El 24 de septiembre se conmemoró el
Bicentenario de la Batalla de Tucumán. La misma estuvo precedida por una de las
páginas más notables de la historia latinoamericana, la del éxodo jujeño.
Relata con precisión Hernán Brienza en su libro que relata esta gesta: “En
febrero de 1812 Manuel Belgrano recibe la orden de partir a Jujuy para hacerse
cargo de lo que queda del Ejército Revolucionario vencido en el desastre de
Huaqui. Lo recibe un conjunto diezmado de andrajosos hambrientos entre los que
reinan la indisciplina, las intrigas, las acusaciones. Belgrano debe
reorganizar las tropas y replegarlas hasta Tucumán, hasta Córdoba si es necesario, entregando sin
luchar el norte de las Provincias Unidas a los realistas. Esa retirada de
agosto de 1812 constituyó la gran pueblada de la independencia nacional,
llevada a cabo por hombres y mujeres
que, en pos de su libertad decidieron sacrificar sus pertenencias, poner fuego
a sus propiedades, dejar tierra arrasada.” Resulta interesante señalar que es
lo que hizo el pueblo ruso, en el mismo año, quemando Moscú ante la invasión
napoleónica y repetirían la actitud ante la invasión nazi. Estos hechos han tenido
mucha más prensa y recepción histórica que la gesta jujeña. Continúa Brienza:
“Hasta que una noche, tucumanos, salteños y jujeños, sumados a la oficialidad,
intiman a Belgrano a detener la fuga y presentar batalla a los realistas. Es un
instante excepcional en la historia argentina: Belgrano debe debatirse entre la
legalidad -las órdenes del Triunvirato- y la legitimidad –la decisión soberana
de un pueblo que le exige desobediencia para constituirse en sujeto político de
una nueva y gloriosa nación.-” Belgrano opta por la desobediencia, libra la
batalla de Tucumán, triunfa y garantiza la integridad territorial. Ya lo había
hecho cuando enarboló la bandera, contra ese Triunvirato representante de los
intereses porteños al que San Martín, poco días después, en octubre de
1812, le haría el primer golpe de
estado con apoyo popular, y donde
brillaba en su prédica antinacional una de las figura más oscuras de nuestra
historia, que fue Bernardino Rivadavia, secretario de ese Primer Triunvirato y
su conductor político, a quién Bartolomé Mitre caracterizó “como el más grande
hombre civil de los argentinos”
NUEVA BATALLA DE TUCUMÁN
El 7 de octubre son las elecciones
presidenciales en Venezuela. Hugo Chávez concurre a la elección número 14,
posiblemente una de las más complicadas. No sólo está en juego la suerte de
Venezuela, sino también una parte sustancial del proyecto latinoamericano.
Nadie como Chávez tiene conciencia de la necesidad de concretar el proyecto de
la unidad latinoamericana, el más revolucionario del siglo XIX y que es
fundamental en el siglo XXI. Con una oposición unida y con el establishment
económico detrás, con los medios hegemónicos de todo el continente movilizados
en su contra y con EE.UU tratando de recuperar un espacio fundamental para su
abastecimiento, Chávez lucha contra ese conglomerado y contra su cáncer.
Contra ese poderoso contubernio se
levantan los enormes avances concretados en estos años. Cuenta Ignacio Ramonet:
“La gran fuerza del presidente Chávez es que su acción concierne ante todo a lo
social (salud, alimentación, educación, vivienda), lo que más interesa a los
venezolanos humildes (75% de la población). Consagra el 42,5% del presupuesto
del Estado a las inversiones sociales.
Ha dividido por la mitad la tasa de mortalidad infantil. Erradicado el
analfabetismo. Ha multiplicado por cinco el número de maestros en las escuelas
públicas (de 65.000 a 350.000). Venezuela es hoy el segundo país en la región
con mayor número de estudiantes matriculados
en educación superior (83% detrás de Cuba pero delante de la Argentina,
Uruguay y Chile, y es quinto a escala mundial, superando a Estados Unidos,
Japón, China, Reino Unido, Francia y España). El gobierno bolivariano ha
generado la sanidad y la educación gratuitas, ha multiplicado la construcción
de viviendas, ha elevado el salario mínimo…, ha mejorado las infraestructuras
de los hospitales, ofrece a las familias modestas alimentos mediante el sistema
Mercal, un 60 % más baratos que en los supermercados privados, ha limitado el
latifundio, ha duplicado la producción de alimentos…, ha reducido la
desigualdad, ha disminuido la deuda externa.”
