A lo largo de los últimos nueve años, el gobierno
atribuyó el significativo mejoramiento económico alcanzado, a los méritos de
las políticas implementadas, colocando en un lugar muy subalterno las
condiciones propicias del mercado internacional mencionadas por la oposición
política y económica y sus voceros de negocios bajo el eufemismo de “viento de
cola”. A su vez los adversarios políticos y económicos atribuían los avances
imposibles de omitir, exclusivamente al
“viento de cola”, expresión bajo la cual incluían el incremento permanente
de los precios de los productos primarios, en nuestro caso la soja, el
petróleo, la carne, los minerales y los granos en general. A su vez, cuando la
crisis internacional que afectó al país durante el 2008/2009 incidió en las
elecciones legislativas del 2009 produciendo la derrota del gobierno en la
provincia de Buenos Aires; o en la actualidad en que se hace sentir con virulencia creciente, la oposición política y económica y sus voceros de negocios, sólo
puntualizan errores internos y desvinculan la situación interna de la
internacional. Por su parte el gobierno, que en los momentos de auge hizo
propaganda de un país blindado a las
contingencias externas por aplicación de medidas que van afortunadamente en
sentido contrario a la que se aplican a los países europeos con mayores
dificultades, hoy acentúa las mismas
afirmando que “el mundo se nos cae
encima”, intentando disimular en algunos
casos, los errores groseros que ha cometido en la instrumentación de algunas
medidas.
Es fácil sostener, porque hace al ABC de
la política, que siempre hay una interrelación entre circunstancias internas y
externas; que cualquier país incrementa sus posibilidades cuando el escenario
internacional le es propicio; pero que se aprovecharán distinto las
circunstancias favorables, si se coloca el barco-país en la dirección adecuada
por la adopción de medidas internas correctas y luego, conforme a la
orientación ideológica del que gobierna, lo ganado se distribuirá de forma
distinta y los recursos se invertirán en áreas diferentes.
Tomando
distancias, es bueno recordar que al primer peronismo se lo descalificaba
porque, como consecuencia de haber mantenido la neutralidad en la segunda
guerra mundial, se salió con una posición acreedora y con reservas que en la
mitología de la época se graficaba con que “el oro acumulado impedía caminar
por los pasillos del Banco Central”. Está claro que Perón usó esos recursos
para nacionalizar servicios públicos, desarrollar la industria liviana y dar
los primeros pasos en la pesada, mejorar en forma notable la distribución del
ingreso y conformar una sociedad con rasgos importantes de equidad. Aunque
resulte un ejercicio contrafáctico, es fácil imaginar que si la fórmula
triunfante en las elecciones del 24 de febrero de 1946 hubiera sido la de
Tamborini- Mosca, el destino de las reservas acumuladas hubiera transitado por
carriles diametralmente diferentes, como lo avala toda la historia del país,
cuando gobernaron “los Tamborini”
De la misma manera, con los mismos
recursos e igual debilidad de origen, muy otro hubiera sido el devenir de estos
últimos años si el triunfo en las elecciones del 27 de abril del 2003, le
hubiera correspondido a Menem, López Murphy, Carrió o Rodríguez Saá.
DE LA CRISIS QUE VENIMOS
Diciembre
del 2001 implicó el estallido fenomenal del modelo de rentabilidad financiera
cuyos cimientos colocó la dictadura establishment- militar y cuyo edificio
levantó Menem a lo largo de 10 años con apoyo popular. Es ese modelo donde el
dinero hace dinero con inversiones financieras en detrimento de la actividad
productiva. Para concretarlo, el riojano demolió “sin anestesia” los aspectos
sobresalientes del modelo de sustitución de importaciones. Como consecuencia
del estallido del modelo de rentabilidad financiera, el país se sumergió en la
peor crisis de su historia. La devaluación enorme, la gigantesca transferencia
de ingresos de los sectores medios y populares al salvataje de los grupos
concentrados, produjo, con un tipo de cambio muy alto, un proceso reactivador
que al tiempo que utilizaba la capacidad ociosa, incorporaba desocupados a la
producción, los incluía, creaba una barrera importante para las importaciones y
mejoraba la competitividad de las exportaciones. A todo esto Néstor Kirchner
adicionó pasos fundamentales como la
subordinación de la economía a la
política, la fuerte presencia del Estado para ponerle límites al accionar
depredador del mercado, un no al ALCA cuya incorporación al mismo hubiera tenido
un efecto terminal, la negociación y quita de la deuda externa, disminuyendo
significativamente la soga que se había colocado en el cuello del país y que
había provocado todas las crisis económicas y políticas en democracia
Kirchner
consiguió en esos años un mix muy interesante: políticas sociales de los
gobiernos populares y un resultado en variables económicas que lo liberales argumentaban pero que nunca
habían conseguido con los gobiernos militares o con Menem.
