“PATÉTICAS MISERABILIDADES”
La imagen hería los ojos. Los policías sublevados en
Córdoba se abrazaban con sus parejas y hacían sonar las sirenas de sus
patrulleros. Gritaban frases significativas y alarmantes como: “Sí, se puede”;
“La ciudad es nuestra”; “¡Ahora vamos a salir a hacer de goma Córdoba!” Esa
alegría desbordante contrastaba con una ciudad arrasada que durante muchas
horas había carecido de Estado. Era como celebrar una fiesta en un velorio.
Las escenas parecían arrancadas del cine catástrofe.
Gente que llegaba en vehículos, algunos de alta gama de la cual bajaban y
rompían vidrieras. Luego aparecían
grupos de motociclistas que en operaciones coordinadas detenían el tránsito y
rápidamente arrasaban con supermercados, tiendas, negocios de
electrodomésticos, ferreterías, domicilios particulares, sin reparar en
tamaños. A ello se sumaban en algunos casos, gente que aprovechaba la
oportunidad.
Una sociedad
atravesada por el terror ante la ausencia del Estado. Y el miedo despierta los sentimientos más atávicos y los instintos más
mezquinos. En respuesta, grupo de comerciantes y jóvenes construyendo
barricadas en las calles y haciendo justicia por mano propia contra todo
motociclista sospechoso por portador de cara. Y algunos defensores envueltos en
falsas emociones patrióticas cantando el himno detrás de sus parapetos.
Propietarios disparando contra los depredadores. Sólo un milagro, o porque Dios
es cordobés, evitó que el número de vidas humanas sólo fueran un muerto y un
centenar de heridos.
HIPÓTESIS
La policía de Córdoba, como otras, está atravesada
por el narcotráfico. En Santa Fe y en Córdoba involucró a las máximas
autoridades, que según una hipótesis, en esta última habría dejado de recibir
los jugosos emolumentos que compensaban los bajos salarios. Al enfrentarse con
una realidad de ingresos significativamente diferentes, el malestar fue
creciendo rápidamente, situación que el gobernador subestimó. Mientras José
Manuel de la Sota se encontraba en el exterior y su equipo de gobierno estaba
paralizado, estalló un conflicto que un político atento hubiera prevenido. Muchos gobiernos provinciales tienen con
sus respectivas policías un pacto doblemente nefasto: el gobierno deja que las
policías hagan sus negocios delictivos en un nivel que estiman no afecte su
gestión y éstas hacen un pacto similar con la delincuencia. Cuando alguna
situación traba ésta relojería o se desborda, la bomba estalla.
La otra hipótesis es una acción concertada entre la
policía y grupos vinculados al narcotráfico, en donde se pasaba la factura por los policías desplazados y alguno
detenidos y se creaba una situación anárquica que colocaba al gobierno
provincial en una situación muy desfavorable para negociar los reclamos de los
sublevados.
RESPONSABILIDADES
La responsabilidad de la policía cordobesa está en el primer plano, más allá de la justicia de sus
reivindicaciones laborales. Ante
la magnitud de los actos de vandalismo no decidieron levantar su actitud, como
si los médicos en huelga no mantuvieran las guardias o en caso de una epidemia
no levantaran sus medidas para seguir con sus pedidos una vez superada la
situación.
El segundo responsable es el gobernador que mintió
cuando informó que se había intentado comunicar con las autoridades nacionales;
dijo luego que envió un twiter, pero el fax con la solicitud de apoyo llegó
recién a las 8,40 del día 4 de diciembre. Su propia Ministra de Seguridad
desmintió al gobernador cuando informó que en los momentos álgidos de los
hechos estuvieron analizando si pedir ayuda o no al gobierno nacional. Luego
aparecieron los fondos que hubieran evitado, probablemente, los hechos delictivos, aceptando aumentos considerables que sientan un precedente hacia otros sectores de la administración
pública y futuros levantamientos policiales, al tiempo que prescindió de todo
tipo de sanciones y le habló a los uniformados como si recién asumiera la
gobernación.
