Ayer y hoy dediqué mi día
a las Tarjetas Alimentarias que repartiremos hasta el jueves en Avellaneda y
tengo algunas reflexiones para compartir: (?) Las personas llegan pensando que
las van a maltratar (como casi siempre las maltratan en todo organismo) y
cuando ven que hay buena onda agradecen como si hubieran recibido un bono
extra.
Casi toda la fila está
compuesta por: embarazadas, mujeres con niñes muy pequeñitos y mujeres con
niñes discapacitades. A las que están en situación extrema (x ejemplo con los
puntos de la cesárea) les cuesta mucho pedir el privilegio de pasar sin hacer
fila. Ninguna se siente con más derecho que otra, y tenemos que convencerlas de
saltear la fila.
La gente llega temprano, o
manda familia pensando que va a demorarse horas y horas, algunos llevan
sillitas o bancos que por suerte en Avellaneda no llegan a usar. En esto la
felicitación llega para el Observatorio Social que preside Magdalena Sierra,
que fue el organismo que pensó todo con mirada profundamente humana además de
profesional.
A los (pocos) hombres que
van les da mucha vergüenza hacer el trámite, como que quisieran explicar que
esa no fue siempre su situación o que pronto no la van a necesitar.
Muchxs de lxs que se
acercan a pesar de que no les llegó el aviso de ANSES suponen que no les debe
tocar la tarjeta por algo, cuando en general sólo es que en anses deben tener
los datos desactualizados. Por las dudas se sienten "fuera" y hay que
convencerlos de buscar su caso para ver qué pasó (trámite que demanda un click
en el teléfono) Todes les beneficiaries tienen miedo de que les anulen la
tarjeta por CUALQUIER COSA, así sea intentar comprar un jabón y que no esté
incluido en los productos de consumo. Ante cualquier inconveniente esperan el
"castigo" y la expulsión y debemos sacarles ese miedo conversando con
cada unx.
También creen que
perdieron su derecho quienes no pudieron buscar su tarjeta el día establecido.
Otro castigo por no haberse fijado a tiempo. Y también nos toca explicarles que
no, que su tarjeta les espera.
De esto se desprende que:
a nadie de las 4000 personas que ya pasaron le gusta ser "planero" ni
"vivir del Estado". Que sólo sueñan en poder decirles UNA VEZ que sí
a algo que le piden sus niñes en el supermercado o comer algún día en su casa
en lugar de hacerlo en un comedor comunitario.
Que todes esperan que el
Estado lxs maltrate y celebran con risas y abrazos que eso no suceda.
Que repartir tarjetas para
que la gente coma no es el sueño de lxs que creemos en la inclusión pero se
acerca mucho a la dignidad mínima que necesita una persona para no desear su
muerte y la de quienes le rodean.
Ojalá que la tarjeta
alimentaria sea sólo un penoso recuerdo dentro de la reconstrucción que
merecemos. Las críticas nunca van a terminar pero quienes miran con desprecio a
les pobres (sobre todo al montón de madres pobres tan jovencitas que tiene
Argentina) acérquense, vengan a conocerlxs para cerrar la bocota de una buena
vez.
Caro Pierri
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