Como siempre, fui a votar con la
alegría de una generación de la que formo parte, nacida entre 1945 y 1950, a la
que se le impidió por décadas el ejercicio de este derecho trascendental. Justo
es reconocerlo a muchos nos importaba entonces, más la revolución que la
democracia burguesa. Pero ahora concurría, con la esperanza de terminar con una
pesadilla, este 27 de octubre no era un día más en el almanaque. Nueve años
atrás moría quien en el 2003 nos proponía un sueño: reconstruir nuestra
identidad como Nación, una Argentina que contenga a todos. Había que introducir
un sobre en la urna, como siempre; pero como pocas veces, votar era botar.
Desplazar un modelo refundacional que vino para terminar definitivamente con el
peronismo, atacando y descalificando al kirchnerismo, envoltorio a través del
cual se disimulaba que el objetivo último era aniquilar al peronismo. El modelo
primario-extractivo-exportador combinado con el de valorización financiera,
produjo un industricidio que adelgazó sustancialmente la cantidad y peso de la
clase obrera y en consecuencia, condujo a la anorexia al componente principal y
definitorio del peronismo. Al introducir mi voto en la urna votando a
Fernández-Fernández, pensé que botaba a Macri- Pichetto, pero tuve bien en
claro que esa dupla es sólo una expresión del poder económico, de los medios
cómplices, del establishment financiero internacional, de los medios
internacionales que los representan; de Donald Trump, de la influencia de EE.UU
en el FMI, y de las políticas depredadoras de ese auditor de los acreedores.
Cuando introduje el sobre en la urna, escuché en mi interior el grito de los
que se cayeron del sistema, de los millones de pobres e indigentes, de los
jubilados hambreados, de los chicos que comen salteado, de los condenados a
vivir de los planes, de los que se movilizan desde las organizaciones sociales,
de los científicos arrinconados, de las universidades desfinanciadas, de los
padecimientos de los que permanecen o han sido expulsados del INVAP, del
CONICET, del INTA, del INTI, de la CNEA; de los médicos y enfermeras sostenes
de una salud pública destrozada, de los docentes contenedores de una situación
social explosiva que fueron denostados y hambreados.
Me pareció que de la urna salía una
mano pidiendo auxilio por los miles de negocios cerrados; por los que se han
ido del país y por los que pensaban hacerlo ante la continuidad de políticas
neoliberales que los llevaba a avizorar la inminente expulsión de la mitad de
su población.
Pero había otras urnas que apoyaban a
la fórmula oficialista porque creen en el republicanismo de cartón, de valores
que el gobierno enuncia pero no practica, y por las amenazas pregonadas en la
propaganda oficial y en los medios cómplices: la libertad y la democracia
estaban en peligro.
El macrismo hizo una buena elección
repuntando la catástrofe de las PASO, desmintiendo a la totalidad de las
encuestadoras, las grandes derrotadas; a las bocas de urna dudosas, que le
daban a la principal fuerza de la oposición entre 12 y 20 puntos de ventaja.
De los cinco principales distritos de
la Argentina blanca, buena parte de la pampa húmeda, el oficialismo ganó en
cuatro: Capital Federal (notable elección de Horacio Rodríguez Larreta), Santa
Fe, Córdoba y Mendoza, perdiendo sólo en Provincia de Buenos Aires. A ello hay
que agregar San Luis y Entre Ríos que constituyen la franja amarilla de un mapa
electoral que reproduce la camiseta de Boca. Norte y sur del Frente con Todos,
en el medio el territorio macrista.
Prueba que esos ciudadanos del territorio amarillo aún conservan
expectativas sobre la reversión de las desastrosas consecuencias de las
políticas neoliberales y que el kirchnerismo en primera instancia, el peronismo
en general, todo ello englobado como populismo, les resulta una propuesta
indigerible. En total, la fórmula oficialista sacó apenas 1,30 puntos menos que
Cambiemos en las legislativas del 2017.
Una primera explicación es que la
disminución de los votos de Lavagna, un poco más de dos puntos, y un poco más
del punto y medio de retroceso de Espert y Gómez Centurión, la disminución a
menos de la mitad de los votos en blanco y anulados, fueron en una considerable
proporción a “Juntos por el cambio”. El resto son los nuevos votantes
incorporados y aquellos fluctuantes que en las PASO decidieron castigar a su
preferencia electoral, pero ante una primera vuelta que actuó como si fuera un
balotaje, volvieron a lo preferido en detrimento de lo temido, que
coyunturalmente utilizaron como un tirón de orejas; ello a pesar de que la
situación económica aún es mucho más grave el 27 de octubre que el 11 de
agosto.
