Somos testigos, protagonistas y víctimas de uno de los acontecimientos que marcarán una divisoria de aguas en la historia de la humanidad. No es la primera vez, ni será la última que el mundo sufre cataclismos, pandemias, crisis económicas, terremotos, guerras mundiales, tsunamis….
Pero nunca, una pandemia paralizó a
un planeta globalizado e interconectado, lo sometió a una cuarentena global, paralizó
casi totalmente a la economía, y como una de las pocas consecuencias positivas
dejó de torturar a la naturaleza. Emergen como protagonistas fundamentales los
que habitualmente son reducidos a actores secundarios, con ingresos de
subsistencia: médicos, enfermeras, especialistas, científicos, y todos aquellos
que garantizan el funcionamiento mínimo de la subsistencia en condiciones
extremadamente adversas. Y también la reivindicación de la mejor política, de
los mejores políticos y de lo público: el papel fundamental del estado, y por
supuesto la salud y la educación pública.
La historia recordable ha tenido siempre como
teatro el escenario público. Hoy, vaya paradoja, la sobrevivencia, se hace en
el territorio privado de la reclusión. La pandemia pasará, la vida cotidiana
tendrá cambios de profundidad variable, pero cuando se haga la evaluación de la
crisis económica y social en el país y en el mundo, se visualizará un panorama
desolador. El día después da lugar a todo tipo de especulaciones. Desde un
cambio fundamental a un reforzamiento de las políticas que han conducido al
planeta al borde del abismo. El futuro, como siempre, es un espacio que los
sobrevivientes transitarán, y está abierto a todo tipo de pronósticos. El
presente, en cambio, permite hacer una aseveración, que evitando todo tipo de
eufemismos, es un corte, una bisagra histórica, de alcances superlativos
UN ESCENARIO DE CIENCIA
FICCIÓN
Un paisaje insólito. Ciudades
desiertas, multitudes con barbijos, colas donde sus integrantes se separan
entre un metro y medio y dos metros, ciudadanos que se cruzan en las veredas
tratando de apartarse, negocios que permiten el ingreso de sólo dos clientes
por vez. Un estornudo o una tos de alguien cercano produce un terror similar al
aviso de la detección de una bomba a punto de estallar. El otro no es meramente
un humano prójimo y preocupado, sino tal vez el envase donde pululan millones
de coronavirus versión CONVIC 19. El virus es invisible pero el que lo puede
transportar es visible y adopta imaginariamente la forma de un explosivo. La
crueldad de la situación que origina el virus es que al ser altamente
contagioso, en alrededor del 3 al 5% mortal, el enfermo muere en soledad, sin
la caricia de una madre o de su compañera/compañero, sin el beso final de un
hijo. El destino final es la incineración.
En la vida cotidiana, el virus nos
separa de hijos y nietos y todas las expresiones con que los humanos expresamos
el amor, el cariño, los besos, los abrazos, que han sido proscriptos.
Hasta ha alterado el significado de
algunas frases que son lugares comunes: antes de la aparición del virus, decir
que Juan es alguien que le esquiva al compromiso social, o los compromisos a secas,
se traducía despectivamente como que “se lavaba las manos”. En cambio ahora, si
Juan se lava muchas veces las manos, cada vez que corresponda, pasa a ser
alguien muy solidario porque se cuida a sí mismo y a los otros.
El virus se manifestó primero en
China y en tres meses arrodilló al planeta. Es paradójico: ni los números de
los infectados planetarios, neto de los recuperados hasta ahora, ni el número
de muertos, con su trágica carga, en un primer análisis no se compadece con que
más de la mitad de la población mundial esté en cuarentena de diferentes
intensidades. Lo que es una bomba de tiempo es la rapidez de su propagación y
su capacidad de contagio. Y sobre todo que no hay tratamientos. Más que lo dificultoso del presente asusta
la proyección geométrica de lo que puede venir.
