UNA HISTORIA DE VIDA
UNA ABUELA ADMIRABLE
La primera parte de este trabajo lo escribí hace 13
años y participó en un concurso sobre derechos humanos en
Francia.
Hace
frío en este invierno que recién comienza. Una mujer de porte elegante y cuya
presencia impone respeto se sumerge en sus dolores. El almanaque señala que es
el 26 de Junio de 1996. Busca un papel y birome. Un nieto que busca desde hace
18 años cumplirá esa edad. Le escribirá una carta. El titulo? Carta a mi nieto
desaparecido. “ Hoy cumples 18 años .....y quiero contarte cosas que no sabes y
expresarte sentimientos que no conoces “. Los recuerdos se entremezclan en la
memoria. Se ve a sí misma cuando era directora de una escuela primaria, y su
hija Laura, estudiante de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional
de La Plata. Entonces era solo Estela Barnes de Carlotto, preocupada por los
riesgos de la militancia de su hija, integrante de una generación dispuesta a
poner su vida al servicio de un cambio por una sociedad más justa. En esos años
oscuros, la muerte circulaba libremente. En palabras de Mario Benedetti “ la
vida era nada más que un blanco móvil, cada noche siempre era una ausencia y
cada despertar un desencuentro “. En Noviembre de 1977, Laura desaparece.
Estela aun no sabía que su hija estaba embarazada. La familia se moviliza en su
búsqueda. Habeas Corpus y contactos políticos. A través de una compañera,
hermana de Benito Reynaldo Bignone, consigue una entrevista con este, en el
Comando en Jefe del Ejército. Los ojos se humedecen. Las imágenes conservan la
crueldad de los años de plomo. El general la recibe con su arma sobre el
escritorio. En una perorata inconexa no
vacila en afirmarle que para él había que matarlos a todos y que mataban a
todos. Lo único que le prometió era la entrega del cadáver de Laura. La
esperanza volvió a renacer el 31 de diciembre de 1977. Estela y su marido
recibieron una carta que decía que Laura estaba viva, bajo las fuerzas de
seguridad. La ilusión de encontrarla amanecía con el inicio de 1978. Nunca
olvidará la tarde del 17 de abril, cuando una mujer apareció en el negocio de
su marido y les comentó que había compartido el lugar de detención con Laura.
Estaba viva, embarazada de seis meses, el niño nacería en junio y alentó la
posibilidad que al bebe lo dejaran en la Casa Cuna de La Plata. En mayo del 78
ya tenía conciencia que su drama individual formaba parte de una tragedia
colectiva. Pero aun no tenía dimensión de la perversión y crueldad de la
dictadura criminal. Por eso, con las
demás Abuelas de Plaza de Mayo, Estela tejía, con las hebras de la angustia y
la esperanza, el ajuar para el nieto esperado. ¿Cómo expresar en la carta esta
búsqueda colectiva de tantos años? “Tus abuelos formamos parte de esa
generación que asigna a cada fecha un valor especial y singular. El nacimiento
de un nieto es una de esas fechas. El bautismo ( o no ), los primeros pasos, la
comunión ( o no ), la caída del primer diente, el jardín de infantes, el
delantal blanco y el pedido de: abuelita enséñame las tablas. Son momentos que
trascienden. Por eso esta fecha, en que cumples 18 años pasará a ser especial y
singular como todas las otras que no pudimos vivirlas contigo. Porque te
robaron de los brazos de tu mamá Laura a las pocas horas de nacer, en un
hospital militar, esposada, custodiada, para luego furtiva y arteramente
robarte para un destino incierto “. Ahora la memoria se detiene en una
Argentina ausente y enfervorizada que realizaba un Mundial de fútbol a
veinte cuadras del principal Campo de Concentración: la Escuela de Mecánica de
la Armada. Laura comenzaba con su trabajo de parto en el Hospital Militar, en
el momento que Kempes convertía su primer gol en la final con Holanda. Había
llegado desde el campo de detención de La Cacha. El 26 de Junio nació Guido. A
Laura la dejaron con su bebe apenas cinco horas. Después la durmieron y volvió
