14 enero 2022

UNA BANDA ROJA QUE ME CRUZA EL AL ALMA

 

 

Tenía cinco años. El gobierno había declarado, al cumplirse 100 años de su muerte,  “Año del Libertador General San Martín”. Tenía cinco años y después aprendería que como niño era un privilegiado en esa Argentina; y muchos años después comprendí que eran los días en Technicolor de los años felices. Tenía cinco años y un adolescente vecino de la panadería de mis padres me indujo a ser hincha de River. Eso sucedía en un pueblo casi inexistente perdido en las cuchillas entrerrianas llamado Jubileo, donde mis abuelos se convirtieron en gauchos después de huir de las persecuciones que en Rusia padecían los judíos, y luego de asentarse en López, una de las colonias nacidas por el apoyo económico del Barón Hirsch. Desde ese lejano año de la mitad del siglo XX, el rito de escuchar en la radio RCA VICTOR, alimentada a batería ( no había suministro eléctrico), cada partido de River fue una costumbre inalterable; al igual que el deleite cinco o seis días después, al ver las fotos en Mundo Deportivo o en El Gráfico, mientras intentaba en los campitos repetir algunas de las jugadas vistas en las revistas y la enorme mayoría de las veces imaginadas en el relato de Fioravanti.

Me permito ubicar aquellas vivencias con una anécdota ocurrida en 1951.

Tenía seis años cuando jugué un paquete de caramelos con los obreros de la panadería de mi padre a favor de Banfield (con la banda verde), el primer equipo chico que llegó en 1951 a una final con Racing, hasta entonces bicampeón consecutivo.       

Banfield fue derrotado y Racing llegó al tricampeonato. El remate violento de Boyé derrotó al arquero Graneros, en el ángulo recto donde los “guardavallas” generalmente no llegan. En el 2009 Banfield salió campeón y ya siendo un hombre grande, con mucho recorrido político y periodístico, escribí lo que había imaginado a lo largo de 58 años bajo el título de  “Caramelos devueltos” que en un párrafo decía: “Muchas veces soñé en los duros años de derrotas políticas, de proscripciones populares, que Graneros volaba al ángulo y lograba sacar el tiro de Boyé. Y entonces la historia se desarrollaba en forma diferente. No moría Evita al año siguiente, los chicos seguían siendo los únicos privilegiados, no existía el bombardeo a Plaza de Mayo ni triunfaba la Revolución Libertadora; Valle no era fusilado y nunca había existido la masacre en los basurales de José León Suárez. No había incorporación al Fondo Monetario Internacional, ni los largos inviernos de Alsogaray, ni el golpe de Onganía, ni la Noche de los Bastones Largos, ni el terrorismo de Estado, ni la larga noche neoliberal. Sólo hubiera bastado, en ese sueño febril de resistencia, derrotas y algunos triunfos, que las manos de Graneros llegaran allí, donde la pelota entró.”

También estaba lejos de la racionalidad aquel 8 de junio de 1952 cuando River perdió con Boca por 2 a 1, fruto de un gol en contra y un penal cometido por un defensor excepcional proveniente de Rosario Central como centrohalf y que luego pasó a ser back central. Su talento disputaba una competencia con su desaprensión, ya que coleccionaba goles en contra que le hizo al gran Amadeo Carrizo; se llamaba Alfredo Pérez. La desesperación en la que me sumí, me llevó a tomar mi revolver de juguete e intentar suicidarme en el campito donde jugaba al fútbol todos los días, 5 o 6 horas diarias.

Distinto fue el resultado en julio de 1954, año en el que Boca saldría campeón después de 10 años, interrumpiendo una seguidilla de campeonatos ganados por River en los que conquistó cinco sobre seis.  Voy a acudir a los retazos de aquel partido almacenados en la memoria:  pasó hace más de cinco décadas. No me lo contaron. Yo estuve ahí. Fue el 18 de julio de 1954. Fue en Colonia López, una de las tantas colonias judías de Entre Ríos. Recuerdo claramente la escena. Un chico delgado, pequeño, de ocho años, pegado a la vieja radio que funcionaba con una batería de auto (la electricidad era un avance desconocido allí). Faltaban horas para que jueguen River y Boca en la Bombonera. Pero el chico quiere saber cómo va a formar su equipo. Algo ha escuchado. Parece que no van a jugar ni Walter Gómez ni Labruna. El uruguayo por estar lesionado. Angelito, porque creo ahora recordar que había fallecido su padre. El chico delgado no puede entender que el máximo goleador contra Boca no juegue por esa desgracia familiar. El mismo que entraba a la cancha de su adversario histórico tapándose la nariz.

