Por Jorge Ferrari
jueves 09 de febrero de
2023 El Territorio de Misiones
Un notable pensador
argentino, el Dr. Hugo Presman, ha elaborado una interesante tesis acerca de
uno de los sectores sociales que históricamente más se ha involucrado en
nuestro destino como nación.
Presman analiza que “…la
existencia de una burguesía nacional surgida de las crisis del capitalismo
mundial (las dos guerras mundiales y la crisis de 1929) y no como un
crecimiento autónomo como fueron la inglesa, la francesa –o la norteamericana
triunfante de una guerra civil de cuatro años (1861-1865), donde el norte
industrial se impone al sur algodonero– marca la diferencia con la Argentina
donde después de 60 años de guerras civiles el sur agropecuario derrota a las
incipientes artesanías norteñas, lo que determinó el carácter semicolonial de
nuestro país. Una clase social es dirigente cuando, persiguiendo sus propios
intereses, decide incorporar a otras clases sociales a un proyecto afín.
Cuando decimos bloque en
el poder o alianza de clase dominante estamos significando que la alianza
dominante no se constituye exclusivamente en virtud del lugar que tiene en las
relaciones económicas sino también por el que ocupa en el terreno de las luchas
políticas: el Estado. Para ser precisos con las definiciones, el concepto de
bloque en el poder o alianza de clase dominante designa la unidad de fracciones
y capas de clase económica, política e ideológicamente dominantes.
Continuando con las
políticas agrícolas del siglo XIX, para la burguesía británica la ecuación con
Argentina no pudo ser más ventajosa: colocaba los saldos exportables de su
producción industrial en su mercado interno, recibía dividendos e intereses por
sus inversiones de capital (lo cual, obviamente, acrecentaba su capital) y
adquiría materias primas y alimentos a bajo precio que le permitieron, a su
vez, incrementar su exportación de productos industriales. Para desarrollar
esta estrategia, debió contar con aliados en
nuestro país…
Hugo Presman afirma que
“una de las causas del carácter semicolonial de nuestro país, es la existencia
–durante más de un siglo– de una clase dominante que está muy lejos de ser una
clase dirigente”; y recoge las declaraciones de diferentes referentes de ese
sector, varios de los cuales se han radicado en Uruguay, mientras encuentran en
Mauricio Macri el espejo que les devuelve sus propias imágenes.
Como distinguido
académico nacional, Presman ha entrevistado a Karen Bruck (Mercado Libre),
Miguel Kozuszok (Unilever), Gonzalo de la Serna (Consultatio), Gustavo
Grobocopatel (Los Grobo), Luis Pagani (Arcor), Daniel Novegil (Paolo Rocca),
Cristiano Rattazzi (Fiat), Diego Prado (Daniel Herrero), Sergio Galván
(Santander), y recogido opiniones casi unánimes sobre el destino (pasado y
presente) del país, que definen un grupo de empresarios que, además de ser
dirigentes empresarios y sociales, han optado por ser dominantes.
Y esta diferencia, que
literalmente no parece muy significativa, es precisamente, la que viene
determinando nuestro contradictorio desarrollo económico y social desde hace
casi un siglo.
En la pequeña muestra de
esta clase dominante, tres son del establishment más antiguo (Cristiano
Ratazzi, Javier Madanes Quintanilla y Constancio Vigil) y dos de la nueva
generación (Marcos Galperín y Gustavo Grobocopatel). La diferencia es
generacional y la aplicación instrumental de la tecnología –es un cambio de
envase pero el contenido no difiere–. Ignoran cómo se desarrollaron los países
más poderosos, transitan una historia falsa nacional e internacional, su
incomprensión de los gobiernos nacionales y populares es pavorosa y su
experiencia con los gobiernos neoliberales recuerda a los gladiadores del
imperio romano que antes del combate se acercaban al emperador y le decían:
“Ave César, los que van a morir te saludan”.
En los países coloniales
y en los países dependientes, la burguesía nacional es la clase dominante y la
propietaria de los medios más importantes de producción. Muchas veces ha
participado en procesos antiimperialista junto a la clase obrera, campesinos,
empleados e intelectuales, fomentando una verdadera industria nacional junto a
un vigoroso mercado interno, quizás con un Estado rector de la economía; pero
en otras ocasiones, a medida que se agudizaba la lucha de clases en el interior
del país, esta burguesía comenzaba a asociarse con la gran burguesía
monopolista internacional, debilitando el desarrollo nacional.
Precisamente, y junto al
oscilante rol de la clase media, que analizaremos en otra nota, se viene
produciendo desde hace varias décadas un péndula económico, financiero,
productivo y político (que muchos denominan “derecha contra populismo”), ante
el cual muchos conciudadanos poco expertos en estas cuestiones sociológicas,
vacilan o –como algunas actuales juventudes– optan por dirigentes simpáticos,
modernos y con discursos aparentemente “rebeldes”, que finalmente terminan
asociados a los grupos económicos dominantes.
O sea que nuestro futuro
electoral –como desde hace casi un siglo– estará pautada por una contradicción
similar a la histórica: independencia y justicia social o dependencia y
colonización.
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