22 diciembre 2011

PIROTECNIA VERBAL EN LA CORNISA


 Una rencilla latente se ha hecho explícita entre Cristina Fernández y Hugo Moyano. Entre la Presidenta de la Nación y el Secretario General de la CGT más importante.
Por el peso de los protagonistas no conviene minimizarla ni tampoco exagerar su magnitud, en el actual nivel del conflicto.
Vayan algunas consideraciones, escritas como disparadores de reflexión, en medio de la tensión que el altercado ha despertado.
En el campo de la racionalidad resulta evidente que la alianza entre ambas partes  (Gobierno-CGT) mantenida desde el 2003, ha resultado beneficiosa para ambas partes. Para el gobierno, al contar con una base de apoyo y movilización fundamental y posiblemente insustituible a la que acudió en los momentos críticos. Para la central sindical, la obtención de importantes beneficios para los trabajadores desde las convenciones colectivas, las paritarias, la asignación por hijo, hasta mejoras de la legislación laboral, la creación de millones de puestos de trabajo, los incrementos de sueldos para los trabajadores formalizados superiores largamente al nivel de inflación, la disminución de la informalidad, entre muchas otras.
Al mismo tiempo cabe reflexionar que dentro de una política económica y social que la CGT ha apoyado, sólo le queda a la Central Sindical, fuera del espacio gubernamental, transitar el territorio donde la esperan con los brazos abiertos aquellos que han sido sus adversarios en el mejor de los casos, y sus enemigos históricos en la visión más desfavorable.
Partiendo de estas hipótesis, cabe preguntarse entonces cuáles son los disparadores del conflicto, entre una Presidenta que hace menos de dos meses obtuvo el 54% de los votos y cuya imagen positiva actual ronda el 65% y un dirigente sindical con pergaminos combativos contra la dictadura, el menemismo y la Alianza, pero con  precaria imagen positiva fuera de su área de influencia y representación.
Es posible que la Presidenta haya decidido, en función de los resultados electorales, forzar un alineamiento más subordinado del sector corporativo de sustentación más importante con que cuenta y barajar la posibilidad de que  si su cabeza no se disciplina, intentar su sustitución. Es evidente su cercanía y apoyo con los sectores juveniles de La Cámpora que le manifiestan una incondicionalidad expresa y que fueron muy beneficiados en las listas electorales en detrimento de la representación sindical y de otros aliados importantes en los primeros ocho años de kirchnerismo. Hacia ellos dirigió sus dardos Moyano calificándolos de “niños bien”. El acercamiento de Cristina Fernández a los sectores empresariales cuyo gatopardismo es histórico, y el haber usado esa tribuna para desestimar el proyecto de ley de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, remitiéndola  a las paritarias, fue inoportunamente provocativa. Es claro que dicha premisa está inserta en la Constitución y su implementación debe efectuarse por ley, dejando a las paritarias el porcentaje a determinar por gremio y tipo de empresa. Seguir el camino contrario, que en las paritarias se establezca su aplicación o no, es convertirla en decorativa para los gremios más débiles y acentuar la enorme dispersión existente en el quantum de las remuneraciones En su discurso de asunción de su segundo mandato, la Presidenta señaló implícitamente algunos comportamientos sindicales que considera contraproducentes, especialmente cuando la crisis económica mundial acerque a estas latitudes algunos de sus vientos depredatorios el año próximo. Dijo: “Con nosotros derecho a huelga hay, pero derecho a huelga, no de chantaje ni de extorsión.” La comparación con Perón y la Constitución de 1949 que no tenía legislado el derecho de huelga, fue tomado por Moyano en el discurso de Huracán para reivindicar a Perón como el mejor gobierno de  la historia y proclamarse peronista de Perón y Evita. La ausencia de los diputados moyanistas (Facundo Moyano y Omar Plaini) en el momento de votarse el nuevo proyecto de ley que habrá de regular las actividades del peón de campo, fue una decisión desafortunada que aprovechó la presidenta para recordar desde Mendoza que leyes como el Estatuto del Peón de Campo sancionada en 1944 por instigación de Perón, fue lo que lo llevaría muchos años después a ser proscripto durante 18 años.
Moyano ha tenido varios errores en su estrategia en los  últimos dieciocho meses, que han dejado heridas con el gobierno. El responder un exhorto realizado desde Suiza que lo involucraba, con la amenaza de marchar a la Plaza de Mayo, pensando que había complicidad del gobierno, fue una medida irresponsable que erosionó su propia respetabilidad social. La enunciación en la cancha de River, de su aspiración de un Presidente obrero, aún en vida de Kirchner, es legítima pero sonó a extemporánea, continuada con sucesivas declaraciones de colocar un vicepresidente afín al sindicalismo en la fórmula presidencial.
La escasa representación gremial en las listas de candidatos originó la incomodidad y la percepción de Moyano que se había cometido una injusticia en función del apoyo entusiasta que había dispensado al gobierno.
El tema obras sociales, que embloca al sindicalismo en forma generalizada, fue enarbolado por Moyano en su discurso, previendo una ofensiva y al mismo tiempo denunciando una deuda.
Celebró la libertad del dirigente sindical Juan José Zanola, acusado de un delito muy grave, como el de los medicamentos oncológicos truchos y dejado en libertad por haber permanecido dos años presos sin juicio, pero no por inocente como sostuvo intencionalmente en la cancha de Parque Patricios. 
La forma en que la Presidenta conformó las listas de candidatos, y su abrumador triunfo electoral posterior, le permite  a ella no tener sectores que puedan pasarle facturas por el éxito obtenido.
Anécdotas de difícil verificación pero que de ser ciertas alimentan animosidades que luego se trasladan a las rispideces en las relaciones sociales, fue el presunto ninguneo de Kirchner hacia Moyano en una convocatoria del Partido Justicialista que habría originado una discusión telefónica subida de tono la noche anterior a la muerte del ex presidente. Es posible que más allá de la veracidad de la misma, la discusión habría sido tomada como cierta por Máximo, el hijo, y su creciente influencia sobre su madre, haya echado leña al fuego en la disputa. El dirigente sindical suele denominar en la intimidad al primogénito Kirchner como Mínimo.
Moyano no ha descartado la creación de una alternativa obrera y su decidido paso a la política partidaria, proyecto donde encontraría vallas mucho más altas que la que ha tenido que sortear en el campo gremial.  Por el momento ha renunciado a los cargos en el Partido Justicialista tanto bonaerense como nacional.
Otros reclamos formulados fueron acerca del impuesto a las ganancias y a la no fijación de techo en las paritarias.  

