Horacio Ferrer escribió “Balada para
un loco” en 1969 y Astor Piazzola compuso la música. El hombre no había llegado
a la luna: lo haría el año siguiente; el Che había sido asesinado en Bolivia,
dos años antes; EE.UU sería sido derrotado en Vietnam, cuatro años después; y
en la Argentina gobernaba Juan Carlos Onganía, en nombre de un golpe de estado
autodenominado Revolución Argentina, desde hacía tres años, pero el gobierno
estaba herido políticamente por un hecho histórico como fue “El Cordobazo”, en
mayo de 1969. Nunca el mundo fue un
ejemplo de cordura, pero la idea de Revolución, de un mundo mejor que se
imaginaba socialista, atravesaba el planeta. Hasta la palabra revolución fue
apropiada por el golpe troglodita de 1966 en nuestro país.
Ya sé que estoy piantao.
Sueño sistemáticamente que un virus ha arrodillado al planeta, que más de la
mitad de la población está en
cuarentena, que en los países emblemas de occidente la gente muere como moscas,
que los hospitales y sanatorios no dan abasto, que la gente fallece en las terapias intensivas sola, sin una mano
compasiva de sus familiares, que ante la falta de respiradores se privilegia a
los jóvenes y se condena a los mayores, que las morgues no dan abasto y en la
capital del mundo camiones frigoríficos se estacionan en las calles donde se
apilan los cadáveres.
Ya sé que estoy piantao.
No puede ser que el sueño se reitere cada noche, con las calles vacías o casi
vacías, la gente con barbijos, los padres aislados de los hijos, los abuelos de
sus nietos, el abrazo prohibido y el beso convertido en un gesto de museo.
Ya sé que estoy piantao. En la pesadilla, algunos de los gobernantes
de países históricamente considerados civilizados, parecen interpretar el tango
de Ferrer pero sin su poesía. El presidente de EE.UU, sueño, sugiere inyectarse
detergente para matar el virus, después de optar por el mercado por sobre la
salud de su gente. Su discípulo, su siervo incondicional, Jair Messias
Bolsonaro, niega en la pesadilla que el virus sea letal, afirma que produce una
gripe leve y que no ataca a los brasileños “porque el brasileño se sumerge en las
alcantarillas y no pasa nada”. Intento despertarme pero la pesadilla es intensa
y aparece el Ministro de Salud israelí Yaacov Litzman, un religioso, quien
afirma que la pandemia que aparece en mi sueño “Es un castigo divino contra la
homosexualidad. Estoy seguro,
dice, de que el Mesías vendrá y nos sacará como Dios nos sacó de
Egipto”. El Mesías en el
sueño se ríe estruendosamente, es un bromista empedernido y enferma con el
virus al ministro y su mujer.
Ya sé que estoy piantao. No puedo suponer que la pesadilla es la realidad.
Pero es tan vívida que parece verdadera. El sueño empieza a transcurrir en
colores. En Méjico Andrés Manuel López Obrador, AMLO, sale a la calle, da
abrazos y rechaza los consejos de los infectólogos, invita a que la gente salga
a cenar afuera y ordena que el virus al que denomina coronavirus se detenga. Lo
mismo parece que en este delirio hace o hacía Boris Johnson hasta que el virus
lo llevó a terapia intensiva con respirador.
Cuando estoy a punto de despertarme
aparece el rostro de la dictadora de Bolivia Jeanine Áñez, reflexionando y pidiendo:
“El momento que vivimos nos afecta a todos sin diferencias, como somos
ante los ojos de Dios. Invito a todos los bolivianos a unirnos en una sola voz
de oración. Unidos y de la mano de Dios, todo es posible. Que Dios nos
bendiga"
Veo
empresas cerradas cuyo valor se ha reducido a un cuarto, muchas quebradas,
millones de desocupados, caravanas de pobres solicitando alimentos, fronteras
cerradas, y cada día se hace un ranking de muertos e infectados. Cada dos
minutos en la pantallas de los televisores aparecen urgente, último momento,
esto está sucediendo ahora, con el fondo musical de película de suspenso. Me
despierto transpirado y agitado. Que suerte que todo fue una pesadilla.
Entonces no estoy piantao. Agarro el diario y veo que los 12.000 argentinos más
ricos se niegan a contribuir para sacar el país de la crisis heredada de Macri
al que apoyaron con entusiasmo. Esto sí que es normal. La realidad conocida me
aleja de la pesadilla. Una ironía de la
revista Barcelona me devuelve la sonrisa y el optimismo: “Cada vez más
argentinos eligen hundirse en la pobreza para no ser esquilmados por un
eventual impuesto a las grandes e inmensas fortunas”
Sin embargo
un aviso publicitario me lleva a dudar. Un bodeguero sanjuanino lanzo a la venta
un vino con la marca Corona Vinus, y su slogan publicitario es: “Coronavinus: una letra que te cambia miedo por placer.”
¿La
pesadilla no será la realidad y la realidad una pesadilla.? No me hagan caso.
Mi analista me ha dicho que sufro de un trastorno psicopático severo de
apreciación de la realidad. O acaso no ves que la luna va rodando por Callao.
Permitime que te invite a correr por las cornisas, con una golondrina en el
motor.
Ya sé que
estoy piantao.
28-04-2020
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Publicado en la Tecla Ñ
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