Se interconectan. La pandemia ha
desnudado muchas falacias. Y las falacias que son difíciles de destruir se
ensañan con la pandemia. Gente presumiblemente inteligente pero obnubilada
ideológicamente, confunden la enfermedad con uno de los medios más eficaces
para neutralizarla que es la cuarentena. Atribuyen falazmente que el origen de
los desastres económicos que origina la pandemia es consecuencia de la
cuarentena. Más que ignorancia es la ofensiva brutal de la oposición actual que
no absorbió la derrota siendo oficialismo y mientras contaba con todo el apoyo
del poder económico y mediático nacional e internacional. Pero, caso único, no
logró la reelección para un segundo período.
La instrumentación de la cuarentena
puede estar sujeta a discusión acerca de las múltiples alternativas para
llevarla a cabo, aunque no hay bibliotecas al respecto y se va aprendiendo
sobre la marcha. Hay gente tan genial que presume acertar con las mejores
soluciones después de conocerse los resultados de las políticas desarrolladas,
como esos hinchas de las tribunas que como espectadores suponen que harían
mejores jugadas que los profesionales que están en la cancha.
El conocimiento
científico es desigual y combinado, y tiene puntos
de contacto con lo que sostenía León Trotsky sobre el capitalismo y su
desarrollo con esas características.
El avance científico en medicina es
evidente y resulta prudente comparar cifras de la mayor pandemia del siglo XX,
la mal llamada fiebre española, cuando el promedio de vida sólo era de 50 años,
y la actual del COVID-19, apreciándose
rápidamente las diferencias: la escritora británica Laura Spinney en su libro
“El jinete pálido. 1918, La epidemia que cambió el mundo”, relata: “La gripe
española infectó a una de cada tres personas del planeta, 500 millones de seres
humanos. Entre el primer caso registrado el 4 de marzo de 1918 y el último, en
algún momento de marzo de 1920, mató entre 50 y 100 millones de personas, o a
entre el 2,5 y el 5 por ciento de la población mundial, una variación que refleja
la incertidumbre que aún la rodea. Si se compara con sucesos únicos que hayan
causado una enorme pérdida de vidas humanas, superó la primera guerra mundial
(17 millones de muertos), a la segunda guerra mundial (60 millones de muertos)
y posiblemente a ambas juntas. Fue la mayor oleada de muerte desde la peste
negra, tal vez de toda la historia de la humanidad”. Recordemos que la peste
negra del siglo XIV, entre 1346 y 1353, cobró la vida de aproximadamente 25
millones de personas, un 30% de la población europea.
El
COVID-19, desde enero al 21 de agosto ha producido 22.860.184 infectados, 797.105
muertos y 15.515.681 recuperados. Es evidente la diferencia de muertos e
infectados entre esta pandemia y la de 1918, aun proyectando el número de
muertos actuales a dos años (la duración de la gripe española) se llegaría a
alrededor de 3.600.000 muertos. La diferencia abrumadora expresa los enormes
adelantos y medios con que hoy cuenta la medicina, con una población mundial
que es casi siete veces mayor a la de 1918. Y sin embargo, la cuarentena hoy
como en 1918 o hace 2500 años, es el medio más eficaz para evitar la propagación
del virus. De ahí sobre el desarrollo desigual y combinado. El politólogo José
Nun cuenta en una nota en La Nación del 26 de julio bajo el título de
“Tucídides y el coronavirus”: “…. En el año 431 AC estalló una larga guerra entre
Atenas y Esparta. Tucídides tomó parte activa en ella pero cayó víctima de la
plaga que azotó a Atenas en 430 AC, liquidando a una cuarta parte de la
población. Sin embargo, logró reponerse y volvió a combatir. Sólo que la flota
que comandaba fue vencida y lo condenaron al exilio. Esto le permitió viajar
y escribir su monumental Historia de la guerra del Peloponeso, que quedó
inconclusa pero lo hizo justamente famoso, dándole razón a su advertencia: "Mi
obra no es un texto pensado para satisfacer a un público inmediato sino para
durar para siempre". Nos brinda en ella una de las mejores
descripciones de una epidemia que se conozca. Al examinar minuciosamente sus
síntomas, Tucídides ratifica su aspiración diciendo: “para que los médicos
puedan reconocerla si vuelve a ocurrir".
