Es difícil encontrar información sobre el prosecretario de “la Tribuna de Doctrina” fundada por Bartolomé Mitre (el genocida del Paraguay). En las fotos se lo ve con una sonrisa sobradora del tipo que alardea “me las sé todas”.
Es Carlos María Reymundo Roberts, el que perpetra su columna satírica de los días sábado, adoptando una posición kirchnerista como estratagema para bombardear desde allí con todos los estereotipos que su empleador ha derramado con entusiasmo durante 141 años, ante cualquier experiencia política con tufillo nacional y popular. Ferviente católico del Opus Dei, cajetilla de San Isidro, el hombre lleva al mitrismo en sus venas. Después de estar ausente varias semanas, regresó con la potencialidad de un adicto en abstinencia, posiblemente incentivado por el tono apocalíptico de todo el diario. La Nación se solaza alegremente desde el título central del ejemplar del 25 de diciembre, cual si fuera un diario británico: “Ratificó Londres que nunca negociará por Malvinas”, prosiguiendo con las lágrimas que derrama el periodista cautivo Joaquín Morales Solá, que posa de independiente, en su húmeda columna titulada: “Un país que oscila entre Chávez y Putin”, para referirse dramáticamente a la ley sancionada que acaba con la posición dominante de Papel Prensa cuya composición accionaria está integrada por su empleador.
Escribe el pretendido humorista bajo el título: “Yo, enviado por ELLA para salvar Europa”: “Qué bueno estar de vuelta en mi país, con mi gente y ¡en mi columna! Sí, la he recuperado para nuestra causa, venciendo los vanos intentos del gorila que me reemplazó de quedarse definitivamente con ella. Y, como ven, llegué a tiempo para cumplir con el deseo de la señora de que pase Nochebuena con toda su familia. Eso sí, estoy agotado después de una gira por Madrid, París y Berlín. Fui como enviado de Ella para asesorarlos por la crisis del euro. Nadie nos había llamado, pero me mandó igual. Mi arribo a Madrid fue noticia en los diarios. "Llega un enviado de Cristina Kirchner para dar consejos sobre cómo enfrentar la crisis", decían los titulares de primera plana. Cuando di a conocer los consejos de la Presidenta, la información fue a parar a las páginas de humor. En Europa no entienden nada.”Acá la ideología le juega una mala pasada a la ironía del prosecretario. Efectivamente en Europa no entienden nada porque persisten en aplicar políticas de ajuste, profundamente recesivas, para salir de la recesión. Es como si a un anémico se le aplicara un ayuno prolongado. Esto que en medicina sería calificado de asesinato, en economía suele calificarse de racionalidad. Pero eso es lo que se ha apoyado desde La Nación cuando se aplicaron estas recetas en nuestro país, durante la dictadura establishment- militar, en la que cambió silencio por canonjías y durante el menemismo, que epilogaron con la peor crisis de la historia argentina.
LA DICTADURA KIRCHNERISTA
Continúa el escriba: “Básicamente, lo que dije allí fue lo siguiente: la primera crisis es la del relato; la historia del colapso del euro la están contando los diarios. Algo tienen que hacer. ¿Qué es eso de que los gobiernos no tienen cadenas de medios? ¿Qué pasa que no hay un solo 6,7,8 en las televisiones públicas; qué pasa que no estatizaron las transmisiones del fútbol; qué corno pasa que no compran periodistas, que no premian ni castigan a nadie con la pauta oficial; cómo no se les ocurrió pinchar teléfonos, intervenir casillas de mails, perseguir a la prensa independiente?
La crisis del relato se manifiesta también en la difusión de cifras. A Merkel y a Sarkozy les expliqué la extraordinaria experiencia del Indec, que está siendo recogida en los libros de historia como un caso único en el que la voluntad de un gobierno es más fuerte que la realidad. El sueño de todo gobernante: la economía subordinada a la política. A los españoles, que tienen 5 millones de desocupados, les dije que empezaran a hablar de una reducción de esa cifra, incluso aunque los desempleados fueran cada vez más. Los gobiernos tenemos la obligación de ser optimistas. El Indec es, antes que nada, un himno de fe y esperanza.”
