La recuperación de Malvinas el 2 de abril de 1982 constituye
un hueso de pollo para el progresismo en particular, para los sectores de
izquierda en general y para importantes y tal vez mayoritarios segmentos de la
sociedad argentina. Y sólo queda el recurso de tratar de
expulsarlo de donde quedó atragantado. Imposibilitados de comprender que
la historia suele utilizar, algunas veces, actores indeseables para causas
nobles, desean borrar la fecha del calendario o buscar alternativas
eufemísticas como hizo el radicalismo trasladándolo al 10 de junio; o como
propone canallescamente Luis Alberto Romero -referente del establishment-
remitiéndolo al 14 de junio, día de la derrota, de forma tal que se daría la
situación paradojal que el usurpador y el usurpado coincidieran en el mismo día
en la conmemoración: uno celebrando su victoria y el otro recordando su
derrota.
La recuperación de las islas Malvinas fue una gesta
instrumentada como una aventura. Una causa noble instrumentada por manos
ensangrentadas. Entonces y ahora, sostuve que la consigna era: “Luchar en las
islas y recuperar el continente”, una propuesta dialéctica en la línea de San
Martín cuando ofreciera sus patrióticos servicios a Rosas, cuando la flota
anglo- francesa intentaba hacer internacionales los ríos nacionales. Y luego
cuando le enviara su famoso sable como expresión de su orgullo por la forma en
que Rosas, con el cual tenía discrepancias profundas, había defendido la
soberanía nacional. O el caso de León Trostsky, quien ante la posibilidad que
el nazismo invadiera la
Unión Soviética gobernada por Stalin (aquel que había
asesinado a sus hijos y a la mayor parte de sus seguidores; y que había
presionado para que el planeta no tuviera visado para él), uno de los
protagonistas fundamentales de la
Revolución de Octubre, sintetizó en una fórmula dialéctica y
compleja: “Contra la burocracia soviética, defensa incondicional de la Unión Soviética.”
La idea original de la Junta Militar fue
recuperar las islas y dejar un pequeño destacamento para negociar. El amplio
apoyo popular a lo ocurrido el 2 de abril de 1982, exteriorizado en Plaza de
Mayo el 10 de abril, cambió el plan original y con ello toda la estrategia
posterior fue una fenomenal improvisación. Así se avanzó hacia un a guerra no
prevista con tropas no preparadas, ello en función de un grosero error de
apreciación de considerar que EE.UU optaría por Argentina contra su histórico
aliado que siempre fue Inglaterra, en retribución por los lamentables servicios
que la dictadura establishment- militar prestó en Centro América. Luego, cuando
la Junta
intentó negociar a través de la intermediación del presidente peruano Fernando
Belaúnde Terry, fue la
Thatcher la que saboteó la posibilidad con el hundimiento del
crucero General Belgrano.
Pero es bueno recordar, contra los que tienen un
posicionamiento lineal en un tema de extrema complejidad, que el 10 de abril el
pueblo reunido, con un magnífico manejo de la dialéctica apoyó la recuperación
pero exteriorizó su oposición con silbidos, cuando Galtieri trató de apropiarse
de una representación de la soberanía popular que
carecía.
