En 1968, año del mayo francés, se estrenó la película de Stanley Kubrick “2001, Odisea en el espacio”. En el inicio, a un grupo de primates herbívoros se los observa pacíficamente buscando comida. En un momento uno de los integrantes descubre la utilidad de un hueso como arma para atacar animales y defenderse o agredir a otros grupos. En un combate posterior, el mono de esta tribu mata al de un grupo rival; pero luego lo usará por primera vez como herramienta, la que al impactar a otro hueso hará que éste se proyecte al aire. La cámara sigue la trayectoria y de pronto el hueso se transforma en una nave espacial.
En el 2001, los argentinos observaban y padecían un proceso similar pero en sentido contrario. Nada quedaba de la sociedad más avanzada y con mejor distribución del ingreso de América Latina. Default, clubes de trueque, planes de ajuste, multiplicidad de monedas, desocupación, marginalidad, intentos de dolarización, propuesta para que un grupo de expertos extranjeros administrara el país, corralito, ejército de cartoneros, gente revolviendo los tachos de basura, jóvenes y no tan jóvenes haciendo cola en las embajadas. Los argentinos podían suscribir la frase que el escritor Andrés Rivera pone en boca de Castelli, el mejor orador de la Revolución de Mayo, que por esas crueldades que la vida suele infligir, padecía cáncer de lengua: “ Si ves al futuro, dile que no venga”. Y si el futuro no le hacía caso al jacobino y venía, muchos argentinos lo querían encontrar fuera de esta patria vaciada, desvalijada e hipotecada.
La bronca de aquellos calurosos días del verano 2001/2002, se canalizó hacia los bancos, las catedrales del neoliberalismo hacia los políticos, destinatarios de los peores insultos por su genuflexión ante el poder económico que había quedado desnudo en su pillaje y gula.
Una década después, cuando el país vivía una primavera no sólo climática, la muerte de un flaco desgarbado, con problemas de dicción, ojos mal alineados, y fundamentalmente un político militante, con convicciones y al mismo tiempo pragmático, convocó a escenas de dolor impensables 10 años atrás.
Llegó a la presidencia con una cantidad de votos inferior al número de pobres. Con el apoyo del presidente saliente que lo promocionó por descarte y después de desechar a otros en quienes confiaba más. Sin embargo Kirchner tenía muy claro tanto su enorme debilidad y cómo transformar la misma en un piso a partir del cual sólo cabía crecer. Durante la campaña electoral confesó: “Sé que no soy un buen candidato, pero seré un buen presidente”
Sus primeros pasos anticipó los años venideros. Cuando los excluidos de la Casa Rosada, los que nunca habían transitado ese territorio tuvieron las puertas abiertas; mientras los habituales usufructuarios debieron pedir audiencia y hacer cola.
Luis D’Elia lo escribió en el diario “Tiempo Argentino” del 27 de octubre: “El primer día de trabajo Néstor Kirchner recibió a las viejas, y la segunda audiencia fue para los que habíamos encabezado la resistencia de los 90. Y yo, que me había sentado con todos los presidentes argentinos de Alfonsín para acá, cuando me tocó el turno de hablar se me hizo un nudo en la garganta. Pasó por mi cabeza toda la película de dos décadas de dura resistencia y sentí que había llegado nuestra hora. Me puse a llorar como un pibe, no pude decir palabra, y él se paró y me abrazó largamente, me pegó esas palmaditas cariñosas que él siempre daba en la cara…..Pensé luego: “Este tipo no vino a durar, vino a cambiar la historia”
Jorge Coscia, Secretario de Cultura de la Nación escribió en la revista “Debate”: “Fue el mismo 25 de Mayo de 2003, el primer baño de Néstor, ya presidente, en la multitud. Me quedó grabada la escena, que terminó con un golpazo en su frente. Y simboliza, me parece, la vuelta del entusiasmo de lo político, con las desprolijidades e informalidades que tiene todo despertar. La recuperación de los sectores populares como interlocutores centrales del proceso, y donde Néstor se empapaba de amor, en forma literal, y se volvía uno más. Él- lo contó infinidad de veces- recargaba las pilas en esos baños de multitudes”.
En un encuentro con el cantante Víctor Heredia, relatado por el periodista Daniel Migues, se cuenta:” Se sentó en la cabecera de la larga mesa de su despacho y dibujó un círculo en el papel. Después, marcó porciones como quien corta una pizza. Y luego empezó a marcar cada porción:
“No tengo el apoyo de las Fuerzas Armadas, no tengo el apoyo de la Iglesia, no tengo el apoyo de los partidos políticos, no tengo el apoyo de los sindicatos” Kirchner iba tachando cada porción hasta llegar a la última, que era finita. Sólo tengo esto, el 22% de los votos de la gente. Y tengo la voluntad para modificar esta realidad- dijo Néstor. ¿ Sabés lo que espero? Que cuando deje de ser presidente pueda salir por la puerta de delante de la Casa Rosada y la gente diga “Gracias Néstor”. Siete años después ese deseo, trágicamente, se haría realidad.
