Eric Hobsbawm,
el notable historiador inglés, escribió
aquello muy conocido que el XX fue el siglo corto que comenzó con la primera
guerra mundial en 1914 y concluyó con la caída del Muro de Berlín en 1989.
El historiador murió antes de
observar cómo el tiempo complementario de ese siglo corto alcanzaba un poco más
cien años al extenderse su finalización con la muerte de Fidel Castro el 25 de
noviembre del 2016, justo cuando se cumplían sesenta años de que zarpara el
mítico Granma con 82 patriotas cuando la embarcación tenía capacidad sólo para
quince pasajeros. Atrás había quedado el
asalto al Cuartel de Moncada el 26 de julio de 1953, cuando un joven e
intrépido Castro se propuso una misión que sonaba a imposible, que llevó al Che
-al escuchar el relato increíble de los protagonistas en su exilio mejicano, y
con la ironía de un porteño- a increparlo “¿Por qué no se cuentan otra de
cowboys?” Fidel no era por entonces
marxista. Formaba parte del Partido del Pueblo Cubano o Partido Ortodoxo, cuyo
líder Raúl Chibás se pegó un tiro en la ingle el 5 de
agosto de 1951 y murió el 16 de ese mes.
Castro estaba claro que no iba a ser
un actor de reparto de la historia. Detenido y juzgado pronunció un alegato
célebre conocido como “La historia me absolverá”. Portador de convicciones
firmes, una anécdota define su personalidad: el desembarco en Cuba fue
traumático al punto que sólo sobrevivieron doce combatientes, separados en tres
grupos, que cuando se reagruparon encontraron un jefe exultante que mientras se
abrazaba a Raúl afirmó: “Los días de
la dictadura están contados”. René Rodríguez, que acababa de llegar
exhausto, lo miró estupefacto y le dijo:
“¡Ud. está loco.! Aquí los que tenemos los días contados somos nosotros. “Oye
chico, si no te gusta te quedas. Yo voy
a seguir adelante.”
Era la continuación de su
aseveración antes de partir: "Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo". La
victoria de la Revolución se basó en el apoyo de los campesinos, de los
sectores estudiantiles de clase media en las ciudades, del apoyo de la mayoría
de la población, a lo que se sumó la
endeblez de una Guardia Civil, lejos de ser un ejército, y el apoyo de sectores
del poder económico norteamericano, para los cuales el desprestigio del
gobierno del dos veces presidente se había convertido en salvavidas de plomo. Si EE.UU necesitaba sacarse de encima el desprestigio enorme de
Fulgencio Batista suponiendo que se cambiaba de collar pero no de perro, en la
Argentina de 1959, los diarios del establishment identificaban a Batista con
Perón y a Fidel Castro con Pedro Eugenio
Aramburu, como sucedió en la primera visita a la Argentina en mayo de aquél año.
Triunfante la Revolución sus primeros
pasos intentaron recuperar los resortes básicos de una economía hasta entonces
colonial. La reacción torpe de los EE.UU radicalizó a los triunfadores y luego
el bloqueo los llevó a recostarse en la Unión Soviética. La heroica isla de 110.000
kilómetros cuadrados, menos de diez millones de habitantes, ubicada a 144
kilómetros de territorio norteamericano, soportó la invasión de 1961, la
expulsión de la OEA, centenares de intentos de asesinato de Fidel Castro y un
bloqueo económico de más de cincuenta años que aún hoy continúa. Producidos entonces la ruptura y
el bloqueo, Cuba pasó a depender de la ayuda económica soviética. Eso
condicionó su política al punto que apoyó todos los desaguisados en política
exterior de los sucesores de Stalin. Pero conscientes los jefes guerrilleros
que recluir la revolución en la isla era un camino que impediría superar los
límites revolucionarios, fomentaron la guerra de guerrilla, la teoría del foco
en todo el continente, realizando en la práctica aspectos de la Revolución Permanente
de Trotsky, que paradojalmente estaban prohibidos en Cuba. El error fue aplicar
la guerrilla a realidades diferentes como una sola medicina.
La táctica del foco guerrillero fue en general un fracaso y costó
millares de vidas, incluso la de su máxima figura Ernesto “Che” Guevara. Con
excepción de Nicaragua, no logró el
triunfo en ningún otro país.
Cuba realizo a pesar de las
condiciones adversas, avances notables en materia de salud y educación al punto
de terminar con el analfabetismo y llegar a cero de desnutrición, y concretó
siempre una solidaridad internacional en la materia con pocos antecedentes.
Sobrevivió a la implosión de la Unión Soviética y al durísimo periodo especial
que fue su consecuencia. Castro afirmó entonces con la precisión que lo
caracterizaba: “Navegaremos solos en
un océano de capitalismo.” Y las
banderas de la salud y la educación siguieron incólumes.
La forma heroica en que enfrentó al gigante vecino,
es un hito en la historia de siglo XX.
