El calendario generalmente superpone
dos fechas trascendentales de las religiones cristiana y judía. Una conmemora
el periplo que va desde la última cena a la horrible muerte de Jesús. La judía
celebra la libertad que significó huir de la esclavitud de Egipto, después de
haber superado con la ayuda divina una sucesión de plagas. En su momento final
Jesús, según el relato bíblico que no necesariamente se ajusta a los
acontecimientos históricos, expresa una duda: “Padre ¿por qué me has abandonado?”,
y también un gesto magnánimo: “Perdónalo señor, no saben lo que hacen”
Moisés, en cambio, parece que tuvo a
Dios de su lado quien le facilitó la fuga abriendo las aguas del mar Rojo para concretar
la huida y ahogar al ejército del Faraón al cerrarse.
Detengámonos un momento en la muerte
de Jesús y analicémosla con las herramientas de veinte siglos después. Un
político evidentemente populista como Jesús que tenía creciente inserción entre
los pobres y ciertos gestos que el poder consideraba demagógico como la
multiplicación de los peces o convertir el agua en vino, molestaba
crecientemente al Imperio Romano y al mismo tiempo significaba una competencia
para el alto clero judío. El Sanedrín, Consejo supremo nacional y religioso judío,
expresó su molestia al gobernador romano que no
necesitaba de esa protesta para decidir que había que tomar drásticas medidas
contra el subversivo. La última cena y la crucifixión han sido recreadas por
los máximos artistas de la humanidad en forma mucho más bella, perdurable e
imaginativa que los actuales méritos de marketing que se le atribuyen a Jaime
Durán Barba.
Hay
diversas y contradictorias versiones sobre quiénes estuvieron al lado de Jesús
en su larga agonía, según los distintos Evangelios. Conforme algunos de éstos, fueron
crucificados con Jesús dos ladrones; y para otras de las versiones eran dos
seguidores de su prédica. Está en
general aceptado que estuvo la madre de Jesús y María Magdalena, considerada
durante muchos años como una prostituta, aunque la Iglesia ha rectificado esta
calificación. En uno de los textos al respecto puede leerse: “La Iglesia ya ha superado las confusiones
históricas, pero la cultura popular se resiste...Los evangelios presentan a María Magdalena como una discípula de Jesús, testigo
presencial de su muerte en la cruz, y primera testigo de su resurrección. En
los cuatro evangelios hay doce referencias a ella, once de las cuales se
vinculan directamente con la pasión y resurrección de Jesús. Sólo Lucas (8,
2-3) agrega el detalle de que “María, llamada la Magdalena” era la
mujer a quien Jesús liberó de siete demonios. No se sabe nada
más. Tampoco puede afirmarse que haya sido prostituta como se cree
comúnmente. Habiendo gozado del privilegio de ser la primera en contemplar
el Resucitado, fue enviada por el mismo Jesús a anunciar a los apóstoles la
buena noticia.
Puesto que “apóstol”
significa “enviado”, puede comprenderse, siguiendo este sentido, que tanto los
padres de la Iglesia como Juan Pablo II la nombrasen con el apelativo de “apóstol
de los apóstoles”. La simpatía que recayó sobre María Magdalena, tanto en
el cristianismo primitivo como en el resto de la historia de la Iglesia, se
refleja en la cantidad de templos dedicados a ella en Europa. Su conocida
representación como “prostituta” o “pecadora arrepentida” no fue un plan de los
apóstoles para desprestigiarla, como sostienen novelas esotéricas y pseudo históricas,
ya que ningún texto asevera cosa semejante. La errónea identificación con una
pecadora arrepentida se originó recién en la Edad Media.”
Dejando de lado toda
la discusión histórica interpretativa de una escenografía bíblica que no se
rige por las técnicas historiográficas, ahí estaba el Jesús populista
crucificado por haber enfrentado al poder económico del imperio y al
establishment religioso judío, junto a dos ladrones de gallina y observado por su
madre y una prostituta que luego se reconsideró que no era. La madre
trasladada a veinte siglos después
podría ser una de las tantas que reclaman por sus hijos desaparecidos o víctimas
del gatillo fácil. Los que estaban presentes entonces como protagonistas o
testigos son excluidos como los ladrones
y la prostituta. Y Pedro, uno de sus discípulos que terminó institucionalizando
una religión que muchas veces se puso del lado de los sucesores de los que
mataron a Jesús.
Una historia que se
repite atravesando los siglos. Lo que Carlos Marx sintetizó con aquello que la
historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases.
Para los que hoy se
encuentran descorazonados o bajando los brazos hay que recordar que el
populista Jesús resucitó.
Volviendo a Moisés y
la fuga de Egipto, después de 1948 años los judíos que fueron expulsados de su
territorio constituyeron un estado y un país
y con el correr de los años terminaron jugando con los palestinos un
papel similar al que padecieron en Egipto . El escritor Edward Said lo expresó
dolorosamente: "Lo más
difícil es ser víctima de las víctimas" (Said nació en Jerusalén y su madre era palestina).
El autor de esta
nota es agnóstico y judío. En la forma
que la Biblia relata la creación del mundo por Dios sostiene que el primer día separó la luz de las tinieblas. El
segundo día hizo lo mismo con el cielo y el mar. Al tercer día hizo las plantas. Al cuarto creó el sol y la
luna. Al quinto día los peces y las aves. Al sexto los animales y los humanos.
En el relato clásico al séptimo día Dios descansó. El psicoanalista argentino
Emilio Rodrigué, radicado durante muchos años en Brasil, fallecido en el 2008, lo remataba afirmando:
“Al
séptimo día, Dios se fue”.
01-04-2018
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