Dar voces a tantas
historias
Por Pedro Patzer*
El 27 de agosto de 1920, famoso
comienzo gracias a “los locos de la azotea”, comenzó un medio que hoy vive un
nuevo gran momento, gracias al aislamiento social Desde el comienzo de la
historia el hombre y la mujer buscaron descifrar el gran mensaje, pusieron su
mano en la caverna, hallaron dioses, Cristos, Budas, Avatares, hicieron mapas,
crearon guerras e hijos, reyes y mendigos, chasquis que llevaron mensajes,
templos y oficinas, imperios y pueblos que resistían a los imperios.
Aprendieron a leer la partitura de las estrellas, pero la humanidad no
conseguía darles voces a tantas historias… Hasta que en una terraza de Buenos
Aires, Susini, Guerrico, Romero y Mujica le pusieron sonido a todas las
cosas que los hombres y las mujeres callaron por milenios, inventaron la radio
y nos dieron la máxima creación: ¡la máquina de las presencias! Y no sólo dejaban
de ser locos los que hablaban solos, sino que dejaron de serlo aquellos que
escuchaban voces. Así se iniciaron los milagros: desde el burrero que
vivía con la radio pegada a la oreja a la paciente que en la cama de hospital
se despedía de la vida con un rosario y una radio en sus manos. De camioneros
que ya no temieron al silencio de los caminos a pobladores de comarcas que
comenzaron a comunicarse: “La señora Orfelina Marín de 55 años, hija de
Celestino y Rudecinda Peralta, busca a sus hermanos a quienes no ve desde los
11 años, momento en que marchó a Buenos Aires con la familia Canossa” (del
“Mensaje al poblador rural”, de Jorge Piccini).
Milagros de radio como los de hacer
reír a un país en épocas en las que la felicidad estaba prohibida, o de hacer
imaginar a una nación cuando el ejército de la literalidad invadía ministerios,
escuelas y corazones. Una radio apagada es como una habitación vacía luego de
muchas noches de amor, y una radio encendida es la vida y el canto, como bien
nos enseñó Antonio Carrizo. Así fue posible que en las cocinas cupieran Tarzán
y su selva, los personajes de Niní Marshall y los de Fernando Peña, las
orillas que hacían los silencios de Guerrero Marthineitz hasta llegar a la isla
de sentirse escuchados por Luisa Delfino, la alquimia de transformar a la Eva
Duarte del radioteatro en la Evita del pueblo, del poeta Discepolín en
Mordisquito, de la oscura dictadura en la primavera de la democracia. Y cuando
quiso, se volvió máquina del tiempo y llevó al Negro Dolina a beber cicuta con
medialunas con Sócrates en el Tortoni, a Gardel a conversar con Charly en el
tren fantasma de Cerasuolo, a Badía a pasear con Lennon por la 9 de Julio, y al
pibe Héctor Larrea a cambiar el andar de las propaladoras de Bragado por el
rapidísimo galope de la radio actual. Y Nora Perlé, Betty Elizalde y Nucha
Amengual lograron perfumar el aire, y los operadores y operadoras el arte de
domar vientos, y un tal Migré nos concedió un permiso para imaginar junto a
Délfor, Abel Santa Cruz, Nené Cascallar, entre otros locos. Locos como Lalo de
San Pedro, que mudó una radio de Bangkok a Buenos Aires y gente que ha vivido
del aire pero con calle, como Pueyrredón Arenales, la creación de Scalise y
Marchetti, y otros como el loco de la colina, que dejó de estar solo desde el
momento en que salió al aire La Colifata.
La radio supo cobijar a Borges y a
Héctor Gagliardi; le dio lugar a la música clásica y a la tropical, a las Dos x
Cuatro y a la Rock & Pop, a la misa y a la madrugada de evangelistas y al
informe ganadero desde el mercado de Liniers. Una radio que desde tantos
adjetivos (comercial, pública, comunitaria, cooperativa, universitaria e
infinita, entre otros), se dio el lujo de transformarse en podcast y colarse en
los potreros del nuevo siglo. La radio fue y será antorcha en tiempos oscuros:
Penélope de los que siempre esperan, casa rodante del linyera, esperanza de los
insomnes, grillo de ciudad, bichito de luz de campo, regreso de los exiliados,
bandera de las patrias de la imaginación, pan de aire, pelota que no deja a
nadie afuera del juego, espejo de todos y de nadie, eco de utopías y madre de
lo que hemos vivido. La voz del mundo que cumple cien años.
Publicado en Diario Perfil 22-08-2020
*Secretario Consejo Profesional de
Radio de Argentores. Guionista de Radio de Radios de RTA y Secretaría de Medios
Públicos que rinde homenaje al siglo de radio. Coordinador de la artistica federal de Radio Nacional. Argentores acaba de editar el libro "Cien años de voces"
No hay comentarios:
Publicar un comentario