El Indec es un flanco débil del gobierno en cuyo sostenimiento ha dejado girones importantes de credibilidad. Pero el humorista parece ignorar que los técnicos del Banco Central Europeo han permitido con su complicidad, que las cifras macroeconómicas de Grecia o de Irlanda se manipularan a niveles que las del Indec terminan en comparación siendo cercanas a la realidad. Pero un cipayo tiene una estructura mental que lo lleva a sobrevalorar lo de “afuera” y despreciar lo de adentro. Porque entre otras cosas aprendió historia con el que la falsificó, precisamente el fundador del medio donde Roberts desparrama sus sarcasmos. Esa historia está contada de tal manera que hasta chupar un clavo parece más atrapante. Y efectivamente subordinar la economía a la política no es el sueño de todo político, sino la necesidad de los pueblos de cambiar el rumbo.
Impertérrito, el periodista mitrista insiste: “Les encantó la historia y me pidieron que les mandáramos a Moreno, pero tuve que explicar que Moreno no podía salir del país por el cierre de fronteras que él mismo había dispuesto.” Comprador de una historia falsificada que obstruye toda comprensión del presente, el “vecino” de San Isidro ignora que los países desarrollados se convirtieron en tales practicando un fuerte proteccionismo al punto de llegar al extremo en Inglaterra que el cura tenía que denunciar a los familiares del muerto si la mortaja no se confeccionaba con tela nacional.
Escribe Eduardo Galeano en “Patas Arriba. La Escuela del mundo al revés”(página 36): “Cuando los Estados Unidos se independizaron de Inglaterra, lo primero que hicieron fue prohibir la libertad de comercio, y las telas norteamericanas, más caras y feas que las telas inglesas, se hicieron obligatorias, desde el pañal del bebé hasta la mortaja del muerto. Después, sin embargo, los Estados Unidos enarbolaron la libertad de comercio para obligar a muchos países latinoamericanos al consumo de sus mercancías, sus empréstitos y sus dictaduras militares…Rindiendo homenaje a la libertad de comercio, la industria británica ayudó a financiar el exterminio del Paraguay, que hasta 1870 había sido el único país latinoamericano independiente” Está claro que se convertían al libre cambio cuando sus productos carecían de toda competencia importante. En cambio su numen, Bartolomé Mitre, destruyó al Paraguay, con las banderas del libre cambio en beneficio de los comerciantes importadores y de Gran Bretaña.”
Sigue el intrépido Roberts: “Otro problema grave es el de los mercados, que con su mal humor permanente son los que están marcando los tiempos y la dirección de esta crisis. El drama allí es que respetan al mercado y se terminan sometiendo a él. Pobres, cuánta inocencia. Les conté lo que habíamos hecho acá para frenar la corrida del dólar (además de pedirles a los Kirchner que por unos días dejaran de comprar). "Muchachos -los apuré-, a ver si me entienden: la policía. ¡Saquen la policía a las calles! Si ustedes no tienen casi inseguridad, ¿qué hacen con los policías? Mándenlos a los bancos, a las casas de cambio, a las bolsas. ¿Y los gendarmes? ¡Aprieten con los gendarmes! ¿No tienen jueces amigos? Paren con ese verso de la seguridad jurídica. ¡Está en peligro el euro!" Ironiza Roberts y contra su intención acierta: los países han quedado prisioneros de los mercados y dentro de los mismos del sector financiero y bancario y el euro camina hacia su defunción, por lo menos en aquellos países de la eurozona de menor desarrollo económico. Roberts parece no recordar la experiencia de la convertibilidad. Es lógico: su medio siempre sostiene que “que hay que dar vuelta la hoja y no remover el pasado.”
Continúa el humorista “serio”: “Este consejo no fue del todo asimilado. Ya lo dijo la semana pasada Guy Sorman en un artículo publicado en el diario ABC, de Madrid: ““Los dirigentes europeos no están escribiendo la historia; la están sufriendo””. Sí, la están sufriendo. Les hablé de policías en los mercados y temblaron. Les hablé de manotear las cajas de jubilaciones y les agarró convulsión violenta. Les aconsejé pagar las deudas con reservas y se persignaron. Hablé pestes del FMI y se taparon los oídos. Otro tema que no supieron manejar es el de las consecuencias políticas de la crisis. En Grecia cayó Papandreu; en Italia, Berlusconi, y en España, Zapatero. Les dije que eso hubiese sido muy fácil de resolver: los ajustes siempre tienen que hacerse después de las elecciones. Nunca antes. Como lo hizo Cristina.”
Los reemplazantes de Papandreu y Berlusconi son funcionarios de las finanzas, igual que algunos colaboradores de Rajoy, es decir que como Cavallo acá, se llama al piromaníaco para que apague el incendio.