Veamos
algunos pasajes de su texto: La gente, nos cuenta, moría como moscas. El
miedo al contagio llevó a que nadie quisiera tener a otro cerca. "Algunos
escapan de la ciudad y se marchan a sus campos; otros se encierran en sus casas
y no dejan entrar a nadie. Todos se rehúyen; su última esperanza es mantener la
distancia (...) aun
respecto de sus parientes más próximos, sus padres, sus esposos o esposas y sus
hijos". Incluso se abandonan los ritos funerarios y los muertos son
enterrados o incinerados de cualquier manera…. El resultado final de una
epidemia puede ser el mismo que el de un terremoto; pero en una epidemia la
gente ve cómo avanza la muerte ante sus ojos".
Hemos
sido contemporáneos de la pandemia del VIH/Sida que despertó un amplio espectro
de prejuicios. Para agregar elementos comparativos con la actual pandemia
comparto lo que afirma Peter C Doherty, Premio Nóbel de Medicina y Fisiología
en 1966, en su libro “Pandemias”:
“Sabemos de la existencia del SIDA desde 1981; para 1983, el virus causante de
esta enfermedad debilitante, crónica y letal ya había sido descubierto. Desde
entonces murieron más de 30 millones de personas, mientras que actualmente unos
34 millones viven con VIH”
FALACIAS
La pandemia desnudó falacias de la
economía ortodoxa basadas en los conceptos sacrosantos llevados a dogma de la
emisión monetaria, el superávit fiscal, la restricción del gasto, el Estado
prescindente en economía, el mercado como regulador y distribuidor, los bancos
centrales independientes.
En medio de la peor crisis sanitaria
y económica de la historia, el Estado fue el bombero que mitigó el incendio
mediante una emisión superlativa; el equilibrio fiscal fue desplazado por
déficits apabullantes. Sin embargo, la inflación no se disparó como sostienen
rutinariamente los gurúes económicos neoliberales. Y a pesar de que el Estado distribuyó importantes
subsidios y pagó sueldos de empresas privadas, nadie objetó las ingentes sumas
destinadas a combatir la pandemia y de la forma que distribuyó los recursos.
Los privados en medio del naufragio tiraron al mar sus dogmas para evitar
ahogarse. Pero aún en los barquitos que se bambolean con el tsunami, se
preocupan de que cuando todo amaine se vuelva a “aquella normalidad” del Estado
prescindente o para levantarle la mano a los poderosos, con el mercado como
distribuidor y la desigualdad como hecho natural. Tal vez una parte de la sociedad
descubrió tarde y con un alto costo que la salud no es gasto, la educación no
es un dispendio, la ciencia no es una beca para vagos. Que los peores
pagos, o lo menos valorados en una sociedad crecientemente injusta, son
imprescindibles siempre pero aún más cuando todo se da vuelta. En un siglo
naciente y desangelado, un virus actúa de cruel justiciero. De recordatorio. De
agenda para barajar y dar de nuevo. Aunque es altamente probable que las cartas
se acomoden parecidas a como estaban con algunos ligeros cambios.
MITOS
Uno de los mitos más recurridos en la
Argentina es el de la “unión nacional”. Se menta el abrazo Perón-Balbín como
símbolo de ese mito, cuando en realidad era el intento de un radicalismo
alvearizado de castrar las posibilidades transformadoras del peronismo. El
conflicto de dos modelos se lo reduce a una grieta que con buena voluntad se
puede superar. En medio de la pandemia y de la peor crisis de la historia,
aquellos que hoy no tienen la obligación de gobernar porque debieron dejar el
gobierno al perder las últimas elecciones, despliegan una oposición feroz. Así
no tienen rubor en calificar al aislamiento voluntario como un estado de sitio;
a la protección de la salud como una tiranía; o a la crítica a la difusión de
pretendidos remedios no comprobados, como un cercenamiento a la libertad de
prensa. Incluso la cuarentena como la presentan los críticos es un mito.