LAS LÁGRIMAS Y SU POR QUÉ
Se esperaba poco y realizó mucho. Invirtió la fórmula de la decepción: el esperar mucho y concretar mucho menos o peor aún hacer lo contrario de lo prometido. Sería inútil enumerar por conocido los muchos avances concretados. Pero junto con los avances económicos, con la mejoría general, devolvió el orgullo de ser argentinos. Negoció una quita fenomenal de la deuda externa, cuando los gurúes económicos, los medios hegemónicos y los políticos cómplices del establishment aseguraban que no se podía pedir la menor disminución porque nos caeríamos del planeta. Revirtió el proceso de desmalvinización, que en términos cotidianos significaba que nunca más se podía enfrentar a los poderosos porque indefectiblemente seríamos derrotados.
Eso lo reiteró y amplificó en un hito histórico que sólo en perspectiva histórica se comprenderá en toda su magnitud: el NO AL ALCA, en colaboración con los presidentes latinoamericanos amigos Lula y Chávez. La conclusión de las periódicas auditorías del Fondo Monetario, con un pago que implicó, nada menos, que el fin de la aplicación de las recetas del suicidio inducido. Todo ello el santacruceño lo tenía claro desde antes de llegar a la Casa Rosada.
Cuenta su canciller Rafael Bielsa: “Unos días después del 25 de mayo del 2003, invitó a cenar a Olivos al Director Gerente y Presidente del Consejo de Dirección del Fondo Monetario Internacional, Horst Kôhler. La residencia, según se entra, tiene un pasillo con habitaciones a los flancos, y al fondo un recibidor. Allí lo esperamos a Kôhler como preámbulo a pasar al comedor. Cuando el FMI en persona entró, Kirchner señaló la silla reservada al Presidente. “Ustedes esperaban a uno bajito, con patillas y tonada riojana, ¿no? Formó con su mano izquierda una especie de guante de béisbol y lo golpeó con el puño derecho ¡ Qué mala suerte, ¿eh?! No pudo ser” Y nos fuimos a cenar. Mire Kôhler, dijo promediando el evento, frente a los ojos líquidos del alemán, “ los argentinos perdimos todo y cuando un pueblo lo pierde todo, también pierde el miedo. Ya cruzamos el Jordán; es hora que recuperemos la confianza en nuestras propias fuerzas. Y a los postres: “ el país no puede pagar lo que Ud. pide ni en esas condiciones. ¿ Que prefiere? ¿ Que le diga a todo que sí, que nos despidamos con una sonrisa y a los tres meses usted vuelva a renegociar el mismo problema en términos peores para mi país? La Argentina tiene voluntad de pagar pero en condiciones razonables. Se lo digo con todo el respeto del mundo, Kôhler, no soy desatento, pero yo lo quiero ver lo menos posible. Porque si nosotros pagamos puntualmente y Ud. cobra puntualmente, ¿ qué necesidad tenemos de estar viéndonos todo el tiempo?”
Cuando las presiones venían de la embajada norteamericana, a través de su embajador Lino Gutiérrez que argumentaba sobre los múltiples perjuicios que tendría la Argentina de no aceptar la propuesta del Fondo Monetario que proponía que el negociador de los acreedores fuera el Comité Global de Acreedores, que representaba a los llamados fondos buitres, Néstor le dijo: “Bueno, invádannos como a Irak” (“Kirchner íntimo” de Daniel Miguez).
Sabía cómo ejercer el poder. Cuando algún ministro a quien le comunicaba lo que iba a hacer mostraba su sorpresa Kirchner lo pinchaba: “Anibal, si no tomamos las medidas de fondo ¿ para qué sirve el poder? ¿Qué es poder? ¿Qué te saluden los granaderos? ¿El helicóptero? ¿ La quinta de Olivos? “
Ese manejo le permitió impartir, sin vacilaciones, la orden al General Bendini para que descuelgue los cuadros de Videla y Bignone, consolidando el camino de memoria, verdad y justicia.
Este hombre que hoy es destinatario de un sinnúmero de homenajes, posiblemente alertaría a sus seguidores que es conveniente ser mesurado en la materia. La historia necesita tiempo para hacer equilibrada justicia. El intentar apresurarla puede producir un retardo en el reconocimiento final.
