Una oposición fragmentada en busca de
una unidad aún lejana. Un oficialismo que tiene todos sus números en rojo, cuya
evaluación después de tres años es un atropello superlativo contra la sociedad.
Una oposición en la que hay cómplices y colaboracionistas con el gobierno, que
han permitido que Mauricio Macri cumpla buena parte de sus objetivos que son el
parte de guerra de una derrota para la mayoría de los argentinos. Un gobierno
que destruye buena parte de la industria, cierra escuelas, desfinancia a las
universidades públicas, considera innecesarias las universidades populares del
conurbano porque los pobres no llegan a la universidad contrariando toda
evidencia; arrincona a la ciencia, amputa derechos, endeuda al país colocándole
una soga al cuello del futuro; va por su reelección y sus posibilidades son muy
superiores al escenario de tierra arrasada que ha consumado. Un sector de la oposición
que durante buena parte de estos tres años y aún al finalizar el 2018,
consideró que el adversario era Cristina Fernández y no Mauricio Macri.
Un modelo excluyente que deja afuera
muchos de los presuntos beneficiarios empresariales. Un gobierno que ha hecho
de la mentira no una excepción sino un sistema. Que va a contramano del mundo
al tiempo que se enorgullece de entrar al mundo que lo elogia superlativamente porque ha convertido al país en el paraíso de
los capitales especulativos. Que mendiga inversiones que descontaba, mientras
desregula el movimiento de capitales haciendo que lo que se fuga o se atesora,
equivale a los dólares que entran como deuda. Como muy bien sintetiza el
periodista Claudio Scaletta: “Lo que ingresa por la ventanilla de la deuda se
va por la canaleta de la fuga”
Una oposición que le pide la
rectificación de la política económica como si no comprendiera que CAMBIEMOS no
viene a hacer lo que está haciendo, porque por primera vez llegó el
establishment económico por vía electoral para terminar con el empate histórico
entre dos modelos. De ahí su consigna: “Haciendo lo que hay que hacer”: bajar
salarios y jubilaciones, ser el ejecutor de las políticas del FMI, transferir
recursos desde la base hacia arriba, beneficiar a los sectores financieros, a
los agro-extractivos, a las concesionarias. Es tan excluyente que una parte del
establishment también queda afuera, aunque su ceguera ideológica los lleva a
seguir apoyando, en una actitud suicida, atrincherándose en el espantapájaros
del populismo que le bajan desde EE. UU como la lucha continental.
Como gladiadores del circo romano, se
acercan al presidente y le dicen en su inconciencia: “Ave Cesar Mauricio Macri:
los que van a morir te saludan”
El gobierno y los gigantescos medios
privados colaboracionistas han hecho de la corrupción el caballito de batalla
más corrosivo. Que el “círculo rojo” y sus medios, y que un gobierno de
empresarios y Ceos sean los adalides de la batalla contra la corrupción, es tan
patético como que Jack el Destripador diera lecciones de derechos humanos y
cirugía. Diariamente miles de camiones atmosféricos se vuelcan sobre la
sociedad para que periodistas mercenarios, en los que confluyen ineptitud e
ignorancia, procesen las heces derramadas y las transformen en “verdades de a
puño” como las de Fernando Carnota, quien puede decir indignado y sin que sus
restantes compañeros de mesa lo contradigan, que el kirchnerismo “se robó dos
PBI”.
Hablo de un gobierno que ha mentido
sistemáticamente, que ha arrojado al barro sus tres banderas electorales:
pobreza cero (la que incrementó considerablemente); unir a los argentinos (mientras
fomenta la división y el resentimiento), éxitos en la lucha contra el narcotráfico
(desmentidos por su principal aliada Elisa Carrió).
Un gobierno que se vanagloria publicitariamente
de salvarnos de una crisis y del default y que al final de su mandato nos deja
en la necesidad de reestructurar la deuda contraída o declarar default liso y
llano en el 2020, y una crisis real cuya salida dejará atrás un desierto.
Una sociedad donde el dirigente sindical
Rubén Darío “el pollo” Sobrero propone un gobierno socialista y coincide con el
ultraliberal economista Javier Milei que entre otras medidas propone la supresión
de la participación del Estado en la economía y la eliminación del Banco
Central, en un fraternal diálogo en el escenario televisivo propicio de Mauro
Viale.
Un gobierno con su republicanismo de
cartón, donde los jueces que dictan fallos que van contra sus propósitos son
denunciados ante el Consejo de la Magistratura y donde se intenta una Corte Suprema
adicta que por el momento ha sido un disparo en los pies.
Un gobierno con una política exterior
de rodillas ante los poderosos y que pretende disputar con Brasil el papel de
Israel y Arabia Saudita en el Medio Oriente.
Un gobierno que hasta renuncia al reclamo
de soberanía de Malvinas. Lo que es coherente con la entrega de vastos sectores
territoriales.
