Por José Luis Lanao
14 de diciembre de 2022 Página 12
No
nos dejes. Queda poco, muy poco. Llevanos con vos en este sueño eterno,
contagioso. Ahora que la gente se ha puesto a comprar alegría. Esa alegría que
estrangula el aire y lo hace felizmente respirable. Esa alegría honda,
profunda, penetrante, que se mete en las entrañas y te atraviesa la mirada. Ese
alborozo contagioso que baila en las aceras anestesiando la madrugada.
Demasiada farra, demasiada “joda”, demasiado de todo. Necesitábamos de esos
abrazos de piel, de huesos, de sonrisas. Esa necesidad de “huir”, de
“desaparecer”, de fluir detrás de este sueño luminoso, ilusionante, con una
Argentina que alcanza la final y nos sube a hombros de una esperanza colectiva,
de pueblo amable, contento, festivo.
El
fútbol tiene una verdad de la que carece el arte: no hay falsos prestigios.
Pero ese prestigio también hay que creérselo, y Argentina hoy se lo creyó. Una
victoria contundente, compacta, sólida, con esa elegante interpretación de un
fútbol ofensivo sostenido en la belleza de los gestos humildes: la posesión del
balón, un amague, un quiebre, una gambeta. Esa dialéctica del asombro que a uno
lo mantiene vivo, lo hechiza y lo cautiva. De ahí la importancia de esta
victoria.
Ante
Croacia la Selección se alejó del dolor y ganó con convicción, con carácter,
con personalidad. Con ese fútbol encarnado en la belleza desatada de un Messi
mágico, sublime, acompañado de un Álvarez imparable, con esa raza de goleador
asesino. Argentina se sube a la final y nosotros con ella. Hoy volvemos a
“ser”, a “estar, a “sentir”. La alegría reclama sus ceremonias: para que te
abracen , para que te rodeen, para que te sostengan. Necesitamos liturgias para
llorar juntos, para celebrar lo vivido, para extraviarse, palpitar, dejarse
llevar, y bailar pegados hasta el amanecer bajo un cielo de halógenos .
No
nos dejes ahora. Queda poco, muy poco. Llevanos contigo, de la mano, bajo ese
sol sosegado de los humildes, con este fútbol de colores, de vida honda, de
risas y alegrías, y de una lágrima, solo una, que se desliza en la primavera
cálida sobre este sueño eterno, infinito.
(*)
Ex jugador de Vélez, clubes de España, y campeón del Mundo Tokio 1979.
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