COMPARACIONES POSIBLEMENTE FORZADAS 
A diferencia de los setenta, la juventud camporista originada desde el poder e inserta en él, está alineada sólidamente con la Presidenta. La Tendencia, en los setenta, había surgido desde el territorio árido de la oposición y había precipitado el conflicto al discutir la dirección política del movimiento con Perón. Héctor Cámpora, un político conservador, fue la imagen de la lealtad y apoyado exclusivamente en la campaña electoral por la juventud peronista. La dirigencia sindical de la época, a diferencia de lo que sucede ahora, estaba alineada con Perón, pero ninguneó la fórmula Cámpora- Solano Lima. Al regresar Perón con el plan de implementar el Pacto Social, el desplazamiento de Cámpora,  encabezado por el sector sindical resultó inexorable. La relación de Perón con Cámpora concluyó mal. En su último acto de gobierno antes de su muerte, le aceptó la renuncia de embajador en Méjico, sin agradecerle los servicios prestados.
El movimiento sindical peronista, como La Cámpora, nació en 1945 desde el Estado (1), pero luego las persecuciones, la resistencia, las defecciones y triunfos, lo fueron endureciendo. 
Néstor Kirchner llegó al gobierno con el apoyo de Eduardo Duhalde, sin el cual, su acceso a la presidencia en el 2003 hubiera resultado imposible. En el 2005, cuando habían transcurrido  dos años y obtenido una considerable aprobación social, consideró imprescindible romper con su patrocinador y en las elecciones legislativas de ese año atacó y derrotó abrumadoramente, a través de Cristina Fernández, a la mujer del ex presidente Hilda “Chiche” Duhalde.
Kirchner se apropió de la estructura duhaldista, muy sensible al poder gubernamental reinante.
El poderío bonaerense de Duhalde se derritió como un helado al sol. Tal vez lo que hoy se está presenciando es un intento de repetir la movida que se hizo con Duhalde, ahora con Moyano, desplazando al referente díscolo y manteniendo la estructura con un sindicalista más dispuesto a la verticalidad. 

