Hace
pocas semanas el notable boxeador argentino Sergio “Maravilla” Martínez realizó
una verdadera exhibición en una pelea por el título mundial de su categoría,
pero a pocos minutos del final recibió un golpe certero que lo mandó a la lona
y estuvo a punto de perder un combate que tenía asegurado.
En
un partido de fútbol, si no se liquida el mismo cuando el desarrollo se
presenta ampliamente favorable, es posible que el adversario reaccione y empareje o de vuelta el marcador.
Hace
también pocas semanas, River ganaba con comodidad a Newells tres a uno y se perdía el cuarto y quinto
gol, cuando en apenas dos minutos el
equipo rosarino igualó el partido gracias a un error grosero no forzado del
volante Carlos Sánchez de River que cometió un penal que ni un novato
realizaría, lo que cambió el estado de ánimo del equipo en derrota.
Inmediatamente una meritoria acción de un delantero de “la lepra” empató el
partido. Así los tres puntos que River merecía y prácticamente tenía asegurado,
se redujeron apenas a uno. En fútbol hay una frase hecha que generalmente se
verifica en la realidad: los goles que
no se concretan en el arco de enfrente, luego se lo padecen en el propio.
Algunos
de estos ejemplos pueden ser tenidos en cuenta para explicar el actual estado
de situación, enmarcados en estos últimos 10 años.
Néstor
Kirchner asumió en un contexto dramático y con una base de sustentación exigua,
tributaria en su mayor parte del duhaldismo. En términos boxísticos estaba
contra las cuerdas y la realidad amenazaba con mandarlo a la lona. En un
notable ejemplo de iniciativa y audacia política, enarboló la bandera de los
derechos humanos, reivindicó el orgullo nacional mellado y renegoció la deuda
en forma brillante; propuso una Suprema Corte de Justicia que marcaba
diferencias notables con la anterior menemista; le dijo no al ALCA; enmarcó su
política exterior en alianza con los nuevos aires libertarios que surgían en
varios países latinoamericanos. El clima cambió. Hasta los que sórdidamente se
oponían a esa política, callaban a la espera de una brecha que les permitiera
exponer sus disconformidades. Kirchner había hecho descolgar los cuadros de
Videla y Bignone del Colegio Militar, lo que implicaba para el establishment un
punto peligroso de avance contra los pretorianos que habían perpetrado el
terrorismo de estado para su beneficio. La reacción no se hizo esperar. Sobre
el impactante asesinato de Axel Blumberg, se montó desde los medios una
multitudinaria movilización que convocó a cientos de miles de personas. Al lado
del dolorido padre, el actual diputado del PRO, el rabino Sergio Bergman
propuso sustituir la letra del himno las tres veces que se reitera el concepto
“libertad” por el de “seguridad”. Bergman había olvidado y ya no volvería a
recordar, iniciando un camino de derechización profundo, una frase del héroe de
la independencia norteamericana Abraham Lincoln: "Aquellos que son
capaces de renunciar a libertades esenciales para obtener un poco de seguridad
temporaria, no merecen ni la libertad ni la seguridad". Kirchner
comprendió que había que neutralizar el cambio de situación, para lo cual
recibió a Blumberg, colocó el retrato de su hijo en su escritorio, lo alentó a
las reformas que el falso ingeniero proponía del Código Penal, lo que provocó
un aquelarre jurídico. Lentamente el caso Blumberg se fue desinflando y el
gobierno recuperó la calle, premisa que el santacruceño consideraba
fundamental. Cuando ganó las legislativas del 2005, en la paliza electoral que
Cristina Fernández asestó a Hilda “Chiche” Duhalde, consideró que era el
momento para terminar con quien había posibilitado su acceso a la presidencia,
el caudillo bonaerense Eduardo Duhalde. Parecía difícil, pero ahí comenzó el
definitivo eclipse del ex senador que había sido catapultado legislativamente
al sillón apropiado por Rivadavia. Luego vino la elección de Cristina Fernández
a la presidencia, que según Kirchner no era apreciada favorablemente por Héctor
Magnetto quien proponía su reelección. Hasta entonces entre Clarín y el
gobierno se había vivido una verdadera luna de miel.
Cristina ganó con el doble
de los votos que obtuvo originalmente su marido en las elecciones de abril del
2003. Es posible que su gobierno viniera a reparar muchas de las heridas
ideológicas que creía padecer el sector económico concentrado y el malestar
latente en las franjas medias más conservadoras. El score futbolístico
favorable, el amplio triunfo por puntos que había cosechado el kirchnerismo
aplastaban las quejas. A su vez para el gobierno, sus posibles intentos
reparadores fueron impedidos por la ofensiva desatada en su contra desde que
Cristina se sentó en el sillón presidencial. El conflicto con las patronales
del campo fue la excusa sobre la que se construyó la alianza entre el poder
económico agrario, las franjas medias disconformes y el establishment en
general. Ahí se rompe la alianza circunstancial con el multi-emprendimiento
Clarín, que le aseguraba un trato benigno hacia la gestión gubernamental. La
oposición ganó la calle y superó a las movilizaciones gubernamentales. El
gobierno fue derrotado y parecía que se concretaba la partida de defunción del
kirchnerismo. Su efecto retardado es la derrota electoral en la provincia de
Buenos Aires el año siguiente, en un contexto internacional crecientemente
desfavorable.
