Hay
muchas frases de Perón referidas a la construcción política en sus aspectos
pragmáticos. Una de las más conocidas, es que el criollo hace su rancho con
paredes de barro y bosta y después lo convierte en un nido de amor. Otra es
aquella en que decía que muchas veces abrazaba a quien le gustaría darle una
patada y le pegaba una patada a quien quisiera abrazar. Otra clásica es que le
gustaría rodearse sólo de los buenos, pero éstos son muy poquitos y no alcanzan
para llegar al gobierno. “Un buen político, sostenía el General, es aquél que
cuando uno lo encuentra en la mitad de una escalera, no se alcanza a percibir
si está subiendo o si está bajando.”
El
tres veces presidente, el hombre que dividió el siglo XX en la Argentina en un
antes y un después de su irrupción en la historia, realizaba, más allá de las
frases realistas e ingeniosas, una política de acumulación hacia su movimiento,
en todo lo que era posible y de fragmentación
de las filas adversarias. Cristina Fernández y el kirchnerismo en general, realizan
con eficacia la división de la oposición. Pero en materia de acumulación su
praxis es diferente. Demasiadas veces deja en el camino a seguidores que con un
poco de cintura los mantendría en ubicaciones secundarias de la organización y
evitaría alimentar el engrosamiento de
los adversarios.
Se
recuesta en la agrupación juvenil de La Cámpora, en el movimiento de base
social Evita, en las demás conformaciones que integran Unidos y Organizados, y
en las organizaciones de derechos humanos. En buena parte de su recorrido,
Cristina Fernández parece un vehículo con todas sus marchas pero que pareciera
prescindir de la marcha atrás. Eso es muy confiable y positivo cuando se
emprenden tareas tan arduas y difíciles como el enfrentamiento con Clarín, pero
puede conducir a callejones sin salida si se decide prescindir en todo tiempo y
lugar de lo que en las películas mal dobladas se conoce como reversa.
En
el escenario electoral que se avecina, potenció candidatos territoriales con
acento en las intendencias, manifestando un pragmatismo en las listas
electorales hasta ahora poco exhibido, junto a olvidos injustos e innecesarios.
Pero básicamente permanece incólume el pensamiento de Ernesto Laclau sobre los
nuevos actores sociales en los movimientos nacionales y populares. En esa
matriz de pensamiento, la clase
obrera permanece en un segundo y lejano plano.
DESCONOCIMIENTO
El
autor de esta nota reconoce sus déficits, su desconocimiento, en diferentes
aspectos del vasto saber humano. Me gusta la pintura pero carezco de los
elementos para una evaluación crítica de una obra considerada maestra, como “El
grito” del noruego Eduard Munch, de 1897, donde un hombre en la campiña,
cercano al fin de la tarde, se agarra la cabeza, y con su boca abierta en forma
extrema, emite un grito desgarrador. Sostiene José Pablo Feinmann: “Como fuere, su grito
provoca no terror ni pánico, sino una angustia insidiosa, penetrante en quien
lo mira. La historia humana es un desfile de calamidades y cada una de ellas
merece su correspondiente grito. Pero Munch es noruego. Y ahí, en Noruega, las
puestas de sol son estremecedoras. Munch mismo confiesa que –durante un
crepúsculo– iba con dos amigos por la campiña y, al caer el sol, un rojo intenso
se adueña del cielo. También del espíritu hipersensible de Munch. Sus dos
amigos continúan caminando como si nada, pero él queda petrificado. Sus dos
amigos no eran artistas. Eran, por tanto, incapaces de advertir el horror de
ese rojo sangre que caía sobre el mundo. Me
arriesgaría –entonces– a decir que eso que el hombrecito de Munch avizora es el
futuro. No es la Revolución Industrial. No es el hambre de los
proletarios. No son las matanzas a que fueron sometidos los rebeldes de la
Comuna de París. El hombrecito de
Munch ha dirigido su mirada hacia el siglo XX.”
Tampoco
comprendo qué es lo extraordinario de “La fuente” de Marcel Duchamp, de 1917,
que consiste simplemente en un mingitorio. “Las 500 personas
más poderosas del arte británico "entre curadores, críticos, y
artistas" eligieron a “La Fuente”,
como la obra de
arte más representativa del siglo, relegando a un segundo
puesto a “Las señoritas de Avignon”, de Pablo Picasso. Simon Wilson, ex curador de la Tate
Gallery, elogió la famosa obra de Duchamp de este modo: "Es una pieza que amo. Tiene
todo: es rica en metáforas; es escatológica; rompe con las convenciones
sociales y es muy, pero muy, provocativa.”
En
literatura, un especialista del cuento corto, cortísimo, es el guatemalteco
Augusto Monterroso. Una demostración de su notable talento, recuerdan los
críticos, es este cuento, el más breve que se recuerde: “Cuando despertó,
el dinosaurio todavía estaba ahí.” Clemente, el notable personaje del dibujante Caloi,
sostenía que “a los que corren haciendo footing, les faltaba argumento”; este
famosísimo relato corto parece atravesado de la misma carencia.”
SNOBISMO
A
los legos nos resulta complicado poder desentrañar si estamos en presencia de
una genialidad artística o de una tomadura de pelo consagrada por la crítica
con los pergaminos de una obra maestra.
Conrado Nalé Roxlo, que hacía humorismo con el pseudónimo de Chamico, revela, con una ironía implacable, cómo el
snobismo puede ser una de las múltiples caras de la estupidez; se llama “La
nueva escuela”: “Era un gran poeta que vivía en un huerto de laureles plantados
por la admiración de sus contemporáneos. Tan tupida era aquella floresta de la
gloria que el poeta no podía ver el espectáculo de la calle, que, por otra
parte no existía, pues las autoridades desviaban el tránsito para que los ruidos no lo molestaran
en la contemplación de las nubes, que era cuanto necesitaba ver. El Baedecker
de la ciudad decía que al pasar sobre su casa las nubes tomaban las formas más
caprichosas y bellas, lo que atraía gran cantidad de turistas que veían o no el
prodigio según el grado de sensibilidad.
Gozaba
en vida de tanta gloria como si ya se hubiera muerto. El Instituto Gallup había
calculado que por cada 154 sílabas imantadas por su inspiración (que son las
que contienen un soneto decente) se escribían 473 páginas y media de crítica,
toda elogiosa. Pero el gran poeta era muy distraído, posiblemente porque
siempre estaba papando consonantes, y así cada salida le costaba un paraguas. Digo
mal, no le costaba nada, pues el que lo encontraba, se apresuraba a guardarlo
como reliquia y enviarle uno mejor. Él no se daba cuenta del cambio y agradecía
la devolución con una esquelita. Pero dentro del perfecto régimen de
distracciones en que se movía, la esquela se la mandaba a otra persona. Estos
agradecimientos de contramano daban un cierto sabor de aventura, azar y
misterio que sentaba muy bien a su poesía y permitió a los críticos, exégetas y
psicólogos escribir páginas sutilísimas sobre el paragüismo. Einstein, que
siempre tiene respuesta para todo, soltó una fórmula tan exacta y deslumbrante
que se creó un instituto para interpretarla. Bernard Shaw, también consultado
por una agencia internacional, se limitó a decir que el gran poeta era muy
distraído, chiste que fue ampliamente celebrado.
Pero
era más distraído que todo eso, pues con harta frecuencia se olvidaba de poner
las correspondientes consonantes en las puntas de sus maravillosos versos. En
esos casos el director del diario o revista que los recibía tomaba el teléfono
y, con el respeto debido a su genio, le decía:
-
Maestro,
se ha olvidado usted de las consonantes.
-
¡
Qué cabeza la mía! exclamaba él, y le daba por teléfono cantidad de consonantes
suficientes para que el poema saliera como Apolo manda. Y jamás cometió un
error. Era un mimado de las musas
Pero
un buen día, sin decir agua y jabón van, se metió en el asunto su lavandera,
oficiando sin proponérselo de décima musa. Le dejó sobre la mesa donde se
amontonaban sus borradores una cuenta de lavado y planchado. Llegó el poeta
impresionante de inspiración y tan distraído como inspirado, y firmando la cuenta la mandó a una revista literaria.
Al
rato sonó el teléfono:
-
Maestro,
faltan las consonantes.
-
¡
Por Mnemósima, madre de la memoria! – exclamó el vate- ¿Cuántas consonantes
faltan?
-
Todas,
y son tantas.
-
Allá van.
Y
allá fueron. El poema apareció con una ilustración onírica y surrealista, muy
puesta en razón, y comenzaba así:
Siete
camisas, amor
Dos
calzoncillos, jardín,
Siete
pañuelos, violín…..
Tres
camisetas, ¡ dolor!
Los
críticos se desencuadernaron escribiendo elogios. Treinta y siete academias
pidieron para él el premio Nobel. Ciento de recitadoras tomaron apresuradamente
trenes y aviones para difundir la buena nueva con los correspondientes
ademanes. Se agotaron los catálogos de las tiendas, pues jóvenes poetas
ansiosos de ponerse a tono buscaban prendas adecuadas para poetizar. Surgió,
como no podía menos surgir, la polémica entre los partidarios de la lencería y
los energúmenos de la bonetería. Terciaron, naturalmente, los eclécticos
sosteniendo que eran compatibles la camiseta de doble frisa con la camiseta de
seda natural. Los clasicistas abogaron tímidamente por la restauración del
peplo. Al grito de ¡ pasatistas! Se ahogó su voz con una tricota.
En
fin, fue un jaleo como el estreno de “Hernani”, pero adaptado al ritmo violento
de nuestra época.
Cuando
el poeta se enteró del escándalo, quiso aclarar el error, rectificar la cuenta
del lavado para darle el bajo lugar que le correspondía, pero se habían
acumulado ya tantos estudios, tantos argumentos, tantas conferencias, que no le
habría bastado la vida para rebatirlos. Además, ¿cómo decir de verdad sin
ofender a sus devotos y exaltados admiradores?
¡Imposible!
Se resignó a ser el creador de una nueva escuela de la que no entendía una
flauta de Pan. Pero a fuerza de leer los argumentos de los teorizadores y los
poemas de sus discípulos, la luz se hizo una vez más en su mente privilegiada,
y un día se sentó a escribir, trémulo de emoción:
Un par
de medias, destino……
CONSTRUCCIÓN DE HEGEMONÍA
En
una nota del antropólogo Alejandro Grimson, publicada en Página 12 el 23 de
abril puede leerse: “Si
la política fuera simplemente la implementación del propio ideario una vez que
ha sido elegido para gobernar, sería un juego de niños. Pero si existe el
tiempo, la construcción de alianzas, la “muñeca política” y muchos otros
detalles es porque la construcción de hegemonía nunca se clausura. Es siempre
un fenómeno abierto, nunca se arriba a una situación definitiva. Podés ganar
las elecciones por el 70 por ciento, pero mantener un nivel alto de apoyo
implica habilidad política a lo largo de un proceso complejo, cambiante,
repleto de imponderables. No se puede gobernar sólo con convicciones, con
voluntad ni con compromiso ideológico. Se gobierna construyendo espacios de
sustentación que, por más grande que sea el apoyo logrado, busquen
trascenderlo. Incluso si al intentar amplificarlo sólo se lograra preservarlo.
El diálogo o las búsquedas de consensos no son actos que se declaran porque
suenan bonito. Son necesarios porque en su completa ausencia hay una renuncia a
la disputa por ampliar las propias bases, por ampliar la frontera de personas y
grupos que se pueden interpelar. El desprecio hacia el diálogo y la negociación
es desprecio hacia la política como tal. Siempre el riesgo es instalación de
una lógica ajena a la política, que crea que se construye poder vociferando
sobre los adversarios cuando se construye poder con éxitos reales de gestión y
con acuerdos políticos que amplíen (o preserven) los apoyos…… Muchas veces en el último año ha parecido
que el Gobierno creía que con un apoyo tan amplio y una oposición tan débil
podía darse el lujo de no construir hegemonía. La base social de la oposición
crece sin menguar su fragmentación. Las lecturas que buscan menospreciar esa
intensificación anuncian que sus efectos electorales serán reducidos. Es
realmente absurdo creer que la legitimidad política se congela en un resultado
electoral y no es un proceso abierto. Si así fuera, la presidencia de Néstor
Kirchner no habría sido testimonio de una dinámica de creciente legitimidad
desde votos escasos.