Salvo en las primeras semanas, siempre se pudo visitar a los familiares,
quedando en no hacerlo a la responsabilidad individual, los controles a la
movilidad personal fueron laxos, actualmente la mayor parte de las actividades
se desarrollan en todo el país. En la Capital, donde se dan las manifestaciones
opositoras más fuertes, hay restricciones en el transporte público, en
actividades como las gastronómicas, textiles en algunas zonas, y prohibiciones
en obras públicas y privadas, en natatorios, gimnasios, espectáculos deportivos,
cines, teatros, y empleadas de casas particulares.
Desde el uso del lenguaje del que
siempre se apropia el poder económico, un periodista que llegue a coincidir con
las líneas más generales del gobierno es tildado de “periodista K”, mientras
que aquel que defiende al macrismo y ejerce un feroz antipopulismo, es un
periodista independiente o crítico. Si se pasa al plano del poder judicial, al
que casi todos coinciden que constituye uno de los déficits más evidentes de la
Argentina, los jueces que fallan a favor del poder económico y de los medios
hegemónicos de comunicación, se los denomina independientes; y aquellos que se
agruparon bajo la denominación de Justicia Legítima son jueces K. La k no
implica una identificación sino una descalificación, un demérito.
Se habla de justicia independiente y
división de poderes. Ni acá ni en el mundo hay justicia independiente, sino
justicia más o menos dependiente. La revolución de 1789 la hizo la burguesía
francesa para apropiarse del gobierno, no para compartir el poder, aunque
inteligentemente incluyó otros sectores sociales y así poder ampliar su base de
sustentación. Se reservó la justicia que siempre es la última trinchera del poder
económico. Y no viene del siglo XVIII sino por lo menos de 400 años antes de
Cristo cuando el griego Protágoras sostenía: “La justicia es, lo que el hombre
rico dice que es”.
Mucha gente apoyó al macrismo bajo la
falacia de que quien es rico no necesita robar, que el que viene por fuera de
la política no está contaminado, y ser exitoso en la actividad privada es un
aval para ser eficiente en lo público. Tres apreciaciones erróneas
simultáneamente: no hay fortuna que no se haya forjado con algunas
irregularidades o delitos; el que viene por fuera de la política, lo sepa o no, llega con una concepción
ideológica y está contaminado por las impurezas de donde emerge y la
administración privada es muy diferente de la pública y tropieza con las
dificultades que le proporciona sus anteojos, la mayoría de las veces
inadecuados para visualizar y ejecutar un escenario muy diferente.
ANTIMITOS
De la crisis del 2001 surgieron
claramente dos emergentes, encarnaciones de dos modelos que disputan su supremacía
desde el fondo de nuestra historia y que con el correr del tiempo desembocaron
para las elecciones del 2019 en “Frente con todos” y “Juntos por el cambio”. El
kirchnerismo edificó de la nada, dentro del peronismo y aún enfrentado a
algunos de sus sectores, un movimiento ampliamente mayoritario en el 2011,
derrotado en el 2015 y 2017 y nuevamente victorioso en el 2019. “Juntos por el
cambio” con el núcleo duro del macrismo, edificó más allá de la precariedad
elemental de su candidato Mauricio Macri, una carrera meteórica que en cinco
años llegó al gobierno de la ciudad de Buenos Aires y en trece al gobierno
nacional. Para ello se alió a un partido en caída pero con distribución
territorial como el radicalismo y conformó un frente antiperonista que siempre
ha garantizado, en las condiciones más adversas, un caudal electoral entre el
30 y 40%.
