06 abril 2017

ARCHIVO Hace 10 años asesinaron al maestro Carlos Fuentealba. Escribí entonces:

         LAS TIZAS Y EL PIZARRÓN

Las  tizas quedaron tiradas sobre la ruta  22, donde hace diez años en otra protesta docente fue asesinada accidentalmente la empleada del servicio doméstico Teresa Rodríguez.
Las  tizas quedaron nuevamente tiradas sobre la ruta  22.
Allá en el Sur, donde la guerra de Malvinas no se siente como una aventura sino como una gesta, donde Alfonsín soñó trasladar la Capital cuando su poder se disolvía, ahí donde la privatización de YPF le cambió el rostro humano a la ocupación y al trabajo, ahí donde el petróleo fluye con generosidad, ahí fue asesinado Carlos Fuentealba.
Un policía de frondosos antecedentes fue el brazo ejecutor. Los instigadores son los que convierten al orden de los cementerios en un paradigma de vida.
El pizarrón, el misterio del pizarrón quedó lejos de las tizas.
Los trabajadores de la educación tomaron el espacio público en reclamo de sus salarios.
Se alteró “el orden” en la ruta  22.
Para restablecer la tranquilidad el gobernador Jorge Sobisch, dio la orden y fuerzas de la inseguridad la ejecutaron. Pertenece al Movimiento Popular Neuquino, partido de origen neoperonista, que gobierna la provincia desde 1983. Dice el politólogo Rosendo Fraga: “El Movimiento Popular Neuquino ha ganado todas las elecciones a gobernador de Neuquén desde el reinicio de la democracia. Tuvo tres gobernadores que se sucedieron en seis mandatos. Se trata de Felipe Sapag, quien gobernó la provincia en los períodos 1983-1987 y 1995-1999; Pedro Salvatori, que lo hizo entre 1987 y 1991; y el actual gobernador Jorge Omar Sobisch, que ganó la elección de 1999, y consiguió la reelección en 2003.”
Los manifestantes se dispersaron. Sobre la ruta 22 quedo tendido Carlos Fuentealba, quién realizó buena parte de su carrera docente colgado de un andamio como obrero de la construcción.
El gobernador neuquino reivindicó su decisión e inmediatamente pasó a elucubrar estrategias para seguir siendo candidato, pretensión “tan cercana” como proclamarse rey de Inglaterra.
Kirchner mantuvo durante días su acostumbrado silencio, ese en el que se interna cuando la realidad le quita la iniciativa y decide recluirse en Calafate.
 Telerman quién está en campaña hasta cuando sueña, declaró duelo. El Ministro Filmus se lamentó por los días sin clases ante el paro docente. ¿Como explicará esta actitud a sus hijos el candidato a jefe de gobierno? ¿Como predicará solidaridad cuando critica indirectamente a los docentes por levantar la lucha de su compañero asesinado? El debería saber, mejor que nadie, que se educa con los comportamientos, mucho más que con las palabras. Para mejorar su candidatura cuyo despegue permanece incierto, Kirchner decretó un aumento justo pero cuya concreción corresponde a las provincias. En los oscuros años democráticos del fundamentalismo neoliberal, se provincializó desde la educación al petróleo, con la consecuencia que se desarticuló aún más la primera y se entregó la segunda, atravesadas ambas por la privatización.
LAS TIZAS Y EL MISTERIO DEL PIZARRÓN
Sobre la ruta nacional 22, nuevamente una muerte parece provocar un punto de inflexión. Esa muerte que ha convertido en bandera de lucha a  Carlos Fuentealba cuya  vida transitó por el camino de la dignidad.
Sus compañeros recogen las tizas tiradas sobre el asfalto de la ruta 22. Esa muerte y esas tizas que no entran dentro de las carpetas y las preocupaciones de Blumberg. Que no forma parte de los  intereses empresariales de Mauricio Macri. Que tampoco integra la tijera de ajuste y disciplinamiento tan caro a López Murphy. No entra en el eterno optimismo insustancial de Scioli. No perfora el discurso blindado de Radio 10 o los editoriales de La Nación. Ni en las profecías apocalípticas de Elisa Carrió. Ni en muchos taxistas o amas de casas, en profesionales desagradecidos recibidos en la universidad pública, en empleados sin conciencia de clase, en obreros desideologizados después de 13 años de Menem Delarruismo.
“Nada de ocupación del espacio público. Que pidan permiso para protestar. ¿Dónde  queda el derecho legítimo a transitar?”
Ni las tizas tiradas sobre la ruta nacional 22 perforan sus certezas. Defensa irrestricta de la propiedad privada, el orden como valor supremo, la policía como disuasión de los conflictos,  el Código Penal como panacea y la cárcel como destino final y solución al problema de los alborotadores y excluidos.
La magnitud del paro y  la envergadura de las manifestaciones demuestran que bajo los escombros del terrorismo de Estado, de las políticas neoliberales, de una guerra perdida, de la hiperinflación, de la convertibilidad, de la peor crisis económica de la historia argentina, franjas, sectores importantes de la sociedad conservan el espíritu de lucha, la posibilidad de seguir enarbolando las banderas arriadas en las derrotas, de seguir escribiendo la historia con los pasos multitudinarios de los pies en las calles, de continuar persistiendo sabiendo que la única lucha que se pierde es la que se abandona. 
Por eso, Sandra Rodríguez la compañera de Carlos Fuentealba, dijo: “ Te digo a vos, Carlos, que no bajo los brazos”
Neuquén, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Salta y Jujuy expresan con mayor virulencia  la geografía de la protesta. Neuquén y Salta son las provincias que dieron origen a los piquetes, cuando en aras de un país para pocos, los mismos que hoy claman por el orden, decidieron excluir a millones. Son los piromaniacos que no se hacen cargo de los incendios que perpetran.   
Sobre el misterio del pizarrón las tizas escriben que no se manchan. Son las mismas que han sido recogidas de la ruta 22 y hoy movilizan los pies de miles y miles de personas en todo el país  que creen como Gandhi que somos demasiados pobres para no invertir en educación. 
Para que Carlos Fuentealba no haya muerto en vano, no solo los docentes deben enarbolar las tizas. Si las mismas que se desperdigaron junto al cuerpo de Carlos Fuentealba, allá lejos, en el Sur,  por la Ruta  22.
Ahí donde el petróleo desaparece de la tierra y engrosa bolsillos privados. Ahí, en Santa Cruz con las escuelas tomadas por la gendarmería, donde están las tumbas colectivas de los peones patagónicos asesinados y donde cada tanto vuelve el recuerdo de Antonio Soto y Facón Grande.  Ahí, en la ruta 22 en Neuquén,  donde hace diez años, en abril de 1997 fue asesinada Teresa Rodríguez, sin que se haya aún descubierto quien fue su asesino material.
 El mismo policía imputado del crimen del docente, participó en la represión de aquella manifestación originada en la rebaja de los sueldos de los trabajadores de la educación.
Allí donde el profesor de Química ofreció involuntariamente su vida para que sus compañeros recojan las tizas, continúen la lucha y vuelvan a escribir en el misterio del pizarrón.  
10-04-2007
 

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