al centro clandestino de detención. Tal vez en esas escasas cinco horas, le
pudo decir a su hijo fragmentos del poema que otra madre desaparecida, María
del Carmen Gualdero de García, le escribió a su futro hijo: “ Porque no duerma
mi hijo / en una cama de helio / Recogeré el aire de donde queda / Cosecharé el
amor de donde pueda...../ Porque no enturbien el agua que beba / Porque no
ensucien el mar ni la hoguera / Reuniré el sudor de las luciérnagas / El llanto
rebelde de su padre y beberá / de las cuencas de miel de las abejas / De las
vacas no contaminadas / De las napas profundas de la tierra... Andaremos los
caminos / yo, con los ojos asombrados / Tu con los ojos limpios, nuevos /
Andaremos los caminos palmo a palmo, tierra a tierra / Si es que para ese día
tu y yo quedamos / Si es que nos dejan si es que nos dejan...Hijo mío
“. Dos meses más tarde, el 25 de agosto de 1978 asesina a Laura. Cuenta Estela
“Cuando me dieron el cadáver en Isidro Casanova, hubo que reconocerlo, yo no
pude porque la cara estaba destrozada, pero mi marido y mi hermano lo
reconocieron, yo le pregunte al comisario por él bebe, y él me contestó: “A mí
el ejercito me entregó esto solo. Si lo quiere llevar, firme “. Saco un
revolver y lo puso sobre el escritorio. Creo que le dio miedo la actitud de una
madre desesperada que le gritaba asesinos, ladrones, corruptos. Ahí empezó otra
lucha, la lucha por Laura muerta y mi nieto vivo “Y por todos los chicos
apropiados como botín de guerra. La vida no le ha devuelto el suyo, pero
en cambio formo parte en forma activa de esta gesta notable de devolverles su
identidad y su historia a los chicos que les desaparecieron a sus padres. El
papel espera. ¿Cómo expresar en pocas líneas la lucha y la esperanza? Estela de
Carlotto, Presidenta de Abuelas, figura pública reconocida, continua con esas
lágrimas que nunca aparecen cuando desempeña su cargo. “Estarás creciendo en
tus soñadores y bellos 18 años con otro nombre, Guido. No es tu papá y tu
mamá los que festejen contigo el ingreso a la adultez, sino tus ladrones.
Lo que no se imaginan es que en tu corazón y tu mente llevas, sin saberlo,
todos los arrullos y canciones que Laura, en la soledad del cautiverio susurró
para ti, cuando te movías en su vientre. Y despertaras un día sabiendo cuanto
te quiso y te queremos todos. Y preguntaras un día donde puedo hallarlos. Y
buscaras en el rostro de tu madre el parecido y descubrirás que te gusta la
ópera, la música clásica o el jazz ( ¡que antigüedad ¡ ) como a tus abuelos.
Escucharas Sui Generis o a Almendra, o Papo, sintiéndolos en lo profundo
de tu ser porque así lo sentía Laura. Despertaras, querido nieto, algún día de
esa pesadilla, y nacerás para tu liberación. Te estoy buscando. Te espero. Con
mucho amor. Tu abuela Estela “. Han pasado más de cinco años de esta carta.
Estela busca, lucha y espera, mientras las abuelas siguen tejiendo con
paciencia, tenacidad y convicción, una historia admirable que merece sea
conocida por sus nietos.
Hasta
aquí lo que escribí hace 13 años, el 7 de agosto del 2001.
Hay una segunda carta de Estela a su nieto de fecha el 26 de junio del 2011: "Hoy
cumples 33 años. La edad de Cristo como decían, "decimos", las
viejas. Con esta inspiración pienso en los Herodes que "te mataron"
en el momento de nacer al borrar tu nombre, tu historia, tus padres. Laura
(María), tu madre, estará llorando en este día tu crucifixión y desde una
estrella esperará tu resurrección a la verdadera vida, con tu real identidad,
recuperando tu libertad, rompiendo las rejas que te oprimen.
Querido nieto, qué no
daría para que te materialices en las mismas calles en las que te busco desde
siempre. Qué no daría por darte este amor que me ahoga por tantos años de
guardártelo. Espero ese día con la certeza de mis convicciones sabiendo que
además de mi felicidad por el encuentro tus padres, Laura y Chiquito y tu
abuelo Guido desde el cielo, nos apretarán en el abrazo que no nos separará
jamás. Tu abuela, Estela.".