EL KIRCHNERISMO MALVINERO
Así como el kirchnerismo es, en muchos aspectos, una ruptura
con la década del noventa y en otros una continuidad, es también una mixtura de
postulados nacionales y populares y aportes del progresismo en materia de
derechos humanos y derechos civiles. En línea con sus posiciones nacionales y
populares, el kirchnerismo tuvo desde siempre una reivindicación de la
recuperación de las islas. Cuando se cumplieron tres décadas de esa fecha
histórica, ciertos reparos progresistas atravesaron el discurso de la
presidenta de la nación en el acto conmemorativo realizado en Ushuaia
Esto mereció el muy infrecuente elogio de Joaquín
Morales Solá en La Nación
con el título de “Un giro hacia la sensatez”: “Contradijo, por momentos, lo que
hace con lo que dice, pero su discurso en un aniversario redondo de la
guerra por las islas Malvinas, fue un conjunto sensato, sin fisuras…”
Osvaldo Pepe en Clarín editorializó ese día en el mismo
sentido: “La Presidenta recordó ayer los 30 años de la guerra
de Malvinas. Dio un discurso enérgico y prudente, separó la aventura
militarista de 1982 del compromiso histórico del pueblo argentino con la causa
de Malvinas, reivindicó la memoria y el derecho a la identidad de los
soldados muertos, tarea que delegó en la Cruz Roja. Reiteró los
derechos soberanos argentinos sobre las islas, la vocación pacifista del
reclamo nacional y el guiño a los isleños para que sus intereses sean
reconocidos en cualquier negociación con Gran Bretaña. Habló como la
responsable de los destinos del Estado argentino y no como la jefa de
una fracción política, roles que a menudo confunde en sus arengas
vespertinas del microclima de la Casa Rosada. Cuando no se deja llevar por los
enojos y transforma su tendencia a la beligerancia verbal y las chicanas
en un mensaje más mesurado y sosegado, como ayer, la Presidenta se luce.”
Para Alfredo Leuco: “El 2 de abril debe ser
nuestro día de luto. Nuestro día de reflexión para pensar en la patria. Pero en
la verdadera patria.”
EL MALESTAR DEL PROGRESISMO
Desde Página 12, Luis Bruschtein escribió bajo el título “La
gran estafa”: El pueblo argentino no decidió esa
guerra”, afirmó la
Presidenta en su discurso desde Ushuaia. Se ha discutido
mucho sobre el respaldo popular a la guerra, expresado en la famosa
movilización ante la cual habló Galtieri desde los balcones de la Casa Rosada. Pero la Presidenta usó el verbo
decidir y no el verbo apoyar. Porque las dos cosas son ciertas: el pueblo fue
puesto frente al hecho consumado de la guerra que decidieron los militares de
la dictadura y apoyó un hecho que no había decidido.”
A Cristina Fernández y al editorialista
de Página hay que recordarle que no se conocen casos en que el pueblo es
convocado a un plebiscito para que decida si va o no a la guerra. Más adelante escribió:
“Treinta años de democracia, el juicio a los represores, el Informe Rattenbach
y los testimonios coincidentes sobre los maltratos que sufrieron los ex
conscriptos demostraron que la guerra fue una gran estafa. Una estafa para los
soldados que lucharon con valentía en una causa para la que habían sido
convocados, una estafa a los que hicieron donaciones solidarias que nunca
llegaron a los soldados. Como no podía ser de otra manera con una dictadura de
esa calaña, la guerra fue una gran estafa al pueblo argentino.” Bruschtein
desde una posición progresista, ignora la heroicidad de los aviadores y de
muchos oficiales que son arrojados en el basurero de la historia como una gran
estafa. Cita el Informe Rattenbach omitiendo que reivindica la recuperación de
las islas y critica la improvisación de cómo se instrumentó. El habitualmente
equilibrado analista político de Página 12 Mario Wainfeld, no puede evitar la
molestia que la fecha le causa y escribió el 1-04-2012: “Los héroes de
Malvinas, los hay, son los que viajaron sin fines subalternos. En parte fueron
víctimas de la estulticia militar, muchos de su brutalidad. Pero también fueron
protagonistas de una historia que no podía terminar bien. No lo sabían, no
especularon, sólo merecen respeto y gratitud……..El 2 de abril es un
feriado extraño, restaurado en democracia por el gobierno de Fernando de la Rúa. El 24 de marzo de
2001, al cumplirse 25 años del golpe militar, hubo actos masivos repudiándolo.
El presidente y en especial su ministro de Defensa, Ricardo López Murphy,
quisieron compensar a las Fuerzas Armadas (bien mirado, a un sector retrógrado
de ellas) reponiendo la fecha elegida por la dictadura. Es el Día del Veterano
y de los Caídos en las Islas Malvinas: nada se celebra de la guerra ni del
desembarco... aun así la fecha sigue siendo indigesta. Puede haber otras, menos
connotadas por la demasía dictatorial. La Presidenta discurrió al respecto en discursos
pronunciados este año, tal vez en 2013 la efemérides quede mejor situada.”
