar a Mugica
de urgencia. En el interín, con voz apenas audible, el sacerdote alcanzó
a murmurar a una enfermera: “¡ Ahora más que nunca debemos estar junto al
pueblo!”.
La
intervención quirúrgica duró poco más de una hora pero, cuando los relojes
marcaban exactamente las diez de la noche, el corazón del padre Carlos se
detuvo para siempre. Había pasado a la “ plenitud de la vida.....El cadáver de
Mugica fue llevado hasta la capilla de Cristo Obrero, donde doblaron las
campanas en señal de duelo durante toda la noche. El templo quedó totalmente
colmado, y quienes se acercaban a brindar su último adiós al padre Carlos
debían realizar una cola de cien metros en las calles embarradas.”
Dice
Magdalena Ruiz Guiñazú: “No olvidaré nunca (y se me caen las lágrimas al
recordarlo) a esos dos ancianos abrazados, esperando en la Recoleta, en esa
mañana nublada y gris, que el larguísimo cortejo que traía a su hijo subiera
desde la villa de Retiro por la Avenida del Libertador”
Carlos Mugica tenía 43
años, diez más de la edad que se le
atribuye a Jesús en el momento de su muerte. Había nacido un 7 de octubre de
1930.
En
su cortejo desde la Capilla de Cristo Obrero hacia el Cementerio de la
Recoleta, los dos mundos en los que había vivido conformaban una especie
moderna de coro griego.
Pero no sería definitivo.
Un cuarto de siglo después, en 1999, los restos del cura villero volverían
hacer el recorrido en sentido contrario
EL REPOSO DEFINITIVO. DE BARRIO NORTE A LA VILLA 31
Había nacido en Barrio
Norte pero su vida alcanzó su verdadero sentido con sus hermanos villeros, en
la villa de Retiro. Ahí donde su recuerdo ha vencido largamente a la muerte.
Ahí donde parece resonar el poema de Antonio Machado “La Saeta”: “Dijo una voz popular:/ Quién me presta una escalera/ para
subir al madero/para quitarle los clavos/ a Jesús el Nazareno?/Oh, la saeta, el
cantar/ al Cristo de los gitanos/ siempre con sangre en las manos/ siempre por
desenclavar./ Cantar del pueblo andaluz/ que todas las primaveras/ anda
pidiendo escaleras/ para subir a la cruz. Cantar de la tierra mía/ que echa
flores/ al Jesús de la agonía/y es la fe de mis mayores/ !Oh, no eres tú mi
cantar/no puedo cantar, ni quiero/a este
Jesús del madero/sino al que anduvo en la mar!.
Ésta
es la crónica firmada por Alejandra Rey del diario La Nación, un medio no
precisamente favorable al cura, cuando sus restos volvieron a la villa en 1999.
Bajo el título “Bergoglio rezó por los “silencios cómplices” y con el subtítulo
Procesión decía: “El féretro fue llevado a pulso desde la Iglesia del Pilar
hasta la parroquia Cristo Obrero; de allí salió hace 25 años. La bandera se
veía desde lejos y flameaba con furia. Decía” Villa 31” La sostenía con
dificultad un chico de 12 años que no conoció a Carlos Mugica, pero que sabe
casi todo de él: vive en Retiro, cerca de la Capilla Cristo Obrero, donde el
sacerdote cumplió su apostolado hasta que lo acribillaron a balazos en 1974. La
bandera estaba escrita con letras rojas y salió ayer, muy temprano de la Villa
31; su abanderado la puso bien alto, frente a la Iglesia del Pilar, en la
recoleta, de donde partieron en procesión los restos del sacerdote. Desde ayer, un nicho grande, construido en
la entrada de Cristo Obrero, es la nueva sepultura de Mugica, “el cura villero”
como dijeron ayer; “ el sacerdote que se desveló por la suerte de los pobres”
como recordó el cura Héctor Botan, durante la misa celebrada en la
villa........Extraño ver a la policía cuidando a esas cuatro cuadras de
villeros que marcharon con las imágenes de las vírgenes de Copacabana y de
Caacupé, con banderas de Paraguay y de Bolivia y con las consignas que,
seguramente, dijeron hace 25 años pero a contramano: pan, techo, trabajo.
También había familiares de Mugica, como su hermana Carmen, amigos de la
familia y una treintena de sacerdotes de todas las diócesis de la Capital y de
la provincia, como Eduardo de la Serna, que vino de Quilmes para honrar la
memoria de Mugica.......En la villa, mezclado entre quienes le dieron la
bienvenida, estaba el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Bergoglio, que caminó
por las callecitas de la villa hasta llegar a Cristo Obrero, donde se celebró
una misa.
“
Oremos por los asesinos materiales, por los ideólogos del crimen del padre
Carlos y por los silencios cómplices de gran parte de la sociedad y de la
Iglesia” dijo Bergoglio a los fieles”
Cuando
todo había concluido, muchos creyeron ver la figura de Carlos, corriendo por la
cancha con su número 10 en la espalda, puteando como lo hacía cuando jugaba al
fútbol, y metiendo un golazo para el equipo de la lucha y la memoria. La red se
sacudió y tal vez por efecto del viento, muchos creyeron volver a escuchar su
voz que decía: “¡ Ahora más que nunca
debemos estar junto al pueblo!”.
Esta nota fue publicada el 13 de mayo del
2007. Se transcribe como fue escrita originalmente, con el sólo reemplazo de 33
años por 40.
Muy buena nota Hugo...gracias.
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