Último
reporte desde la (vana) micropolítica familiar
Página 12 17-11-2023
Nuestra cronista terminó esta nota y se fue a volantear. Insiste en su tarea micropolítica de cambiar voto a voto para que el resultado del balotaje se incline hacia el lado de la protección de derechos conquistados. Pero con su familia no puede, ni siquiera cuando insiste en que su propia seguridad como lesbiana activista por los Derechos Humanos está amenazada. El voto gorila parece blindado, aunque aun quedan unas pocas horas hasta el resultado final.
Por Camila Alfie
Como
la primatóloga Jane Goodall comunicándose con gorilas se siente la autora de
esta nota, pero sin tanto cariño.
Hace
unos años se viralizó el video de Simón, un nene al que un notero le pregunta
si le había escrito una cartita a Papá Noel y él respondió: “No, porque mi
familia ‘e jurío’”, y sale corriendo. Si a mí, ahora, me preguntan si
festejaría año nuevo con mi familia, diría: “no,porque mi familia e’ gorila”, y
huiría a refugiarme en la casa de mi amiga swiftie kukarda a comer polenta.
(Igual nunca me invitan porque me ven como una lumpen).
Estos
últimos meses tuve la siguiente rutina. Me levanto a las 8am. Hasta las 11
debato en redes con @fedesoldadodeljoker8793 y con Kens Troskos que me acusan
de ser una asimilada que banca la “democracia burguesa”. Puse un límite un día
que me encontré, a las 3:00 AM, discutiendo en un posteo de Natalia Oreiro con
una que decía que Soros vendía cremas antiarrugas hechas a base de fetos.
Sin
embargo, tengo una barrera infranqueable. La barrera de mi familia, con quienes
aún comparto álbumes en la casa de la infancia, anécdotas repetidas hasta el
infinito; las mismas heridas y duelos mal procesados. Puedo dialogar con
cualquiera, pero con ellos no. Me aterra. Me devasta saber que votan a Milei.
La decepción es total. No sienten piedad alguna. Están blindados.
No
solo están siendo cómplices de un candidato que sueña con que explote el país y
arrastrarnos con él hacia su infierno y su miseria; sino que también le están
dando su voto a alguien que me odia y que contribuye, junto a su ejército de
orcos, a propiciar discursos de exterminio que me ponen en peligro a mí
particularmente, por torta visible y activista por los DDHH y a la sociedad
toda, sobre todo a los más vulnerables (con quienes ellos tienen contacto 0,
porque viven refugiados en su burbuja de country clubs). La única persona que
vota a Massa me dijo que, por favor, lo mantenga en secreto. Como si tuviese
que ser secreto votar al único candidato democrático.
Usé
todas mis cartas para convencerlos. Me apalanque en el patriotismo (Malvinas), la
democracia (¿quizás la valoran?), en el Papa (son católicos), la defensa de la
universidad pública -donde todos estudiaron- y en el sentido común. Con el ala
adolescente traté de generar un contacto de humanidad explicándoles qué le
hacían los milicos a las chicas de su edad secuestradas. (No hubo interés). A
una, como haciéndome la tonta, le dije, “¿Vos viste que Bussi dijo que los
LGBTIQ somos como los rengos y los ciegos?”, esperando cierta indignación. Me
respondió: “¡Un espanto! Una afrenta contra los discapacitados!”.
Pero,
sobre todo, reforcé jurarles que votar a Massa no los hace peronistas, sino
defensores de la democracia, de consensos básicos de convivencia. “Si San
Martín cruzó los Andes reumáticos, el domingo pueden hacer ese esfuercito”. Prefieren
cortarse la mano con la motosierra oxidada antes de meter una boleta
justicialista.
…
Estar
tanto entre gorilas me hace sentir como Jane en Tarzán, observándolos desde una
distancia prudencial. Hay varios tipos de especímenes, pero todos tienen un gen
común: un odio irracional por lo popular y la vocación de destrucción de “los
K”. Ningún peronista te va a decir que vota peronistas porque odia a los
gorilas; ningún trosko te va a decir que vota troskos porque quiere exterminar
a los capitalistas. Votan a quienes votan porque apuestan por las
construcciones populares, el abuelo conoció el mar por primera vez por Perón,
por luchas ganadas en las calles, porque sueñan con mundos más justos
El
gorila núcleo duro intenciona su voto desde el odio, la defensa de sus
privilegios (muchos conquistados gracias a movimientos progresistas), la
mezquina sospecha del progreso del pueblo y la creencia de que los pobres no
son merecedores de nada. Están los de “no hay que dar el pescado, sino la caña
de pescar”; el gorila que cree que sabe qué es mejor para los humildes; la
gorila de country y ropa de lino; el gorila cool que flashea espiritualidad
budista y viaja a la India para reencontrar su centro; el gorila terrateniente
de maceta; el gorila de la cómoda dádiva y caridad católica; el gorila elitista
de LN+, el gorila de “Coherencia por favor” y estados de whatsapp; el cipayo
que prefiere vivir en Madrid lavando platos, pero EN MADRID; el gorila que
vacaciona en Disney y cree que tiene sensibilidad social porque le regala
zapatillas usadas a la mucama; el gorila ilustrado; el conspiranoico, que cree
que el calentamiento global es un invento de Maduro o el cree que es lo mismo
“los K, Scioli, Máximo Kirchner, Perón, Evita, Massa, Andrea del Boca y
Grabois”, en fin. Me rodean todos.
Y
lo más doloroso no solo es asimilar que la mitad del país, hoy, elije la
aniquilación del otro. Sino aceptar que mi familia coincide con ese grupo.
Creen que votan “un cambio” y votan a favor de los vuelos de la muerte. Se me
abre un nuevo frente de disputa; uno más hasta el 19, que me exige tomar una
decisión en medio del colapso. ¿Qué hago frente a esto? No puede ser gratuito
para ellos, este voto-atentado. Me pregunto si con esta nota los estoy
exponiendo; no me importa, ellos me están exponiendo a mí, al peligro. Y hablo
por mí, porque los otros no les importan. ¿Quizás yo sí? ¿Qué hago? ¿Sigo
insistiendo? ¿Finjo demencia? ¿Suelto? ¿Los duelo? ¿No los veo por un tiempo?
Lo que sé es que no los voy a poder ver, nunca más, de la misma forma.
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