3 de Febrero de 2019 Tiempo Argentino
La eclosión de esta trama se produjo, silenciosamente, en Jerusalem. El
18 de enero se encontraban allí los presidentes de la AMIA y la DAIA, Agustín
Zbar y Jorge Knoblovits, junto con Sara Garfunkel, madre de Alberto Nisman,
para la inauguración de un monumento en homenaje al malogrado fiscal. Lo cierto
es que entre esos dos hombres había una penumbra. Zbar acababa de sugerirle a
Knoblovits la conveniencia de que la DAIA renuncie como querellante en la causa
por el Memorándum de Entendimiento con Irán; en otras palabras, que desista de
acusar por ello a Cristina Fernández de Kirchner. Y fundamentó el asunto con
una evaluación lapidaria del futuro de dicho expediente.
Tal vez Knoblovits haya percibido al vuelo que su interlocutor contaba
con información reservada. De ser así, estaba en lo cierto. La fuente –según
confió a Tiempo un asesor del propio Zbar– fue nada menos que el
presidente de la Corte Suprema, Carlos Rosenkranz –su viejo socio en el bufete
Bouzat, Rosenkrantz & Zbar y ahora su conspicuo proveedor de datos
confidenciales del Poder Judicial–, quien se habría comunicado con él en la
segunda semana del año para anticiparle el inminente derrumbe de aquella causa,
ya elevada a juicio por el juez federal Claudio Bonadío.
Se trata de un himno a la extinción del Estado de Derecho en Argentina.
Una grosera impostura que llevó tras las rejas a cuatro personas: Luís D’Elía,
Carlos Zannini, Jorge Khalil y Fernando Esteche (quien aún está detenido). En
ese contexto el procesamiento de Héctor Timerman requirió, por su debilitada
salud, una dosis extrema de crueldad. Prueba de eso es que su absurda prisión
domiciliaria le impidió viajar a Estados Unidos para continuar el tratamiento
oncológico. Y eso aceleró su fallecimiento.
En 2013, Knoblovits había acompañado al entonces titular de la AMIA,
Julio Schlosser, y al vice, Waldo Wolf, a reunirse con Timerman para tratar el
tema del Memorándum. En aquella ocasión –tal como reveló Tiempo el 13 de
enero–, supo incurrir en una notable argumentación: “Si Canicoba Corral (el
juez de la causa) va a Irán y le dicta a los acusados la falta de mérito porque
la prueba no alcanza, ¿de qué nos disfrazamos? ¡Eso sería inaceptable!”.
A un lustro de semejante “sincericidio”, el doctor Knoblovits alcanzó la
cima de la DAIA. Su entronización coincidió con la agonía de Timerman. El ex
canciller exhaló poco después su último suspiro.
Pero en Jerusalem, Knoblovits quizás sintiera que había comenzado su
gestión con el pie izquierdo.
Es probable que entonces reparara en otros síntomas del naufragio: la
abdicación de Sandra Arroyo Salgado a ser querellante en la causa que intenta
convertir el suicidio de Nisman en un asesinato. Y la denuncia del ex titular
de la Unidad Especial AMIA, Mario Cimadevilla, contra el ministro de Justicia,
Germán Garavano, y el mismísimo Mauricio Macri por eludir el compromiso de
buscar la verdad sobre el atentado al edificio de la calle Pasteur, por sujetar
la pesquisa a los deseos de Estados Unidos e Israel y por proteger en el juicio
del encubrimiento a los amigos del Gobierno, especialmente a los ex fiscales
Eamon Mullen y José Barbaccia.
En tal escenario resulta espeluznante una columna firmada por Zbar y
difundida hace exactamente un año por la agencia Télam, en la que califica
de “personas que se jugaron todo por esta causa” a esos dos sujetos,
acusados por haber construido pruebas falsas a fuerza de sobornos. Vueltas de
la vida.
Ya se sabe que después de oír la advertencia verbal de Zbar en Israel,
el presidente de la DAIA recibió el 22 de enero en Buenos Aires la ahora
célebre misiva escrita por el vicepresidente primero de la AMIA, Ariel
Eichbaum, y el secretario general de la entidad, Darío Fernan Curiel.
También se sabe que su contenido produjo una gran conmoción tanto en la
DAIA como en Comodoro Py y en la Casa Rosada. Porque fue un mazazo contundente
a la denuncia dibujada en su momento por Nisman. Y desautoriza la acusación
señalando que se trató de una maniobra política, además de un “grave error” de
la dirigencia comunitaria. Ni más ni menos que el tiro de gracia al expediente.
Pero la cuestión se mantuvo en el más riguroso de los silencios. En tanto,
Knoblovits convocaba –también en el mayor de los sigilos– a una asamblea para el
6 de mayo, donde todas las instituciones afiliadas a la DAIA votarían cuál será
el criterio a seguir. Claro que lo hizo con el doble propósito de diluir el
impacto de la exigencia planteada por la AMIA y evitarla luego a través del
voto. Pero algo falló: el jueves la carta se hizo pública. El escándalo se
tornó irrefrenable y con inciertas consecuencias.
No obstante, la reacción institucional tuvo una sobriedad casi
británica: la DAIA emitió un comunicado señalando que “no tiene ninguna
intención de desistir de la querella por el Memorándum con Irán”, aunque
someterá el tema “a la votación de sus entidades afiliadas”.
Aún así, un desencajado Knoblovits se prestaba a la requisitoria de los
medios sin disimular su ofuscación: “Esto es un despropósito y una desmesura”.
Lo enojaba de sobremanera el quiebre de la “omertá”. Al respecto, sólo atinó a
decir: “Recibí la carta hace unos días; en la DAIA lamentamos que la AMIA la
haya hecho pública innecesariamente porque es una situación que se dirime
puertas adentro de nuestra sociedad”.
El diputado Wolf fue –diríase– más silvestre: “Me dan asco”, soltó ante
todo micrófono que se le puso ante la boca. Y agregó: “Ese señor Zbar dio una
voltereta enorme abrazado con (Gregorio) Dalbón, con (Nicolás) Maduro y los que
nos pusieron la bomba”. Lo suyo es la seriedad. «
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