Desde el diario Tiempo Argentino, el periodista
Hernán Brienza, integrante del Instituto Dorrego, escribió: “A 30 años del
intento de recuperación de las Islas Malvinas–aunque estemos inmersos en un
clima de nacionalismo de distintos calibres, de raíz popular o aristocrático,
de liberalismos enajenantes u oportunistas, de anglofobias y anglofilias– hay
que ser taxativos, concluyentes y excluyentes: por ninguna razón, motivo o
inspiración podemos decir que los sucesos del 2 de abril de 1982 constituyeron
una gesta nacional y popular……. El 2 de abril no fue ninguna gesta. Fue una canallada más. Una
canallada que, incluso, ofende y ultraja a los propios héroes de Malvinas.”
Es evidente que recortar el 2 de abril como “el Día del Veterano y de los Caídos en las Islas Malvinas, es una salida diplomática, un atajo para no correr
la fecha y castrarla en su integral potencialidad.
El analista Luis Tonelli, siguió la misma línea
desde las páginas de la revista Debate: “Otro 2 de abril. Y es
bueno saber qué conmemoramos. Porque no conmemoramos la etílica decisión de un
sangriento dictador de ir a una guerra (que él creía, estúpidamente, que no iba
a suceder, sólo por haber hecho el trabajo sucio de entrenar a los contras
nicaragüenses a pedido de los halcones estadounidenses). Menos que menos
conmemoramos la complicidad de los grandes medios para generar un optimismo
feliz cuando miles de soldados caían en esas islas heladas. Tampoco
conmemoramos la ilusión ingenua de los argentinos que salieron ese día a la
calle a festejar dando rienda suelta a su manipulable y manipulado nacionalismo
cavernícola. Porque, como no puede ser de otra manera, la gente también se
equivoca, y para expurgar culpas siempre encuentra a algún chivo expiatorio,
como lo hicieron, injusta e increíblemente, con los pobres combatientes, a
quienes no queríamos ver; a quienes queríamos barrer debajo de la alfombra.
Tenemos que conmemorar, sí, el sacrificio de los que estuvieron allí y pasaron
mil penurias en las circunstancias más adversas. A los muertos y a los heridos,
muchos de ellos no físicamente, pero sí heridos profundamente en su alma.”
El licenciado en filosofía Ricardo Forster,
referente importante de Carta Abierta expresó: “……en días de oscuro recuerdo, escuchamos, y
algunos muchos se sintieron convocados al fervor nacionalista, las
vociferaciones de un general borracho y presidente dictatorial de un
régimen homicida que reivindicaba el “derecho soberano sobre las Islas
Malvinas” en el mismo momento en que se cercenaban todos los derechos del
pueblo, se torturaba y se hacían desaparecer a miles y miles de compatriotas.
Como decía con voz profética Karl Kraus, sin la complicidad de los grandes
medios de comunicación es muy difícil movilizar las energías de una sociedad
hacia una empresa bélica. En el tiempo dominado por la dictadura la estrategia
del terrorismo de Estado y la aventura militarista de Malvinas encontraron en
los principales diarios una perfecta caja de resonancia. Eso tampoco elude
la necesidad de interrogar críticamente por lo que atraviesa y contamina a una
parte importante de la sociedad en esos momentos en los que los sonidos
furiosos de la guerra se convierten en traductores de una oscura conciencia
social. Los argentinos nos debemos una revisión de esos días de 1982……
Víctima y derrotada, la verdad sigue, sin embargo, buscando con paciencia el
camino hacia la conciencia de los contemporáneos. Insiste contra falsas
apologías y contra el permanente esfuerzo del ocultamiento militar y de sus
múltiples voces que siguen buscando borrar las tramas de la infamia, como esa
que se expresó, el reciente 2 de abril en Ushuaia, a través del presidente de
la asociación de ex combatientes de Tierra del Fuego o como, durante aquellos
días de trágica memoria, lo hiciera la prensa hegemónica que celebró la
aventura militarista como si estuviéramos gobernados por ilustres estadistas
democráticos. Después de ese discurso hinchado de frases cuarteleras, extraído
de una mitología del heroísmo y que pasó por alto la responsabilidad de los
altos mandos y de muchos oficiales en los abusos, torturas y maltratos contra