Ante todos estos avances, hay
debilidades que se manifiestan en una inseguridad y corrupción elevada, limitaciones poco justificables en materia de
soberanía alimentaria y un proceso que
depende vitalmente de la presencia de Chávez. Pero será difícil que alguien que
fue atendido por un médico por primera vez en su vida, que accedió a una
consulta odontológica, obtuvo su primer par de anteojos, todo en forma
gratuita, accedió a una vivienda digna, totalmente equipada, lo olvide al
entrar al cuarto oscuro, donde los humildes, los postergados, los explotados,
los excluidos, no son ingratos.
Con relación a la falta de libertad en
materia periodística es bueno recordar que las radios públicas son un 10%. El
90% son privadas. Sólo el 12 % de los canales son públicos y en cuanto la prensa escrita, los diarios
dominantes son El Universal y El
Nacional fuertemente opositores al gobierno.
Capriles enarbola un discurso
insustancial de presuntas buenas intenciones, que en la Argentina practican
desde campos diferentes, Mauricio Macri y Daniel Scioli. Ha tenido la habilidad
publicitaria de posicionarse como una
superación de Chávez y no como lo que realmente es, la encarnación de un modelo
diferente.
REPERCUSIONES EN LA ARGENTINA
Una derrota de Chávez, acentuaría la
ofensiva contra el gobierno de Cristina Fernández. Alentaría a la oposición a
recorrer un camino similar, como predican desde Mariano Grondona a Morales
Solá.
Es una elección que influirá sobre las
del 2013 y 2015 en la Argentina. De ahí que gente del PRO viaje a Venezuela a
apoyar a Henrique Capriles
Radonski y
militantes de la Cámpora a Hugo Chávez.
Después de la manifestación cacerolera, los lectores de La
Nación escriben carta como estas: “Señores políticos: sigan
el ejemplo de Venezuela. Preséntense todos los candidatos a presidente de la
elección pasada y aquellos que tengan ahora ambiciones presidenciales; vayan a
una gran interna abierta y el que resulte ganador será votado por todos, sin
exclusión. Esto aunque el candidato triunfante no sea del mismo partido o con
ideología diferente. Es una cuestión patriótica.”
Alberto Rodríguez Coronel
“¿Cuándo surgirá un
"fenómeno Capriles" argentino? Los políticos de la oposición no
pueden ignorar el clamor que representó la multitudinaria manifestación del 13
de septiembre. Cantar el Himno entre miles de personas fue una vivencia que me
dejó marcada. ¿Pero dónde está el factor unificador como el que apareció en
Venezuela? ¿Por qué no seguimos el "modelo" venezolano, como lo hace
la señora Presidenta? Susana Kesserü de Haynal
Periodistas como Nelson Castro intentan
una identificación a todas luces más que forzada entre Chávez y Fernández. Forman parte de una misma ofensiva,
incentivando un miedo latente en franjas de clase media en donde el presidente
Venezolano es un dictador, Obama con las torturas reconocidas en Guantánamo, un
intachable demócrata y EE.UU invadiendo y asolando países un ejemplo a imitar.
BATALLAS SUDAMERICANAS
Estamos en presencia de una nueva
batalla en el largo y doloroso camino de la independencia y unidad
latinoamericana. Afortunadamente se da en las urnas. El escenario es Venezuela.
Ayer fue el éxodo jujeño. Belgrano contra Goyeneche. Hoy es Chávez contra
Capriles. El 24 de septiembre de 1812, en términos actuales, 200 años y unos
días después, el 7 de octubre del 2012.
Se está armando una campaña para que si
Chávez ganare por una diferencia escasa, se propulse la idea del fraude. Es
fácil imaginar los títulos de El País de Madrid, El Mercurio de Chile, El
Comercio de Perú, o La Nación o Clarín de Argentina si Chávez ganara por poca
diferencia: “Sospechoso triunfo de Chávez. Recurrió al fraude para perpetuarse
en el poder. La oposición impugna las elecciones”. Ni hablar en el caso poco
probable que pierda: “Una nueva era se inicia en América Latina, que deja atrás
la demagogia populista y se encamina por el sendero de la racionalidad y de la
apertura al mundo. EE.UU afirma que está dispuesto a ayudar en la recuperación
de una Venezuela devastada.”
La nueva Batalla de Tucumán debe
concluir de la misma manera que la
librada en 1812. Con un triunfo de los sectores populares. Ayer la batalla de
Tucumán garantizó la integridad de lo que hoy es el norte argentino. Hoy el
triunfo en la batalla de Venezuela es imprescindible para que la unidad
latinoamericana encuentre un nuevo y renovado impulso.
3-10-2012
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