El notable cantautor catalán Joan Manuel Serrat le cantó al Mediterráneo en una de las más notables canciones del siglo XX. Ahí le decía: “Quizá porque mi niñez/ sigue jugando en tu playa/ y escondido tras las cañas/duerme mi primer amor/llevo tu luz y tu olor/por donde quiera que vaya/ y amontonado en tu arena/guardo amor, juegos y penas”
Serrat
lejos estaba de imaginar que el Mediterráneo se convertiría en una esperanza
para los muchos desamparados de la tierra que huyen del hambre africano o de
los conflictos bélicos de distintos lugares del planeta. Las precarias
embarcaciones se convierten por sobrepeso en un adelanto de una muerte sin
ataúd, en el mar sobre el cual la historia de la humanidad escribió mucho de
sus volúmenes.
Sin
embargo, como el arte suele anticiparse a la realidad, más adelante escribió:
Yo/ que en la piel tengo el sabor/amargo del llanto eterno/ que han vertido en
ti cien pueblos/ de Algeciras a Estambul/ para que pintes de azul/ sus largas
noches de invierno/ A fuerza de desventuras/ tu alma es profunda y oscura/.
Ese
alma oscura y profunda suele ser el destino final de aquellos con la suerte en
contra, y los afortunados que se arriesgaron a todo para dejar un presente
misérrimo y tocan tierra primermundista, conseguirán tal vez acceder a los últimos escalones, cuando no al
subsuelo de los países desarrollados.
En
su primera salida del Vaticano, el Papa Francisco fue a la isla de Lampedusa,
de apenas 5500 habitantes, a 205 kilómetros de Sicilia y a 113 kilómetros de
Túnez, donde se había producido una de las tantas tragedias con 93 muertos y
250 desaparecidos. Jorge Bergoglio indignado exclamó: “sólo me viene la palabra vergüenza, es una vergüenza”.
Como
un juego de azar, un escritor del mismo
nombre de la isla, Lampedusa Giuseppi Tomasi, es el autor del Gatopardo,
donde un personaje dice una frase muy recordada, que hoy puede ser invocada por
cualquiera de los gobernantes de los principales países europeos o EE.UU: “Algo debe cambiar para que todo siga igual”.
El
mar es testigo.
Como en tantas otras tragedias, el mundo se indigna y mira para otro lado.
EL
LARGO VIAJE
Ese
es el título de la primera novela del político y gran escritor español Jorge Semprún. Ahí cuenta el viaje en un tren
cerrado desde Francia al campo de concentración de Buchenwald en Alemania.
Puede leerse: “Este hacinamiento de cuerpos en el vagón, este punzante dolor en
la rodilla derecha. Días, noches. Hago un esfuerzo e intento contar los días,
contar las noches. Tal vez me ayude a ver claro. Cuatro días, cinco noches.
Pero habré contado mal, o es que hay días que se han convertido en noches. Me
sobran noches; noches de saldo. Una
mañana, claro está, fue una mañana cuando comenzó este viaje. Aquel día
entero. Después una noche. Levanto el dedo pulgar en la penumbra del vagón. Mi
pulgar por aquella noche. Otra jornada después. Aún seguíamos en Francia y el tren apenas se movió. En ocasiones,
oíamos las voces de los ferroviarios, por encima del ruido de las botas de los
centinelas. Olvídate de aquel día, fue una desesperación. Otra noche. Yergo en
la penumbra un segundo dedo. Tercer día. Otra noche. Tres dedos de mi mano
izquierda. Y el día en que estamos. Cuatro días, pues, y tres noches……Aunque
estuviéramos todos muertos en este vagón, muertos apiñados de pie, ciento
veinte en este vagón, el valle del Mosela, de todas formas, seguiría ahí, ante
nuestras miradas muertas…..”
A los que lograban sobrevivir,
en medio de los muertos y las defecaciones, sin agua ni comida, casi
imposibilitados de respirar, les esperaba el campo de concentración, como
anteúltima estación hacia la muerte.
Hoy,
en pleno siglo XXI, nos llega la noticia: “Mientras
perdura la conmoción por los 71 refugiados que murieron asfixiados en el camión
frigorífico encontrado en Viena, la policía austríaca interceptó otro vehículo
similar con 26 inmigrantes, entre ellos tres chicos que se encuentran en grave
estado. Dos días
después del hallazgo del camión frigorífico abandonado en una autopista austríaca
con los cadáveres de 71 refugiados, probablemente muertos por asfixia, se
detectaron otros tres transportes similares”
Anteayer
no podía suceder en Alemania, la sociedad más culta de Europa. Ayer no podía
suceder en Argentina, la sociedad de
mayor nivel cultural de América Latina. Hoy no puede suceder en Austria, en
Italia, en Grecia, en Ceuta y Melilla, enclaves españoles en Marruecos, de
doloroso recuerdo en la guerra civil española,
pero ocurre ante las
políticas europeas activas en contra de la inmigración.
