El
país vive una de sus crisis recurrentes, con una corrida contra el peso con el
retiro de parte de los tenedores de los bonos argentinos emitidos para
neutralizar la emisión monetaria y una corrida cambiaria. Las reservas de
divisas escasas se ven reflejadas en las restricciones a las importaciones
esenciales, después de dos años a los que Cristina Fernández calificó de un
festival de importaciones, donde se evaporaron dos años de superávit comercial
por 27.000 millones de dólares.
Inflación
descontrolada y recesión por falta de insumos, con caída del poder adquisitivo
de salarios y jubilaciones, con pobreza e indigencia subiendo, acercan sombríos
presagios. Una tormenta perfecta.
La
crisis política de una coalición astillada y enfrentada, con un armisticio
transitorio, se superpone, atraviesa y potencia a la crisis económica. Todo
está dado vuelta. Al borde del abismo, el presidente y la vicepresidenta
vuelven a hablar y cenan junto con el tercer referente, Sergio Massa, al que la
discordia del binomio lo coloca en un lugar expectante, desproporcionado a los
votos que supuestamente lo respaldan. Acuerdan, de apuro, una reemplazante del
ex Ministro de Economía Martín Guzmán, con reticencias y ausencias de apoyos
simbólicos por parte de la vicepresidente. Y en menos de una semana, Silvina
Batakis suscribe en más de un noventa por ciento el rumbo de su antecesor, que
es el impuesto por el FMI. Muchos de los que militaban decididamente por el
alejamiento del discípulo de Stiglitz, ahora ven como positivas las mismas
medidas que anuncia la ex Ministra de Economía de Daniel Scioli. En la
exposición que realizó desde Calafate, en la inauguración de un cine-teatro,
Cristina Fernández llamó a “discutir políticas, no nombres”, lo que incrementa
la incertidumbre sobre la permanencia de su apoyo a Batakis.
Con
relación a las exigencias del Fondo que el presidente ha manifestado que es su
plan, merece considerarse esta reflexión del sociólogo Ezequiel Adamovsky: “El
FMI no pide ajuste para recuperar el dinero que presta: presta dinero para
forzar ajustes. Es un organismo de control político, no de servicios
financieros.”
La
Argentina es un país donde las contradicciones permanentes y sin solución de
continuidad no provocan pudor. Alberto Fernández es un presidente que en la
mayoría de las decisiones desilusiona a los propios y enoja a los adversarios.
Intenta no irritar al establishment que le replica a través de sus medios en
forma de descalificaciones superlativas, a las que se suman las adjetivaciones
críticas de su propio frente. La vicepresidente llega a la conclusión de que el
huevo de la serpiente es el bimonetarismo y que sólo podrá ser superado con un
gran acuerdo. No se sabe cómo lo podrá articular si a lo largo de los casi tres
años del gobierno que integra no logró el acuerdo con los propios y descalificó
duramente al presidente que propuso con su dedo.
A su
vez, en la oposición las palomas han sido erradicadas y el presumiblemente
conciliador Horacio Rodríguez Larreta habla también de un respaldo necesario
para gobernar del 70%, con todos, menos con los kirchneristas. La derecha, que
se moviliza con banderas argentinas, desde los autoconvocados agrarios a los
que lo hacen para que el kirchnerismo se vaya, lo concretan bajo las banderas
republicanas y defensa de la Constitución; piden el encarcelamiento de Cristina
Fernández de cualquier manera, al tiempo que levantan una guillotina en la
Plaza de Mayo.
Todo
esto sucede mientras se acaba de conmemorar un nuevo aniversario de la
Independencia perdida. Desde afuera, la CEO del Fondo Kristalina Giorgieva
anunció “acciones dolorosas”, con el gobierno convalidando las mismas a
disgusto y la oposición celebrando, porque es su continuación interna. En el
mismo sentido, aquí, el presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de
Empresas Fernando Oris de Roa, embajador de Macri en los EE.UU, anunció para
después de las elecciones del 2023, según escribió Horacio Verbitsky: “Cambios
profundos en nuestra sociedad, … dolorosos y onerosos. Los que implementen
estos cambios lo van a hacer sin contemplaciones ni emociones” Y si alguien
tenía alguna duda agregó: “Los empresarios lo van a apoyar y sostener”.
Los
republicanos Luis Juez y Patricia Bullrich afirman impúdicamente que no hay que
aprobar ninguna ley que proponga el gobierno.
Cada
uno tiene los paraísos perdidos. El kirchnerismo propone volver a sus
gobiernos. La oposición al Centenario. El futuro espera impaciente que lo
seduzcan con propuestas superadoras, descartando el retorno a esos supuestos
paraísos, concretados bajo otras realidades. Mientras tanto las crisis
superpuestas agotan y agobian a los argentinos.
Hay
sobrados ejemplos que la desesperación y el escepticismo suele abrir las
puertas equivocadas.