Lo recuerdo bien. Yo estuve ahí. En esa cocina de campo donde la abuela Teresa estaba (esto no lo recuerdo, me lo imagino) haciendo los varenekes de quesillo. Todo casero. La masa, el quesillo y la crema. Pero al chiquilín le importan poco los varenekes. Lo importante es quiénes jugarán por Walter Gómez y Labruna. Seguramente que por “el feo” entrará Enrique Omar Sívori, que debutó en el primer partido del campeonato, el 4 de abril ganando River a Lanús por cinco a dos. Debuta un pibe de diecisiete años, en lugar del uruguayo. Se llama Norberto Menéndez….Los nervios devoran al chico. El partido agoniza cuando a los 42 minutos del segundo tiempo, el odontólogo Eliseo Prado convierte el gol de la victoria. Aún recuerdo cómo el grito del chico tapó el relato de Fioravanti. No me lo contaron. Yo estuve ahí…… Porque soy ese chico que por esas casualidades que te regala la vida, en mi primer viaje a Europa mi asiento coincidió al lado del de Enrique Omar Sívori y a lo largo de todo el viaje, mientras “El cabezón” paladeaba su whisky, charlamos y le conté esta historia.

Ser de River en la década del 50 era una fiesta. La superioridad era tan enorme que en las eliminatorias para el mundial de Suecia contra Chile en Santiago, al equipo titular lo integraron siete jugadores de River, en la revancha en la Bombonera fueron ocho y con Bolivia en la cancha de Independiente, fueron nueve. Los foráneos fueron Lombardo, de Boca, y Corbata, de Racing. De River: Carrizo, Pérez, Vairo, Rossi, Sola, Prado Menéndez, Labruna y Zárate.  Otros referentes de la década del cincuenta fueron el uruguayo Walter Gómez, aquel que gambeteaba con la cintura, y Santiago Vernazza que vino de Platense y se caracterizaba por la violencia de sus remates.

Labruna fue el vínculo que unió estos equipos campeones con la Máquina de la década del cuarenta que hizo de River la máxima escuela del fútbol argentino, de la que heredamos la devoción por las tres G: ganar, gustar y golear. Somos hinchas de nuestros equipos, no como otros que lo son de su hinchada.  Fuimos hinchas de un equipo que se adelantó al futbol total, a la revolución naranja de Holanda de 1974, a la belleza de la selección húngara de 1954 o a la estética del Brasil de 1970. Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Lousteau. En un equipo con Néstor Rossi de cinco; y desde 1945 en el arco, el arquero que revolucionó el puesto: Amadeo Carrizo. O en 1947 con Alfredo Di Stéfano, en lugar de Pedernera, considerado luego uno de los cinco jugadores más grandes en la historia mundial de este deporte. Precisamente en una ocasión le preguntaron a Alfredo, en una entrevista de la revista El Gráfico en el año 2009, quién fue el mejor jugador que vio en su vida: "Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. De ahí sacá el que quieras", fue su respuesta.

La admiración que provocaba aquella universidad futbolística llevó a un notable número 5 de Boca, Ernesto Lazatti que luego fue periodista en el mejor El Gráfico, el dirigido por el notable Dante Panzeri, a afirmar: "Uno juega contra La Máquina con toda la intención de ganarle, pero como gustador del fútbol a veces preferiría quedarme en la tribuna viéndola jugar.”

A su vez a uno de los mentores de este excepcional equipo, Carlos Peucelle, se le atribuye el salto cualitativo cuando sugirió que Adolfo Pedernera pasara de puntero izquierdo a centrodelantero. Sin embargo lo minimizaba así: “La Máquina de River fue un invento de Doña Rosa, la mamá de Adolfo Pedernera".

