Hace exactamente ocho años
escribí una nota que circuló profusamente; se llamaba “El televisor de los sueños” y empezaba así: “Tengo un televisor que recepciona los
sueños. Que trae imágenes del futuro. En colores. Con mucho verde esperanza.
Ayer mi televisor enloqueció. Aparecieron imágenes de un acto en Casa de
Gobierno. Con la presencia de los presidentes Lula, Evo, Duarte, Chávez,
Correa, Kirchner y Cristina Fernández. Y mucha gente especialmente invitada.
Era por el lanzamiento de Banco del Sur. Un sueño. Una locura. Una utopía.
Claro que para verlo hay que tener esta excentricidad que es el televisor de
los sueños. Que trae al presente imágenes entrevistas en las utopías juveniles.
Con gente vitoreando “Patria si Colonia no.” Si, ahí mismo donde hace apenas
una década se proclamaban las relaciones carnales y la idea de la colonia
próspera entrando de rodillas al primer mundo. Donde se llegó a importar caca
francesa. Ahí donde se aplaudía aquello de “ramal que para, ramal que cierra”.
Ahí donde hoy están sentadas las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, se
promulgaban las leyes de la impunidad y el indulto.
Entre el público alcanzo a avizorar a muchos de los que
aplaudían lo contrario de lo que hoy se hace. Por la humedad de los ojos
alcanzo o imagino leer una frase de Marx: “ En la historia, como en la
naturaleza, la podredumbre es el laboratorio de la vida”.
Está hablando Evo. En su voz y en su piel está buena parte de
la historia de las venas abiertas de América Latina. Dice entre otras cosas que
el Banco del Sur debería dar paso a la creación de una moneda única
sudamericana.
Luego pasa al atril Lula. Cuenta la historia de cómo se gestó
el Banco del Sur. De cómo se afianzó la relación entre Argentina y Brasil. Dice
de pronto: “No existe la posibilidad de salidas individuales.” Me parece ver en
el público que Simón (Bolívar) y
José de San Martín) se agarran de las manos con José Gervasio
(Artigas) y Francisco (Miranda). Debe ser una interferencia del pasado en estas
imágenes del futuro. Sigue Lula: “O resolvemos la asimetría en la región, con
una política diferenciada para países como Bolivia, Ecuador, Paraguay y
Uruguay, o la integración será solo parte de los discursos.” Me acerco más al
televisor. Lula dice: “Evo es lo más extraordinario de lo que nos ha
sucedido en Sudamérica. Nadie refleja más que él la cara de Bolivia.” Otra
vez una interferencia. Es la imagen de Sucre que sonríe.”
Hace varias semanas que
las trasmisiones que recibe el televisor de los sueños llegan tan desvaídas que
no son posibles de observar. El triunfo de Mauricio Macri en Argentina que
repercute intensamente en el resto de América Latina ha intensificado los
vientos de la restauración conservadora que viene asolando a América Latina.
Dilma Roussef es acosada y llevada contra las cuerdas con la amenaza del juicio
político en un intento de enterrar al Partido de los Trabajadores; en Venezuela
el gobierno ha perdido en forma contundente una elección legislativa que
incrementará la guerra económica que soporta y a través del accionar legislativo
conseguir el desplazamiento del gobierno. Correa en Ecuador ha renunciado a
postularse nuevamente; en Uruguay volvió el sector más conservador del Frente
Amplio y en Paraguay hace varios años fue desplazado en un golpe
legislativo Fernando Lugo. Todo ello en
un contexto de recuperación de la iniciativa norteamericana, que a través de
los países latinoamericanos del Pacifico viene suscribiendo tratados de libre
comercio como forma de reparar su derrota en el ALCA, en la histórica cumbre de
Mar del Plata.
Vuelvo a mirar aquel tape
del 2007 del “Televisor de los sueños”: “Ahora
en el atril está Rafael Correa, el presidente de Ecuador. Un economista. Que
saluda a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y recuerda lo que significó su
lucha para los latinoamericanos. Que explica desde este lado del mostrador que
no estamos viviendo una época de cambio, sino un cambio de época. Arturo (Jauretche) sonríe debajo de su frondoso
bigote y sus ojos de paisano pícaro se iluminan. Rodolfo (Puiggrós) y Juan José
(Hernández Arregui) se dan las manos. Dice Rafael, después de citar un par de
veces a Bolívar: “Tenemos que terminar con la dependencia financiera” y explica
clara y académicamente que la autonomía del Banco Central de Ecuador le impedía
a los ecuatorianos fijar la política monetaria pero eso no era obstáculo para
que FMI tuviera hasta hace poco sus oficinas dentro mismo del banco, ahí
donde para los ecuatorianos el acceso
era limitado. Sostuvo la necesidad de crear un Fondo del Sur integrado por las
suma de las reservas internacionales que los países de la región tienen
depositadas en las naciones del primer mundo, para que sirvan al desarrollo de
la región. “Son 250.000 millones de dólares”
estimó. El dinero de nuestros pueblos facilita la prosperidad de los pueblos
del primer mundo. Concluye diciendo “Hasta la victoria siempre.”