Su medio reiteró hasta el cansancio el tema de los subsidios. Ahora cuando se intenta disminuirlos en forma selectiva- si los hechos coinciden con los anuncios- como la gata Flora gritaba cuando le ponían (otorgaban) los subsidios y ahora llora cuando se los sacan. La expresión “manotear” las cajas de las jubilaciones es una obscena instrumentación ideológica del lenguaje que se hace en representación de los intereses bancarios afectados de las AFJP.
Insiste Roberts: “Les confieso que he vuelto de Europa desilusionado. Sus dirigentes no están a la altura de las circunstancias. Y, lo peor, se niegan a seguir nuestros consejos. Eso le dije a la señora cuando me recibió esta semana. Incluso le di una idea: "A mí no me hicieron caso: debería ir usted. En Italia la aman y están recontra agradecidos, porque después de que se reunió con Berlusca en Roma, él se empezó a caer a pedazos. Ahora quieren que usted se vuelva a ver con Sarkozy, con la Merkel. ¡Capaz que los borra a todos, señora! Le reitero, creo que debería ir". Se quedó pensativa. Ya sabemos: no le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Me contestó. "No voy a ir. No quiero quedar asociada a un continente decadente. Esa gente no merece mi tiempo. Prefiero ir a Venezuela. O a Bolivia. Países con futuro. O quedarme acá. Quiero estar cuando les saquemos Papel Prensa a La Nación y a Clarín y oír cómo chillan. Quiero estar en este festival de leyes que se aprueban en horas y sólo porque yo lo ordeno.”
Como la concepción mitrista fue de amputación territorial y saboteó los intentos de los libertadores de la Gran Nación Latinoamericana, Roberts prefiere las relaciones carnales con EE.UU o la subordinación a Inglaterra y denuesta los intentos de los gobiernos populares de esta parte del continente de hacer realidad los sueños del siglo XIX. Con relación a las leyes “que aprueban en horas” lo hacen en función del 54% de los votos obtenidos.
Lo mismo que hacen los legisladores de Rajoy en España que triunfó por un porcentaje y una diferencia menor a la de Cristina Fernández y nadie sostiene que el Parlamento español es una escribanía. Roberts se olvidaría de estos epítetos y lugares comunes si el presidente fuera Mauricio Macri y en la legislatura tuviera mayoría. Ahí los argumentos republicanos quedarían archivados. Y cuando escribe: “… no le gusta que le digan lo que tiene que hacer”, es un mérito que un cipayo jamás apreciará, acostumbrado siempre a obedecer a los poderosos.
Con relación a Papel Prensa, el periodista independiente actúa como lo que es: un empleado dependiente. Ahí para Roberts y sus empleadores, el monopolio de la fabricación del papel no afecta la libre competencia y la libertad de expresión.
EL HUMORISTA DE “LA NACION”
Concluye Roberts, atribuyéndole a la Presidenta: “Quiero ver arrodillado a Moyano. Quiero ver cómo se doblan los jueces. Quiero asistir al funeral de la oposición. Quiero seguir escuchando cómo me aplauden los empresarios. Quiero ver a Moreno descontrolado poniendo a parir a todos. Quiero...-Señora -me animé y la interrumpí-. Dígame: ¿quiere estar también para el ajuste? ¿Quiere estar acá cuando suban la luz, el gas, el agua, el transporte, los colegios, la salud? ¿Cuando caiga el consumo, cuando haya despidos, cuando la gente crea que se está pudriendo todo y se vuelque otra vez al dólar?
-Epa -contestó-, no lo había pensado. Me convenciste: viajaré. Creo que en Europa me pueden estar necesitando. Y de paso compro unas carteras.”
La palabra ajuste es la más preciada de los neoliberales y de los gurúes de la city. Roberts tiene un orgasmo cada vez que la pronuncia. Mitre salta de alegría en su tumba. Claudio Escribano, el del ultimátum a Néstor Kirchner a través de un pliego de condiciones exigidas en mayo del 2003, bajo amenaza de no durar un año, espera que su advertencia se concrete una década después.
Y para acariciar demagógicamente el corazón de los dinosaurios que escriben la mayoría de las cartas a La Nación, a sus amigos de San Isidro, remata con un gastado lugar común poniendo en boca de Cristina Fernández: “Y de paso compro unas carteras”.
27-12-2011
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