Un equipo vaciado futbolísticamente y desmoronado espiritualmente. Con un presidente, otrora gran capitán como Daniel Pasarella, quedándose en Buenos Aires. Integrando la legión de los que Arturo Jauretche calificaba de “Animémonos y vayan”.
Con un director técnico “soldado del presidente”, miedoso hasta la desolación, que es la contracara de su trayectoria de jugador. Con un planteo táctico, que a priori, es jugar para el empate colgándose del travesaño. Con un plantel anémico donde se prescindió de Buonanotte, que a pesar que nunca volvió a ser el jugador anterior al accidente, en estas circunstancias resulta necesario. Con jugadores alquilados que a las 48 horas se irán, cualquiera sea la suerte o la desgracia de River. Con un Belgrano que ya está hecho con llegar a jugar estas dos finales. Que viene fortificado de una larga serie de victorias, que lo llevó del último puesto al cuarto. Al cuarto de la Primera B nacional.
Todo esto es el desenlace de más de una década de desaciertos y latrocinios. De dirigentes millonarios y un club quebrado.
Todo esto es pasado. A 8 horas de salir penosamente del infierno o hundirse en él, con lo que López llevó a Córdoba, creo que lo mejor que puede hacerse es armar un 4-4-2.
Carrizo al arco, línea de cuatro con Ferrari- Maidana- Ferraro - Díaz. En el medio campo: Afranchino- Almeyda- Acevedo- Pereyra. Adelante: Lamela cerca de Pavone.
Con Afranchino y Pereyra proyectándose y acompañando a los dos delanteros. Y cuando se proyecten Ferrari y Díaz, alternativamente, Afranchino y Pereyra haciendo los relevos. Intentando mantener la pelota en campo rival.
Se debió haber convocado a todas las glorias de Ríver, como Pinino Más, Enzo Francescoli, el Beto Alonso, Reinaldo Merlo, Amadeo Carrizo, entre tantos otros para que acompañen al plantel. Para insuflarles confianza y prender la mecha de dignidad que alienta en lo profundo de los seres humanos. Para recordarles que esto es River, el club más ganador del fútbol argentino. Que en la cancha de Belgrano, donde realmente se define estas finales, la camiseta intimide al rival y no que pese como un grillete en los pies de los jugadores que llevan al pecho una banda gloriosa. Una historia que ha sido manchada con solo jugar la promoción, pero que aún puede evitar ser el hazmerreir general.
Si River decide jugar a empatar va a perder. Si es derrotado por dos goles, su suerte es casi irreversible. Por su impotencia ofensiva. Por eso hay que ser HOY, prudentemente ofensivos. River depende sólo de River. Irónicamente puede decirse que eso es lo más preocupante.
Que el equipo reaccione y sea un equipo constituirá un milagro.
Que así sea y el milagro se concrete.
22-06-2011
Hugo Presman.
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