También una demostración que las
concentraciones, los discursos motivadores, el accionar territorial, los baños
de popularidad, en los que incursionó el macrismo, reivindica que la política caracterizada
injustamente como la vieja política mantiene su vigencia.
Por otro lado y en
oposición, Mauricio Macri es el único presidente desde 1983 que intenta la
reelección desde el gobierno y no lo consigue.
Axel Kicillof ratificó lo que hizo en
las PASO, una gran elección, María Eugenia Vidal aumentó seis puntos y Juntos
por el Cambio ganó en Mar del Plata, uno de los emblemas de la pobreza, a la
que contribuyó activamente, y revirtió en relación a las PASO, municipalidades
a las que daba por perdidas por la amplitud de las diferencias como Lanús, Tres
de Febrero y La Plata.
Difícil determinar adonde fueron los
votos que perdió Del Caño de un poco más de medio punto.
Aquel 10 de diciembre de 2015 cuando
por primera vez el establishment llegó al gobierno por elecciones legítimas,
parecía un deseo más que una posibilidad el cantito “Vamos a volver, vamos a
volver”
Aquel 10 de diciembre del 2015 no
dudé sobre lo que venía. Haber acertado no me alegra, porque es un acierto en
un mar de dolores, desesperanzas, frustraciones y que nos obliga recorrer un
camino de cornisa, un futuro incierto, un escenario internacional adverso.
Shakespeare ponía en boca de uno de
los protagonistas de sus dramas que “La oscuridad más profunda es la que
precede al amanecer.” Pero amanece, y no
es poco. El amanecer no nos asegura ni mucho menos que los días con sol estén
por llegar. Pero sí nos garantiza que las sombras empiecen a disiparse, que el
horizonte se abra, que el optimismo amplíe su grosor, que un futuro mucho mejor
no es algo inalcanzable.
Votamos pero finalmente no botamos.
Sólo desplazamos. Los dos modelos perviven con buena salud. Es un éxito después
de cuatro años de denuestos recuperar el gobierno, contra una concentración de
fuerzas enormes. Gigantesca. Es una muestra de fortaleza del modelo derrotado
electoralmente, sacar el 40% de los votos después de un gobierno desastroso.
El resultado parece paradojal: los
triunfadores lo hicieron por mucho menos de lo esperado, y de ahí que puede ver
alegría pero de ninguna manera euforia,
y los derrotados pasaron de una derrota catastrófica a una que está
lejos de cerrarle el futuro.
No será nada fácil subir una cuesta
tan empinada, pero tampoco lo fueron el Éxodo Jujeño, la declaración de la
Independencia, el cruce de los Andes, la lucha contra Inglaterra en las
Invasiones Inglesas y el combate de la Vuelta de Obligado contra las dos flotas
más grandes de la época, debiendo agregarse la imponente quita del 75% de la
deuda. Algunas páginas meramente enunciativas de una historia jalonada de
hechos gloriosamente recordables.
Lamentablemente la fórmula
Fernández-Fernández no alcanzó el porcentaje esperado y seguramente necesario
de un 52 o 54% como base de sustentación ante la envergadura de los obstáculos
a superar. Ahora no cabe otra que llegar a ese porcentaje por la eficacia en el
ejercicio del gobierno
Votamos y no botamos. Está claro que
no es un definitivo punto final a las políticas neoliberales. Esa diferencia
que estriba en tener una patria o ser ciudadano precario de una colonia.
La historia no ofrece pólizas de
seguro contra los retrocesos. Sería lamentable transitar nuevamente por caminos
suicidas. Eso es sólo una hendidura en una noche para celebrar.
Votamos y no botamos. Desplazamos.
Levanto mi copa y mi felicidad por la esperanza de un país inclusivo con todos
los argentinos adentro. Llevando a la práctica aquella frase memorable de
Evita: “Donde hay una necesidad hay un derecho”. Un país donde los privilegios
de los poderosos no sean derechos y los derechos del pueblo no sean
considerados privilegios; con políticas nacidas desde el pueblo y no desde la
satisfacción de los mercados. Como argentino hasta la médula, comparto en este
momento de alegría un brindis de mis ancestros judíos: “Lejaim”, que quiere decir
“por la vida”. Sí, por la vida digna, que es por la que luchamos.
27-10-2019