Hace nueve años que el kirchnerismo mantiene la iniciativa política, salvo
pequeños intervalos. Para ello propuso un modelo, que manteniendo algunas de
las precariedades de los noventa,
levantó hipotecas heredadas de décadas como el peso de la deuda externa
y los horrores impunes del terrorismo de estado; corrigió orientaciones
descabelladas, colocó la política sobre la economía, reconstruyó la presencia
estatal, estableció coto a muchas de las desmesuras del mercado y unió su
política exterior a los gobiernos latinoamericanos que se esfuerzan con
intensidad variable de dejar atrás el desmantelamiento de las políticas
neoliberales. Esto le permitió revertir su enorme debilidad de origen. Ante
esta propuesta, la oposición en sus diversas variantes con inserción electoral
variable, adoptó en general una actitud
de enfrentamiento que carece de atractivas alternativas y que tiende a reflejar
en algunos casos nostalgias acríticas de los noventa; y en otros, corrimientos
por izquierda sin sustento en fuerzas sociales. Los medios hegemónicos dominantes,
feroces y visceralmente opositores, articulan a esa oposición que termina
siendo dependiente y representante de los intereses económicos de esos medios,
y voceros de otros representantes del establishment. Esa situación produce un
efecto paradojal: le permite a la oposición encarnada en los partidos políticos
mantenerse en estado vegetativo pero con serios inconvenientes para volver a la
vida activa y representar una alternativa al gobierno. Como consecuencia de
todo ello, las fracturas fueron el signo distintivo del campo opositor. Desde
el apabullante triunfo del 23 de octubre del año pasado, la política seguida
por Cristina Fernández, ya sea por las medidas concretadas, por el discurso
enarbolado, por recurrentes errores de
implementación y comunicación de medidas correctas, o por una arriesgada e
incierta construcción política, sumadas a otras equivocaciones conocidas en el
lenguaje tenístico como “errores no forzados”, fue arrojando sectores a la
oposición mientras se incrementaba el malestar de franjas crecientes de clases
medias que el 13 de septiembre decidieron exteriorizar su bronca pasiva
transformándola en una actitud activa. Todo esto a escasos meses que entre en
vigencia integral la ley de medios audiovisuales, que afectará a gigantescos negocios.
La CGT de Hugo Moyano, con su capacidad de movilización y presión; la CTA opositora de Pablo Micheli; la Federación Agraria de Eduardo Buzzi, socio de la Sociedad Rural en el conflicto del gobierno con las patronales del campo; los remanentes del peronismo residual en el botecito duhaldista con la impresentable pata sindical del Momo Venegas; el eterno aspirante presidencial José Manuel de la Sota, que nunca despega; juntos a Adolfo Rodríguez Saa y Aldo Rico, todos ellos confluyen en un heterogéneo conglomerado bajo la mirada complaciente del pope de Clarín y amenazan ganar las calles. Néstor Kirchner había concretado su alianza con Moyano, a partir de la cual, y con importantes concesiones económicas, se garantizó tranquilidad sindical y el dominio callejero. Hoy Cristina Fernández carece de ese acuerdo y el propósito de tener una CGT adicta sin concreción real hasta el momento, tropieza que la misma no le garantiza ninguno de aquellos objetivos y está encarnada en buena parte por la resaca sindical cómplice de los noventa. A su vez, a esta altura del segundo mandato de Cristina Fernández no se visualiza un delfín que garantice el sostenimiento de lo logrado; y la alternativa reeleccionista mediante reforma constitucional, tropieza con el inconveniente que su impulso sería el coagulante de la oposición fraccionada y convocará detrás a un importante frente de intereses económicos con la presencia “popular” de las franjas medias irritadas.
PERIODISMO
En el periodismo se libra uno de los frentes de batalla. Como en todo conflicto de alta intensidad, la veracidad es la primera víctima. Los medios hegemónicos son un muestrario agobiante de noticias negativas capaces de desmoralizar al optimista más empedernido. Su enorme penetración y la cantidad de repeticiones la convierten en la cadena oficial antigubernamental. No es el periodismo que pregonan lo que los convoca, sino los intereses que han sido afectados.