La globalización ayuda a su meteórica
extensión. El desarrollo de los medios de comunicación hace que la pandemia
permanezca informada en cada domicilio de manera superlativa, alcanzando un
grado de saturación. La diaria lista de contaminados y muertos, mucho más
divulgada que la de los que superaron el trance, es un parte médico diario que
convierte a cada oyente o televidente en algo así como el receptor de los
informes de que muchos de ellos padecieron cuando tuvieron un familiar, en otro
contexto, en terapia intensiva.
Es un virus menos letal que muchos
otros que se han neutralizado o abatido y el grado de mortalidad depende de los
avances sociales de cada país. Y hasta que se descubra la vacuna, o en su
defecto antivirales que lo neutralicen, cada sociedad estará más o menos
protegida conforme a la fortaleza que haya conservado su Estado, en medio del
arrasamiento neoliberal que desde la hegemonía de la dupla Reagan-Thatcher
colocó al mercado como distribuidor desigual de la riqueza y al Estado como
garante de esa distribución. La denominada Dama de Hierro sostenía: “No
existe la sociedad, sólo existen los individuos, hombres y mujeres
individuales”
En épocas consideradas normales, se
estima lógico una considerable concentración de la riqueza en crecientes
minorías y como contracara una expansión de la pobreza. Sociedades en la que
los menos nacen con un plus de beneficios y grandes posibilidades de futuro y
mayorías que acceden a la vida hipotecados.
Manuel
Trajtenberg, un economista argentino nacido en Córdoba que vive en
Israel desde 1969, liberal, sostiene: “La desigualdad de hoy está al mismo
nivel que en los años 20 del siglo pasado”
En épocas de pandemia, se extrema la
posibilidad de vivir o de morir. En Alemania que aún conserva el esqueleto de
un estado de bienestar el porcentaje de muertos no llega al medio por ciento.
En cambio en Francia alcanza al 3,97%, España al 6,55% e Italia al 9,2%.
Los franceses en cuarentena deberían
recordar los recortes al estado francés que hoy sanitariamente padecen en el
largo período de 25 años que van desde Jacques Chirac a Emmanuel Macron,
pasando por Nicolás Sarkozy, con el
tenue interregno del socialista
Francois Hollande. Los españoles deben la desarticulación del Estado a
su derecha, heredera del franquismo, y su centro izquierda funcional al
establishment, consumado durante 22 años que van de José María Aznar a Mariano
Rajoy, pasando por José Luis Rodriguez Zapatero. Y finalmente Italia con el
grotesco Silvio Berlusconi y sus sucesores. Detrás de todos ellos el poder
económico de sus respectivos países, y es de Perogrullo que en las leyes de
mercado la ganancia está por encima de la salud de la población.
La disyuntiva actual, que es planetaria,
radica en si hay que privilegiar la salud asumiendo los enormes costos de parar
la economía o continuar la actividad con la hipótesis de que en caso contrario
el remedio es peor que la enfermedad. Esto tiene una respuesta pragmática: el
crecimiento de los enfermos y muertos que se potencia por la falta de
cuarentena termina desembocando en pánico y concluye con una cuarentena
espontánea sin reducir los costos económicos, sólo postergados algunas semanas.
Los que han seguido este último criterio, están, entre los más
importantes, Donald Trump en EE.UU, que
le puede costar la reelección en noviembre; en Gran Bretaña, retrocediendo
apurado de su inicial postura su primer ministro Boris Johnson, quien ha terminado
también contagiado del virus; Andrés Manuel López Obrador en Méjico, ordenando
al virus a detenerse y el incalificable Jair Bolsonaro cuya ignorancia criminal
le costará posiblemente la presidencia en forma anticipada.
Paradoja de un mundo irracional:
EE.UU, la mayor potencia mundial, está más preparado para responder a un ataque
nuclear con su inmenso presupuesto militar que para hacer frente a una
pandemia. El mismo país que tiene una población como la Argentina fuera del
sistema de salud y alimenta en las escuelas a 30 millones de niños. El
presidente norteamericano más preocupado por las empresas que por sus
habitantes habla desaprensivamente de 50.000 a 100.000 muertos. Envió al
Congreso un paquete de rescate de 2,2 billones de dólares que es el triple de
lo aplicado en la crisis del 2008.