Cuando todo parecía que el
gobierno buscaría la protección de las cuerdas para aguantar hasta el 2011, que
metería más jugadores en la defensa y haría tiempo, se apoderó del centro del
ring, lanzó sus jugadores al ataque, cambió defensores por delanteros, y
revirtió abrumadoramente un resultado que parecía inexorable. El programa 6-7-8
permitió a los seguidores abrumados del kirchnerismo encontrar un arsenal de
argumentos, descubrir que lo que pensaban era compartido por millones, y volver
a ganar la calle. La blogosfera se llenó de seguidores kirchneristas que dieron
una batalla cultural importante. Mientras desde los medios dominantes se
describía un país en llamas, consumido en el incendio de la inflación, la
inseguridad y la corrupción, Cristina Fernández alcanzaba el 55% de los votos,
al tiempo que le sacaba a su segundo una diferencia inédita en la historia
argentina. La oposición pagó muy caro su dependencia insólita con los medios
dominantes que les permitieron existir, a cambio de lo cual hipotecaron la
posibilidad de un triunfo electoral. Sectores medios furiosamente
antikirchneristas quedaron aplastados y rumiaron su desilusión, añejando un
odio visceral. El gobierno vivió su hora más gloriosa. No sólo se había apoderado
del centro del ring, sino que su adversario parecía haberse ido del mismo. Sus
jugadores tocaban y tocaban y sus adversarios no sólo no encontraban la pelota:
ni siquiera la veían.
ESTADO DE SITUACIÓN
El
gobierno reinició una fuerte ofensiva: reforma de la Carta Orgánica del Banco
Central, desendeudamiento con utilización de reservas, macro plan de viviendas
en cuatro años, intento de racionalizar los subsidios que puso en evidencia la
irracionalidad de su otorgamiento a algunos beneficiarios y la falta de control
sobre concesionarios; estatización del 51% de YPF, control severo de las
importaciones, restricciones crecientes al manejo libre e indiscriminado de
divisas, intento fuerte de parar la fuga de capitales, rumores propios y
potenciados por los medios adversos de una reforma de la constitución con
reelección incluida, teniendo todo como horizonte y marco de referencia la
cercana aplicación integral de la ley de medios audiovisuales. Como sostiene
con enorme precisión el ensayista Alejandro Horowicz: “Si el 7 de diciembre
quedara claro que las leyes del Congreso y las resoluciones de la Corte
Suprema, sólo rigen si Clarín y La Nación quieren, el poder real estaría en sus
manos.”
El gobierno decidió romper su alianza con el
moyanismo que le aseguraba el control de la calle y un techo a los reclamos
salariales. Se la sustituyó haciendo base en la Cámpora y en algunos
movimientos sociales, mientras se constituye una CGT oficialista con
representación cuestionable y dirigentes de pasado ilevantable. Junto con ello,
la tragedia de Once puso en evidencia el retraso evidente en la modernización
ferroviaria, al tiempo que el affaire Ciccone colocó al vicepresidente contra
el arco y al gobierno en una incomodidad que le cuesta superar por oscuridades
injustificables y desplazamientos del juez y el fiscal que aumentan las
sospechas sobre el compañero de fórmula de la Presidenta.
A su
vez la corporación mediática, al tiempo que aumenta su degradación
periodística, dio un paso significativo al incorporar en Radio Mitre y Canal 13
a Jorge Lanata. A partir de esta contraofensiva, rápidamente queda claro que el
ex director de Página 12 y Crítica, representa para Clarín lo mismo que 6-7-8
configuró para el gobierno. Ambos son periodismo militante, aunque Lanata y sus
colaboradores, amigos y seguidores, vendan la falsedad de “periodismo
independiente” o “profesional.” El clima político comienza a cambiar. Los
ciudadanos opositores que quedaron aislados y desorientados después del 23 de octubre
empezaron a reconocerse, deseosos de salir del aislamiento y la
frustración.
Desde
las redes sociales con respaldo de referentes opositores se consumó la
manifestación de las cacerolas del 13 de septiembre, con un éxito indudable,
donde confluyen reclamos legítimos, pedidos absurdos, descripciones
fantasmales, con expresiones de odio
visceral. Sobre la misma, se montan las protestas de prefectos y gendarmes,
basadas en un grosero error en la liquidación de sueldos, equivalente al
insólito penal de Sánchez. Pero la magnitud del desbarajuste salarial amparado
por cautelares caídas, implica un problema de enorme complejidad y de
dificilísima resolución. La gravedad del
hecho es indudable y es posible que marque una lamentable divisoria de aguas:
fuerzas de seguridad en estado deliberativo durante días y con asambleas
callejeras. Sobre un llamativo error se ha montado una jugada transmitida
durante horas interminables por TN. Al respecto merece acotarse: el hecho no
puede ignorarse y debe tener cobertura. Pero una cosa es informar y muy
distinto es convertirse en el canal de los insubordinados. Además para el
gobierno es doblemente grave, ya que depositó la confianza en la gendarmería y
la prefectura, desplazándola en parte de sus funciones específicas, y
convocándola para tareas policiales.
La
prolongación del conflicto a posteriori que el gobierno volviera a la situación
anterior a los motivos que lo originaron, es un claro caso de amotinamiento. El
petitorio posterior de siete puntos constituye una situación inadmisible.
Desde
la blogosfera, los mensajes golpistas y las descalificaciones inadmisibles
alcanzan niveles que desmienten hasta el hartazgo el discurso conciliador y de
unión nacional que contradictoriamente levantan los referentes políticos que
intentan representar a los caceroleros. Por otro lado, un muy poco provechoso
paso de Cristina por dos universidades norteamericanas, muestra de imprevisión
e ingenuidad eclipsó varias exposiciones
brillantes, dejó que la Presidenta exhibiera ante preguntas de estudiantes,
debilidades argumentales y repuestas insatisfactorias.
Desde
las páginas de La Nación, “el republicano” periodista Joaquín Morales Solá
escribió el domingo 30 de septiembre: “Los caceroleros no la dejaron en paz, ni siquiera en su lujosa madriguera
frente al Central Park.”
Como
en el conflicto con las patronales agrarias, el poder económico y el mediático
que muchas veces son lo mismo, han recobrado el centro del ring. Para ello han
confluido el aprovechamiento y potenciación de los errores del gobierno, la
mayoría no forzados. Funcionarios que
imitan futbolísticamente a Sánchez y revierten un escenario favorable. Cierta
subestimación del adversario como le pasó a “Maravilla” Martínez.
A
diferencia de los conflictos anteriores, la conformación de fuerzas del
oficialismo y de la oposición ha cambiado. El oficialismo comparte la calle con
un poder de movilización aún pendiente de ratificación y librando una batalla
durísima contra los medios dominantes con fecha de vencimiento, que las
argucias leguleyas de Clarín intentan prolongar. La oposición que carecía de
capacidad movilizadora desde el 2008, ha encontrado en los caceroleros y
Moyano, a los que no los une el amor sino el adversario, una confluencia hasta
hace poco imposible. El gobierno también comparte ahora la blogosfera, donde
tenía un dominio importante. Muchos de sus jugadores fueron desplazados desde
ese ámbito a puestos gubernamentales.
Todo
ello con el fondo de una crisis internacional de profundidad insondable y las dificultades
para el gobierno de designar un delfín continuador de lo conseguido con
posibilidades de éxito si no consigue catapultar a Cristina para la posibilidad
reeleccionaria. A su vez la creciente capacidad opositora de erosionar al
gobierno tropieza con la imposibilidad actual de encontrar un candidato
ganador. En términos boxísticos: el gobierno, por momentos, parece estar como
“Maravilla” en el último round, pero la oposición, Chávez Jr., está aún lejos
de poder triunfar.
El
partido que se ganaba por goleada tiende a emparejarse, lejos aún de las urnas.
Hay dos fechas difíciles para el gobierno. La manifestación del 10 de octubre
que une a Moyano, Micheli y Buzzi y la del 8 de noviembre con el fondo de
cacerolas. Sobre ambas se montará el intento de deslegitimar al gobierno y
hacerlo retroceder en un caso, o abdicar en la alternativa de máxima . Éste no
debe abandonar el centro del ring. Debe aprontarse para ganar la calle y hacer
retroceder al adversario con medidas concretas que refuerce la alianza con los
sectores populares y tienda a cerrar el drenaje de clase media. Debe recordar
lo que hizo a posteriori de julio del 2008, donde el voto no positivo de Cobos
parecía arrojarlo fuera del ring y sobre todo después de la derrota electoral
parcial del 2009. Hizo de su debilidad una fortaleza, tomó el centro del ring,
acorraló al adversario en su propio arco, con medidas concretas y
seductoras.
Panorama abierto. O como dijo Arturo
Jauretche: “Lo actual es un complejo amasado en el barro de lo que fue y el
fluido de lo que será.”
9-10-2012
Todos
los derechos reservados. Hugo Presman. Para
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LO FELICITO, MUY CLARO LO SUYO, COINCIDO.
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