Hoy 5 de agosto del 2014,
la vida le devolvió a Estela lo que tanto buscó: a su nieto en la denodada
marcha de encontrar a todos. Es Ignacio Hurban, un talentoso pianista. Como
Ignacio, y seguramente más adelante Guido, escribió un poema titulado “Para
la memoria” cuya primera estrofa dice: “Con la carroña apiñada, los nudos de
otra madera/Apuran chispas hirientes y encienden lumbres de ojeras/Cargando en
ancas los hombros se van quedando los años/no se han cerrado las puertas ni las
heridas de antaño”
Ningún autor de ficción puede superar la notable imaginación
de esa libretista inspirada que es la vida. El nieto soñado, buscado y encontrado
es músico como lo imaginó Estela, preocupado por los derechos humanos,
participó en música por la inclusión y cuando se le restituyó la identidad al
nieto número 106 escribió en twiter: “Las
mejores cosas de la vida no son cosas”. En otros expresó: “Se puede enseñar
lo que no se sabe, pero no transmitir lo que no se es” ; “No sé qué sería de mi vida si la música no
hubiera entrado en ella….sólo me queda agradecerle y reverenciarla como si mi
Dios fuera”; “Murió Jorge Rafael, y en una cárcel, por lo menos para festejar
en silencio”
Un
círculo cinematográfico de una vida que nace cuando la selección argentina se
corona campeón del mundo en el estadio de River a 20 cuadras del campo de
concentración donde su madre encapuchada y esposada lo tiene a Guido, ( que
luego será un ferviente hincha de River) y
que 36 años más tarde, después de otro campeonato del mundo donde la
selección nacional se clasifica segunda decide ir en busca de su verdadera
identidad.
Junto
con su filiación por el lado materno, se ha descubierto quien es su padre, la
pareja de Laura, un amor desarrollado en la clandestinidad. Se trata de Walmir
Oscar Montoya, militante montonero, cuya madre, la otra abuela de Guido,
Hortensia Ardura con sus lúcidos 91 años
lo espera, en Caleta Olivia.
POSDATA
Estela
es la abuela admirable que muchos, tal vez millones, la sentimos como propia.
De ahí esa explosión de alegría que inundó al país. Es la máxima referente de
una asociación de mujeres notables que si en el mundo hubiera un mínimo de
justicia y del equilibrio que despliegan, deberían acceder al Premio Nobel de
la Paz.
Son
las que recorrieron el planeta buscando a sus nietos y propogandizando su
causa. Las que desde el Estado sólo fueron apoyadas indirectamente por el
histórico Juicio a las tres primeras juntas, basamento imprescindible para el
juzgamiento de casi un millar de acusados como ejecutores del terrorismo de
estado durante el kirchnerismo. Las que como cuenta Marcela Bublik en su
biografía de Rosa Roisinblit, se convirtieron en detectives: “Una abuela se
hizo contratar como asistente hogareña en una familia para poder estar cerca de
una niña. Otra se empleó como enfermera para asegurarse de que la criatura a la
que harían estudios genéticos era la que correspondía. Siguiendo una pista,
una se hizo internar en una institución
neuropsiquiátrica. Otras se hicieron pasar por miembros de una cooperadora
escolar para entrar en la casa donde vivía
un niño sobre el que habían recibido una denuncia anónima”
Tal
vez, sin advertirlo, Estela había legado
a su hija desaparecida y asesinada, su espíritu de lucha y su constancia, y a
su vez su hija, que parió encapuchada y esposada, hizo nacer una nueva Estela. En la biografía
“Laura. Vida y militancia de Laura Carlotto” de María Eugenia Ludueña se
cuenta: ”Había sido un varón ( en la ESMA). Le había susurrado al oído el
nombre, “Guido como tu abuelo”. Lo había acunado en sus brazos, entre tres y
cinco horas, calculó. Se había guardado su olorcito a recién nacido. Más tarde
le pidieron que entregara a su bebé, Rita( su apodo guerrillero) se resistió,
abrazó al hijo sobre su pecho. Llamaron a un médico, le pusieron una inyección.
Al despertar de ese sueño químico no recordaba cómo había salido de de la
habitación ni como había llegado de nuevo a La Cacha. Preguntó por el bebé. Le
dijeron que lo habían entregado a su mamá. Que la señora de Carlotto había
aceptado, pero les había dicho que no quería saber más nada acerca de su
hija……” Otra infamia más, otro tormento
adicional.
La
vida que sometió a Estela a dolores impiadosos, la gratificó cuando supera las
ocho décadas que no son para nada perceptibles, en ese encuentro postergado
durante 36 años, reflejado en una canción de Ignacio Copani, escrita hace un
tiempo: “ Abuela…
¿qué hora son? Serán las horas de tejer
los lazos,/ que el odio separó en tantos
pedazos,/ que sólo puede remendar tu amor./ Serán las horas nuevas del abrazo/
que el tiempo te negó./ Tanto tiempo buscando/ el máximo regalo/ que
tu hija te dejó.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario