Están
ahí. Aunque
Ud. no los vea. Son los investigadores argentinos que trabajan en el CONICET,
en silencio para un futuro mejor. Están ahí. Aunque Ud. no los conozca.
Entre probetas y ensayos. Avanzando sobre lo que no se conoce.
Buscando develar los misterios de la vida, luchando contra las enfermedades.
Investigando los motivos de nuestra decadencia. O introduciéndose en nuestra historia
para iluminarla desde diferentes ángulos, como cuando se estudia la
responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad cometido contra
trabajadores durante el terrorismo de Estado. O haciendo trabajos de campo en
una villa. Investigando los antioxidantes presentes en las plantas. O para revelar
el mecanismo por el cual las neuronas fabricadas por el cerebro adulto se
“enchufan” con circuitos del hipocampo que participan del aprendizaje.
Están ahí. Buscando con sus
investigaciones mejorar la calidad de vida de los argentinos.
Están ahí. Aunque Ud. nos los vea.
Son productos excelsos de la educación pública. A la que todos nosotros hemos
contribuido financieramente para que se dediquen a abrir las puertas del
futuro. Y lo hacen.
Son, lo sepan ellos o no, los hijos
de la sarmientina ley 1420 de la enseñanza universal, laica y gratuita,
promulgada durante el gobierno de Roca un 8 de julio 1884. Y de la Reforma
Universitaria de 1918 durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen. De la
eliminación de los aranceles universitarios ocurridos durante la primera
presidencia de Perón un 22 de noviembre de 1949. No es una casualidad que la
Reforma Universitaria y la supresión de los aranceles se concretaron en los dos
gobiernos populares del siglo XX.
Como pasivo de su herencia, el
sanjuanino dejó el malhadado axioma de Civilización y Barbarie. En la
concepción de Sarmiento la civilización era el establishment y lo popular la
barbarie. Por eso, trasmitido de generación en generación, cuando irrumpen las
clases medias en la segunda década del siglo pasado o los trabajadores
descendientes de los derrotados de las guerras civiles en la década del cuarenta, la educación
recibida por los universitarios y egresados obnubila, y muchos de ellos en
lugar de apoyar a los gobiernos que representan a los sectores populares, con
muchas limitaciones y defectos y las lógicas impurezas de los procesos
transformadores concretos, se ponen del lado de los que representan a “la
civilización”, eufemismo bajo el cual se despliega el establishment, que en
lenguaje de la época de la post-verdad se denomina “el círculo rojo”.
Están ahí. Aunque Ud. no los vea. No
están ni en las revistas “Gente” y “Caras”, ni en “Intratables”. No se los ve
en “Animales Sueltos” ni en TN. Mucho menos en “Showmatch” o en los programas
de chimentos conventilleros de las tardes de la programación televisiva.
Están ahí. En revistas de prestigio
internacional como “Nature” o “Science”.
Están ahí. En la oscuridad luminosa de la investigación. No constituyen
empresas off-shore. No los mueve el dinero sino el conocimiento. Su patrimonio principal está en la
cabeza y no en el bolsillo.
Un país tan maravilloso como el
nuestro, pero muchas veces ingrato, tuvo gobiernos que los apaleó en la trágica
“Noche de los Bastones Largos”, iniciando un exilio de cuya sangría nunca pudo
restablecerse totalmente. Tuvo un ministro muy conocido, que, en nombre de la
racionalidad económica, de la “civilización” los mandó “a lavar los platos”.
Hubo más de una década de un gobierno
que decidió inteligentemente que la llave de un futuro distinto no estaba sólo en la soja y la minería sino
también en la ciencia y hasta creó un ministerio al respecto. Volvieron más de
mil investigadores, dejando atrás sus apreciados trabajos, sus buenas
remuneraciones, sin carencias presupuestarias, mediante un plan que no por
casualidad se llamó “Raíces”. Tratando de devolver lo mucho que este país les
dio en materia de formación, volvieron los investigadores con sus valijas de
sueños y proyectos a un país que parecía muy lejos de esa noche de los bastones
largos o de ministros que los despreciaran.
Se encontraron con facilidades
esperadas y con las dificultades de un país que no se decide por el triunfo de
un modelo que potencie la industria y una distribución equitativa del ingreso.
El gobierno que le sucedió, una restauración
conservadora, promotor de un modelo agro-extractivo exportador mixturado con el
de valorización financiera, durante la campaña electoral, a través de su
candidato que finalmente triunfó, afirmaba: “Los
argentinos tenemos razones para estar orgullosos de nuestra ciencia, tenemos
una historia que nos ha dado científicos e investigadores reconocidos
mundialmente y también tenemos, gracias a una de las mejores políticas de este
gobierno, una comunidad científico-tecnológica en marcha. Nuestra propuesta es
mantener el compromiso con la investigación y ponerla al servicio del
desarrollo del país: aplicar todo el conocimiento generado para crear más
empleo, más tecnología propia. Queremos acercarla a la sociedad para mejorar la
forma en la que viven los argentinos. Confiamos en que podemos hacerlo. Tenemos
una base desde donde partir, y lo más importante, tenemos científicos e
investigadores apasionados. Vamos a seguir acompañándolos, vamos a llegar
todavía más lejos.”