los soldados argentinos y que desconoció la profunda ilegalidad de la acción
emprendida por la dictadura genocida que retrasó en décadas la resolución
positiva para los intereses argentinos del conflicto con Gran Bretaña, la
intervención de la
Presidenta de la
Nación constituyó no sólo una gran pieza oratoria sino una
profunda y decisiva reivindicación de la memoria y la verdad históricas.” El
politólogo Edgardo Mocca, intentando una mirada con más aristas, sin embargo
escribió en la revista Debate: “Es muy importante
la separación conceptual que hizo la Presidenta en su primer mensaje después de
reasumir sus funciones, entre la aventura de la dictadura militar orientada a
garantizar su perpetuación en el poder y la reivindicación de la soberanía
nacional en las Islas. No cambia en absoluto la cuestión el hecho innegable
de la masividad de los apoyos populares que recogió la operación de abril de
1982; éste es un tema que merecería un tratamiento más serio que la
descripción de aquellas multitudes como rebaños irresponsables arrastrados por
la manipulación de un grupo de dictadores. La guerra de Malvinas no fue la
única ni la última guerra en el planeta; el nacionalismo argentino no es el
único ni el peor nacionalismo de la tierra.”
LOS INTELECTUALES PROMALVINENSES
Cierta ironía los ha bautizado como intelectuales K, de
kelpers. Al grupo de los 17 primigenios, luego engrosados por otros de
similares características, los aglutina el antikirchnerismo visceral.
Se tiene la presunción de que si el gobierno decidiera
renunciar a las Malvinas, ellos se convertirían en nacionalistas a ultranza. Su
preocupación principal es el destino de 1.500 malvinenses. En su documento
fundacional, “Malvinas: una visión alternativa” puede leerse: “ A tres décadas de la trágica aventura militar de 1982
carecemos aún de una crítica pública del apoyo social que acompañó a la guerra
de Malvinas y movilizó a casi todos los sectores de la sociedad argentina. Entre los motivos de aquel respaldo no fue menor la
adhesión a la causa-Malvinas, que proclama que las islas son un “territorio
irredento”, hace de su “recuperación” una cuestión de identidad y la coloca al
tope de nuestras prioridades nacionales y de la agenda internacional del país… La República Argentina
ha sido fundada sobre el principio de autodeterminación de los pueblos y para
todos los hombres del mundo. Como país cuyos antecedentes incluyen la
conquista española, nuestra propia construcción como nación es tan imposible de
desligar de episodios de ocupación colonial como la de Malvinas. La Historia, por otra parte,
no es reversible, y el intento de devolver las fronteras nacionales a una
situación existente hace casi dos siglos –es decir: anterior a nuestra unidad
nacional y cuando la
Patagonia no estaba aún bajo dominio argentino– abre una caja
de Pandora que no conduce a la paz….La afirmación obsesiva del principio “Las
Malvinas son argentinas” y la ignorancia o desprecio del avasallamiento que
éste supone debilitan el reclamo justo y pacífico de retirada del Reino Unido y
su base militar, y hacen imposible avanzar hacia una gestión de los recursos
naturales negociada entre argentinos e isleños”
Treinta días después emitieron otro documento,
donde puede leerse: “ La
guerra de Malvinas debe ser condenada sin cortapisas. Como argentinos,
desaprobamos que el 2 de abril haya sido declarado "Día del veterano y los
caídos en la guerra en Malvinas" como si esa efeméride conmemorativa
pudiera ocultar que, feriado mediante, es la causa Malvinas la que se está
reivindicando, como si fuera una causa justa pero "en manos
bastardas". La elección del 2 de abril es, en verdad, un ejemplo
claro de la ambigüedad oficial que en relación a la guerra mantuvo la
democracia y que se agravó en los últimos años. Por un lado, no se deja de
execrar a la dictadura pero, por otro, se instituye la recordación de esa
guerra como parte de una justicia que implica aceptarla en nuestra historia
como episodio positivo a ser rescatado más allá de lo que pretendían sus
ejecutores. Precisamente el 2 de abril, día de la invasión a las islas,
fue el momento culminante de aquella tragedia, ya que lo demás se dio por
añadidura.”
Se puede observar en uno de los párrafos finales, la pluma
de habituales escribas de los medios hegemónicos que mixturan amores abstractos
y librecambio: “Una Argentina cerrada y ensimismada en el victimismo y sus
propias razones o una Argentina abierta al mundo y capaz de articular sus
intereses y aspiraciones con las de todos los seres humanos, comenzando por los
vecinos.”
No deja de ser llamativo, que desde posiciones actuales
opuestas, el ensayista Ernesto Laclau y el periodista Horacio Verbitsky también
califican al 2 de abril como una invasión a una islas que reconocen que
nos pertenecen.
Los firmantes del segundo documento de los intelectuales
pro-malvinenses son: Emilio de Ípola, Pepe Eliaschev, Rafael Filippelli,
Roberto Gargarella, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Jorge Lanata,
Gustavo Noriega, Marcos Novaro, José Miguel Onaindia, Vicente Palermo, Eduardo
Antín (Quintín), Luis Alberto Romero, Daniel Sabsay, Beatriz Sarlo, Juan José
Sebreli, Graciela Fernández Meijide, Jorge E. Torlasco, Marcos Aguinis, Carlos
D. Malamud, José Emilio Burucúa, Liliana De Riz, Pablo Avelluto, Susana
Belmartino, Rogelio Alaniz, Cristina Piña, Sylvina Walger, Federico Monjeau,
Marcela Ternavasio, Luis Príamo, Patricio Coll, Ricardo López Göttig, Hugo
Caligaris, Raúl Mandrini, Rodrigo Moreno, Emilio Perina, Héctor Ciapuscio, Hugo
Vezzetti, Juan Villegas, Anahí Ballent, Edgardo Dobry, Marylin Contardi,
Osvaldo Guariglia, Raúl Beceyro, Emilio Gibaja, Jorge Goldenberg, Rubén Perina
No integra este grupo, pero mercería que lo seduzcan, el
crítico literario y traductor Daniel Waissbein quien en Perfil del 7 de abril
titula: “Las Malvinas no son argentinas” y donde afirma: “Puesto que no tenemos
derecho a las Malvinas por razones históricas y geográficas, el único motivo
por el que cabría esperar que pasasen a nuestro país, sería el deseo de sus habitantes
de ser argentinos. ¿Cual es su voluntad? La respuesta es clara. No quieren. Desde
su punto de vista, el único que interesa,
tienen razón. También la tuvo el primer ministro Cameron cuando acusó a
nuestro gobierno, recientemente de neocolonialismo. La frase no gustó. En
efecto, hay verdades que ofenden. Imponer la voluntad y los intereses de una
potencia a sus habitantes de otro territorio es, sin embargo, la perfecta
definición de colonialismo, tanto neo como pasado de moda. Esa es,
curiosamente, la posición de nuestro canciller. Los malvineses prefieren ser
”.
ALGUNAS POSICIONES DE LA IZQUIERDA
Gustavo Cangiano en su nota “Razón y Revolución
junto a los kelpers y contra la
Argentina” inteligentemente sostiene: “Un grupo de estudiantes y docentes
de la UBA para
quienes el gran problema que tiene el Partido Obrero (en cuya órbita giran) no
es el exceso de cipayismo (es decir, incomprensión de la cuestión nacional
argentina y latinoamericana) sino un déficit de izquierdismo.
En consecuencia, lo que RyR reprocha al PO no es, por
ejemplo, que haya condenado la recuperación de las Malvinas cuando ésta se
produjo, en abril de 1982, sino que la haya apoyado en forma oportunista un
poco más tarde, al advertir que las grandes mayorías populares la apoyaban. Y
la crítica de RyR al PO se extiende a todas las organizaciones de la izquierda
argentina que hace 30 años llamaron a enfrentar al imperialismo británico:
según RyR hubiera correspondido condenar la “invasión” argentina y trabajar en
favor de la victoria de las fuerzas británicas.
Esta postura ultraizquierdista y ultradesmalvinizadora de
RyR está expuesta con toda claridad en un libro que acaban de editar: La
izquierda y la Guerra
de Malvinas. Reúne textos de Adolfo Gilly, Alan Woods y Alberto Bonnet,
añadiéndoles una introducción de Fabián Harari. El libro pone de manifiesto que
la ofensiva desmalvinizadora desatada por el imperialismo admite socios muy
“marxistas” y hasta muy “trotskistas”, como los autores del libro.”
Pero el absurdo no concluye aquí. Sigue Cangiano: “Tras negar la condición
semicolonial de Argentina, RyR y sus autores preferidos nos invitan,
consecuentemente, a negar también la existencia del imperialismo: “no
puede hablarse de ningún ‘imperialismo anglo-yanqui actuando en el conflicto de
Malvinas”, escribe contra toda evidencia Bonnet. Explica el absurdo del
siguiente modo: “algunas vertientes de la izquierda argentina identificaron
como enemigo al imperialismo anglo-yanqui, y esto merece ser analizado más
detenidamente. Ante todo, es necesario advertir el carácter ambiguo de esta
categoría, que sugiere una concepción conspirativa en la que grandes potencias
imperialistas actúan mancomunadamente en la opresión de países dependientes
(…). Yendo a la guerra de Malvinas, específicamente, no operó en el conflicto
ningún actor que podamos identificar como ‘imperialismo anglo-yanqui”.
Desde Méjico, el ensayista marxista argentino Guillermo
Almeyra sostiene: “No es de extrañar pues que ahora no se recuerde
que hubo gente que mantuvo una posición principista, opuesta a la idea de que
quienes se enfrentan son los estados (que además se confunden con sus
gobiernos) y basada en cambio en la diferenciación, por un lado, entre las
clases explotadas y oprimidas y, por el otro, las clases dominantes que están
unidas por la defensa del régimen de explotación, a pesar de sus disputas y de
las fronteras. Quien no aprende de la experiencia pasada es peligroso para su
pueblo y la democracia.”
A su vez el ensayista Eduardo Gruner integrante de los
intelectuales del Frente de Izquierda, contesta al grupo de los 17, con
variados y contundentes argumentos, y tiene una opinión matizada. Por un lado
sostiene: “Desde una posición de “izquierda
nacional”, digamos, que era la nuestra entonces, ¿cómo no estar decididamente a
favor de la lucha contra el colonialismo inglés ocupante de nuestro propio
territorio? Por otro lado, ¿significaba eso suspender nuestra propia batalla
“interna” contra la dictadura? Allí, nuevamente, había que diferenciar entre la
recuperación del “bien común” y las intenciones de quienes estaban conduciendo
esa “recuperación”, apostando tal vez a que las masas movilizadas en pos de esa
causa continuaran su movilización también contra la dictadura.
Pero era una apuesta difícil, sin garantías, desgarradora. Que ahora “los 17” nos vengan a decir no
solamente que todo estuvo siempre claro, sino que hay una especie de redención
de nuestros “pecados” en la aceptación de una “autodeterminación” de
los isleños, es francamente un insulto a la inteligencia.” Por otro lado
escribe: “Y los firmantes, hay que decirlo, eligieron la peor
de las “retóricas” posibles. Nada casualmente, el documento empieza con una
parrafada de condena a la canallesca aventura militar de 1982. Por
supuesto, ¿quién podría estar a favor de esa manera de recuperar
las Malvinas, con esas intenciones ocultas y todas las
barbaridades que sucedieron allí?”
Todos los distintos sectores de la izquierda nacional
que históricamente tuvieron de referentes a Jorge Abelardo Ramos y Jorge Enea
Spilimbergo, reivindican el 2 de abril.
El periodista Federico Bernal adscripto a esa
corriente ideológica, en el diario Tiempo Argentino reflejó en una serie
de fascículos distintos aspectos poco frecuentados y absolutamente ignorados
por los otros medios, entre ellos el informe Franks que fue el presentado
a la Cámara de
los Comunes sobre el conflicto, en donde se afirma en su punto 228 que: “El
gobierno argentino no había provocado el incidente de las Georgias del Sur.”
Desde el otro extremo, el del nacionalismo
oligárquico, se hace de la causa Malvinas un subterfugio acrítico a través del
cual se pretende reivindicar a los cómplices o ejecutores del terrorismo de
estado.
LOS DIARIOS DEL 2 DE ABRIL
Tomaremos las portadas de dos diarios ideológicamente
opuestos. El diario La Nación
colocó la foto de veteranos kelpers de la guerra de 1982 con la leyenda de
“cientos de isleños se congregaron en el Monumento a la Liberación, en Puerto
Argentino” y con un titulo grande: “Inflexibles, los kelpers se movilizaron por
el 2 de abril”. Podrían ser los títulos del único semanario de las Malvinas.
Pero son de la “Tribuna de Doctrina” fundado por el hombre que arrasó al
Paraguay y las provincias norteñas. “Página 12”, desde el progresismo tituló: “A 30 años de
Malvinas LA OTRA GUERRA”.
Cuatro conscriptos, veteranos de guerra, cuentan sus experiencias en las islas,
donde fueron testigos y víctimas de maltratos, hambrunas, congelamientos,
estaqueadas y otras torturas aplicadas por sus propios jefes”
Hubo hechos indignos de estas características que deben ser
castigados severamente como delitos de guerra imprescriptibles. Pero de ahí a
sostener que este es el hecho central de la guerra en que devino la
recuperación de las islas, además de falso es sacar el foco de lo principal. Si
hubiera sido así, no se explica cómo los ingleses necesitaron 44 días para
recuperar las islas y continuar con la usurpación. Es como si el 27 de octubre,
cuando Página 12 saque un número especial para recordar el segundo aniversario
de la muerte de Kirchner, colocara en tapa: ¿Dónde están los Fondos de Santa
Cruz?
Esta mirada sesgada, sume en un olvido tan profundo como
injusto, a los oficiales que lucharon valientemente, a los aviadores que
realizaron verdaderas hazañas, a los que honestamente creyeron que estaban
protagonizando un hecho histórico.
EL TEST MALVINAS
A esta altura del análisis cabe preguntarse ¿Por qué
Malvinas puede colocar de un mismo lado condenatorio, a los que en muchos otros
temas están enfrentados? ¿Por qué coinciden en denostar el 2 de abril como
fecha histórica, el establishment, el progresismo, los intelectuales pro-
malvinenses, sectores de izquierda, la presidenta malvinera Cristina Fernández?
Porque Malvinas, en una aproximación
provisoria, es en muchos aspectos, un test sobre la influencia de la colonización
cultural a que nos somete el imperialismo.
Para el establishment, fue imperdonable enfrentar a la OTAN, que no era obviamente
la intención de la Junta.
Para el progresismo, que necesita como en las películas
de cowboys, que quede claramente establecido dónde están los buenos y dónde los
malos, Malvinas es un intríngulis. Cuando todo viene muy mezclado, el
progresista prefiere permanecer en una torre impoluta y no ensuciarse con el
barro de la realidad.
Para los intelectuales pro-malvinenses, porque muchos de
ellos son tributarios de la colonización cultural, “europeos” exiliados en
estas tierras “arrasadas” por los populismos, siendo el kirchnerismo el enemigo
a vencer, incluso haciendo una alianza estratégica con los malvinenses. Versión
actualizada de los unitarios exiliados en Montevideo que apoyaban a los
invasores extranjeros en su afán de derrocar a Rosas.
La presidenta Cristina Fernández, tiene ciertos reflejos
progresistas que son buenos cuando corren paralelo a lo nacional y popular,
pero no cuando se superponen y terminan cambiando el significado y valoración
del 2 de abril.
27-04-2012
* Publicado en REVISTA LA TECL@ EÑE N° 52 MAYO -
JUNIO 2012
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