Luego del conflicto del gobierno con las patronales del campo, donde la cadena antigubernamental llegó a implementar la pantalla dividida colocando el discurso presidencial en el mismo nivel que el desagrado que el mismo le producía a Alfredo De Ángeli, la presidenta decidió crear un contrapoder de medios oficiales, del que 6-7-8 fue el programa insignia y el grupo Spolsky el articulador de un conjunto de medios que luego de varios años ha revelado que su inserción es inversamente proporcional a la inversión realizada.
La CGT de Hugo Moyano, con su capacidad de movilización y presión; la CTA opositora de Pablo Micheli; la Federación Agraria de Eduardo Buzzi, socio de la Sociedad Rural en el conflicto del gobierno con las patronales del campo; los remanentes del peronismo residual en el botecito duhaldista con la impresentable pata sindical del Momo Venegas; el eterno aspirante presidencial José Manuel de la Sota, que nunca despega; juntos a Adolfo Rodríguez Saa y Aldo Rico, todos ellos confluyen en un heterogéneo conglomerado bajo la mirada complaciente del pope de Clarín y amenazan ganar las calles. Néstor Kirchner había concretado su alianza con Moyano, a partir de la cual, y con importantes concesiones económicas, se garantizó tranquilidad sindical y el dominio callejero. Hoy Cristina Fernández carece de ese acuerdo y el propósito de tener una CGT adicta sin concreción real hasta el momento, tropieza que la misma no le garantiza ninguno de aquellos objetivos y está encarnada en buena parte por la resaca sindical cómplice de los noventa. A su vez, a esta altura del segundo mandato de Cristina Fernández no se visualiza un delfín que garantice el sostenimiento de lo logrado; y la alternativa reeleccionista mediante reforma constitucional, tropieza con el inconveniente que su impulso sería el coagulante de la oposición fraccionada y convocará detrás a un importante frente de intereses económicos con la presencia “popular” de las franjas medias irritadas.
PERIODISMO
En el periodismo se libra uno de los frentes de batalla. Como en todo conflicto de alta intensidad, la veracidad es la primera víctima. Los medios hegemónicos son un muestrario agobiante de noticias negativas capaces de desmoralizar al optimista más empedernido. Su enorme penetración y la cantidad de repeticiones la convierten en la cadena oficial antigubernamental. No es el periodismo que pregonan lo que los convoca, sino los intereses que han sido afectados.
Luego del conflicto del gobierno con las patronales del campo, donde la cadena antigubernamental llegó a implementar la pantalla dividida colocando el discurso presidencial en el mismo nivel que el desagrado que el mismo le producía a Alfredo De Ángeli, la presidenta decidió crear un contrapoder de medios oficiales, del que 6-7-8 fue el programa insignia y el grupo Spolsky el articulador de un conjunto de medios que luego de varios años ha revelado que su inserción es inversamente proporcional a la inversión realizada.
En los primeros años la penetración de
6-7-8 fue mucho más importante que el rating que le asignaron. Presentado como
crítica de medios, en realidad fue un desenmascaramiento de medios opositores,
dejando fuera de su ángulo de observación a los oficialistas o paraoficiales.
Tiene el mérito de no ocultar su pertenencia ideológica; y sin alinearse como
periodismo militante lo practican sin timideces. Su notable archivo consiguió
verdaderos hallazgos que produjeron un superlativo rencor en quienes fueron
afectados o descubiertos en sus contradicciones. Cumplieron un papel importante
en la recuperación del gobierno a partir de la derrota electoral del 2008. Su
eficacia ha disminuido por el paso del tiempo, por un cerrarse sobre sí mismo
progresivo y por convertirse cada vez más en una tribuna de funcionarios.