Hasta
hoy, el único proyecto de la oposición es el antikirchnerismo. Pero la política
es dinámica y sería difícil que, si no se modifican cuestiones cruciales, no
existan sectores concretos que capitalicen ese malestar. El temor más profundo, claro está, es que estrategias equivocadas
socaven las bases de sustento de logros decisivos que deberían ya considerarse
avances de la sociedad argentina. Conociendo nuestra historia es razonable el
temor de que un gobierno de otra orientación pretenda desarmar velozmente esos
logros.”
La
política electoral consiste en aglutinar a los seguidores y tratar de seducir,
convencer o neutralizar a los indecisos. En el terreno resbaladizo de los
dudosos de las clases medias se encuentra el grupo de electores a los que hay
que sumar a las filas para superar el 40%. Eso implica el propósito de volar
hacia el techo y evitar quedar circunscripto
en el piso propio consolidado.
SOBRE LA CONSTRUCCIÓN POLÍTICA
La
fragmentación de la oposición, un archipiélago de referentes que no trascienden
a nivel nacional, permitirán disimular errores en la construcción política del
gobierno que disminuirá significativamente sus votos a nivel nacional,
perdiendo posiblemente casi todos los clásicos (los cinco distritos que abarcan
el 70% del electorado) pero totalizando una cifra total mayoritaria por
presencia en todos los distritos. No existe en esta ocasión, como en el 2009,
una oposición principal a nivel nacional a la cual el kirchnerismo le ganó por
un margen estrechísimo.
Es
cierto que las tácticas se miden por sus resultados y el triunfo oculta las
fallas. Siendo Scioli y Massa dos visiones parecidas entre sí pero
diferenciadas y hasta contrapuestas del mejor kirchnerismo, que convivieron a
lo largo de la década en su interior, parece haber sido excesivamente
arriesgado el estrangulamiento financiero y los fuertes apercibimientos
públicos al gobernador y no haber echado el resto para mantener a Massa cuatro
meses más en el Frente para la Victoria, lo que posiblemente habilitaba un
panorama diferente de cara al 2015. Obtenida una victoria por un porcentaje
superior al 40%, quedaban dos años de tránsito de un camino siempre difícil,
pero con tiempo suficiente para los arreglos de cuentas que resultaren
necesarios. Por otra parte ciertos señalamientos ideológicos diferenciales justos
con relación a Scioli y Massa se omiten con relación a Gildo Insfrán, José Luís
Gioja o Juan Manuel Urtubey, para no entrar en consideraciones acerca de
intendentes del conurbano como Raúl Othacé.
Estos
comentarios lo he realizado reiteradamente en el programa radial EL TREN que
conduzco con Gerardo Yomal. En el mismo, el martes 2 de julio, en una
entrevista que le realizamos al analista político Mario Wainfeld, el mismo
expresó, refiriéndose al kirchnerismo (aunque personalmente lo atribuiría
fundamentalmente al cristinismo) :
“Posiblemente le falte hectolitros de café y toneladas de asado.” La proximidad
entre la presidenta, sus operadores,
militantes e intendentes, tiene
una lejanía que debilita los lazos interpersonales y las lealtades.
Por la
forma que se han delineado estas
elecciones legislativas son mucho más un plebiscito de la gestión presidencial
que una renovación legislativa.
Posiblemente el equivocado sea yo. Que no comprende la genialidad en
los casos mencionados de Munch, Deschamp
y Monterroso, ni tampoco los aciertos de la construcción política presidencial.
Pero prefiero señalar algunas dudas, y no hacer el recorrido de los críticos
elogiosos del poeta distraído que atiborraban de adjetivaciones superlativas
algo que no comprendían y que al mismo tiempo consideraban notable.
8-07-2013
Todos
los derechos reservados. Hugo Presman. Para
publicar citar fuente.
Muy bueno.
ResponderEliminarVengo machacando con cuestiones similares hace tiempo ya. Desde el mismo día siguiente al de las PASO/2011, diría.
Muy buena la frase de Wainfeld.
Saludos.
Muy buen compañero. Vengo sosteniendo que Cristina ha llevado adelante grandes aciertos estratégicos como la reestatización de YPF, la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central y el plan PROCREAR, pero ha mostrado una gran torpeza en la construcción política y social.
ResponderEliminar"...donde un hombre en la campiña, cercano al fin de la tarde,.." No, está en un puente sobre un río.
ResponderEliminar