Setenta
minutos en que la selección jugó un futbol de altísimo nivel, reduciendo al
campeón del mundo vigente a un equipo desconcertado que no llegó al arco. Una
diferencia infrecuente en una final. Un segundo gol para colocarlo en un museo
junto a un Van Gogh o un Rembrand. El futbol como expresión de aquello de
gustar y ganar. Cercano a golear. Faltando poco para el final, Francia en tres
minutos empató, con un segundo gol de Mbappé notable. En el alargue siguió
siendo mejor Argentina y nuevamente con el tercer gol en el alargue parecía que
la justicia se hacía presente en Qatar. Un penal selló la injusticia de un
empate y pudo darse incluso que Francia ganara cuando en el último minuto, el
Dibu Martínez no hubiera hecho una tapada fenomenal. En los penales, los que
tantas veces consuman injusticias, esta vez se alinearon del lado correcto. La
selección argentina ganaba su tercer campeonato del mundo, con Mario Kempes
mentor del éxito de 1978 en las plateas, con Maradona alma mater de la copa de
1986, que nadie duda que esté celebrando en la cancha celestial y con Lionel
Messi y sus compañeros recibiendo lo que tanto buscaron y merecieron. Con un
equipo técnico medido y equilibrado, que partió de una desconfianza
generalizada y con su principal referente Lionel Scaloni que se sienta en la
misma mesa de César Luis Menotti y Carlos Bilardo, sin haber dirigido nunca el
equipo de un club. Algo así como pasar del jardín de infantes a la universidad,
con sólo 44 años. Formó un grupo unido donde nunca trascendieron chisporroteos
en el caso que hubieran existido.
Una
alegría merecida. Un triunfo impecable. Con un arquero seguro que desborda
confianza,un Otamendi excepcional y un Romero que infunde seguridad, con
buenos marcadores de punta que se alternaron y un medio campo que proyectó como
luminaria a alguien con vocación de crack como Enzo Fernández, una rueda de
auxilio como Alexis Mac Allister, que permitió que se lamentara mucho menos la
ausencia de Lo Celso, un jugador indispensable como Rodrigo De Paul, con la
presencia en algunos minutos del solvente Paredes, el desequilibrio de un gran
jugador como Ángel Di María, la constatación de un jugador sin techo como
Julián Álvarez y un crack que jugó su mejor mundial como Lionel Messi.
El
Mundial también permitió la confirmación de un jugador excelente, aunque poco
conocido en la Argentina como Lisandro Martínez, un delantero importante por
debajo de su nivel como Lautaro Martínez, y jugadores para el próximo mundial
como Exequiel Palacios y Paulo Dybala.
Para
el futuro hay material, pero sin Messi nada será igual.
Incluso
el azar se confabuló beneficiosamente para llegar a la formación final. El
ampliar la lista que se podía llevar de 23 a 26 jugadores, posiblemente haya
facilitado la presencia de las dos joyas surgidas en River, determinantes en
los éxitos
Pero hoy sólo interesa festejar el presente. Una
alegría merecida. Un triunfo impecable.
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