No puedo evitar que se me caigan
algunas lágrimas, que me atenace la angustia. Pero no puedo dejar de observar
aquellas imágenes del 2007, cuando decia:
“Me parece que este televisor de los sueños los exagera hasta hacerlo
increíbles. ¿Quién ha escrito este libreto futurista, este sueño de los setenta sepultado por la
derrota y las tragedias consiguientes? ¿Ray Bradbury, George Orwell, Jorge Luís
Borges? Si en esos asientos, apenas ayer, descansaban sus posaderas Fujimori,
Salinas de Gortari, Henrique Cardoso, Jorge Batlle, Sánchez de Losada.
Ahora en el atril está Nicanor Duarte Frutos. El Presidente
paraguayo sostiene: “El Banco del Sur abre un proceso de emancipación
financiera, nos abre el camino de la liberación política.” Luego se extiende
sobre conceptos de Rousseau sobre que sin igualdad toda libertad es ficticia.
Sube al escenario y se para delante del atril
Hugo Chávez. Dice que va a ser breve después de haber escuchado todos
los excepcionales discursos que le antecedieron. Nadie le cree que eso sea
posible. El venezolano es un orador atrapante. Empieza recordando el nuevo
aniversario de la batalla de Ayacucho. Y hace un relato literario impecable con
precisión histórica. Cuenta que ahí se juntaron los latinoamericanos de las
distintas regiones, se pusieron el uniforme, formaron un único ejército que era
nada menos que el pueblo en armas y dieron la batalla definitiva. Cita a
Bolívar, a San Martín, a Perón, y no se priva de comentar que integran una
misma línea histórica. Cuenta la trágica historia de los libertadores
traicionados por las respectivas oligarquías que terminaron asesinados o en el
exilio. Qué es eso lo que produjo que una sola nación concluyera en 20
republiquetas. Por un momento lo veo a Jorge Abelardo Ramos aplaudiendo desde
su silla. Ese moreno fascinante parece la reencarnación del discurso del
“Colorado”, autor de “América Latina: un país” que luego lo reelaboró con el
título de “Historia de la Nación Latinoamericana”. Recuerdo su frase que tantas
veces he repetido: “ Somos
argentinos porque fracasamos en ser
latinoamericanos.” Es demasiado. No se puede tener una sobredosis de
sueños. El sonido trae la consigna: “ Patria si, Colonia no”.
De pronto, ahora, al
televisor de los sueños llega una imagen nítida, después de tantas brumosas, y
reconozco un sonriente Mauricio Macri, de la mano de un alegre Aecio Neves, con
un eufórico Henrique Capriles que los abraza, hablando de la “revolución de la
alegría, del consenso, de la unión, de las relaciones maduras con EE.UU, del
futuro maravilloso que nos espera, que dejamos atrás la larga noche populista y
que ahora sí que despegamos.
Ahora los que aplauden
son: Alberto Fujimori, Salinas de Gortari, Henrique Cardoso, Jorge Batlle,
Sánchez de Losada, Julio María Sanguinetti.