Esa alianza fue una sociedad fruto de
la necesidad en la que mutuamente intercambiaban atributos y carencias: uno
tenía capital electoral y territorios sin un candidato electoral competitivo y
el PRO, sin territorio más que la capital, tenía los gerentes y el candidato.
Una típica sociedad comercial que en algún momento se llamó en el viejo Código
Comercial de capital e industria
El kirchnerismo a través de Cristina
Fernández, tenía las dificultades de un piso alto y un techo cercano. La ex
presidente que no había demostrado grandes virtudes de estratega realizó una
gran jugada y sumó la moderación de Alberto Fernández para diluir sus aristas
más duras. El éxito dio lugar a un experimento novedoso y potencialmente
conflictivo: una vicepresidenta con votos que elige a un presidente con escasos
votos. Más allá de las coincidencias y diferencias, en última distancia lo que
debería mantener unida esta alianza es que si en algún momento no las une el
amor lo haga el espanto de lo que está enfrente.
El sociólogo Guillermo Levy ha
caracterizado con precisión la composición de esas alianzas en su libro “La
Caída. De la ilusión al derrumbe de Cambiemos” y cómo se alinea ese sector
amplio, gelatinoso y fluctuante caracterizado como “progresismo”: “Creo que la
fuerza Juntos por el Cambio/Cambiemos tiene vigencia y representa una cantidad
importante de demandas de la sociedad civil. Ese 40 por ciento de octubre
último no es un capital inamovible pero tampoco fue solamente una coyuntura
electoral. Me parece que el éxito de Cambiemos radicó en la sociedad
civil, es decir, en la construcción de una marca que articuló a los que añoran
la dictadura, hasta los que detestan la política o que tienen una mirada
contraria a cualquier regulación estatal, y todo el progresismo antiperonista
que no tiene una agenda reaccionaria pero que es profundamente antiperonista.
Por primera vez en la historia argentina hubo una marca enorme y súper efectiva
desde la derecha para ganar elecciones…. Es decir que hay un voto
antiperonista que aglutina de diversos sectores: desde una derecha reaccionaria
y neoliberal, hasta mucho progresismo antiperonista que no está en contra del
aborto, que no reivindica la dictadura, que no tiene una agenda social
reaccionaria, que no plantea que haya que bajar la edad de la imputabilidad,
pero que es profundamente antiperonista. Y por eso hablo de diferentes
progresismos y de la división fuerte del progresismo con el kirchnerismo… En
una parte de la clase media tenemos un progresismo que ve en el kirchnerismo la
realización de las mejores banderas de la transición democrática en adelante,
lo mejor del alfonsinismo, lo mejor de la renovación peronista, lo mejor de lo
que intentó ser el Partido Intransigente, lo mejor de lo que intentó hacer el
Frente Grande. Y para otro progresismo, el kirchnernismo es un menemismo dos;
es la continuación del menemismo con discurso de derechos humanos. En ese
sentido hay una barrera que se hizo enorme. Y entonces la mayoría de este
progresismo hoy va a seguir votando seguramente por alguna opción que se rearme
en torno a lo que fue Cambiemos o Juntos por el Cambio o alguna otra opción que
se arme de algún progresismo no peronista pero no creo que vaya a apoyar a este
gobierno.”
