La
cámara recorre las callejuelas de la villa mientras sigue el andar solitario de
un chico de 11 años. Autos abandonados, barro, basura acumulada, una
escenografía mirada desde las entrañas. Es “Diagnóstico Esperanza”, la opera
prima de César González, que escribió el guión, la dirigió y la actúo. El
blanco y negro inicial vira al color. Pero la pesadilla no mejora porque se
abandone los colores primarios. La
película no la incorpora pero el cuplé de “Agarrate Catalina”, con su violencia
extrema parece haberse inspirado en un paisaje similar. Ese que dice: “Vengo
del basurero que este sistema dejo al costado, /las leyes del mercado me
convirtieron en funcional,/soy un montón de mierda brotando de las
alcantarillas,/ soy una pesadilla de la que no vas a despertar. /Vos me desprecias, vos me buchoneas,
pero fisurado, me necesitas./Soy parte
de un negocio que nadie puso y que todos usan, /en la ruleta rusa yo soy la
bala que toco,/ cargo con un linaje acumulativo de viciaduras, /y un alma que
supura veneno de otra generación. /Yo no sé quién soy, yo no sé quien sos,/ el
tren del rebaño se descarrilo.”
Esa era la posibilidad más alta cuando César González nació el 28 de
febrero de 1989 y en el país amanecía el menemismo. Creció acunado por el
ladrido de los perros y el silbido nocturno de las balas. Con un futuro
hipotecado, como tantos otros, décadas antes de nacer. Muchos años después, en
octubre del 2010, César, transformado en Camilo Blajakis le decía a Silvina
Friera de Página 12, después de salir de la cárcel: “Yo soy consecuencia de las
dos presidencias de Menem; no es poco lo que hizo esa basura en este país.”
También la confesaba: “Infancia tuve, pero a los golpes, en la calle, a los
porrazos, como tantos. Los pibes con los que me juntaba tenían madres solteras,
les faltaba el papá, eran iguales que yo”. De su padre decía: “Era borracho, le
pegaba a mi mamá. Ahora no sé donde vive ni me interesa realmente…pobrecito,
fue adicto al alcohol, yo a las drogas. ¿ Qué puedo reprocharle? Nada”.
La droga fue un atajo para sortear la realidad. El robo casi un destino. Lo cuenta así: “Yo era re violento. Casi me matan, capaz maté. Robé
muchos años. De chiquito, para nosotros
siempre fue el miedo, que la gente se cruce de vereda. Salía a manguear,
revisaba bolsas y juntaba botellas. No se me cae nada por decirlo. Nos mandaban
a la ‘gorra’ que nos daba palos. Tengo seis tiros de la policía encima, cinco
años en cana y seis operaciones. No me morí de pedo. Mi hermano estuvo preso,
mi vieja también.”
Como
poeta lo recrearía así: “Los villeros no gritan/ porque ni voz propia
tienen/deberíamos rebelarnos/ pero bien sumisos nos dejaron/ y tanto miedo de
hablar tenemos/ que hasta los discursos nos escriben/ nos oprimen la ciencia,
las palabras y las cosas/ somos como la rata corriendo la ruedita/de la
sociología y el trabajo social/ llenamos nuestras muelas/ con migajas del
poder/ migajas de la burocracia fabrican la red/ y fortalecen la crueldad
perpetua de los mismos/ vamos al congreso pero para limpiar los baños/ estamos
en la televisión/ pero en el segmento de policiales…” Pasó primero por el
Instituto de Menores Rocca, luego por el Instituto Belgrano, posteriormente por
el Instituto Agote, todos de la Capital y cuando cumplió 19 años, fue
trasladado al Penal de Ezeiza y finalmente terminó en Marcos Paz.
A pesar de
lo penoso que es el sistema carcelario, la libertad espiritual le llegó de la
mano de un mago llamado Patricio Montessano, que realiza trabajos sociales en
las cárceles. Fue el que lo introdujo en la lectura que con el tiempo empezó a
transitar por senderos cada vez más profundos. De Rodolfo Walsh a John William Cooke, del Che
a Luis Mattini; de Deleuze a Foucault, de Spinoza a Nietzsche
Patricio le
alcanzó un salvavidas y César lo agarró con fuerza. Terminó el secundario y la
poesía lo hizo libre entre rejas. Ahí está su poema “De soledades y renaceres”
de su segundo libro “Crónica de una libertad condicional”: ¿Qué fue lo que me
despertó y salvó mi destino/ de una muerte con fragancia a plomo policial?/ Fue
un encuentro, encontrarme con la poesía./
Me ofreció
un abrazo cuando las únicas ofertas eran las piñas/ me regaló libertad cuando
todo era encierro/ Habitaba el olvido y era un rehén del egoísmo/Mi
entendimiento no era más que soñar un asalto/donde cruzarme la fortuna
monetaria/ y hoy mis sueños son miles/ se multiplican por cada gramo de
cicatriz existente/ No dejé de robar por motivos religiosos ni morales/ fue un
acto inconsciente, un arrebato de esperanza/ ¿una sobredosis de esperanza?/ Me
cansé de ser un delito y un legajo judicial/ me propuse contradecir mi destino/
me cansé del maltrato intelectual/ me cansé que me nieguen cultura/ por ser
morocho y de una villa/ comprendí que mi ignorancia era parte de un sistema/
que necesita excluidos para mantenerse estable./Después de esa ruptura/ renové
desde mis venas hasta la molécula más pequeña”
En el
reportaje mencionado expresó: “¿Hubiese terminado en una celda si no hubiese
nacido en una villa? Si nueve de cada diez de los que estábamos en la cárcel
éramos de una villa. ¿Qué hubiese pasado si hubiese nacido en otro contexto?
Realmente no sé, pero considero que en la cárcel no hubiese terminado con 16
años, baleado, adicto a las drogas como era. Se cayó la venda de mis ojos con
mucha rabia. No quería darle el gusto al sistema, a la sociedad, que quiere que
terminemos en la cárcel. Y fue una ruptura”
En el poema
“Sistema injudicial” apunta hacia la estructura del Poder Judicial. Ahí
reflexiona: “El defensor del estado nunca gana un juicio/los abogados son muy
caros/ los jueces están ciegos/ y los tribunales apestan de legajos/ Jueces
gusanos, malditos y repugnantes/solo ven la hora de castigar al pobre/solo
viven para castigar al pobre/ Tienen Biblia propia y todo/ se llama Código
Penal/ mientras ellos la interpretan/ las esposas raspan muñecas y manos/las
cadenas aprietan huesos/las celdas reciben nuevo habitante”
REBELDE CON CAUSA
Salió de la
cárcel y siguió publicando la revista cultural “¿Todo Piola?” Rápidamente los
amigos de la Villa, solidariamente, le ofrecieron transitar por los suburbios
del delito. Lo rechazó y abrió talleres literarios. Realizó el CBC en Filosofía,
con la intención de encontrar respuesta a muchos interrogantes. “Mi vieja no
puede creer como le salió el hijo de la cárcel. Ni con toda la fe en el mundo
pensaba que iba a salir así. Ella tenía la esperanza que dejara de robar. Y
nada más” Publicó su primer libro “La venganza del cordero atado” y condujo un
programa por Canal Encuentro con el título “Alegría y dignidad”
Sostiene:
“Necesito escribir como el adicto necesita de sus dosis. Mi dosis es escribir,
me corre poesía por las venas….Es más peligros un pibe que piensa que un pibe
que roba”; a la clase media le preguntan ¿qué
querés ser: abogado, médico, periodista? Al pibe de la villa nadie la
pregunta….Nos enseñan que todo es perfecto, que lo único anda mal son los
bárbaros, o sea los pibes chorros. Civilización o barbarie, es eso, sigue
siendo igual”
Cuando
obtuvo la libertad, encontró un país distinto que el que conocía cuando fue
preso. Comenta: “Hay alegría en el
escenario político argentino y hasta noto cierta alegría. La naturaleza de los
barrios bajos es el peronismo obrero. No puedo desconocer eso; y con más
facilidad me doy cuenta que este gobierno se corresponde con esa naturaleza,
que este gobierno está relacionado directamente con los intereses populares y
me siento identificado. Yo viví en una casa de material y chapa toda mi vida.
Hoy tenemos una casa digna con calefón, cocina y agua caliente.”
Estudió
cine. Y estrenó “Diagnóstico Esperanza” íntegramente interpretado por
habitantes de la villa. Es una película que parece un documental, con un hilo
de Ariadna que la vincula con la célebre Batalla de Argelia de Gillo
Pontecorvo.