 

 LA SEQUÍA DE 18 AÑOS  

 

El fracaso de la selección argentina en el Mundial de Suecia de1958, después de más de dos décadas de no concurrir a los mundiales, afectó fundamentalmente a River, base de aquel equipo. Vinieron entonces 18 años de infortunios. Contando con los mejores planteles, siempre aparecía algún imprevisto que lo dejaba como subcampeón o eterno segundo, como se burlaban sus adversarios. Apenas algunos de aquellos avatares: en 1962, River llega puntero a la cancha de Boca igualado con el local en 39 puntos. Es la anteúltima fecha. El almanaque señala que es el 9 de diciembre, fecha que 56 años más tarde será inolvidable para River, teniendo como escenario Madrid.  Boca empieza ganando con un gol de penal de Valentín, cuando a los 42 minutos del segundo tiempo, el árbitro Carlos Nai Foino sanciona penal para River. Lo ejecuta el brasileño Delem, un notable jugador brasileño. Roma se adelanta alevosamente y contiene el remate. Alguna ironía del momento sostenía que se arrojó a los pies del ejecutante. Los jugadores de River protestan. El árbitro les contesta: “Penal bien tirado es gol”. Boca pasa a ser único puntero y en la última fecha le gana a Estudiantes por 4 a 0 y se consagra campeón. River le gana en La Plata a Gimnasia 4 a 1 y queda segundo. Como curiosidad: ese día debutan en Estudiantes dos chicos que harán historia: Flores y Verón

Año 1968. 19 de diciembre. Se define el campeonato en un triangular de tres equipos: River , Racing y Vélez Sarsfield. River le gana a Racing y si triunfa sobre Vélez será campeón. El partido estaba 1 a 1 y River tuvo el segundo tanto, a los 82 minutos. La pelota se metía en el arco hasta que el marcador de punta Luis Gallo despejó con la mano como un arquero. Todo el mundo pidió penal en el estadio, pero el árbitro Guillermo Nimo (hincha de River) dijo que no la vio y cobró una falta previa inexistente. Ante esto, la igualdad dejó a Vélez a un paso de la gloria, algo que lograría la fecha siguiente al vencer a Racing 4 a 2 en el "Gasómetro". 

27 de julio de 1970: tres días antes, un viernes, leí en un diario chileno donde observaba la campaña electoral que coronaría en septiembre el triunfo de Salvador Allende:  “River le gana a Unión 6 a 0 y es virtual campeón del futbol argentino”.  La desilusión llegaría unos días más tarde porque en cancha de Racing, Independiente para salir campeón debía ganarle al local y hacer por lo menos tres goles, porque de esa forma igualaba el primer puesto y ganaba el campeonato por un gol de diferencia . Así lo hizo, según la crónica del diario Popular: “Lo concreto fue que River jugó el viernes 24 de julio (goleó 6-0 a Unión), mientras que la lluvia hizo que el resto de la jornada pasara al lunes 27, incluido el clásico entre Racing e Independiente. “A la hora del "derby" de Avellaneda, el Chino Benítez puso en ventaja a la Academia y después hubo un penal para Independiente, cuya polémica ejecución se metería en la historia. Remató Tarabini, atajó Cejas, pero el árbitro, Humberto Dellacasa, consideró que el arquero se había adelantado y lo hizo patear nuevamente. En la segunda ocasión la sucesión de hechos fue idéntica, hasta que, en la tercera chance, Tarabini no falló. Perfumo anotó el 2-1, Maglioni igualó en dos y, a poco del final del clásico, Chirola Yazalde convirtió el definitivo 3 a 2 para los visitantes. Así, Independiente y River igualaron en puntos (27) y en saldo de goles (+18), pero el Rojo tuvo un gol más a favor (43 contra 42), por lo que, además de festejar en la casa de su vecino, postergó las ilusiones millonarias.”

En 1966, River realizó una gran campaña, que en cualquier otra oportunidad lo hubiera coronado campeón. Pero justo ese año el Racing de José Pizzuti, que pasó a la historia como el “el equipo de José”, concretó un verdadero récord de 39 partidos invictos condenando a River al segundo puesto. Al equipo de José le cortó esa racha el propio River al vencerlo por 2 a 0, con un Cubilla que enloqueció al “panadero” Díaz, que terminó expulsado. Fue en el Monumental el 4 de septiembre de 1966, por la fecha 26. Los goles lo hicieron Pinino Más de cabeza a los 44 minutos del primer tiempo y Cubilla, también de cabeza a los 25 minutos del segundo tiempo. El equipo dirigido por Renato Cesarini formó con Carrizo, la línea de cuatro con Sainz, Guzmán, Vieytez y Matosas, en el medio Sarnari, Solari y Ermindo Onega y adelante Cubilla, Loayza y Más.