EDADES EN LA HISTORIA
Por razones metodológicas, en el
colegio secundario del siglo pasado, se determinaban las etapas históricas de
la siguiente manera:
Prehistoria:
desde el origen de la humanidad aproximadamente entre dos y tres millones de
años antes de Cristo, hasta que se inventó la escritura, 4000 años antes de
Cristo.
Edad Antigua:
comienza con la aparición de la escritura
y termina con la caída del Imperio Romano en el siglo V después de Cristo.
Edad Media:
desde el siglo V hasta que los españoles
llegan a América en el siglo XV
Edad Moderna:
desde el siglo XV hasta el inicio de la
Revolución Francesa
Edad Contemporánea:
desde el siglo XIX hasta la actualidad.
Más recientemente el historiador
inglés Eric Hobsbawm, denominó al siglo XX, como el siglo corto que empezó con
la primera guerra mundial en 1914 y concluyó con la caída del Muro de Berlín en
1989, es decir que sólo sumaba. 76 años.
Posiblemente si viviera (murió en el
2012) recién daría terminado el siglo XX con la actual “Corona-crisis”, por lo
que el siglo sería largo, de 116 años.
Personalmente, me inclino por esta
alternativa, ya que la crisis sanitaria y económica, sin precedentes, será un
tajo en la historia humana.
CRISIS ECONÓMICA
INTERNACIONAL
El desmoronamiento de la economía mundial tiene una
velocidad que nada tiene que envidiarle a la capacidad de contagio del
coronavirus CONVIC 19. En menos de un mes 11.000.000 de nuevos desocupados en
los EE.UU y a noviembre puede superar largamente el 20%. La caída del PBI
norteamericano puede rondar, en el segundo trimestre entre el 12 y el 20%. La
muy flexible legislación laboral puede llevar los desocupados cuando termine
abril a 40 millones. El PBI Chino cayó el 13,5% anual en el primer bimestre, la
tasa de inversión cayó un 24,5% contra un incremento del 5,4% anual en el
cuarto trimestre del 2019. Y esto datos catastróficos se repiten con diferente
intensidad en países de la Comunidad Económica Europea. Cae a pique el comercio
internacional, el mundo marcha hacia una recesión generalizada y el valor de
las empresas caen estrepitosamente. Según el FMI, de los mercados emergentes se
han retirado en los últimos días más de 83.000 millones de dólares, mientras ya
son 80 los países que han pedido asistencia.
La velocidad de la caída queda reflejado en la estrepitosa caída
bursátil. Ahora sucede en tres semanas, lo que en la crisis de 1929 sucedió en
tres años. Era un mundo, antes de la doble crisis, al borde del abismo: la
deuda global, como escribió el periodista Alfredo Zaiat, era “322 % superior a
los bienes y servicios que produce el mundo”.
Fronteras y aeropuertos cerrados, los hangares y las
pistas con los aviones estacionados, pasajeros sorprendidos lejos de sus países
en un mundo que se cierra al extremo, viviendo lo que los africanos padecen
desde hace décadas cuando se le niega su ingreso a territorio europeo, es un
capítulo avizorado en una novela o película de ciencia ficción que sin embargo
no es realismo mágico, sino realismo catástrofe.
La mezcla explosiva de crisis económica planetaria y
sanitaria simultánea con ritmo vertiginoso, abre un nuevo panorama: el
neoliberalismo y el librecambio retroceden silenciosamente y aprueban lo que
hasta ayer era un crimen de lesa economía: subsidios directos a la población,
nacionalizaciones, fortalecimiento del estado y su intervención directa. Ya no
se critica la emisión monetaria sino que se la alienta y el equilibrio fiscal
es un objetivo que se desecha con entusiasmo. Los commodities caen a precios de
hace mucho tiempo, siendo el petróleo un ejemplo quedando el barril por debajo
de los 25 dólares. Con este precio Vaca Muerta tiene el nombre correcto: es
absolutamente inviable.