Contradictoriamente, se llega a un
diciembre del peor año desde el 2001, sin saqueos, ni asaltos a supermercados
por la política “populista” de distribución masiva de alimentos en los lugares más
explosivos.
Esto revela también que el gobierno
tiene en determinadas circunstancias olfato político muy lejos de ser
confundido con sensibilidad social.
Paradojalmente es un gobierno que abrió
una Caja de Pandora con las fotocopias de los cuadernos para destruir al
kirchnerismo bajo la imputación de asociación ilícita, pero que tiene como daño
colateral que excepcionalmente los poderosos tengan que pasar por Comodoro Py a
través de un juez como Claudio Bonadío, quien como Sergio Moro en Brasil,
parece responder a políticas judiciales originadas en EE.UU. El intento de
disminuir el riesgo judicial de los empresarios y CEOS no disminuye la muesca
que en la impunidad del poder económico plantea la situación.
El
gobierno, y por lo tanto la sociedad, están sentados sobre una bomba neutrónica
y el único objetivo del macrismo es llegar a las elecciones de octubre del 2019
sin estallar. Y,
sin embargo, el gobierno sin ningún éxito, puede llegar a ser reelecto, si la oposición
se onaniza.
La sociedad argentina es
extremadamente compleja. El peronismo dividido abre la posibilidad como en el
2015 al triunfo del antikirchnerismo unido que no es otra cosa que el viejo
antiperonismo en otro envase.
La sociedad argentina está a la
cabeza del movimiento de mujeres, de las organizaciones de derechos humanos, de
la enorme capacidad de movilización, de concretar en pocas décadas hitos
históricos que son verdaderas bisagras.
Sin embargo la penetración neoliberal
y el accionar mediático han logrado enormes triunfos culturales. La
meritocracia, el emprendedurismo, el que otro deba permanecer abajo para
acrecentar el mérito de estar un poco más arriba, se adereza con una considerable
dosis de odio que baja de los sectores medios y altos, incluso en sectores
populares cooptados por prejuicios neoliberales.
Buda decía que odiar es como tomar un
vaso de veneno y esperar que el otro se muera.
Muchos de los perjudicados por las
políticas del macrismo pero con odio acumulado hacia el pasado, deberían recordar
este ejemplo: “Una hormiga por bronca contra la cucaracha votó a favor del
insecticida. Todos murieron. Hasta el grillo que se abstuvo de votar” El grillo
posiblemente pertenecería a algún partido
de la izquierda trotskista.
Una sociedad que si le abre la
posibilidad a CAMBIEMOS de ser reelecto por cuatro años más, dejará un país al
que le sobrará más de la mitad de la población.
Haría realidad aquella frase del humor
metafísico de Macedonio Fernández: “Fue un desastre tan completo, que hasta los
sobrevivientes perecieron”
¿Será posible que como dice el redactor
de los discursos del ex presidente de la Sociedad Rural, el licenciado en
filosofía Santiago Kovadloff: “El miedo al populismo es mayor a los desaciertos
del gobierno”
¿Será posible que eso suceda en la
sociedad del 17 de octubre, del Cordobazo, del 19 y 20 de diciembre del 2001,
del Juicio a las Juntas, de las gigantescas marchas de recuerdo y repudio al 24
de marzo, de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, de las movilizaciones de
mujeres, de la resistencia de las organizaciones sociales, de una clase obrera con
la mayor sindicalización de América Latina?
¿O será la otra parte de la sociedad
que apoyó el bombardeo a la Plaza de Mayo, de la proscripción del peronismo, de
ser un delito mencionar a Perón y Evita, que se ensañó con su cadáver, que dio
el sustento civil a todos los golpes establishment-militares, que se embanderó
con la consigna “los argentinos somos derechos y humanos” mientras desaparecían miles y miles de argentinos en
los más de 350 campos de concentración; la que destruyó la Argentina como si
hubiera padecido una guerra de 1976 a 1983, la que se enamoró del menemismo que
fue la continuación en democracia de las políticas neoliberales y apoyó a una
Alianza a la que le explotó la convertibilidad?
Una enumeración que sólo se reduce a la
segunda mitad del siglo XX y lo que va del siglo XXI.
Parafraseando al enorme poeta español
Antonio Machado:
“Ya hay un argentino que quiere/vivir y a vivir empieza,/entre una Argentina
que muere, y otra Argentina que bosteza./ Argentinito que vienes al mundo te
guarde Dios/
una de las dos Argentinas/ha de helarte el corazón.”
El futuro está abierto, para bien o para mal. Pero sólo se puede seducir
la historia en el mejor sentido como dice Pepe Mujica, sabiendo que “Los únicos derrotados son
los que bajan los brazos, los que se resignan a la derrota.”
26-12-2018