Luego de ese triunfo que le permitió igualar el primer puesto, River perdió los tres partidos siguientes que lo alejó de la posibilidad de salir campeón.   

A esa etapa corresponde la derrota en la Copa Libertadores contra Peñarol en 1966. River llegó a jugarla porque se incluyó a los subcampeones. Después de un brillante primer tiempo, donde se imponía por 2 a 0, los dirigentes del club uruguayo, según cuentan algunos trascendidos, les pidieron a los jugadores que evitaran la goleada. El gol de descuento de Peñarol llegó en la mitad del segundo tiempo y el empate sobre el final. En el alargue Peñarol ganó por 4 a 2. De ahí surgió el mote de gallina que luego fue asumido con orgullo y bandera de batalla. Similar a lo que en política hizo el peronismo con la expresión descamisado, transformando el intento de descalificación en un emblema. 

ERMINDO ONEGA Y SU NOTABLE MALA SUERTE

El símbolo de esta dura etapa es Ermindo Onega. Jugador extraordinario, tan talentoso como lagunero, debutó en la última fecha del campeonato de 1957, donde River ya era tricampeón. San Lorenzo, el segundo, lo derrotó por 5 a 1. Debutó con una estrepitosa derrota y recorrería 11 de los 18 años sin campeonatos oscilando entre un héroe y la imagen del fracaso. En el Mundial de Inglaterra fue sensación. En 1964, en el campeonato que ganó Argentina en Brasil fue figura. En 1968, River decidió que lo que le faltaba era garra y prescindió de su talento. En River jugó 222 partidos y convirtió 98 goles. De 1969 a 1971 jugó en Peñarol que salía permanentemente campeón, pero mientras el permaneció no consiguió ningún trofeo. Luego en Vélez tuvo la misma mala suerte. Murió a los 39 años al ser despedido de su automóvil como consecuencia del reventón de un neumático. Alguna vez declaró: “Yo siempre llegué tarde”. Es que cuando debutó en River se estaban yendo Labruna, Loustau, Rossi y Vairo, y algo similar sucedió en el Carbonero, porque su llegada coincidió con las partidas del peruano Joya, de Abbadie y de Spencer.

DE 1975 A 2011. RECUPERACIÓN DEL TIEMPO PERDIDO  


Con la llegada de Ángel Labruna como director técnico (sus dos intentos anteriores no consiguieron el ansiado campeonato) se consolidó un plantel de experiencia acumulada por las incorporaciones (Perfumo, Raimondo, Pedro González) y una cantidad de jóvenes, principalmente JJ López, Merlo, Alonso, Morete,  que habían sido promovidos por Didí, y su slogan de juego bonito. A eso se sumó el retorno de Pinino Mas, la consolidación de Fillol, y la incorporación de Comelles y Ártico provenientes de Talleres. En este equipo se consolidaría Daniel Passarella que no fue titular porque se negó a jugar de marcador de punta, puesto en el que debutó, en un amistoso contra Boca, en 1974 proveniente de Sarmiento de Junín, pero que alcanzaría su consagración posteriormente como segundo marcador central.

River hizo una excepcional primera rueda y un declive peligroso en la segunda. Una huelga de jugadores llevó a un partido definitorio con Argentinos Juniors con jugadores de cuarta y quinta que consiguieron un trabajoso triunfo por 1 a 0, con un gol concretado por un joven que no trascendió llamado Rubén Bruno. La semana siguiente el Monumental fue un universo rojo y blanco de 80000 hinchas. A los titulares les alcanzaron 45 minutos para coronar la campaña con un 2 a 0 sobre Racing (Alonso de penal y Morete). El complemento no pudo jugarse por las 10.000 personas que invadieron el campo de juego.

De ahí en más de la mano de Ángel Labruna primero, Alfredo Di Stéfano después, Héctor Veira con el que se ganó la Copa Intercontinental, Daniel Pasarella y fundamentalmente Ramón Diaz (Ganador del Apertura 1996, Copa Libertadores 1996, Clausura 1997, Apertura 1997, Supercopa 1997, Apertura 1999, Clausura 2002) se ejerció una superioridad aplastante, sólo interrumpida en el lapso en que Boca tuvo el celular de Dios bajo la dirección técnica de Bianchi.