La pérdida de credibilidad de Clarín,
su retroceso, la ley de medios que inexorablemente tiene fecha de aplicación,
llevaron al multimedios a su mejor jugada que fue la contratación de Jorge
Lanata, primero en Radio Mitre y luego en Canal 13. Tiene a su disposición toda
la estructura del grupo y decidió encarar la contraofensiva. La alianza laboral
fue beneficiosa para ambas partes: Clarín logró un jugador que tiene fuerte
penetración en los sectores medios y en especial en el público joven (caso
único) y para el periodista un “volver a vivir” ya que había entrado en un
eclipse que parecía terminal y que afectaba a su poderoso ego. Es cierto que
para ello decidió rematar lo mejor de su
pasado, ser un Pétain periodístico,
quedar expuesto a contradicciones profundas e ilevantables y
convertirse, sin tapujos, en un empleado de Clarín, del que había sido uno de
los primeros denunciantes. Su rendición es incondicional: convoca a los
abogados del multimedios como profesionales asépticos; hace prédica de la antipolítica como siempre;
todo su accionar tiene como exclusiva meta erosionar al gobierno; omite toda
crítica al poder económico; no afecta a nadie de la oposición; promueve al
macrismo; y en los hechos intenta cumplir el papel de articular una oposición fragmentada hasta la insignificancia.
Su prédica en pocos meses ha sido efectiva. Una parte del éxito del cacerolazo podría atribuirse a su
actuación. Lanata es a Magneto lo que 6-7-8 ha sido en la defensa del gobierno.
¿Como es el periodismo de Jorge Lanata?
Es un cartoneo periodístico. Como los cartoneros, revuelve en la basura para
vivir. No está mal que lo haga, si finalmente entre los residuos logra algunos
hallazgos significativos. Pero el “periodista independiente” hace trampa y
miente. Primero: sólo selecciona el tipo de basura que le sirve a su empleador
en la lucha contra el gobierno. Segundo: sólo se queda con la basura política,
con lo que termina siendo el sostén más entusiasta del discurso antipolitico.
Tercero: mira los procesos históricos desde las bolsas de basura, con lo que
amputa la riqueza de los innumerables actos humanos, y convierte todo en un
gigantesco basural, donde quedan excluidos los ideales, las convicciones, las
utopías, la lucha de clases, la generosidad, el desprendimiento militante.
Con su mirada, que se deleita
exclusivamente en los residuos de la sociedad, no hay proceso histórico que
pueda reivindicarse. Tiene una visión sin ninguna perspectiva histórica,
justamente alguien que pretendió ser un divulgador en esa materia, tarea que le
quedó grande y por la que ha pasado permaneciendo indemne a la comprensión.
Hace
hoy el periodismo más militante, pero lo oculta, es decir miente, bajo
la pátina de un ejercicio profesional aséptico e independiente. Utiliza el
sarcasmo, el humor adolescente tipo juvenilia del secundario, una precariedad
argumental y el insulto como sustituto. Bernardo Neustad lo percibió
tempranamente: Lanata era su sucesor, predijo, porque observó que mucho más que
un periodista era fundamentalmente un publicista, creador de impactos
publicitarios, con frases penetrantes de una pirotecnia vacía.
El periodista venezolano Modesto Emilio
Guerrero definió este tipo de periodismo con una contundencia insuperable: “El
lanatismo es la enfermedad infantil del periodismo.”
Alfombró su ingreso asalariado a
Clarín, considerándolo el más débil, en una entrevista de su seguidor
antiguo más fiel que es Ernesto
Tenembaum. El slogan de TN (“todo negativo”)
lo despliega con una intensidad insuperable. Reynaldo Sietecase -quien
durante mucho tiempo integró su staff en los momentos de su esplendor
profesional “progresista”- que hoy tiene una mirada crítica sobre los posicionamientos actuales del ex director de
“Página 12”, afirma: “Desconfíe del
periodista que ve todo bien, de la misma manera de aquél que ve todo mal.”