Tiene responsabilidad el gobierno nacional al no
actuar rápidamente poniendo todos los recursos disponibles en beneficio de la
provincia y de los ciudadanos cordobeses. Es absolutamente cierto que las
provincias son estados federales y que la llave del pedido lo tiene la
administración provincial. Pero es del
preescolar político, tomar la iniciativa y deslindar públicamente
responsabilidades. Si se hubiera utilizado la cadena oficial afirmando:
“Estamos a entera disposición del pueblo de Córdoba y de sus autoridades
legítimamente elegidas. Somos respetuosos de las autonomías provinciales, pero
como gobierno nacional de los cuarenta millones de argentinos vemos con
profunda preocupación los hechos de vandalismo que se están produciendo en la
provincia. Sólo esperamos el pedido para movilizar todas las fuerzas que
disponemos.”
Eso hubiera significado una divisoria de aguas. En
cambio el Jefe de Gabinete Jorge
Capitanich, en conferencia de prensa en el aeropuerto, camino al Paraguay por un problema sanitario
vinculado al dengue, adujo no haber recibido ningún pedido en su celular y que
cada uno se debía hacer cargo de su responsabilidad, recordando al federalismo.
A los que sufrieron principalmente el saqueo y un día de miedo les resulta
irritante el pase de facturas. En
general es desagradable para toda la ciudadanía y atenta contra la
respetabilidad de la política y sus representantes. Primero se debe dejar claro la disponibilidad
de ayudar y luego de ello, deslindar responsabilidades y pasar las facturas que
correspondan. El gobierno no puede hacer
pie en Córdoba. Tenía una magnífica oportunidad de sumar puntos. Decidió en
cambio incorporarse a una comedia de enredos en medio de un drama, en donde,
aunque tenga una proporción mayoritaria de razón, sale mal parado. Un caso
parecido había ocurrido, en diciembre del 2010, durante los incidentes en el
Parque Indoamericano, cuando los problemas entre las policías Federal y la
Metropolitana, sobre su competencia, las llevaron a ausentarse, dejando
enfrentados a vecinos de posiciones encontradas.
Cuando se retira el Estado, siempre aparece la ley de
la selva.
COMPARACIONES FALACES
Hay comentaristas que han tratado de establecer
comparaciones de lo sucedido con el Cordobazo y los saqueos del 19 y 20 de
diciembre. Nada más alejado de la realidad. El primero fue un acontecimiento
histórico en un contexto pre revolucionario con una confluencia de la pequeña burguesía universitaria y la
clase obrera con el apoyo de la mayoría de la población. La enorme energía
desplegada allanó el camino, aunque ese no fue el motivo, para el regreso de
Perón en 1972. Los acontecimientos de diciembre del 2001, fueron la
exteriorización de la pobreza y marginalidad que quedó evidenciada a la
implosión del modelo de rentabilidad financiera, sumiendo a la Argentina en la
peor crisis del siglo pasado; es así que amplias franjas de la clase media afectadas
por la crisis, el descenso social, la falta de futuro, la emigración de sus
hijos y la congelación de sus depósitos,
confluyeron con sectores marginales en su reclamo.
En cambio lo sucedido el 4 de diciembre en Córdoba
tiene otras características: un estallido concertado por problemas policiales
salariales en confluencia con intereses económicos que inficionan la estructura
de seguridad, cambiando su orientación y provocando una situación de anarquía
que también es aprovechado secundariamente por sectores medios y marginales.
Eso revela también las rajaduras en el entretejido social que la recuperación
económica general aún no ha restañado. El empresario que fue saqueado por sus
clientes y vecinos lo expresa con formidable potencia.
“PATÉTICAS MISERABILIDADES”
Hipólito Yrigoyen, el que encabezó el primer gobierno
nacional y popular del siglo XX, acuñó
la expresión “patéticas miserabilidades” para definir las miserias humanas.
En los sucesos de Córdoba, se dieron intensamente y
en abundancia. Por un lado, una policía que desprotegió a la población y luego
brindó por su mejoría económica sobre los escombros que fueron posibles por su inacción. Por otro, un pequeñísimo gobernador que no
previó el conflicto, que luego lo subestimó, para finalmente claudicar,
cerrando un conflicto para abrir muchos otros no sólo en su gobernación, sino
mucho más allá de su territorio por efecto reflejo. Su ineficiencia llegó a tal
punto que hasta carecía del teléfono actual del Jefe de Gabinete, que tiene
disponible cualquier producción de cualquier medio.
Por último, el
gobierno nacional que volvió a incurrir en el grosero error de evaluar que lo
que sucedía en Córdoba sólo afectaría políticamente a las autoridades de la
provincia.
Un cuadro que se ajusta como el anillo al dedo a la
expresión de Don Hipólito: “patéticas miserabilidades”.
6-12-2013
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