Primero fue una frase desafortunada, hace unos meses,
del periodista e intelectual Eduardo
Jozami: “si Máximo va como candidato a vice, tendría la expectativa de que
Daniel Scioli renuncie algún día". Luego fue Estela de Carlotto que se
deslizó por ese terreno enjabonado: "Yo creo que Scioli
va a seguir el proyecto de Cristina, que es el que hemos aplaudido siempre y el
de Néstor [Kirchner], porque lo ha prometido. Es un hombre fiel, un hombre
diferente y, bueno, incluso puede ser
también una transición muy
constructiva para la espera del regreso de Cristina"
Posteriormente fue
Hebe de Bonafini que devaluó al candidato oficialista: "Miren que me estoy poniendo naranjita para acostumbrarme a algo que no me gusta, miren qué buena que soy... los próximos cuatro años van
a costar sangre, sudor y lágrimas".
Desde el diario La
Nación, el columnista estrella Jorge Fernández Díaz aprovechó el escenario para
escribir el domingo 27 de septiembre: “Cuenta
un testigo íntimo y directo que Héctor J. Cámpora decidió renunciar a la
presidencia de la Nación una mañana de 1973, cuando consultó en su despacho a
un colaborador y le confesó estar completamente sorprendido: había llamado a
todos los miembros de su gabinete y resulta que la mayoría no se encontraba en
Balcarce 50. "Los ministros fueron a ver a Perón a su casa", le
respondió su fiel interlocutor. El Tío se quedó unos segundos en silencio, y
luego dijo: "Evidentemente, hasta acá llegamos". Su colaborador se
mostró perplejo frente a una conclusión tan extrema: "¿Pero por
qué?", quiso saber. Cámpora suspiró: "Porque el presidente está en
Gaspar Campos". La anécdota vuelve hoy a rodar porque los kirchneristas
plantean cada vez con más crudeza la consigna "Scioli al gobierno y
Cristina al poder", y porque los veteranos del peronismo imaginan el
formato que viene sobre la base de aquel desdichado vacío camporista.
"¿Cuántos meses pasarán hasta que los diputados y el vicepresidente
peregrinen a El Calafate en busca de instrucciones?", se preguntan.”
POSIBLE
ERROR DESDE EL KIRCHNERISMO
Aunque resulte aventurado hablar de
sciolismo, si este existe o existirá, es un sector en alianza con el
kirchnerismo basado en una acuerdo tácito o explícito con los gobernadores
justicialistas, con el apoyo del movimiento Evita que sostiene “que es su
candidato”. Al respecto uno de los máximos dirigentes, Fernando “el chino” Navarro afirmó: "Nosotros no decimos que el
candidato es el proyecto. Nuestro candidato es Scioli", enfatiza Navarro,
consciente del juego de las diferencias.” El sciolismo es una ala de un
movimiento policlasista amplio, con posiciones similares y al mismo tiempo
diferentes y contradictorias, que suele alinearse con el que es elegido
presidente a través del verticalismo que levanta como un valor muy importante. Ese verticalismo es el que permite
cohesionar lo diferente, cosa que no sucede en ninguna de las alianzas no
peronistas pasadas y presentes. Es ese verticalismo y la subordinación al
jefe lo que permite entender que los mismos dirigentes que apoyaron a Menem son
los que luego se disciplinaron con Néstor Kirchner. Es lo que permite explicar que cuando Menem
sepulta a Perón junto a los principios rectores del peronismo que le daban su
identidad y se abraza al neoliberalismo y su irritante sostenedor ideológico
local como Álvaro Alsogaray, las rupturas fueron cuantitativamente
insignificantes. La kirchnerización electoral
extrema de Daniel Scioli, no parece que se prolongue más allá de examen
electoral.