Su actual momento de gloria le ha
permitido reunir una concurrencia muy importante en una charla en la ciudad de
Córdoba, que no lo podría concretar ningún otro periodista, en donde se
permitió frases de una ignorancia supina, recogidas entusiastamente por Clarín
en su edición del 25 de septiembre página 33: “La democracia es, sobre todo, representar a las minorías.” Vocero de
intereses minoritarios, Lanata adultera el concepto que la democracia es la
representación de las mayorías, respetando lógicamente a las minorías.
Luego hipócritamente afirma: “El gobierno cree que estamos en una guerra y ni
yo ni nadie quiere tener enemigos”. Esto lo dice con el casco del multimedio
puesto y siendo su principal ariete bélico en el conflicto con el gobierno.
La propaganda que despliega Clarín los
días jueves son una confesión que releva de más pruebas: bajo el título de
“Pobres políticos, no tienen descanso” aparecen las fotos del humorista
Alejandro Borensztein (uno de los hijos de Tato Bores) y del periodista Jorge
Lanata. Lo increíble es que si se cambia el texto el resultado no se altera.
“Pobres políticos (oficialistas) no tienen descanso. El sábado el humorista
Jorge Lanata y el domingo el periodista Alejandro Borensztein” Y para que quede
más claro se podría agregar: “Empresarios no se preocupen. Con Uds. no nos
metemos. No se defeca donde se come.”
Que los seguidores del director de
“Critica” y “Data 54” son diferentes a su época de “progresista”, lo reflejan
algunas de las convocatorias a cacerolear. En una de ellas, después de una
larga retahíla de críticas del tenor de “Apretaron a la Iglesia. Apretaron al
campo. Apretaron a los medios y periodistas. Forrearon a las FF.AA. Apretaron a
la oposición, a la industria, a la justicia…..nos aislaron del mundo….Mataron a
López, a Juan Castro…. Burlaron a los 400.000 electores de Patti….Cuando sea expulsada de la Casa Rosada, la
Presidenta vivirá en uno de los tantos palacios comprados en el extranjero, con
el dinero que robó, roba y robará…”, afirman: “nos queda Jorge Lanata. Pero él solo no puede hacer nada….”
A su vez, la prensa oficialista como
“Tiempo Argentino” actúa como espejo invertido de Clarín, transformando el TN
(Todo Negativo) en TP ( Todo Positivo). En ambas lados, no es la veracidad sino
la guerra la que convoca. Si para Clarín, todo vale contra el gobierno, en
Tiempo Argentino el enemigo además de Clarín es Macri, que por cierto está
celosamente protegido por los medios dominantes.
OFICIALISMO, OPOSICIÓN Y PERIODISMO
En síntesis: hay un gobierno que cambia
parte de su base de sustentación movilizadora y la reemplaza por la Cámpora y
las organizaciones sociales, que abre interrogantes acerca del mantenimiento
del dominio del espacio público y sobre la posibilidad de establecer parámetros
equilibrados en las próximas paritarias; ello en el marco de un escenario
internacional incierto y con enemigos internos dispuestos a echar el resto para
no perder sus privilegios. Su política de construcción ha arrojado hacia la
oposición sectores laborales con capacidad de movilización, que hasta ahora era
uno de los déficits de la oposición que continúa inarticulada pero que es
alentada desde los medios hegemónicos a una alianza con el único denominador
común de derrotar al kirchnerismo. Éste a su vez no encuentra el delfín para el
2015 y el candidato de mayor consenso es Daniel Scioli, lo que
significaría una profunda derrota
después de 12 años de kirchnerismo. A su vez, en ese escenario, el período
2013-2015, será un potro difícil de sofrenar entre la debilidad del pato rengo
de un gobierno que finaliza y los sectores económicos que le pasarían las
facturas largamente añejadas, al tiempo que intentarían disciplinar a un
candidato presidencial muy sensible a las presiones y que su conformación
ideológica coincide además con los presionadores.
Todo ello se traduce en el campo de
batalla del periodismo, con patrullas militantes duramente enfrentadas.
30-09-2012
Hugo Presman. Para publicar citar fuente. Todos los derechos reservados.
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