Martín Kohan
10-11-2023
PERFIL 11-11-2023
A
mí Luis Majul me ha interesado desde siempre, porque me interesa la relación
singular que mantiene con el lenguaje. No lo usa, más bien le sucede. Diría
incluso que le acaece, que se precipita en él como un alud, como un chubasco.
Hay algo que no está a su alcance hacer, y es escuchar; cuando le hablan, él
habla también, no le parece que haya que dejar de hacerlo.
Su
idea de periodista punzante se asemeja a la marcación a la que Luis Reyna
sometió a Maradona en un recordado Argentina-Perú. Y si Reyna se propuso no
solo no dejar jugar a Maradona, sino además no dejarlo mover, lo que intenta
hacer Majul con sus entrevistados no es solo no dejarlos hablar, sino además no
dejarlos pensar. Pone a prueba, a través de sucesivos cobayos, los límites de
la capacidad humana para no caer en la desesperación (cualquiera de sus
entrevistados puede en cualquier momento convertirse en Quico con el Chavo del
Ocho).
Majul
no es tan bueno cuando tiene que hablar solo, en eso que da en llamarse
“editorial”. Los monólogos le salen mejor cuando los hace mientras otro le
habla, y no con un fondo de silencio que claramente lo perturba (es evidente
que algo le falta, y ese algo es una voz ajena a la que desoír y tapar). Y es
que hasta las chicharras, que carecen de lenguaje articulado, alternan sus
emisiones; y si acaso se superponen (como puede cualquiera encimarse cuando
está conversando con otro), lo hacen para entrelazarse o para sumarse, y no
para anularse mutuamente.
No
ha de haber esfuerzo mayor para Majul que el de callarse y escuchar, aunque sea
un poquitito. No es lo suyo, no le sale. Pero hay algunas ocasiones en las que
se ve obligado a intentarlo (se lo indican, se lo exigen), y eso es cuando
entrevista a Milei. En tales casos, es presa de un ataque de asentimientos eléctricos.
No son los asentimientos del que escucha (porque ahí tampoco escucha), sino los
de aquel que se está conteniendo de hablar y teme no poder lograrlo por mucho
tiempo.
Pasa
igual que en ciertas escenas mal actuadas de un cine de otra época, en las que
el personaje al que le hablan no presta atención a lo que le dicen, porque está
repasando mentalmente la letra de lo que le tocará decir a continuación en un
diálogo falso, guionado. No es en sentido estricto un oyente, sino apenas un
hablador contenido. O un interruptor compulsivo, contenido.
A
Milei tiene que dejarlo hablar, y no solo por eventuales exigencias de
contrato, sino porque para Milei resulta del todo imposible hablar a menos que
el otro se calle por completo. De manera que lo que tenemos es a dos impedidos
para la conversación, que no obstante cada tanto se juntan: uno que no va a
poder hablar a menos que el otro no hable (¡y es candidato a presidente de la
Nación!) y otro al que le es imposible escuchar y entonces habla mientras le
hablan (¡y trabaja de hacer entrevistas!). ¿No podría decirse que son, en
cierta forma un tanto paradójica, el uno para el otro? Reunidos, combinados,
van destrozando una por una las seis funciones que según el lingüista Roman
Jakobson hacen posible la comunicación entre las personas.
Milei
no puede, y acaso no quiere, hablar él y que el otro hable también. Si habla el
otro, él no puede: no puede y se desespera (incluso cuando el otro calla,
cuando se limita a mirarlo y dejarlo seguir, puede ocurrir que escuche voces y
que igual se desespere. Porque Milei, como es sabido, escucha voces. Es la
clave del vínculo que mantiene con sus perros, especialmente con el que se
murió hace años). Cuando dirige una pregunta, no espera una verdadera respuesta
(si pregunta: “¿A vos te parece bien el robo?”, la respuesta está decidida de
antemano, la está poniendo él mismo). Y cuando le dirigen una pregunta, la
admite solamente si se limita a darle el pie para el monólogo que él tiene
previamente establecido. Y si no, arrasa con ella, se pone muy agresivo,
visiblemente se desencaja.
Algunos
de sus votantes de última hora, para poder votarlo sin sentir que dejan de ser
lo que en verdad nunca fueron, republicanos, precisan no escuchar las cosas que
dice. Una dirigente política llegó incluso a pedirlo expresamente: que se
callen los de LLA, para poder así votarlos. ¿Y si no le obedecen? ¿Y si no se
callan? Puede hacer lo que hace Majul, aunque justo con Milei no lo haga:
¡hablarles encima!
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