Con el triunfo de Hugo Chávez en
Venezuela, el aislamiento total posterior a la implosión soviética empezó a
debilitarse. La primavera nacida del surgimiento de distintos gobiernos
populares en América Latina contó con la simpatía y el apoyo de la Cuba
Castrista. Cuando Evo Morales le pidió en circunstancias difíciles consejo a
Fidel, éste le recomendó que escuchara y se aproximara a Néstor Kirchner y
Lula. Con la fina percepción de un político notable y oteando los nuevos
tiempos declaró en el 2001: “Hoy no hay
condiciones para el socialismo”
El estrechamiento de las relaciones entre Cuba y la Argentina se dio en
el tercer gobierno de Perón que rompió parcialmente el aislamiento y con la
solidaridad y apoyo cubano a la recuperación de Malvinas. Más recientemente, en
la coordinación con el kirchnerismo del hito
memorable del NO al ALCA. Incluso su última aparición pública, antes que su
salud empezara a desfallecer, sucedió en nuestro país en el 2006, en la Cumbre
del Mercosur en Córdoba. El lazo indisoluble con Argentina estaba dado también
y especialmente por la figura del Che.
Y como la historia nunca tiene una blancura impecable, Cuba mantuvo
silencio estridente por las tremendas violaciones a los derechos humanos
durante la dictadura establishment militar en Argentina.
Los contrapesos negativos más los errores propios fijaron un techo a la
Revolución, valorada en todo lo conseguido por los que conocieron el país
asolado por las mafias, la prostitución y el juego y la insatisfacción de
sectores juveniles que quieren acceder más allá de derechos básicos
fundamentales que lo consideran definitivamente incorporados a sus vidas. Una
apertura incipiente y controlada ha permitido superar limitaciones aunque
persisten otras que tardan en llegar. Aplicar el lema de Ignacio de Loyola: “En una fortaleza asediada, toda disidencia
es traición”, tiende a asfixiar mucho más que oxigenar una realidad. No resulta ocioso señalar que Fidel estudió
con los jesuitas.
Murió
Fidel Castro y con él concluye definitivamente el siglo XX. Era el último de
los protagonistas sobrevivientes. Con él se va un líder de los discursos largos
y pedagógicos, de una sintonía particular con sus seguidores, un seductor
notable, un protagonista central del último medio siglo, incluido el momento
más cercano a una conflagración atómica como fue el conflicto de los misiles,
en aquellos días de octubre de 1962 que conmovieron al mundo. Como bien
escribió el periodista Eduardo Aliverti:
“Murió la contraseña universal de la rebeldía. Por
eso es inmortal.”
Para evaluar a la Revolución, es bueno recordar un comentario del escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Cuba no hizo la revolución que quiso,
sino la que pudo. Es la inmensa distancia entre el sueño, el deseo, y
la realidad, la vida…….Sus enemigos no dicen que en gran medida el muro entre el deseo y la realidad
fue haciéndose más alto y más ancho gracias al bloqueo imperial, que ahogó el
desarrollo de una democracia a la cubana, obligó a la militarización de la
sociedad y otorgó a la burocracia, que para cada solución tiene un problema,
las coartadas que necesita para justificarse y perpetuarse. Y no dicen que a
pesar de todos los pesares, a pesar de las agresiones de afuera y de las
arbitrariedades de adentro, esta isla
sufrida pero porfiadamente alegre ha generado la sociedad latinoamericana menos
injusta. Y sus enemigos no dicen que esa hazaña fue obra del sacrificio de
su pueblo, pero también fue obra de la tozuda voluntad y el anticuado sentido
del honor de este caballero que siempre se batió por los perdedores, como aquel
famoso colega suyo de los campos de Castilla… Cuba es un raro país que
no compite en la Copa Mundial del Felpudo…Es admirable la porfiada valentía
de esta isla minúscula condenada a la soledad en un mundo donde el servilismo
es alta virtud o prueba de talento… Fidel Castro es un símbolo de dignidad nacional. Para los
latinoamericanos, que ya estamos cumpliendo cinco siglos de humillación, un
símbolo entrañable.”
Su figura, alejada de las pasiones de la
contemporaneidad, tendrá la proyección histórica que lo ubica junto a los
libertadores del siglo XIX y en línea directa con su admirado José Martí. Los
que celebran su muerte son demasiado pequeños e infames como para empalidecer
su figura. A ellos sí que “la historia NO
los absolverá.”
TESTIMONIO
PERSONAL
En
1979, en pleno apogeo de la dictadura establishment- militar estuve en Méjico. Visité la casa de León
Trotsky en Coyoacán y luego realicé un
extenso itinerario por donde muchos años después se desplazara el ejército
irregular del Sub-Comandante Marcos. Al llegar a una incipiente Cancún, a la
distancia se podían observar los contornos de Cuba, que entonces estaba más
lejos que el fin de la noche oscura de la Argentina. Siete años después, en
1986, la emoción y el asombro, me sacudió cuando el comandante de Cubana de
Aviación, informó: “En quince minutos aterrizaremos en el aeropuerto José Martí
de la Habana”. Una vez más, la historia
demostraba que escribe derecho sobre renglones torcidos
26-11-2016
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