El
día incitaba al descanso y la lectura. Había que esperar al censista. Los
medios dominantes habían realizado una ridícula campaña alertando sobre el
peligro que ladrones se hicieran pasar por censistas. La radio estaba
sintonizada en Continental. Y Víctor Hugo con una voz afectada alertaba que había
confusas noticias sobre el estado de salud de Néstor Kirchner. Llamé a mi
médico clínico que estaba dirigiendo un importante sanatorio vinculado a la
salud presidencial. Lacónicamente me dijo: “Nadie nos pidió que nos preparemos
para recibir al ex presidente. Corren todos tipos de rumores; desde un infarto a que ha muerto.” A los pocos
segundos, el rumor se convertía en noticia. Un inmenso pesar reemplazo a la
sorpresa inicial.
No
lo pude evitar y lloré por ese político a quien voté sólo porque era el que más
posibilidades tenía de derrotar a Menem. Mi mujer también estaba devastada. A
los minutos me llamó desde Córdoba mi hijo que estaba en un Congreso, en su
carácter de Dr. En Biología, y me preguntaba azorado que había ocurrido. Se
sentía seducido por el santacruceño por el notable apoyo a la ciencia y por la
repatriación de científicos. A mi mujer y a mí, nos había sorprendido primero,
impactado después, su valentía, su audacia, su lenguaje llano y directo, su
espontaneidad, su informalidad, el abrir la casa de gobierno a los que nunca
habían sido recibidos y hacerles hacer cola a los que hasta entonces se le
colocaba la alfombre roja, y
fundamentalmente sus dos primeros años de gobierno donde concretó unas cuantas
banderas que levantamos muchas décadas antes de tener noticias de Néstor. Y
ahora ese flaco con un humor y picardía de estudiante secundario, con sus
problemas de dicción, el que había dicho que integraba “una generación
diezmada” y que “éramos los hijos y los nietos de las Madres y las Abuelas de
Plaza de Mayo”, que “había asegurado que no dejaría sus convicciones en la
puerta de la Casa de Gobierno”; que había hecho bajar los cuadros, que
renegoció la deuda con una quita inimaginable, que con sus amigo, presidentes
latinoamericanos, le dijeron NO al ALCA y luego hizo lo mismo con el Fondo
Monetario, que propuso derogar, y lo consiguió, las leyes de Obediencia Debida
y Punto Final, se había muerto. Sentí un dolor aún más profundo que cuando
murió Perón. Entonces yo era joven y Perón un argentino notable pero viejo y
enfermo. Ahora moría alguien más joven que el autor de ésta nota, que había
revalorizado a la política y vuelto a encender los fuegos de las utopías que
parecían no volveríamos a ver los sobrevivientes de la generación que acunó sus
sueños en los sesenta y setenta. Esos gobiernos latinoamericanos que se
vinculan con las ideas y las luchas de los héroes de la independencia, que no
por casualidad habían sido la mayoría de ellos, asesinados o muertos en el
exilio. Habiendo abrevado ideológicamente en la izquierda nacional, uno de
cuyos referentes máximos, Jorge Abelardo Ramos, había escrito ya en 1948
“América Latina: un país”, que reeditado, corregido y ampliado muchos años
después, en 1968, con el nombre de
“Historia de la Nación Latinoamericana
había llegado a manos de Hugo
Chávez en el 2011 por iniciativa de mi compañero Eduardo Fossati con quien
fundamos ARCE ( Acción Reformista de Ciencias Económicas) en 1965. El dialogo entre el caudillo venezolano y
Cristina Fernández ante las cámaras de televisión sobre el libro que Chávez
tenía como lectura de cabecera, era otra muestra más que estábamos viviendo un
tiempo tan distinto a la pesadilla de los noventa. Pero también hemos aprendido,
con mucho dolor, que la historia no avanza en forma lineal y que tiene marchas
y contramarchas. Que no hay seguro que garantice la victoria.