Superávit
comercial, superávit de balanza de pagos y fiscal, los denominados superávit
mellizos fueron enarbolados orgullosamente por el santacruceño.
Con el
transcurso del tiempo y con la lentitud en que se fue ajustando el tipo de
cambio, el mismo fue perdiendo el conocido doble efecto: dejó de ser una
barrera a las importaciones y disminuyó los aspectos beneficiosos vinculados a
la penetración exportadora. El notable crecimiento económico no pudo ser
acompañado con la misma intensidad por el suministro de energía, que pasó a ser
un gigantesco agujero en la cuenta corriente. La inflación cuyo motivo
fundamental es la forma que los empresarios responden a la mayor participación
de los asalariados en el ingreso nacional, aumentando precios a los efectos de
mantener su tasa de ganancias, es difícil de combatir en una economía muy
oligopolizada.
La
recaudación empezó a caer en términos reales, los superávit mellizos
desaparecieron o van en ese camino. Los subsidios generalizados se
incrementaron geométricamente en sus dos acepciones: significó para los sectores
populares un incremento importante del poder adquisitivo de sus ingresos y su
universalización implicó la inequidad de que sectores que no lo necesitaban lo
usufructuaran produciéndose un doble dispendio: el monto del subsidio
propiamente dicho y el consumo indiscriminado,
debido al bajo nivel de las tarifas de gas y electricidad con lo que se
incrementa la insuficiencia energética y su peso en el monto de las
importaciones.
La
crisis internacional ha producido una fuga de capitales generalizada que
también ha afectado a nuestro país,
potenciada por errores de implementación interna de la política económica.
La
necesidad de hacer frente este año a importantes compromisos de la deuda
externa cuya amortización baja significativamente en años posteriores, llevó a
la necesidad de implementar medidas de
control sobre la adquisición de divisas. Las marchas y contramarchas, la falta
de explicitación, el goteo de las decisiones que demuestran improvisación y
sobre todo la mención a la pesificación de la economía sin aclarar
taxativamente de qué se trataba, llevó a una corrida hacia los depósitos y
cuentas corrientes en dólares que produjo una sangría superior a los 5.000
millones de dólares. La adopción de medidas, algunas de las cuales no tienen un
soporte escrito que avale la equidad de su instrumentación, crea un espacio a
la arbitrariedad incompatible con un orden económico elemental. El control de
las importaciones requiere una muy precisa sintonía fina, la habilidad del
cirujano que actúa sobre un cuerpo vivo y no el de un carnicero que opera sobre
un cadáver. Si no se procede con esas
pautas, lo que se evita como fuga de divisas se pierde con disminución de la
actividad económica.
MEDIDAS CONTRACÍCLICAS
Este
gobierno, a diferencia de las políticas que implementaría cualquiera de las
variantes de la oposición con alguna probabilidad de reemplazar a Cristina
Fernández en el 2015, en momentos de crisis, aplica recetas que con cierta
elasticidad del lenguaje podemos calificar de keynesianas. Subsidios para
mantener la ocupación, planes de viviendas, créditos obligatorios a las
empresas de las cuales un 50% deben ser PYMES. Convenciones colectivas con
aumento de salarios que igualan o superan a la inflación real, que intentan en
principio mantener el consumo y por lo tanto la rueda productiva. Pero a diferencia del 2008/2009, hay otras
procíclicas que llaman la atención. Más allá del conflicto con Scioli, afectado por serios problemas de
gerenciamiento, la remisión de fondos del gobierno nacional a la Provincia de Buenos
Aires por una cifra muy inferior a la solicitada, ha provocado el pago en
cuotas del aguinaldo, lo que es un gol en contra en relación al mantenimiento
del consumo. Por otra parte, la tardanza en el pago a los proveedores de las
obras públicas produce el estancamiento de muchas de ellas con el
correspondiente efecto de acentuar el camino de la recesión.