Hubo momentos excepcionales donde en una semana se ganaron dos títulos. Eso sucedió en 1997. A sólo 96 horas de haber logrado la Supercopa, se conquistó el torneo Apertura.

Se ganaron entonces todos los títulos, hasta que bajo las presidencias de Aguilar y luego de Pasarella, realmente desastrosas, se sumió en una crisis que anticipó su hora más oscura.

 LA NOCHE MÁS OSCURA        

Hubo un anticipo de los tiempos oscuros cuando bajo la dirección técnica de Diego Simeone en el 2008, en el primer semestre fue campeón del Clausura, pero en el segundo semestre concluyó por primera vez en la historia último en el Apertura. En junio del 2011 luchando con Belgrano de Córdoba por no descender, finalmente perdió en Córdoba por 2 a 0, y en la revancha empató 1 a1, nada menos que en el Monumental, lo que lo condenó a descender a la B, después de 102 años en la A. Fue el 26 de junio del 2011, una fecha en que terminó el siglo XX futbolístico.  No me avergüenzo en recordar que el llanto fue imparable y era una situación tan insólita que no parecía real. Me sentía pasajero de una pesadilla. Como en aquel domingo de 1952 en que intenté suicidarme.  

El campeonato en la B fue durísimo. Estuvo a punto de no ganarlo, cuando perdiendo con Patronato en la anteúltima fecha 1 a 0, jugado un sábado, a los 43 minutos, Alejandro Dominguez remata un penal atajado por el arquero Sebastián Bértoli (por esas paradojas fervoroso hincha de River) y el campeonato queda para Rosario Central que tiene el domingo un partido relativamente sencillo con Chacarita. Sorprendentemente, esa mañana se consuma un milagro y pierde Central jugando de local por 3 a 1.

Última fecha. Después de la sorpresa, si River le gana a Almirante Brown volverá a la primera división.

Nos reunimos en mi casa con dos queridos amigos, Carlos Cofiño y Alberto Bar. Sábado 23 de junio del 2012. El partido, jugado de local, resulta muy trabado y dificultoso. Empatado el primer tiempo. En el segundo David Trezeguet, a los 4 minutos abre el marcador y lo consolida a los 44 minutos, después de haber errado también un penal.

Mis amigos gritan y saltan festejando el ascenso. Una pancarta en la tribuna dice: “Esperé 363 noches para que llegara este día”. La cámara enfoca cómo llora la gente en la tribuna. El director técnico Almeyda tiene los ojos enrojecidos. Permanezco inmóvil en la silla. Mis amigos me preguntan sorprendidos ¿qué te pasa? Mi respuesta fue: “Nunca debimos haber estado ahí”

River superó finalmente por un punto a Quilmes que se clasificó segundo.

En el recuerdo, el agradecimiento eterno a los verdaderos forjadores de un regreso, en uno de los campeonatos más difíciles: Leonardo Ponzio y los que volvieron, como Fernando Cavenaghi, Alejandro “El Chori” Dominguez, David Trezeguet, y Matías Jesús Almeida, el que siendo novato como director técnico, puso lo que siempre demostró en la cancha: futbol, garra y corazón. Después River fue ingrato con varios de ellos.  

LA VUELTA Y LA GLORIA


Todo lo sucedido desde el 2012 para acá está muy fresco. A la calidad de su fútbol le agregó una personalidad a prueba de contratiempos. La llegada de Gallardo fue un plus que hizo una notable diferencia. Los campeonatos internacionales pasaron a ser escriturados a nombre de River. La paternidad sobre Boca al que le ganó cinco finales consecutivas, incluida la más importante, la del Santiago Bernabeu, superó y cicatrizó viejas heridas.

Escribir sobre River tiene una gran ventaja: es escribir sobre las mejores páginas del fútbol argentino.

Es tan grande que pudo darles a todos los demás un año de ventaja.

Y la grandeza no está en no haberse ido sino volver y ser mejores.

¿Cómo entonces no tener una banda roja que me cruza el alma?

Lo sintetizó bellamente Ignacio Copani: “El más grande sigue siendo River Plate,/

el campeón más poderoso de la historia, /el más grande por las glorias

que alumbraron el ayer/ y que brillan todavía en mi memoria./

El más grande sigue siendo River Plate/ y será más grande aún en el mañana,/

por el juego, por las ganas/ y el orgullo de tener una banda roja que nos cruza el alma.

 

10-1-2020 

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