La realidad fue muy
distinta. Mintió como miente siempre el poder económico. Premeditadamente. Se
redujo el presupuesto en términos reales. Se restringieron los ingresos. El
Conicet es la principal salida laboral de los científicos en un país donde al
75 por ciento de la investigación lo financia el Estado. Después de
sucesivas amputaciones presupuestarias en moneda constante el presupuesto
fondomonetarista para el 2019 en valor nominal implica una caída de 5,3% para
Ciencia y Tecnología y de 8,6% para el CONICET.
Están ahí. Luchando contra la
carencia de elementos para investigar. Lo quieren reducir a ñoquis,
imposibilitados de trabajar, para justificar su lenta agonía que justifique su
cierre. El viejo método de convertir en culpables a las víctimas. Es una
política que abarca al INVAP, al INTA, al INTI, al SENASA. La ciencia, la salud
y el trabajo pasaron de ministerios a secretarías. Por eso, mientras se ajustan
despiadadamente las partidas presupuestarias en salud, educación, salarios,
jubilaciones, ciencia y tecnología, los intereses de la deuda crecen a ritmo
geométrico. Se han ido en intereses en LEBAC, en tres años, al dólar de cada
momento, 25.000 millones de dólares. Actualmente en intereses de Leliq se pagan 1.100 millones de pesos
diarios.
Si los científicos fueran parte de la
entelequia mercado, o fueran los especuladores de las capitales golondrinas
serían considerados, respetados y homenajeados.
Están ahí. Aunque muchos no saben por
cuánto tiempo más.
Están ahí aún. Aunque Ud. no los vea.
Son los investigadores que trabajan en silencio para un futuro mejor.
Son los mismos a los que los trolls
pagos y algunos periodistas ignorantes los han denostado. El doctor en
sociología Daniel Schteingart, en su nota “Derribando mitos sobre el Conicet”
escribió: “Según el ranking Scimago- el más prestigioso del mundo para evaluar
rendimiento de este tipo de instituciones- el
Conicet pasó del puesto 399 en 2009 al 220 en el 2016, sobre un total de
5137 instituciones….se encuentra entonces en el top 5%mundial de las
instituciones de ciencia y tecnología…es la segunda institución más prestigiosa
de América Latina (sólo por detrás de la Universidad de San Pablo)”
Con respecto a la relación entre los
investigadores dedicados a ciencias duras y a sociales, Schteingart sostiene:
“El 78 % de los poco más de 9000 investigadores de planta del Conicet proviene
de las ciencias duras (Exactas, Naturales, Biológicas, Químicas, Ingenieriles,
etc.) o son tecnólogos. El 22% restante
proviene de las Ciencias Sociales y Humanidades. Para muchos críticos del
Conicet, este 22% es “excesivo” y compuesto por personas que son “ladris” y
“chamuyeros”. Primero la cifra es razonable para los estándares mundiales: en
Noruega (país más desarrollado del mundo según el Índice de Desarrollo Humano)
tal cifra es de 25% y en España del 26% por debajo de México (por encima del
30%) ……Los datos son de la UNESCO.”
A los investigadores los están
obligando a irse, en un derroche monumental de recursos. No sólo hay fuga
inclemente de capitales. Hay desaprensión impiadosa sobre el capital humano
cuya capacidad reconocida internacionalmente ha costado tiempo y recursos.
No forman parte del G-20 que vendrá
en noviembre, ni son el mercado, esa denominación constituida por apropiadores y concentradores
de ganancias.
Más de 1200 científicos de todo el
mundo, entre ellos 11 premios Nobel, le enviaron una carta a Mauricio Macri,
donde sostienen que “el Conicet está al borde de la parálisis y que peligran
los puestos de trabajo de 10.000 científicos, 10.000 becarios doctorales y
posdoctorales y casi tres mil técnicos”
Están ahí. Aún están ahí, aunque Ud.
no los vea. Son los investigadores argentinos que trabajan en silencio para un
futuro mejor.
Están ahí. Aunque Ud. no los conozca.
Entre probetas, ensayos, investigaciones sociológicas o históricas. Avanzando
sobre lo que no se conoce. Libran una lucha desigual y seguirán luchando. No
sólo por ellos. Fundamentalmente por Ud. Por mí. Aunque la vinculación le
parezca lejana, es muy estrecha. Son los que hacen un túnel en el presente para
alcanzar colectivamente el futuro. En ese tiempo donde se criarán tal vez sus
hijos, seguro sus nietos. No los deje solos. Hay que evitar que la ciencia
argentina siga arrinconada, en peligro de subsistencia.
Pensar que Lincoln creó la Academia
de Ciencias de los EE. UU en plena Guerra de
Secesión.
El ex ministro Lino Barañao,
disminuido a secretario y acotado presupuestariamente, al frente de políticas
contrapuestas, indemne a las contradicciones, afirmó: “Ningún país con 30% de
pobres puede aumentar sus investigadores.”
Se le puede contestar a Barañao, y al
presidente Macri, modificando levemente una frase del Pandit Nehru, dicha en 1940 referida a la India, de la cual fue primer ministro,
que: “La Argentina, aún en crisis, es un país que no puede darse el lujo de no
invertir en educación y ciencia y restringir el número de investigadores.”
01-11-2018
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Publicado
en la Tecla Ñ
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