En el televisor de los
sueños vuelven las imágenes de hace ocho años: “Néstor Kirchner está ahora en ese atril que sus adversarios
aborrecen. Cuenta la anécdota cuando se encontró por primera vez con Lula. Viajó en un avión
alquilado, con un 22% de apoyo y con la incertidumbre de si Menem le iba a dar
o no la posibilidad de ir al ballotagge. Lo acompañaban integrantes de carrera
del cuerpo diplomático que lo
alertaban sobre el peligro de Brasil y
el de luchar por la hegemonía en el continente. Kirchner ridiculizó las
posiciones de sus acompañantes como las rémoras de un pasado. Ese donde se
consumó la balcanización. Le cedió el atril a Cristina Fernández quien elogió
los procesos abiertos por cada uno de los presidentes presentes y en especial a Hugo Chávez. Y en un momento
dirigiéndose a Lula le dijo (no es textual, es un sueño, pero sin lugar este es
el sentido):“Los argentinos, brasileros y uruguayos tenemos una enorme deuda
con el pueblo paraguayo, por haber formado parte de la Guerra de la Triple
Infamia Ese pueblo que era conducido por Francisco Solano López. No es de
extrañar entonces que se me critique
desde la página editorial de un diario fundado por el que condujo los
ejércitos de la Triple Infamia” Arturo
Jauretche se ha levantado y aplaude como un loco. Juan José Hernández Arregui
le da la mano a Rodolfo Puiggrós. ¡Vale la pena tener este televisor de los
sueños! Otra que Internet. Este invento permite observar cómo la prédica de los que imaginaron este sueño se
encarna en el futuro o tal vez en el presente. Jorge Abelardo Ramos después de
abrazar calurosamente a Chávez, hace lo mismo con Jorge Enea Spilimbergo. San Martín, Bolívar y
Artigas lloran y gritan “Seamos libres y lo demás no importa nada” Chávez los
corrige y le dice: “Seamos libres e iguales y lo demás no importa nada.”
Martín Miguel de Güemes, Manuela Sáenz, Juana Azurduy, Simón
Rodríguez, Felipe Varela, Augusto Cesar Sandino, Emiliano Zapata, forman fila
para saludar a los presidentes. Hay muchos protagonistas más que no entran en
este sueño. Son los que con sus
sueños y sus luchas pavimentaron el camino. Bolívar se dirige a un
rincón y mientras contiene el llanto dice quedamente: “Ha tardado, pero
posiblemente ya no sea correcto decir aquello de “He arado en el mar.” Perón se
acerca, le toca el hombro y le dice: “El siglo XXI, Simón, nos encontrará
unidos.”
Diviso entre los concurrentes a mi amiga Silvia Bleichmar que
se nos adelantó hace unos meses, como dicen los mejicanos. Me hace gestos desde
la distancia y creo entender que me dice: “Recordá lo que siempre conversábamos
y luego lo puse en el título de un libro: “No me hubiera gustado morir en los
noventa.” Es cierto. Aunque esto sea sólo un sueño.
Ahí está Helder Cámara, el obispo brasileño que me dice: “Cuando
uno sueña solo, es sólo un sueño; cuando soñamos juntos, comienza a construirse
otra realidad”
¿Cómo que no es un sueño; que mucho de lo que aquí cuento
está pasando? Prefiero apagar el televisor. Tengo miedo que como muchas otras
veces la realidad obstruya o evapore la posibilidad que los sueños dejen de
serlo. Que el
discurso sea sólo un catálogo de buenas intenciones. Pero tal vez en
esta oportunidad la victoria esté de nuestro lado. Que necesitemos en el futuro
acunar otros sueños, porque aquellos que acompañaron buena parte de nuestras
vidas ya se hayan transformado en realidades.”
El televisor de los sueños
se apaga. Era el 2007 y la historia parecía haber cruzado de vereda. Ocho años después, aquel Banco del
Sur nunca se concretó. Al fortalecimiento de los enemigos se sumaron errores
propios, más las siempre presentes miserias humanas. Si en el siglo XIX, los
libertadores que predicaban la unión latinoamericana tuvieron como destino el
asesinato o el exilio, en el siglo XXI la biología arremetió en el 2010 contra
Néstor Kirchner y en el 2013 contra Hugo Chávez, muerto de un cáncer, igual que
dos siglos antes padeció Juan José Castelli, el mejor orador de Mayo de 1810,
que por esas ironías del destino latinoamericano le afectó la lengua.
Dos bajas demasiado
sensibles en un equipo que no tenía reemplazantes de ese calibre en el banco de
suplentes.
Ahora a la Casa Rosada llegarán
otras caras, con la peregrina idea del fin de las ideologías que es la forma
contrabandista de ocultar la verdadera.
Ahora me parece ver de
nuevo a Bolívar pero angustiado, a San Martín cabizbajo en su residencia
francesa, a Artigas sumido en su exilio paraguayo.
Cuando la mano viene
cambiada, cuando las contramarchas de la historia nos recuerdan su caminar que
nunca es el línea recta, no queda más que galvanizar el ánimo y volver al
escenario fortalecido por lo mucho que se hizo bien y que es imprescindible
defender y con un bisturí agudo analizar
limitaciones y errores, para no repetirlos y a partir de ahí volver a intentar
las utopías que nos guían desde el horizonte, entrelazando los sueños en un haz
colectivo para que la historia llegue a dar un nuevo viraje.
Será el momento en que
nuevamente “El televisor de los sueños” nos emocionará con sus imágenes
8-12-2015
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