LAS LLAVES MAESTRAS: POLÍTICA Y ESTADO
Si la política es la disputa por el sentido de una sociedad, como afirma Michel Foucault, Kirchner se preocupó porque la política apareciera en el centro del escenario subordinando a la economía. Hacía propias las afirmaciones del notable dirigente sindical Germán Abdala quien sostenía que los obreros, los sectores más humildes, eran los que más necesitaban de la política. Decía textualmente: “Hay que volver a hacer creer que la política sirve, porque este es tal vez el triunfo más alto de ellos, o sea de los poderosos, de los que no necesitan la política para manejar el poder, porque tienen el dinero, tienen las armas, tienen todo eso. El pueblo necesita la política para ponerle reglas de juego a ellos.” Junto con el retorno de la política, el Estado volvió a recuperar presencia y accionar limitando el culto a la mano invisible del mercado, que si existe se aproxima a un carterista más que a un equitativo distribuidor de ingresos.
El conflicto del gobierno con las patronales del campo, que disminuyó el apoyo ciudadano a su nivel más bajo, implicó un nuevo punto de arranque que acercó a numerosos sectores juveniles. Luego, las medidas transformadoras y profundas ejecutadas durante el gobierno de Cristina Fernández, fueron ampliando las bases de sustentación que estallaron en los fastos del bicentenario y paradojalmente a su muerte.
DE LAS PIEDRAS A LAS LÁGRIMAS
Como la alegoría de “2001. Odisea en el espacio”, las piedras que arrojó el pueblo en aquél 2001, se transformaron en lágrimas, en llanto inconsolable, aquel 27 de octubre del 2010. No fue un milagro. Fueron políticas concretas en una coyuntura internacional favorable, las que transformaron a Ezeiza en un lugar de arribo y no de salida. Fue la actitud de negociar de pie y no caminar de rodillas. Fue volver a tener un país unido a un destino latinoamericano. Fue la recuperación de la dignidad y el orgullo nacional. De volver enamorarse de la política como instrumento insustituible de transformación de las sociedades. Por eso una buena parte del país se sumió en la congoja cuando en un día feriado por la realización de un censo saboteado por los medios dominantes, murió Néstor Kirchner.
A mí no me lo contaron Yo estuve allí. Con los ojos nublados por las lágrimas. Viendo al pueblo hacer siete horas o más de cola para darle un adiós a ese flaco que prometió no dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. El que en el primer discurso dijo “Vengo a proponerles un sueño” El que afirmó que los sectores económicos estaban acostumbrados a tener al presidente como gerente. El que puso su salud, en una actitud suicida, al servicio de cumplir con esos objetivos. Su vida se consumió antes que se cumplieran muchos de ellos. Por eso, por lo que hizo, el pueblo hizo cola para pasar ante su féretro.
A mí no me lo contaron. Yo estuve ahí. Viernes 29 de octubre. La 9 de Julio y Córdoba. 12 horas. La lluvia cae incesantemente. Es la misma escenografía inclemente de aquellos días del julio invernal de 1974 cuando el cortejo fúnebre de Perón avanzaba por la avenida Callao. Estoy rodeado de jóvenes. A dos pasos de distancia Julio Piumato, el dirigente de los judiciales, mojándose como todos. Hay cánticos contra Cobos, se entona la marcha peronista, se espera ansiosamente el paso de la caravana fúnebre.
A mí no me lo contaron. Yo estuve ahí. Y vi entre tantas manifestaciones de dolor a un joven morocho de alrededor de 25 años, con el rostro demudado y por sobre cuyos hombros una piba rubia de la misma edad sacaba fotografías. Parecía una postal de la unión tan deseada y siempre postergada de la clase obrera y la clase media. Cuando pasó el cortejo ese rostro moreno se convirtió en un alarido que gritaba: “Gracias Néstor”.
La muerte de un flaco desgarbado, con problemas de dicción, ojos mal alineados, trajes cruzados y mocasines, fundamentalmente un político militante, con convicciones y al mismo tiempo pragmático, logró convocar a la generación diezmada, a los jóvenes que se interesaron y enamoraron de la política, a los obreros que recuperaron algunas de sus conquistas expropiadas desde los años de plomo y la posterior ofensiva neoliberal, a las organizaciones sociales, a las de derechos humanos, a los científicos, a muchos intelectuales, a los marginales y excluidos.
A los que lloraron en la Plaza o frente al televisor, pero a diferencia de Castelli, hoy pueden decir: “Si ves al futuro, dile que venga”.
8-11-2011 .
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