A
dos años de aquella mañana aciaga, continúo esta nota con la colaboración
involuntaria de colegas, que sintonizan el mismo dolor de esta ausencia. Y no
olvidando que en muchas casas los censistas encontraron familias que celebraban
con champagne su muerte y algunas redacciones periodísticas estaban
alborozadas. Son los mismos que luego hablan del odio de los que lloraban. El politólogo Rosendo Fraga, a las pocas
horas, con el cuerpo aún caliente, aconsejaba a Cristina Fernández desandar
caminos para poder seguir.
EL DOLOR COMPARTIDO DE UNA AUSENCIA
“Como
un viento huracanado que se lleva todo por delante, algo de lo no esperado se
abrió paso en mayo del 2003 y cristalizó alrededor de su figura, anómala y
desconocida para la mayor parte de la sociedad, de un hombre alto y desgarbado,
gracioso e informal, extrañamente memorioso de lo que muchos ya querían
archivar y olvidar, venido del sur patagónico” (1)
“
Puso en el acto un puñado de ideas- fuerza que se lo discutieron y ahora son sentido común en la región y motivo de nostalgia en el Primer Mundo. Una
de sus mayores virtudes (que es crucificada por detractores poco perspicaces)
fue “leer” la crisis del 2001, detectar su profundidad y adecuar sus criterios
acerca de cómo enfrentar sus secuelas” (2)
“Cuando
leyó su discurso inaugural y dijo que no dejaría sus convicciones en la puerta
de la Casa Rosada y dijo también que
“cambio” era el nombre del futuro, sabía que lo que tenía por delante era
un trabajo disparatadamente titánico: la única estrategia con posibilidad de
éxito era hacer. Ya en ese momento, aquel 25 de mayo de 2003, Néstor sabía-o
mejor dicho decidía- que su legitimación dependía de sus políticas. Los que
otros desvían hacia el marketing o la imagen, el lo depositó en sus políticas…Podrían
decir que él le devolvió a la política su versión trascendente, podrían decir
que él se animó a conducir políticamente la economía cuando eso no lo hacía
casi nadie en el mundo, apenas dos o tres presidentes latinoamericanos.” (3)
“En
ese sentido, el rechazo a lo acontecido durante los años noventa constituyó el
núcleo central del planteo que el gobierno de Néstor Kirchner enarboló desde el
2003 en aras de revertir la precaria legitimidad de origen que derivaba el
magro porcentaje de votos con que había alcanzado el gobierno” (4)
“Su
oratoria no era notable a la hora de crear metáforas o resonancias culturales,
carecía de poder hipnótico. Su fuerza semiótica: Kirchner se veía espontáneo
hasta el despropósito…..el carisma de Kirchner proyecta el efecto de ser
incapaz de simular: todo en él sería aunque furioso, descortés, excesivo,
verdadero.” (5)
“Habrá
que acostumbrarse a ver a Néstor Kirchner no sólo como el presidente de los
derechos humanos y el iniciador de un proceso de transformación de la sociedad
argentina, sino, como quién impulsó la relegitimación de la política y de las
instituciones republicanas. Así debe entenderse, más allá de su significación
particular, el conjunto de medidas adoptadas en los inicios de su gestión
presidencial. Quienes hoy han vuelto a disfrutar de sus bancas y de la
posibilidad de caminar por las calles sin ser abucheados, harían bien en pensar
cuanto deben a la voluntad del presidente republicano que mostró que la
política y las instituciones podían servir para cambiar las cosas y restableció, en gran medida, en torno de
ellas el consenso de la sociedad” (6)
“Pareciera
que Kirchner hablara desde un pasado de libro de historia y hasta no hace tanto
todavía era un militante a todo vapor. Hay una diferencia abismal entre ese
tiempo real que lleva muerto y el tiempo simbólico con el cual es vivida la
distancia….De una manera u otra, Kirchner se ha convertido en una referencia
insoslayable de la política…Hay, de hecho, la valoración de un desempeño real
que crece con el tiempo. Es un hombre confrontado con una situación límite, un
tiempo de bisagra en la historia, una encrucijada…Antes de ese momento podría
haber sido un hombre común, pero la forma en que atravesó ese desafío lo
trascendió hasta convertirse en alguien diferente del que era antes. La
Argentina del 2001-2003 era una prueba mortal, un remolino que se tragaba un
presidente atrás de otro…..Algunos tratarán de minimizar su papel y hablar de
viento de cola, pero lo real es que el protagonista construyó su historia con
palabras que durante cincuenta años habían sido la maldición de los argentinos:
deuda externa, desempleo, ALCA, FMI, impunidad, Corte adicta, América Latina.