La idea del kirchnerismo duro de
convertir a Scioli en la continuación
pura de Cristina y de actuar como un vigilante ideológico de sus desvíos
alentando la idea del doble comando, es un error que será aprovechado
rápidamente por el poder económico que desconfía de Scioli, en la medida que sea entornado por el
kirchnerismo; pero si eso es realidad a su debilidad se sumará el odio del que es destinatario el kirchnerismo de parte
del establishment y de franjas numerosas de las clases medias, lo que precipitará posiblemente una derrota
costosa para los sectores populares.
Es entonces que el probable futuro
gobierno presidido por Scioli, sea una alianza cuyo plan de gobierno debe
negociarse en su interior, tratando de mantener lo conquistado y avanzar con un
estilo y con estrategias que serán necesariamente diferentes.
En una comparación posiblemente
forzada, el ala alvearista del Frente para la Victoria accederá posiblemente a
la Casa Rosada. Cristina y los jóvenes camporistas, que representan lo que en
aquel radicalismo significaba el yrigoyenismo, todo esto salvando las
distancias enormes y los contextos históricos, deben jugar un papel que combine
dureza con flexibilidad, propuestas más radicalizadas y pragmatismo.
Cristina Fernández jugará un papel
importante pero un puede ni debe actuar como presidente paralelo.
Y ya que se hizo referencia al
radicalismo, Yrigoyen dejó actuar a Alvear cuando éste fue presidente, que no
era de su línea política, concluyendo
los seis años de gobierno Yrigoyen fue abrumadoramente elegido en 1928 . En
cambio Balbin fue un poder paralelo a Illia y Alfonsín a De la Rúa. Aunque esto
no fue la causa de sus caídas, contribuyó, con otros motivos más
significativos, a debilitar a ambos
presidentes.
COMPARACIONES
AVENTURADAS
La comparación con la situación vivida
entre Perón y Cámpora y presuntamente Scioli y Cristina Fernández es más que
forzada, equivocada. Perón estuvo proscripto para las elecciones del 11 de
marzo de 1973 por la cláusula de residencia del 25 de agosto de 1972. Perón era
el creador y jefe del movimiento cuyo
peso histórico había resistido y se había fortificado en los 18 años de exilio.
Cámpora
era meramente su delegado. El gobierno que proponía Perón de Acuerdo Social era
saboteado por la base de sustentación de Cámpora que era la juventud peronista
de la Tendencia que no suscribía el pacto social sino una hipotética patria
socialista. Es ese desacuerdo lo que provocó el pedido de renuncia de Cámpora y
que las elecciones de septiembre de 1973 subsanaran el vicio de origen de las
elecciones de marzo. Apunta el ensayista Alejandro Horowicz: “El próximo presidente de los argentinos será electo en
octubre. Es posible que Scioli resulte vencedor. Más allá de esa circunstancia,
gobernará por su cuenta y riesgo hasta 2019. No estoy diciendo que el cristinismo
desaparece: digo que resulta imposible calibrar hoy su lugar en 2016. Una cosa
es una fuerza fogueada tras 17 años de proscripción y, otra, una construida al
calor del poder.”
Hasta la muerte de Néstor Kirchner,
el establishment consideraba que la presidente Cristina Fernández era dirigida
por su marido y algún periodista acomodaticio que con prisa se alojó en la
trinchera de Clarín, sobreactuando como es habitual su incondicionalidad hacia
quien lo contrata, decía que era “el jefe de la jefa de estado”. Luego desde
esos mismos lugares la considerada chirolita pasó a ser la quintaesencia del
autoritarismo y hasta algunos la calificaron de dictadora. El mismo camino se
recorrió en los dos primeros años con Néstor Kirchner considerado subordinado y
títere de Eduardo Duhalde.
Daniel Scioli llegará, si gana, con
una base electoral propia con apoyo del kirchnerismo cristinista, más allá de
las reservas.
No debe existir la posibilidad del
doble comando a partir del 10 de diciembre. Sí, la discusión hacia adentro de
cómo avanzar, que no es lo mismo que no poder identificar si el gobierno está en Balcarce 50 o en el
Calafate.
30-09-2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario