Uno de los tantos caballitos de batalla del macrismo
fue enarbolar una justicia independiente. El Poder Judicial puede ser más o
menos dependiente pero nunca es independiente. Es la última trinchera del poder
económico. Lo que en general se llama justicia independiente es la que responde
a los sectores dominantes. Por eso el intento del kirchnerismo de fundar una
corriente alternativa que se autodenominó Justicia Legítima. Sus integrantes
son denominados en los medios hegemónicos como Justicia K. En cambio los que
responden al establishment
son jueces y fiscales a secas, sin ninguna letra que los
identifique, ya sea la M de Macri o la P del poder económico. Es el mismo
esquema que se sigue con el periodismo.
El republicanismo radical y la independencia de los
jueces están proscriptos en Jujuy donde Gerardo Morales lo expresa sin tapujos.
La cancillería se encuentra en dificultades ante las exigencias de Naciones
Unidas de que se deje en libertad a la presa política Milagros Sala. A los
intentos que cumpla la solicitud, el impresentable gobernador respondió: “No voy a liberar a esa mujer”. No se conoce una sola declaración crítica de las fiscales morales Elisa Carrió
y Margarita Stolbizer.
En ejercicio de la independencia invocada, Mauricio Macri, desde su asunción, consideró imprescindible ir por la
cabeza de la jefa de los fiscales Alejandra Gils Carbó. Para desplazarla la
única forma es el juicio político, pero los números no le dan en el Congreso.
Por eso buscó un atajo inconstitucional llamado Proyecto (de ley) de Reforma
del Ministerio Público Fiscal, con el que busca claramente la injerencia
política en la tarea de los fiscales, que incluye una serie de violaciones en su
autonomía siempre relativa. De aprobarse el proyecto el titular de la Procuración
duraría sólo cinco años, de manera tal que en el año 2017 Gils
Carbó debería cesar en su cargo. En el Congreso se
crearía una comisión de control de la Procuración, la que
a cambio de su aprobación por parte de Sergio Massa, iba a estar a cargo de
Graciela Caamaño.
El
objetivo es claro: cambiar la fiscal que según la acusación protege la
corrupción kirchnerista, por otro fiscal que permita
encubrir los numerosos delitos que ya va perpetrando el macrismo
en menos de un año. De paso, asestar un golpe letal a la fiscalía que
reemplazó al inoperante fiscal Nisman en la
investigación del atentado a la AMIA y posiblemente ir vaciando los juicios por
delitos de lesa humanidad.
El proyecto contó con la aprobación del Frente
Renovador, del Partido Justicialista y del pretendido progresismo de Margarita
Stolbizer, los que según el incisivo escritor Jorge Asis “son los dadores
voluntarios de gobernabilidad”. En realidad cada uno recibía algo: Massa una
porción de poder;
Stolbizer la satisfacción de su ego porque la reciben y la reconocen,
aunque para ello deba sacrificar un poco de su discurso republicano; y algunos sectores
del Partido Justicialista, conservar el reconocimiento
de quien ocupa la Casa Rosada mediante el ejercicio cotidiano y aceitado de
genuflexión ante el poder.
Elisa Carrió, que se opuso en su momento a la
designación de Gils Carbó, pateo el tablero. Sostuvo que había que desplazarla pero por
juicio político. Seguramente también influyó la tradicional animosidad de la
líder de la Coalición Cívica hacia el referente máximo del Frente Renovador.
El macrismo retiró
momentáneamente el proyecto y dejó pagando a los aprovechados, a los genuflexos y a la progresista decidida a canjear banderas
por elogios.
Mientras tanto el periodismo dominante, fuertemente
oficialista, escribe cosas como esta: “El caso del proyecto sobre Gils Carbó y los fiscales fue una
secuencia de errores, encadenada por la
voluntad de Macri, comprensible, de echar de su
inmerecido cargo a la procuradora general” (Joaquín Morales Solá, La
Nación, 30-10-2016). Carlos Pagni,
editorialista del mismo diario, escribió el 24-10-2016: “Gils
Carbó consiguió que sus subordinados se convirtieran
en cómplices de la corrupción kirchnerista. Su
conducta podría alimentar su gigantesco expediente por mal desempeño……Gils
Carbó ha sido clave en el blindaje judicial del kirchnerismo. Y en la persecución penal del adversario.”
Julio Blanck en Clarín del
21 de agosto del 2016: “Gils Carbó
viene de dictaminar contra el Gobierno y a favor de la anulación total del
aumento de las tarifas del gas. La Corte Suprema votó el jueves por una
anulación parcial del tarifazo, pero lo hizo sin
tomar en cuenta el dictamen de la Procuradora y hasta cuestionó alguno de sus
aspectos. Pero aún a riesgo de que pueda verse como una venganza por esa
opinión adversa, la Casa Rosada está decidida a seguir adelante.”
Es la misma Gils Carbó que en el 2006
se opuso a la decisión de Néstor Kirchner de la fusión de Cablevisión con
Multicanal, de lo cual Clarín no se olvida.
En abril, Ignacio Ortelli
del mismo diario titulaba: “El gobierno insiste en que Gils
Carbó debe ofrecer su renuncia”
El columnista de
Clarín Eduardo van der Kooy, el 30 de octubre resumió: “Ninguno de los reveses
del macrismo tuvo la importancia de la frustrada -por
ahora- reforma del Ministerio Público” Y luego sostiene sesgadamente: “Detrás
de la ecuanimidad que todos los
políticos pregonan en torno a esa reforma se ocultaría un grado de hipocresía:
al kirchnerismo sólo le preocupa proteger a Alejandra
Gils Carbó, responsable del
cerco judicial para entorpecer las investigaciones sobre “la década ganada”, el
macrismo y sus socios de momento hurgan los caminos elegantes para sacarse de encima a esa
mujer. Es otra de las herencias con las cuales están forzado a convivir”. Un texto que deberá ser invocado cada
vez que se hable de seguridad jurídica, de independencia de la justicia, cuando
en un sincericidio se sostiene que no se debe seguir
el procedimiento que establece la
Constitución sino “caminos elegantes”
Sintetizando, en medio de un relato hipócrita en general y en
materia de justicia en particular, se encubre que Claudio Bonadio,
un juez de la servilleta, es al macrismo lo que Oyarbide fue al kirchnerismo y
otros gobiernos.
El relato macrista se sostiene con
las expectativas de una parte de la población que el año que viene será mejor,
y de periodistas maquilladores como Jorge Fernández Díaz, un buen escritor de
ficción que traslada la mecánica de sus
novelas a sus columnas domingueras pero pintándolas como realidad. Así el
domingo 30 de octubre escribió: “Un
asesor pasó un mal momento hace unos días cuando le pidió fondos para un
proyecto de los “amigos”, se refería a aliados
o en vías de serlo: “Mis
únicos amigos están dentro del 32% que no le alcanza para comer” le disparó Macri a quemarropa”
El autor de “El puñal” va en camino de superar a Gabriel
García Márquez en el género realismo mágico
02-11-2016
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