TODO INVERTIDO
No se encuentran antecedentes de un equipo de fútbol que gane por goleada y que se queje del arbitraje. Sería raro que un boxeador que triunfa por nocaut se enoje con el referí.
Pero
en política es diferente: puede darse el caso que el partido que perdió por
goleada pida que el mismo se juegue de nuevo o que denuncie que el ganador hizo
trampa. O el boxeador que sigue groggy denuncie que si lo hubieran dejado
levantarse y el árbitro se lo impidió, la pelea hubiera cambiado de ganador.
Fraude no hubo, dicen los
perdedores, en todos los lugares que ganaron. Sólo las groseras irregularidades
se perpetraron en donde perdieron.
La
lógica elemental supone que la quema de las urnas la perpetraron los que sabían
que perdían conforme a todas las encuestas. Los que ganaban serían suicidas si
embarrarían lo que legítimamente obtienen. Sin embargo se denuncia que los que
ganaron con porcentajes similares a las encuestas previas, hicieron fraudes y
quemaron urnas. Las PASO, un par de semanas atrás, arrojaron diferencias de 36
puntos, sin que se hicieran impugnaciones.
La
lógica ha sido proscripta. El sentido común vaga desconcertado. Los candidatos
presidenciales opositores que integran una alianza en Tucumán, parecen
chirolitas del poder económico que ante la probabilidad de perder en octubre, decide deslegitimar el instrumento del
sufragio y envilecer la legitimidad del próximo gobierno, como un ensayo a
replicar a nivel nacional.
Es
difícil entender semejante desmesura del poder económico. Ni que Daniel Scioli fuera Lenín.
O avizoran como Claudio
Escribano con Néstor Kirchner, una orientación profundizadora que hoy le parece
muy lejana a los kirchneristas.
Debe
volver a votarse en los lugares donde se quemaron las urnas y verificar
indubitablemente en las mesas donde no coinciden las actas con los telegramas
cursados. Se está jugando con cosas que no tienen remedio. Más allá de
prácticas provinciales atravesadas por nepotismos irritantes e incrementos
patrimoniales injustificados
Todo
invertido. Se acusa que quema urnas el que gana las elecciones en la provincia
por amplia diferencia, en la misma que en las principales ciudades donde gana la oposición es una fiesta de la democracia. El poder económico desconfía de un candidato
como Daniel Scioli por lo que puede hacer
en más, mientras sus seguidores más ortodoxos también le desconfían por lo
mucho que de menos puede concretar.
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