CRISIS ECONÓMICA NACIONAL
El macrismo dejó al país en terapia intensiva y en
esa situación de extrema debilidad es asolada por el coronavirus, con la
paralización de la economía que implica la cuarentena. Al borde del default, con la capacidad
productiva al 50%, la extrema situación social que heredada del macrismo queda
reflejada dramáticamente en dos indicadores que en medio de la incertidumbre
actual conviene no olvidar: la producción de leche del 2019 quedó por debajo de
la del 2015 en un 22% y las ventas un 16%. El consumo de carne del 2019 fue la
menor desde el 2009. Sobre este escenario se despliega el coronavirus y la
corona crisis.
CRISIS SANITARIA NACIONAL
El aislamiento social que los sectores mejor
pertrechados de la sociedad pueden sobrellevar con inconvenientes menores, se
vuelve de casi imposible cumplimiento en los márgenes de los grandes
conglomerados urbanos, donde el hacinamiento en hábitat carentes de las mínimas
comodidades o prestaciones constituyen el punto débil de una política efectiva.
El ingreso del virus en esos territorios es una bomba
de tiempo. La idea que el aislamiento se efectúe por barrio y no por casas, tal
vez sea una alternativa más plausible y efectiva.
La pandemia permite visualizar sin subterfugios los
distintos guetos: los enormes conglomerados carenciados y los barrios cerrados.
El otro punto a considerar es la cantidad de camas de
internación por cada mil habitantes. La Argentina está en un punto medio: tiene 4,5 camas de internación por cada mil
habitantes. La mayor cantidad están en la Capital Federal (7,1 por mil) y las
provincias de Córdoba (5,9) y Buenos Aires (5). Menos que las 8 o 10 camas por
1000 habitantes que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Estos datos
son previos a la cantidad de camas que se están sumando con el gigante
despliegue de las últimas semanas.
EL DÍA DESPUÉS
Los intelectuales, fundamentalmente residentes en Europa,
polemizan sobre las consecuencias de las crisis económica y sanitaria. Mientras que el filósofo esloveno Slavoj
Zizek sostiene que “el virus ha asestado un golpe mortal al capitalismo”, el
coreano Byung- Chul Han, muy promocionado, le respondió: “El virus nos aísla e
individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. No podemos dejar
la revolución en manos del virus”
Tempranamente, en febrero, el italiano Giorgio
Agamben, relativizó los efectos de la pandemia,
considerando que “estando el terrorismo como causa ya agotada de medidas
excepcionales, la invención de una epidemia ofrece el pretexto ideal para
ampliarlas más allá de cualquier límite”
Me meto modestamente en la polémica tomando una
inteligente aseveración del empresario Samuel Goldwyn Mayer, de la Metro:
“Nunca conviene hacer pronósticos, sobre todo hacia el futuro”. Un hecho
conmocionante que implica una bisagra histórica puede disparar un cambio
fundamental o una consolidación del orden existente. De las vísceras de la
primera guerra mundial emergió la Revolución Rusa, e inmediatamente a
posteriori de la segunda guerra mundial triunfó la Revolución China. En cambio
a los pocos años de la Revolución francesa se produjo la restauración
conservadora. Algunos historiadores sostienen que después de la peste negra del
siglo XIV que exterminó un tercio de la población europea, emergió el
Renacimiento con el florecimiento de las artes y las ciencias.
Sólo me atrevo a pronosticar que la revalorización
del papel del estado parece inevitable. Cierto retorno, tal vez, al estado de
bienestar.
El establishment económico mundial se prepara para
embestir contra esta posibilidad, reduciéndola a que sólo se justifica ante
situaciones excepcionales
FALSAS DEDUCCIONES
La idea que se ha superado la fractura en la sociedad
argentina conocida como grieta ante la presencia de la pandemia, resulta una
deducción devenida de una situación coyuntural y transitoria. Si así
fuera, la existencia de dos modelos que
vienen del fondo de la historia ha sido un conflicto superficial y epidérmico.
