Para ser un periodista oficialista, sin dejar de
autoproclamarse independiente, no se necesita mucho más que repetir como un
contestador automático: corrupción, bolsos, pesada herencia, la ruta del dinero
K, se robaron todo, matriz corrupta; y algunos nombres como Báez, López, De Vido, Jaime. Con eso alcanza para ser columnista de la prensa
escrita; y más aún, para ser panelista. Posiblemente en este último rubro el
relator deportivo Paulo Vilouta sea su ejemplo
extremo. Si en su especialidad original llegó a confundir un gol de chilena con
uno de cabeza (en el partido Racing- Independiente, gol de Lisandro López) uno más de sus
reiterados y frecuentes yerros, ello no ha sido obstáculo para que el jurado
del Martín Fierro, con la televisación de Canal 13, lo proclame ganador en el
rubro mejor relator sobre Víctor Hugo Morales y Gabriel Anello.
Es como si se hubiera otorgado el Premio Nacional de Literatura, cuando estaban
vivos, a Nené Cascallar
sobre Jorge Luis Borges. Cuando Vilouta se sumerge
como panelista en el exitoso show farandulesco “Intratables”, su
vocabulario se reduce casi exclusivamente a la palabra corrupción. Cuando
alguien, una especie de “amigo judío” que invita diariamente la producción del
programa para demostrar “pluralidad de voces”, intenta argumentar contextualizando el
tema, Vilouta enriquece su vocabulario con el
denuesto “ridículo” y descalifica: “Estas defendiendo a los corruptos”. El
programa es una cancha inclinada oficialista, y su conductor, el hábil Santiago
del Moro, actúa como el árbitro Diego Zeballos, aquel que le permitió a Boca
ganar la última Copa Argentina contra Rosario Central, cobrando un penal -exagerando
para ser ilustrativo-, casi en la mitad de la cancha.
El vocabulario estrecho y primitivo es directamente
proporcional a un desierto de ideas reemplazado por slogans de un raquitismo
superlativo. Todo ello en un escenario
televisivo cuyos dueños son Vila- Manzano. Este último recordado durante el
menemismo por la famosa frase que se le atribuye: “Robo para la Corona”.-
Más tarde en la Mesa de Alejandro Fantino
por el mismo canal, conformada por un grupúsculo de gurkas
del neoliberalismo y defensores a ultranza del macrismo,
una especie de grupo de tareas de demolición del kirchnerismo,
que hacen gárgaras con la palabra corrupción, escuchan embelesados al principal
fiscal que es el dirigente gastronómico Luis Barrionuevo (aquel quien jamás
agarró una bandeja) pero que tiene de mozo su amor por las propinas y como
político su desparpajo verbal como autodefinirse hace unos cuantos años como “recontra alcahuete de Menem” o
su famosa frase que para arreglar el país era necesario “dejar de robar por dos años”-.
Como sucede con suma frecuencia, el presidente de la Corte
Suprema de Justicia dela Nación Dr. Ricardo Lorenzetti,
con clara intención, de competir en algún momento en la arena política, hizo un
llamado a “un nunca más a la corrupción, que existe cuando hay oscuridad” y
pidió “una autocrítica a los poderes del Estado”. Cuando habla de oscuridad se
referirá seguramente a
su resistencia a hacer pública las declaraciones juradas de los supremos.
Enrique Santos Discépolo no necesitaría reescribir la
amarga letra de Cambalache, porque ahora la televisión le pone imágenes diarias
a las dolorosas enumeraciones y descripciones antiguas y nuevas.
Está claro que el objetivo es la defensa de las actuales
políticas de colonización con alto grado de corrupción, para atacar las transformaciones
del kirchnerismo que estuvieron inficionadas en
muchos casos de porcentajes de corrupción.
La corrupción debe ser denunciada en la justicia y
esperar sus sentencias, con todas las aprensiones que despierta el Poder
Judicial, la última trinchera del poder económico. Sin embargo y para que no
quepan dudas, la
evaluación histórica del kirchnerismo y del macrismo será determinada por sus políticas públicas y sus
resultados y no por sus corrupciones.
A su vez en Clarín del 26 de octubre, el editorialista
Ricardo Kirschbaum bajo el título “El antiguo navío
de la corrupción” escribió: “Carta Abierta se escurre para no mencionar a los
responsables del sistema de corrupción” y en su párrafo final dice: “A pesar de
todo, no pudieron con sus barroquismos esquivar mencionar la palabra maldita
que lo impregna todo: la corrupción”
Ricardo Kirschbaum, como
Eduardo Van Der Kooy,
Osvaldo Pepe o Ricardo Roa editorialistas políticos de la nave
insignia del multimedios, deberían ser prudentes porque resulta profundamente
hipócrita que los gerentes de un prostíbulo hagan campaña en contra de la
prostitución.
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