No es una alianza nueva. Viene desde
el fondo de la historia de este continente terriblemente desigual. El odio,
decía Buda, es “como tomar un vaso de veneno y esperar que el otro se muera”.
Los que malversan la religión o sus instituciones representativas, si hubieran
sido contemporáneos de Jesús lo hubieran crucificado mil veces. Lo describió en
verso Pablo Neruda: “Enarbolando a Cristo con su cruz/ los garrotazos fueron
argumentos/, tan poderosos que los indios vivos/ se convirtieron en cristianos
muertos.” El cinismo es que los derrocamientos de los gobiernos populares se
hacen invocando siempre los mismos argumentos por aquellos que luego los
pisotearán y defecarán. “Republicanismo”, “peligro de la democracia y la
libertad en general y de prensa en particular”, “corrupción”. Los derrocan
invocando defectos -reales algunos, imaginarios la mayoría-, pero lo cierto, lo
verdadero, es que lo hacen por sus virtudes: por la nacionalización de los
recursos naturales, la disminución de la pobreza, la mejoría en la distribución
del ingreso, la conquista y ampliación de derechos, la dignificación de los
sectores populares, la defensa de la soberanía.
La alianza de los establishments
nacionales con el imperio de turno viene desde hace más de cinco siglos. Son
Malinche, pareja de Cortés, víctima y traidora muriendo posiblemente de
viruela, enfermedad traída por los conquistadores, en una cama, y la versión contraria, Tupac Amarú
rebelándose contra los españoles quienes en nombre de la civilización, cuenta
Eduardo Galeano, lo sometieron “a suplicio, junto a su esposa, sus hijos y sus
principales partidarios en la plaza de Wacaypata, en el Cuzco. Le cortaron la
lengua, ataron sus brazos y sus piernas a cuatro caballos, para descuartizarlo,
pero el cuerpo no se partió. Lo decapitaron al pie de la horca. Enviaron la
cabeza a Tinta. Uno de sus brazos fue a Tangasuca y el otro a Carabaya.
Mandaron sus piernas a Santa Rosa y la otra a Livitaca. Le quemaron el torso y
arrojaron las cenizas al río Watanay. Se recomendó que fuera extinguida toda su
descendencia, hasta el cuarto grado”
Juan Evo Morales (Juan por Perón y
Evo por Evita) es heredero de aquel líder descuartizado. Como Perón, entre el
tiempo y la sangre optó por el tiempo, pero eso no paró la orgía de venganza y
odio, con el silencio de la Iglesia, que inunda Bolivia. Los Cívicos de Santa
Cruz de la Sierra, cuenta Álvaro García Linera: “Organizan hordas motorizadas
4x4 con garrote en la mano a escarmentar a los indios, a quienes llaman collas,
que viven en los barrios marginales y en los mercados. Cantan consignas de que
“hay que matar collas” y si en el camino se les cruza alguna mujer de pollera
la golpean, amenazan y conminan a irse del territorio…El odio racial es el
lenguaje político de esta clase media tradicional”. Los Cívicos de Santa Cruz
de la Sierra son los primos actuales de la Liga Patriótica Argentina, los
jóvenes de la oligarquía que en la Semana Trágica de enero de 1918 salían a
apalear a obreros y judíos. Un testigo presencial de esos hechos, el periodista
polaco-judío, inmigrado a la Argentina, Pinie Wald, en su libro escrito en
idish Koshmar ( Pesadilla), escribió: “Los “niños bien” al grito de ¡Muerte a
los judíos! ¡Muerte a los extranjeros maximalistas!, celebraban orgías
sangrientas y torturaban refinada y sádicamente (incluso mataban) a los
transeúntes”. Coincidencia significativa con un siglo de diferencia.
Los hechos más brutales, con el odio
a flor de piel, siempre son protagonizados por los “civilizadores” El bombardeo
a Plaza de Mayo, único caso de una fuerza militar bombardeando a su propio
pueblo, llevaba en los aviones “Cristo vence”. Luis Fernando Camacho Vaca, el
líder de los Cívicos, ingresó al Palacio Quemado, ex sede del gobierno, con la
Biblia porque consideraba que la misma debía regresar a orientar a los
gobernantes. Declaró: “Nunca más la
Pachamama volverá al palacio de Gobierno”. Sus
seguidores exclaman “Ahora atamos a Satanás. Y a todos los demonios de la
brujería “Satanás ¡Fuera de Bolivia!, al son de gritos ¡Jesús gobierna Bolivia!