Sin
concesiones, no se embellece a la pobreza ni se santifica a los pobres. Se
denuncia a la policía mostrándola en su accionar. Ahí está, la droga como medio
de vida y como sometimiento. El delito como salida individual. La madre de
César tiene un papel descollante en la
película. Y cuando concluye, los espectadores estallan en un merecido aplauso y
se baja al hall del Gaumont, ahí están Patricio y algunos de los actores villeros
vendiendo los libros de Camilo Blajakis y la revista cultural ¿Todo Piola?
LEONARDO FAVIO RESUCITÓ EN LA
VILLA CARLOS GARDEL
Hay una herencia cinematográfica que va del notable Leonardo Favio a César González. Como simple espectador me atrevo a afirmar que “Diagnóstico Esperanza” supera largamente a “Crónica de un niño sólo”. Con una sola cámara, una computadora, actores que se interpretan a sí mismo y unos pocos pesos prestados González ha hecho una pequeña obra maestra. César es un diamante en estado natural, con un talento inconmensurable.
Hay una herencia cinematográfica que va del notable Leonardo Favio a César González. Como simple espectador me atrevo a afirmar que “Diagnóstico Esperanza” supera largamente a “Crónica de un niño sólo”. Con una sola cámara, una computadora, actores que se interpretan a sí mismo y unos pocos pesos prestados González ha hecho una pequeña obra maestra. César es un diamante en estado natural, con un talento inconmensurable.
La villa vista desde adentro recreada desde las vísceras con imaginación y
poesía. Con infancias generalmente desprovistas de cariño. Como la de Alen, el
chico de once años que quiere ser cantor y que interpreta al finalizar la
película la canción “Yo aprendí”. Esa que dice: “Yo aprendí a ver pibes
muertos/ yo aprendí a ver pibes presos/un tiroteo siempre por acá/así a los
chicos yo no los quiero más/ Mucha droga/ muchos tiros/ poca caricia/ poco
cariño/ Pibes matando/ pibes corriendo/ niños mirando/ así aprenderán/ Me llamo
Alen/ soy de la Gardel/te vengo a rapear/ a ver si entendés/ lo que pasa acá/
Yo aprendí….”
Reflexionando sobre su película, César le dijo al periodista Emanuel
Respighi: “Las cámaras se han cansado de filmar en las villas…..cada dos o tres
días en la TV pasan periodísticos dedicados a masacrar a las villas…..Nunca se
ve una mirada villera sobre las problemáticas de la sociedad. Ni está presente
la mirada que tenemos los villeros sobre nuestro hábitat; siempre están
hablando de nosotros. Como si necesitaríamos un traductor al lado o alguien que
nos escriba los discursos porque no somos capaces de hacerlo”
La película está cuidada hasta en
sus menores detalles. Por eso está subtitulada para superar entendibles
problemas de dicción y hacer accesible el lunfardo villero.
Página 12 lo denominó “El Pasolini de Fuerte Apache”. Ese que escribe: “Yo
vi belleza en cada paliza/ y en cada requisa planee mi futuro…..” o en “Miedos Moribundos”: “Solo veré
preocupación/Cuando a mi poema/ también lo humille la rutina/ cuando mis
palabras también/ queden encerradas adentro de una celda/y ya no sean
adictas/al sueño y a la utopía/ cuando se dejen vencer/ y ya no resistan/ las
piñas de este sistema/ Si llegara ese momento/ no tendría razón mi poema/
Viviría feliz como viven los decentes/Sentiría el mundo por TV/ y no por lo que
ven mis ojos/ Viviría feliz como/viven los honestos”.
Poesía y cine. El séptimo arte convertido en una vivisección de la realidad
con lenguaje artístico. “El cine me apasiona porque es un poema que escribimos
de a muchos” sostiene César González, en tren de abandonar su pseudónimo
literario de Camilo Blajakis, donde fusionaba el nombre de un revolucionario
con un sindicalista asesinado. Tal vez ahora sea también, el que resucitó a
Leonardo Favio en la villa Carlos Gardel. Ya es el Carlos Gardel de su villa.
27-07-2013
Todos los derechos reservados. Hugo
Presman. Para publicar citar fuente.
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