El escritor y poeta italiano Cesare
Pavese, autor entre otros libros de “La luna y las fogatas”, hace muchos años
acuñó una frase que sin saberlo puede ser aplicada a aquel 17 de octubre de
1945, partida de nacimiento de la Argentina moderna. Sostenía: “Hay momentos en
la historia en que los que tienen algo que decir no saben escribir y los que
saben escribir no tienen nada que decir.” Los obreros, los sectores populares,
no escribían sus aspiraciones sino que las corporizaban en una esperanza que se
sintetizaba en un nombre de cinco letras. Los que habían cursado los tres
ciclos de enseñanza habían alimentado prejuicios, trasplantaban mecánicamente
la contienda inter imperialista, repetían esquemas escritos para otras
realidades; y aquellos que soñaban con revoluciones obreras lejanas desconocían
a los obreros de carne y hueso que protagonizaban un hecho histórico y que no
se parecían a los estereotipos de las postales impolutas. Y horror de horrores,
metían las patas en la fuente.
En el escenario de la profunda crisis
que azota a nuestro país, otra frase del autor de “El bello verano” permite
darle sentido al título de esta nota cuando escribió: “La literatura es una defensa contra las ofensas de la vida”
Al
mismo tiempo, en la gran literatura están anticipados la mayoría de los
problemas actuales: la vida, la muerte, el amor, la pobreza, la miseria, las
injusticias, el poder, son los temas que atraviesan la literatura, el teatro,
la pintura. Una obra adquiere la
dimensión de clásica cuando perdura en el tiempo como si fuera contemporánea.
Un autor clásico como Shakespeare escribió sus obras teatrales en el siglo XVI
y en el siglo XXI se siguen representando, manteniendo su vigor y lozanía. Si
tomamos “El Mercader de Venecia”, se cuenta que un
veneciano que pertenece a la nobleza pero es pobre, de nombre Bassanio le pide
a su mejor amigo, Antonio, un rico mercader, que le preste 3000 ducados que le permitan
enamorar a la rica heredera Porcia. Antonio, que tiene todo su dinero empleado
en sus barcos en el extranjero, acude a Shylock, un usurero. Este acepta prestar el
dinero con la condición de que, si la suma no es devuelta en la fecha indicada,
Antonio tendrá que dar una libra de su propia carne de
la parte del cuerpo que Shylock dispusiera. Los barcos de Antonio se hunden y
la deuda no se paga. Shylock reclama su libra de carne, exigiendo que sea de la
parte más próxima al corazón. Tal situación desemboca en un juicio presidido
por el duque de Venecia, al que asiste Porcia
disfrazada de abogado. La sentencia favorece a Shylock y admite que éste, por
ley, puede cobrarse la libra de carne. Pasaron cinco siglos, la justicia como
siempre se inclina a favor de los poderosos, los Shylock se han multiplicado y
tienen un sindicato extraordinario que es el FMI, y ya no exigen meramente una libra
de carne sino que saquean a los países endeudados, y arrojan a millones a la
desocupación, el hambre, a la indigencia. Esa situación la podemos encontrar en
“Los Miserables” de Víctor Hugo.
Ahí un desesperado Jean Valjean es condenado por robar
un pan. Logra escaparse, es capturado y condenado a trabajos forzados. Una escena y una temática contemporánea.
Un clásico popular nuestro es Mafalda que dejó de publicarse en 1973. En
una de las tiras Mafalda se enfrenta a su madre y le dice “No
tengo que obedecer a nadie mamá! ¡Yo soy el presidente!” La madre responde con
ironía: ¡Y yo soy el Banco Mundial, el Club de París y el Fondo Monetario
Internacional! El silencio de Mafalda como única respuesta, es el mismo que
exhiben Mauricio Macri y su subordinado Nicolás Dujovne.
Y no es porque no
haya bibliotecas enteras con autores nacionales y populares que hayan escrito
sobre el tema. Arturo Jauretche advertía: “Asesorarse
con los técnicos del FMI, es lo mismo que ir al almacén con el manual del
comprador, escrito por el almacenero”
El
desgobierno de Mauricio Macri no es la dictadura establishment -militar pero sí
tiene su misma matriz económica.
La reiteración del proyecto (pero ahora con apoyo en las urnas) vuelve actual
el acierto de Perón: “La experiencia cuesta
caro y siempre llega tarde.” Es el mismo Perón que sostenía: “La economía y el libre mercado son sólo
afirmaciones para el consumo de los tontos e ignorantes. La economía nunca es
libre: o la controla el Estado en beneficio del pueblo, o la controlan las
grandes corporaciones en perjuicio de éste”.
CAMBIEMOS, que ha
sido construido y gobierna sobre un Everest de mentiras afirma que el retroceso
de la Argentina proviene de los últimos 70 años que los identifica con el
peronismo. Mario Vargas Llosa en su mejor libro “Conversación en la Catedral”
pone en boca de Santiago Zabala, Zabalita, la pregunta: ¿ En qué momento se
había jodido el Perú? Si Zabalita se hiciera la pregunta sobre la Argentina, la
respuesta, salteando los claroscuros, es la consecuencia de todos los gobiernos
antipopulares, con charreteras o sin ellas, que pretenden modelar un país para
pocos. Nuestro país padece el síndrome de Penélope, descripto en la Odisea, que
desteje en los gobiernos neoliberales lo que tejió en los gobiernos populares.
El poder económico que está detrás de
esta concepción, se apropia de la historia, la falsifica, como lo hizo
Bartolomé Mitre, y sabe desde siempre lo que George Orwell, el autor de “1984”,
de “Rebelión en la Granja” sintetizó: "Quien controla el pasado controla
el futuro: quien controla el presente controla el pasado"
Es el mismo Orwell el que parece
haber escrito hace 70 años refiriéndose al gobierno de Macri: “El poder radica
en infringir dolor y humillación”
Más cerca en el tiempo y en la geografía,
Rodolfo Walsh escribió: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que
los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni
mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores.
La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia
aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las
cosas”
Hay momentos que
la realidad es tan asfixiante que cuesta no bajar los brazos. Otro autor, el
escritor, filósofo, ensayista francés Jean Paul Sartre, desde sus obras nos
alienta para mantener el espíritu de lucha: “Hubo tiempos más bellos, este es el nuestro y no lo queremos malgastar”
Y por eso, porque el hombre, los pueblos,
hacen la historia pero no en las condiciones que hubieran elegido, un cuento de
Eduardo Galeano conserva en iguales proporciones el saber y el optimismo para
guardar y enarbolar en estos tiempos gélidos, llamado “La Música”: “Era un mago del arpa. En los llanos de
Colombia, no había fiesta sin él. Para que la fiesta fuera fiesta, Mesé
Figueredo tenía que estar allí, con sus dedos bailanteros que alegraban los
aires y alborotaban las piernas. Una noche, en algún sendero perdido, lo
asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula,
en una mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y
lo molieron a golpes. Al día siguiente, alguien lo encontró. Estaba tirado en
el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces
aquella piltrafa dijo, con un resto de voz: – Se llevaron las mulas. Y dijo: –
Y se llevaron el arpa. Y tomó aliento y se rió: - Pero no se llevaron la
música.”
Se están llevando todo. Y nos dejan una deuda
dura y penosa. Un país destruido. Pero si la música la conservamos y la mayoría
canta la letra, esa es la garantía que sí se puede cambiar esta escenografía,
este cuadro de situación, que cada vez se asemeja más al Guernica de Picasso.
24-03-2019
- Publicado en la Tecla Ñ
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