Difícilmente
estos exiliados del planeta puedan compartir aquello que Serrat le canta al
Mediterráneo: “A tus atardeceres rojos/ se acomodaron mis ojos/ como el recodo
al camino”
EL
HUEVO DE LA INMIGRACIÓN
Los países europeos
más desarrollados saquearon y depredan el África, instigan con EE.UU guerras en
Asia, establecen una libre circulación
de las riquezas y cierran las fronteras a las multitudinarias víctimas que
producen. Otra vez Joan Manuel Serrat lo describe: “Disculpe
el señor/si le interrumpo, pero en el recibidor/ hay un par de pobres
que/preguntan insistentemente por usted./ No piden limosnas, no.../Ni venden
alfombras de lana, /tampoco elefantes de ébano.
Son pobres que no tienen nada de nada./ No entendí muy bien/sin nada que
vender o nada que perder,/pero por lo que parece/tiene usted alguna cosa que
les pertenece./¿Quiere que les diga que el señor salió...?/¿Que vuelvan mañana,
en horas de visita...?/¿O mejor les digo como el señor dice: "Santa Rita,
Rita, Rita,/ lo que se da, no se quita...?"/ Disculpe el señor,/se nos
llenó de pobres el recibidor/y no paran de llegar,/desde la retaguardia, por
tierra y por mar. Y como el señor dice que salió/ y tratándose de una urgencia,
/me han pedido que les indique yo
por dónde se va a la despensa,/y que Dios, se lo pagará./¿Me da las llaves o
los echo? Usted verá que mientras estamos hablando/ llegan más y más pobres y
siguen llegando./
¿Quiere usted que llame a un guardia y que revise/si tienen en regla sus papeles de pobre...?
¿O mejor les digo como el señor dice:/"Bien me quieres, bien te quiero,/no me toques el dinero...?. Disculpe el señor/pero este asunto va de mal en peor./Vienen a millones y curiosamente, vienen todos hacia aquí./ Traté de contenerles pero ya ve,/han dado con su paradero./Estos son los pobres de los que le hablé.../Le dejo con los caballeros/y entiéndase usted.../Si no manda otra cosa, me retiraré./Si me necesita, llame.../Que Dios le inspire o que Dios le ampare,/que esos no se han enterado/que Carlos Marx está muerto y enterrado.”
¿Quiere usted que llame a un guardia y que revise/si tienen en regla sus papeles de pobre...?
¿O mejor les digo como el señor dice:/"Bien me quieres, bien te quiero,/no me toques el dinero...?. Disculpe el señor/pero este asunto va de mal en peor./Vienen a millones y curiosamente, vienen todos hacia aquí./ Traté de contenerles pero ya ve,/han dado con su paradero./Estos son los pobres de los que le hablé.../Le dejo con los caballeros/y entiéndase usted.../Si no manda otra cosa, me retiraré./Si me necesita, llame.../Que Dios le inspire o que Dios le ampare,/que esos no se han enterado/que Carlos Marx está muerto y enterrado.”
Los que logren entrar a la tierra
prometida, en el mejor de los casos, comprenderán rápidamente que más que al
paraíso han ingresado a un infierno donde
el inmigrante es un indeseable. Si son detectados pueden ir a un campo de
refugiados con condiciones deplorables y muchos finalmente deportados. En
Alemania, cuenta Osvaldo Bayer, “se han efectuado 200 ataques contra los
lugares de protección de inmigrantes.
Esto hace recordar a los tiempos del nazismo, cuando eran incendiadas las
sinagogas.”
EL
MAR Y EL CIELO SON TESTIGOS
Hay una foto en
blanco y negro emblemática del genocidio nazi, y es la de un chico con
los brazos en alto cuando es sacado del Ghetto de Varsovia con su familia,
camino al campo de concentración de Treblinka.
En estos días se ha conocido una foto, en colores, unida con aquella, que refleja la tragedia de
estos días. En primer plano toda la tristeza posible en el rostro de una nena
de alrededor de 9 años. A su lado un chico de alrededor de cinco años con todo
el miedo reflejado en su cara. Debajo de la foto, el epígrafe: “Chicos
migrantes son conducidos por la policía de Macedonia a un poblado cercano a la
frontera con Grecia.”
El mar y el cielo son testigos. Las estrellas no titilan
sino que pestañean imposibilitadas de creer lo que se ve desde el espacio.
30-08-2015
Gran post, Hugo.
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