Como
escribió el periodista y ensayista Martín Rodriguez: “La política podrá girar
alrededor de Cristina, pero la sociedad gira alrededor del dólar, de la
inflación y la pobreza”. A lo que se podría agregar una larga lista de
problemas a solucionar como la desigualdad, la inseguridad, el narcotráfico y
la desesperanza de no avizorar un horizonte diferente
LA IMPOTENCIA DE LOS MODELOS
Dos
modelos. Dos países. Una Argentina actual con una minoría que llena los
restaurants y una mayoría que no llega fin de mes. La París de Latinoamérica
que detenta un PBI de nivel europeo, con cantidad creciente de los sin techo,
con zonas enteras en los que los negocios cerrados que exhiben carteles de “Se
vende” y “Se alquila” irritan los ojos. Transcurridos treinta y nueve años de
democracia, el período afortunadamente más largo, arroja el empeoramiento de
todos los índices sociales previos a la dictadura establishment-militar, lo que
obliga a ahondar el debate, replantear problemas, encontrar soluciones para
nuevos y antiguos problemas, evitar recurrir sistemáticamente a los lugares
comunes. No entender que ahí se acumula una presión cercana al estallido, es
una expresión de ceguera ideológica injustificable, donde se pueden engendrar
fenómenos imprevisibles.
El
modelo de economía primaria exportadora, de colonia pretendidamente próspera,
anti-industrial, de subordinación a EE.UU, espera impacientemente a noviembre
del 2023, para completar la tarea inconclusa de los “Rivadavias” y los “Mitres”
del siglo XIX y contemporáneamente lo perpetrado con la década infame, la
Revolución Fusiladora y la Revolución Argentina, con la dictadura establishment-militar; y en democracia, con las políticas de
demolición de Carlos Menem y Mauricio Macri. Esperan aprovechar la desesperanza
reinante, el escepticismo generalizado para reconstruir los cimientos de la Argentina
del Primer Centenario, distribuyendo de abajo hacia arriba. Están dadas las
condiciones para que ello sea factible, aunque la resistencia popular ha sido
siempre un impedimento que, si bien no tuvo la capacidad de evitar los efectos
perniciosos, impidió la derrota definitiva. Por eso que cuando los gobiernos
populistas que en general tienen “el defecto” de distribuir de arriba hacia
abajo, retornan al gobierno, a sus limitaciones se le agrega tener que partir
de escalones cada vez más bajos.
Es
interesante puntualizar que “en el casi medio siglo que va desde la elección de
Mitre como presidente en 1862 a la de Roque Sáenz Peña en 1910, período en el
que se inspiran los republicanos actuales, la participación popular a través
del voto había oscilado entre el 1,2 % y el 2,8% del total de la población”
(Ernesto Semán: “Breve historia del antipopulismo”).
Hoy
el escenario exhibe un peronismo incapacitado de superar sus límites y
encontrar una salida a una crisis que lo sacude como un terremoto y una
oposición que enarbola como solución hacer todo aquello que en el pasado
acentuaron los cataclismos económicos y sociales, pero con la táctica de
hacerlo con mayor rapidez para tratar de
sortear, con el terreno abonado por las
impotencias del gobierno actual, la resistencia popular que le ha impedido en
otros casos terminar su obra con vocación de colonia.
Ante
esta situación es bueno recordar: “No nos atrevemos a muchas cosas porque son
difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Un proverbio
popular: “Las ovejas pasan su vida temiendo al lobo, pero acaban siendo
devoradas por el pastor”.
Es
importante tener siempre presente el consejo del general y estratega chino Sun
Tzu, que escribió hace aproximadamente 2500 años en “El arte de la guerra”:
“Cada batalla se gana antes de pelear”. La oposición neoliberal que viene
ganando ampliamente la batalla cultural, lo sabe y tiene abonado en ese aspecto
el camino. El gobierno no tuvo en cuenta el consejo de Sun Tzu cuando intentó
estatizar Vicentín y su fracaso resultó estrepitoso.
La
Argentina vive una doble crisis, y la angustia, el desconcierto y la
incertidumbre sacuden a las inmensas mayorías. Lograr sortear la devaluación
intempestiva que requiere el establishment será una hazaña con los pocos
instrumentos que posee. Sin embargo, se estima que hay 14.000 millones de
dólares en los silos bolsa que son los que faltan en el Banco Central que se
liquidarían si el dólar oficial se precipitara, vía devaluación a $200,00. En
ese caso los dólares que ingresen son los pesos que faltarán en los hogares de
la mayoría de los argentinos, por el deterioro de del poder adquisitivo de
sueldos y jubilaciones.
El tiempo se precipita. Encontrar la salida no
admite las patéticas miserabilidades que hablaba Hipólito Yrigoyen. Una niebla
espesa lo cubre todo. Las limitaciones y fracturas del oficialismo, las
miserias y objetivos de la oposición y la voracidad del poder económico no
dejan ver un futuro venturoso.
Publicado
en la Tecla Ñ, Diario Registrado, y el Portal de Radio Cooperativa
16-07-2022
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