PIROTECNIA VERBAL EN LA CORNISA 
La naturaleza aborrece el vacío. La política también. Con una oposición política demolida, la prensa dominante es lo único que puede denominarse oposición. Sectores económicos adversos al gobierno han desensillado hasta que las circunstancias le indiquen que puedan volver a levantar cabeza. Para ambos Moyano, su fuerza erosionante a través del poder del transporte o de la recolección de basura, si continúa teniéndola para enfrentar a Cristina Fernández, pasaría a ser, si pasa a la oposición,  “el campo” del 2008. El impresentable Barrionuevo y el quinto integrante de la extinguida Mesa de Enlace, que es el dirigente de los peones rurales, el “Momo” Venegas intentan darle el abrazo del oso.
Rápidamente Magneto y compañía le harían un fotoshop y “el aborrecible Moyano” se transformaría en el apreciado dirigente que estaban esperando. Rubio y de ojos celestes.
Si Moyano es coherente con su pasado de las últimas tres décadas, evitará el paso de convertirse en “respetable” para el establishment y no cortará la rama sobre la que se apoyan él y sus representados.
Facundo Moyano ha manifestado un equilibrio interesante. Afirmó: “En la antinomia política kirchnerismo - antikirchnerismo, nosotros sabemos de que lado estamos”. En el mismo sentido se pronunció el sólido y ascendente dirigente sindical Juan Carlos Schmid en la revista Debate del 17 de diciembre: “El escenario de chisporroteos no tiene la intensidad que aparece en los medios. Son desacuerdos propios entre un gobierno y una central obrera que comparten el mismo proyecto. No me imagino a una CGT haciéndole el juego a la derecha, pero tampoco me imagino que este aval popular clausure ningún debate en la Argentina. Por el contrario, está abriendo otros que se tienen que comenzar a discutir en el país”.
Desde el gobierno se adoptó una actitud mesurada al no responder al discurso de Moyano, intentando bajar decibeles a la pirotecnia verbal.
Está claro entonces que la Presidenta tiene un inmenso aval popular y Moyano dispone de una muy respetable capacidad de movilización. Juntos se potencian, enfrentados se debilitan. El avance en la confrontación puede llegar a la fractura de la CGT que dirige Moyano. Y las movilizaciones de enfrentamiento a un desgaste del gobierno.
La tempestad europea llegará posiblemente a nuestro territorio el próximo año. Es lo suficientemente importante y peligrosa, para necesitar consolidar el frente nacional y no debilitarlo con deserciones. El estruendo verbal no debe pasar de eso, sin necesidad de renunciar a los legítimos reclamos sectoriales, pero enmarcado en un proyecto mayoritario.
La pirotecnia verbal en la cornisa, es un juego peligroso porque las palabras pueden ser el prólogo de hechos irreversibles entre aliados naturales. No escupir al cielo es conveniente y además higiénico. 

(1) Lo relata José Pablo Feinmann en “Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina”: “….los obreros no fueron hacia los sindicatos, no se movieron hacia ellos…..Lo esencial de la nueva CGT es que no ha surgido de una movilización autónoma de la clase obrera…Los migrantes internos tuvieron los beneficios pero no tuvieron que luchar por ellos….Al eliminar la “lucha” elimina el conflicto de clases. Es el Estado, entonces, el que se transforma en el árbitro entre las clases. A esto se llama bonapartismo” ( páginas 40 y 41)   


17-12-2011
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