PIE DE PÁGINA DEL
MACRISMO-CAMBIEMOS
El tiempo va revelando que mucho de lo que criticamos del macrismo,
su concepción política, económica, cultural e histórica genuflexa, no era fruto
de una imaginación calenturienta, sino la quintaesencia de una mentalidad
colonial que posa de moderna, bajo el concepto de nueva derecha. Son herederos
de los unitarios exiliados en Montevideo del gobierno de Rosas que se unieron a
la flota anglo- francesa que sitiaba Buenos Aires. Son los continuadores
económicos de la concepción portuaria de Rivadavia. Julio Argentino Pascual
Roca ,aquel vicepresidente de Agustín Pedro Justo, llegó a decir en Gran Bretaña, en plena
década infame que “La Argentina es, por interdependencia recíproca, desde el
punto de vista económico, una parte integrante del Reino Unido.” A su vez un
funcionario argentino de los ferrocarriles explotados por los ingleses llamado
Guillermo Leguizamón, con título nobiliario de “Sir” redobló la apuesta: “La
Argentina es una de las joyas más preciados de Su Graciosa Majestad”
Son los hijos de la Revolución Fusiladora que en 1956 concretó el
ingreso de Argentina al FMI. Apenas algunas fotos de un camino ignominioso.
El macrismo es tributario de las políticas entreguistas de la
dictadura establishment militar, del menemismo y de la Alianza en democracia.
Entender por qué en las negociaciones que sostuvieron con empresas, acreedores
u organismos internacionales, no había dos partes sino una sola, permite
discernir que en muchos aspectos fue un gobierno que actuaba como delegado de
intereses foráneos y privados que echaron el resto para que el peronismo no
ganara. Lo ha dicho sin rodeos un hombre del riñón de Donald Trump, el
encargado de las relaciones con América Latina de la Casa Blanca, Mauricio
Claver-Carone, propuesto por el presidente norteamericano, violando reglas
consuetudinarias, como presidente del BID. Con brutal sinceridad expresó:
“Ayudamos a Macri y a la Argentina fiscalmente dándoles reservas, fortaleciendo
la posición del Banco Central porque preferíamos que gane Macri”. Esto ya
estaba en una minuta reservada y con lenguaje aún más explícito, según lo
relató el periodista Román Letjman en Infobae donde cita a Claver quien
expresó: “Todo lo que hizo Trump en el FMI para ayudar a Macri, fue para evitar
que el peronismo regresara a la Casa Rosada”
En las negociaciones llevadas por Nicolás Dujovne con el FMI, el
negociador del fondo Roberto Cardarelli no podía evitar la sorpresa según el
relato del periodista Alejandro Bercovich: “Nosotros
no lo podíamos creer, pero (Nicolás) Dujovne estaba a nuestra derecha. Cuando
firmamos el primer acuerdo tratamos de convencerlo de que un control de
capitales era indispensable, pero él nos respondió que eso era inconcebible
para el gobierno”.
Cuando el gobierno de Alberto Fernández inició
negociaciones para renovar el swap con China por 18 mil millones de dólares
solicitando al gobierno de ese país que relevara a la Argentina de la
supervisión previa del FMI, conforme lo convenido con China en la última
negociación realizada por el gobierno de Macri donde se incluyó esa cláusula,
el representante chino manifestó su sorpresa porque ellos no tenían ningún
inconveniente ya que no la habían solicitado. El gobierno de Macri procedió
como aquella fábula del caballo que cita el ensayista Eduardo Grüner , que le arrebata el látigo al dueño y se
fustiga a sí mismo, para demostrarle que es libre de elegir su destino.
PANDEMIAS , FALACIAS Y MITOS
Las pandemias son una cachetada a la soberbia humana y al mismo
tiempo revela cómo se avanza en forma desigual y combinada. Es un striptease
que exhibe lo mejor y lo peor de los seres humanos donde las falacias se
desnudan y se ahogan mitos, pero al mismo tiempo como la destrucción creativa
de la que hablaba Schumpeter acerca del capitalismo: surgirán nuevos mitos y
falacias o aparecerán las antiguas con los mismos o nuevos ropajes. Vivimos lo
que es típico de las grandes crisis donde lo viejo no termina de morir y lo
nuevo no llega aún a nacer
Tal vez, como dijo en una ocasión Arturo Jauretche: “Lo actual es un
complejo amasado con el barro de lo que fue y el fluido de lo que será.”
21-08-2020
*PUBLICADO EN LA TECLA Ñ
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