Mientras Torquemada celebra, Galileo
se revuelca en su tumba. Las Brujas de Salem son nuevamente condenadas y Jesús
llevado a la cruz.
Malinche se viste con el uniforme de
los policías y militares bolivianos, Jair Messias Bolsonaro celebra y declara
que “es un gran día” mientras Mauricio Macri se niega a definir el
derrocamiento de Evo como golpe, a pesar de que sabía de la intentona seis días
antes cuando Luis Fernando “el Macho”
Camacho sondeo la posibilidad de alojarse en la embajada argentina si la asonada
fracasaba.
Obviamente que detrás de figuras
medievales, están los intereses económicos que quieren quedarse con el nuevo
cerro de Potosí que es el litio para cuya industrialización en baterías, Evo
Morales creo dos empresas con mayoría estatal, una con China y otra con
Alemania. En el desplazamiento de EE.UU, en la explotación de este mineral
estratégico, está uno de los motivos
centrales del golpe y el rápido reconocimiento del gobierno de EE.UU.
El padre Eduardo de la Serna de
“Opción por los pobres” reflexiona: “Cuando miro algunas cosas y la actitud o reacción
de “la Iglesia”, más de una vez me surge la pregunta, crítica, por cierto
“-¿Qué estoy haciendo acá yo? ¿cómo puedo seguir estando?” Y, tantas
(¡tantísimas!) veces estoy tan sin palabras que debo una vez más empezar a
pensar y a tratar de dar (me) respuestas…… No solamente el silencio “oficial” de la antiguamente luminosa
Conferencia Episcopal Brasileña ante los delirios de su presidente pendenciero;
ver las multitudes en las calles chilenas y el atronador silencio (y ausencia)
eclesial; la negativa del episcopado boliviano de reconocer como golpe de
estado lo que no puede tener otro nombre…”
El
triunfo cultural de la educación sarmientina en nuestro país, esa de
civilización y barbarie, la del neoliberalismo en general, ha llevado que
incluso sectores populares se apropien de los mismos prejuicios y odios que
bajan desde lo más alto de la pirámide social, encuentran campo fértil en
franjas importantes de las clases medias, para hacer realidad el
lamentablemente permanente axioma jaurecheano: “Quieren estar cerca de los que
están lejos y lejos de los que tienen cerca”
Mientras
las formas son las que alteran a franjas considerables de las clases medias, el
fondo, el contenido es lo que exaspera y subleva al poder económico.
Cuenta Eduardo Sguiglia ex embajador y ex
subsecretario de Política Latinoamericana: “Es
probable que Evo Morales, que supo administrar un ciclo de crecimiento y
distribución de la riqueza inédita en Bolivia, concentre en sus rasgos, su
temple y sus discursos todos los prejuicios de clase y de raza que aún posee
una fracción de la élite social. De Bolivia y del resto del mundo. Lo hemos
corroborado en estos días. Prejuicios que, por cierto, tuve oportunidad de comprobar
cuando junto a Marco Aurelio García entrevistamos a líderes sectoriales durante
la misión pacificadora que cumplimos en Bolivia por encargo de los presidentes
Lula y Kirchner en la llamada guerra del gas, en octubre de 2003. Uno de ellos, alto, rubio y de origen croata, se puso
de pie para hablarnos: les voy a hacer franco, yo tolero cualquier cosa, menos
que un indio como Evo gobierne este país, dijo.”
En
la Argentina, el periodista Oscar González Oro se preguntó al asumir Evo “si un
indio puede gobernar un país”. Luego del triunfo de Alberto Fernández, la
directora de Planificación de Eventos Presidenciales Cecilia Negro Farrell y la
diputada provincial por La Pampa Adriana Leher, descalificaron a los votantes
del presidente electo sosteniendo que “a los monos hay que darles banana”.
Al odio siempre lo escrituran como parte de sus propiedades los sectores
poderosos. De
ahí lo distribuyen con su aparato cultural a toda la sociedad. Aparece apenas
disimulado en la lucha de clase, y se muestra a cara descubierta en el racismo,
diferencia de género, la discriminación.
Después de 1955 obras importantes en todo el país quedaron inconclusas y
abandonadas porque las había iniciado el peronismo, tales como el Albergue
Warnes o el Elefante Blanco, destinadas originalmente a impresionantes unidades
hospitalarias .