Incluso la unidad nacional ante una situación inédita
privilegiando la vida antes que la economía, es falsa. La columna de los
viernes del diario Clarín, escrita por Marcelo Bonelli que expresa en muchas
ocasiones los pensamientos del establishment y de los acreedores
internacionales, sostuvo el 27 de marzo
: “Hay influyentes voces que insisten en que el freno productivo será mayúsculo
y que la estrategia al final causará más daño que beneficios a la sociedad. En
la UIA y la Asociación de Bancos se escucha ese diagnóstico. Por prudencia no
hablan en público.”
Otra aseveración generalizada es que estamos en
guerra contra un enemigo invisible. La suma del coronavirus y el corona-crisis
supera incluso a la guerra. En la misma, la población tiene un enemigo visible,
puede salir a la calle, sigue trabajando y tiene refugios a los que corre
durante los bombardeos. No están desestimadas las muestras de cariño. Incluso
la guerra puede intensificar la actividad económica, al punto que EE.UU termina
la crisis de 1929 con su ingreso a la segunda guerra mundial. En las guerras
mundiales hubo países neutrales. Ahora eso no es posible. El virus no entiende
de neutralidad. Para nada esta explicación intenta subestimar el horror de las
guerras, es solo una argumentación contra una deducción que estimo equivocada.
SIN EUFEMISMOS
Estamos en un clivaje económico mundial y en el
horizonte es difícil encontrar una luz que nos de alguna seguridad sobre el
presente. Si no fuera por lo dramático del contexto, arrancaría una sonrisa,
tal vez una carcajada, la propuesta del Ministro de Educación del macrismo
Esteban Bullrich de “disfrutar la incertidumbre”.
Todas las certezas de los últimos cincuenta años
están pulverizadas. Estamos en las puertas de una crisis económica sin
precedentes. Convivimos en un planeta en cuarentena y en una crisis económica
que no puede achatar su propia curva por la velocidad de la caída de la
producción, de la demanda, de la inversión, con sus exteriorizaciones altamente
probables: innumerables empresas cerradas, millones de desocupados. La corona-crisis tiene una profundidad
impredecible y deja pequeñas todas las crisis conocidas. Los estados, con
mayor o menor intensidad, adoptan el keynesianismo y sepultan la idea que el
mercado y su mano invisible, que cuando se visibilizó, fue el brazo del
carterista.
Algunas de las consecuencias tétricas de la corona
crisis son funcionales al neoliberalismo: mata a los viejos aliviando uno de
los caballitos permanente de ajuste que es el sistema previsional y descenderá
de las clases alta y media hacia los sectores pobres cuya disminución es otro
de los objetivos deseados.
Cuando la pandemia se supere, dejará más pobres que
muertos.
Una serie de circunstancias planeadas y fortuitas ha
puesto al frente de la Argentina a un presidente como Alberto Fernández, que hasta ahora actúa, dice la socióloga
Paula Canelo, como un médico de familia: contenedor y comprensivo. “De la
economía se vuelve, de las muertes no” ha reiterado.
En un mundo donde Dios nunca existió, tal
vez sea cierto que es argentino.
En una sociedad surcada por el miedo y los
resultados, por neutralización o irrupción de conflictos sociales extremos, Alberto
Fernandez ha consolidado un liderazgo y tiene una aprobación de alrededor del
90%. Pero todo es provisorio y circunstancial. La evaluación final de
beneficios y daños determinará si mantiene o se debilita su fortaleza actual.
Es importante aclarar que si bien las medidas hasta
ahora adoptadas contra la pandemia dan resultados mejores de los previstos, porque
ha iniciado la cuarentena a 12 días de conocerse el primer caso, cuando China
lo estableció en el día 24, Italia en el día 35 , España en el 42 y Francia en
el 43, falta mucho para la superación de la situación. Eso hace razonable que
despierte un moderado optimismo, pero hay que evitar caer en un triunfalismo
mediático de la guerra de Malvinas: “Vamos ganando”
En definitiva: Terminó el siglo XX. Se
están barajando de nuevo las cartas. Ningún resultado está escrito. Tal vez
sería importante considerar que no volveremos a la misma normalidad, porque esa
normalidad era el problema.
30-03-2020
·
Publicado en la Tecla Ñ y
Diario Registrado
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