Como los héroes míticos, se metió en ese remolino y salió con los brazos
cargados con esos trofeos que parecían inalcanzables. Hasta unos días antes
habían sido meras consignas, mantras que se mascullaban con una fuerte
sensación de impotencia….Sólo en dos años, Néstor Kirchner se incorporó a la
galería de los elegidos que trascienden después de su muerte para mantener y
acrecentar su interrelación con la sociedad.
..Gran parte del relato kirchnerista que desquicia a la oposición se
alimentó del tremendismo negativo con que esa oposición pintó al ex presidente.
Cada leyenda negra que se construye, contribuye a darle cariz legendario a la
figura que se quiere denigrar. El peronismo tiene experiencia con este
mecanismo. Durante los 18 años de su
exilio. Perón fue denigrado en cada línea que se publicó en los medios y se le
inventaron leyendas de terror que, ahora a distancia, se ven ridículas. Si
fuera por esas leyendas, Perón habría sido impotente, pero al mismo tiempo
había tenido relaciones sexuales con todo tipo de seres, desde humanos de
distintos sexos, profesiones y edades, hasta no humanos. Los peronistas
recogían esas ridiculeces- que hacían circular la gente “seria”- y respondían:
“Puto o ladrón, queremos a Perón” (7)
“Hace
dos años que murió, después de haber cambiado para bien líneas maestras de la
realidad argentina. Cuando evoca con tristeza esa partida prematura, el
cronista (aparte de añorarlo con afecto) le sigue creyendo.” (8)
“Han
pasado dos años y nada ha dejado de moverse, de latir de vibrar. Lo que mejor
escucharon el llamado de Néstor fueron los jóvenes, porque fue a ellos que el
mensaje estuvo dirigido desde el comienzo. En aquel país del que se vayan
todos, ese sueño del que Néstor habló en su discurso inaugural solo era viable
con nuevas generaciones que tomaran la posta sin compromisos y barros
preexistentes. Se fue pidiendo mil flores y han crecido muchas más…..” (9)
RECUERDOS
DEL 27 DE OCTUBRE
Hace
dos años, escribí una nota bajo la emoción de aquel día cuyos párrafos finales
decían: Murió Néstor Kirchner,
cuando solo tenía 60 años en un luminoso día de primavera, feriado por
el censo, cuya realización fue cuestionada por sectores de la oposición y de
medios capaces de exteriorizar sin pudores sus miserias más profundas.
Su
muerte abre un interrogante sobre la sostenibilidad de los avances concretados.
Los déficits en la construcción política organizativa, una de sus limitaciones,
incrementa la magnitud de la incertidumbre. Afortunadamente se encuentra en el
ejercicio de la Presidencia de la Nación un cuadro político de envergadura que
deberá remontar la soledad personal y el
vacío de tamaña ausencia.
Ya
se puede observar y escuchar que aquellos que lo combatieron hasta la
descalificación extrema, encuentran en el Kirchner muerto las virtudes que le
negaron cuando era el actor vivo excluyente.
Tal
vez convenga adecuar ligeramente las líneas que Rodolfo Walsh escribió en la
portada del diario Noticias por la muerte de Perón, bajo el título DOLOR: “El ex presidente Néstor Kirchner,
figura central de la política argentina de la última década, murió hoy a las 9,15 horas. En la conciencia de millones de hombres
y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá de la lucha
política que lo envolvió, la Argentina llora a un político excepcional.”
27-10-2012
(1)
Ricardo Forster
(2)
Mario Wainfeld
(3)
Sandra Russo
(4) Mario Rapaport
(5) María Moreno
(6) Eduardo Jozami
(7) Luis Bruschtein
(8) Mario
Wainfeld
(9) Sandra Russo
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