Refinadas
muestras de odio extremo fueron la destrucción de los discos de Enrique Santos
Discépolo o comprar todas las entradas de sus espectáculos y cuando salía a
escena la sala estaba vacía. Los Mordisquitos se vengaban. O cuando las rivales
de la tenista Mary Terán de Weiss se negaban a jugar con ella y se ausentaban
de la cancha por considerarla “colaboracionista del tirano” o “una peronista
incorregible”. Se la castigaba además por haber dado clases gratis para niños
pobres en el Buenos Aires Lawn Tenis, precisamente en un deporte por entonces
reducido a las clases altas.
Evo,
el indio que llegó a presidente en Bolivia, encuentra su correspondencia
argentina en Evita, en Cristina Fernández, en Milagro Sala, con los adjetivos
más insultantes. De las dos primeras,
agotaron el diccionario de calificativos peyorativos.
Evita respondía con su obra inigualable mientras decía: “Los que sufren
no pueden esperar y lo único que desearía es poder atenderlos a todos para que
se puedan ir contentos” O cuando respondiendo a sus críticos sostenía: “Dicen
que soy una resentida social. Y tienen razón mis supercríticos. Soy una
resentida social. Pero mi resentimiento no es el que ellos creen…No viene de
ningún odio. Sino del amor por mi pueblo, cuyo dolor ha abierto para siempre
las puertas de mi corazón”.
Cristina,
premonitoriamente alertó en su despedida de la presidencia: "La derecha, los neoliberales vienen por tus derechos, vienen por tu
salario. No vienen por mi sino por todo lo que con mucho esfuerzo pudimos
conquistar". Sólo se equivocaba porque también venían por ella. Y también
de Milagro, con toda su obra saqueada, ella presa, las piscinas donde los
pobres de Jujuy podían disfrutar, abandonadas. Muy similar con lo que hicieron
con las piletas de la Fundación Eva Perón.
El inspirador de la persecución, el odio
y la venganza, Mauricio Macri, se jacta de su gestión que dejó más de cinco
millones de pobres, tres años de caída del PBI, un endeudamiento gigantesco, la
duplicación de la inflación, un gigantesco industricidio, una caída de las
jubilaciones y los salarios de alrededor del 25%, la prisión preventiva como
castigo a opositores, entre “otros
logros”. Es la cinicracia, definición del sociólogo Saúl Feldman en su máxima
expresión. Y el hijo de Franco no se privó de acudir en reiteradas
oportunidades a Dios en su campaña electoral.
Arturo Jauretche establecía claramente
las diferentes actitudes de los opresores y los oprimidos en los gobiernos
populares. Decía: “Ignoran que los pueblos
no odian, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca
alegría, mientras perder privilegios provoca rencor.”
Una referente intelectual del
feminismo, Rita Segato, se equivoca como muchas veces les ocurre a los
intelectuales sumidos en sus preocupaciones y que terminan careciendo una
visión de conjunto. El feminismo como parámetro excluyente. El árbol les
obstaculiza la visión del bosque. Ha dicho: “En mi comprensión de los
sucesos, Evo cayó por su propio peso. El incurrió en acciones a lo largo del
tiempo que le causaron un quiebre de la credibilidad y luego un quiebre de la
gobernabilidad.” No es que algunas de sus puntualizaciones no sean
correctas, pero su falta de timing es notoria. La “republicana” e impostora
presidenta de Bolivia, Jeanine Añez que
se atribuyó la misión de “pacificar a Bolivia”
ya lleva en pocos días decenas de
muertos, en medio de una represión brutal. Es en ese contexto que Rita Segato
hace las declaraciones. Imaginemos por un momento a burgueses judíos polacos
llevados a los campos de concentración y una antecesora de Rita Segato polaca,
en ese momento, puntualizara el carácter explotador de los mismos, como
justificador de lo que les pasaba.
La alianza del
odio, el fundamentalismo religioso, envueltos en un cinismo descarado es un
coctel que es preocupante. Se presenta bajo ropajes que son lo antagónico de su
contenido. Pretenden ser el progreso y la civilización. El republicanismo como
la barrera ante los populismos. El filósofo búlgaro Tzvetan Todorov, lógicamente
los desmiente cuando afirma: “La civilización viene a ser la capacidad de reconocer al otro, aunque
sea diferente a nosotros. La barbarie, por su parte, surge cuando se llega a
considerar al otro como un ser inferior".
23-11-2019
Publicado en LA TECLA
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