REFLEXIONES SOBRE EL MOMENTO ECONÓMICO
Ignorar
la crisis internacional en el análisis de la situación como intenta el poder
concentrado y sectores de la oposición es una actitud ladina. Tan equivocada
como cuando atribuían exclusivamente la mejoría interna en función del viento
favorable de la situación internacional.
Por su
parte envolver o disimular problemas de política económica interna para
disculpar o encubrir errores propios, conduce al gobierno a cerrar las puertas
de las soluciones.
Es justo
señalar que si no se hubiera adoptado en estos 9 años un arsenal de
medidas económicas a contramano de las tomadas en los noventa, como el desendeudamiento
con acreedores externos y organismos internacionales, la estatización de las
AFJP, la reforma de la
Carta Orgánica del Banco Central, la acumulación de reservas,
un tsunami poderoso estaría asolando el territorio nacional.
En ese
sentido escribió el periodista Alfredo Zaiat, al tiempo que arremetía contra un
caballito de batalla de la ortodoxia: “No es
usual que las economías mantengan superávit de las cuentas públicas por mucho
tiempo. En el caso argentino fue inédito por sus antecedentes. El repentino
saldo fiscal positivo se convirtió rápidamente en un fetiche. Por eso resulta
importante precisar las fuentes de ese superávit, para relativizar las voces
que reclaman su inmediata recuperación, puesto que su origen estuvo asociado a
tres fenómenos vinculados con la megadevaluación de 2002. Primero, el aumento
de los ingresos del Estado por la recuperación de la economía y reintroducción
de las retenciones a las exportaciones agropecuarias beneficiadas por un tipo
de cambio real muy alto. Segundo, el ajuste inicial del gasto público. Por
último, la menor incidencia de los pagos de los servicios de la deuda por el
default y posterior reestructuración de los pasivos externos. Desde una perspectiva histórica, tanto
la economía local como las cuentas del Estado han logrado resistir con una
mayor solidez que en el pasado el impacto negativo de la crisis internacional.
Un aspecto crucial en el frente fiscal es evitar hoy a los zombies de la
ortodoxia, que atemorizan con el efecto inflacionario de la expansión del gasto
público. Ni en años anteriores ni en éste, el fiscal fue motor de la
inflación.”
Es preciso señalar con énfasis ante la aparición de los
cuervos de los gurúes neoliberales, que el país tiene una desaceleración
partiendo de niveles muy altos de crecimiento y que la actual situación no es
comparable ni remotamente con el 2001.
Hay
muchos recursos en el país para afrontar la situación y seguir desplegando medidas correctas como las
contracíclicas. Es urgente modificar el régimen tributario de las mineras,
apropiarse para el pueblo argentino de las enormes ganancias del comercio
exterior, que se tribute sobre la transferencia de acciones y se aumente
significativamente lo que tributa el juego. Las
políticas nacionales deben encuadrarse dentro de una coordinación
regional.
Pero
estas medidas, entre muchas otras que se pueden abordar, necesitan de una base
de sustentación política que el gobierno disminuye en sus enfrentamientos
ríspidos con Moyano y Scioli. Todo esto teniendo en cuenta que en diciembre
empezaría a aplicarse en su totalidad la ley de medios y en donde poderosos
grupos económicos se verán fuertemente afectados, por lo que es fácil de prever
que echarán el resto produciendo permanentes torbellinos.
La
articulación política es necesariamente la plataforma de lanzamientos de las
medidas económicas a afrontar, que sólo pueden implementarse con una
explicitación de las mismas convocando el apoyo
del pueblo y construyendo las mediaciones necesarias que las hagan
posible.
13-07-2012
Todos
los derechos reservados. Hugo Presman. Para
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