El lenguaje es una de las mayores
creaciones del ser humano. Es el instrumento de la comunicación, de la
interrelación, de la literatura, de poner imágenes en palabras, del
embellecimiento a través de las metáforas, de alcanzar las cumbres de la
abstracción. Sin embargo desde hace siglos muchas veces se lo malversa; pero
nunca de una forma tan premeditada y alevosa, como la metodología que transita
los caminos pantanosos de la posverdad. Un eufemismo que convierte todo lo que
toca en mentira. En realidad la globalización del neoliberalismo explica la
posverdad. Sería imposible que ningún partido neoliberal pudiera llegar al
gobierno sin hacer de la mentira su estrategia electoral que luego se
continuará en el ejercicio de él. Nadie gana una elección diciendo que bajará
sueldos y jubilaciones, que amputará derechos, que destruirá la industria, que
cerrará escuelas, que desfinanciará las universidades, que destruirá la ciencia
y la tecnología que hará una
distribución regresiva del ingreso nacional.
Incluso muchos sectores gremiales o
políticos integrantes del campo nacional y popular claudican en la batalla
ideológica del lenguaje. Desde los modestos medios en los que me expreso, libré
una batalla finalmente perdida sobre diferentes conceptos. Se puede escuchar
que dirigentes gremiales docentes califican a los importes no remunerativos
como cobros “en negro”, cuando está claro que si figura en el recibo, si está
registrado, nunca deberá caracterizarse como cobro en negro. Esta expresión ha
permitido que grupos económicos poderosos se amparen en ese tipo de
declaraciones para decir que se les exige a los privados (que tengan
debidamente registradas la totalidad de las remuneraciones) lo que el Estado
incumple.
Otro caso: el control de cambios es
un instrumento económico utilizado en distintos lugares del planeta. En la
Argentina el economista ultraliberal Willy Kohan lo denostó bajo la
calificación de “cepo”. En nuestro país, el “cepo” es un instrumento de
tortura. Etimológicamente el cepo es “un
instrumento hecho de dos maderas juntas que está
compuesto de dos hoyos redondos en los cuales se asegura el cuello o la pierna
del preso en donde va juntado el madero.” El objetivo del denuesto no es
ingenuo: el gobierno de Cristina Fernández, que se proclamaba abanderada de los
derechos humanos, sometía a la compra de dólares a un cepo cuando se había
impuesto por la oposición que la libertad de compra de los mismos, constituía
un nuevo derecho humano al que el gobierno populista violaba sometiéndolo a un
instrumento de tortura. Es llamativo que la denominación peyorativa haya sido
asumida en forma generalizada, incluso por los muchos que defienden la medida.
Lo que no es llamativo es que los que consideraban que comprar dólares era un
derecho humano, luego siendo gobierno el macrismo que los representó, consideró
que el suministro eléctrico no lo era.
Una vez conocidos
los esbozos económicos del nuevo gobierno, tres calificaciones fueron
apropiadas tendenciosamente por el periodismo hegemónico y referentes de la
oposición induciendo tendenciosamente a error: “congelamiento de las
jubilaciones”, “impuestazo” y “ajustazo”.
CONGELAMIENTO
DE LAS JUBILACIONES
Hasta el periodista menos informado
conoce la connotación del adjetivo “congelamiento”. Está claro que se
congelaron las tarifas por 180 días, es decir que por ese período no habrá
aumentos, pero no se congelaron las jubilaciones ya que en el mismo lapso hubo
un primer aumento en diciembre, habrá otro en marzo y uno posterior en junio.
Lo que se suspendió, o para usar la misma terminología se congeló,
es la aplicación de la fórmula de actualización aprobada en diciembre del 2017
en medio de enormes movilizaciones en su contra, cuando Cambiemos decidió,
después de obtener casi el 42% de los votos en las legislativas de octubre de
ese año, ir por las denominadas reformas estructurales, eufemismo que se
utiliza para amputar o precarizar derechos obtenidos. Por eso no es inocente ni
mucho menos, que Clarín titulara en tapa el sábado 21-12-2019: “Votan la
emergencia sin congelamiento para las jubilaciones de privilegio”. Que el mismo
día, en el mismo diario, el licenciado en filosofía Miguel Wiñazki, escribiera:
“La vida de los jubilados luego de esta ley, queda devaluada hasta las
lágrimas”. Que Luis Majul hable de “congelamiento de jubilaciones” en el reportaje
al Presidente; que Joaquín Morales Solá en su columna del domingo 22 de
diciembre en La Nación, escribiera: “Toneladas de piedras cayeron sobre el
Congreso cuando Mauricio Macri sacó la nueva fórmula para actualizar el salario
de los jubilados en diciembre del 2017. Aquello no era nada comparado con
el brutal congelamiento de ahora de todas las jubilaciones, menos de algunas”.
El lunes 23 de diciembre, el columnista de Clarín Fernando González escribió:
“Pero luego se sumaron el congelamiento de las jubilaciones que están
por encima de la mínima...”. Se podría seguir transcribiendo falsedades como
las detalladas, pero lo expuesto resulta representativo. Está claro que
usar la mentira como verdad, es ya una práctica inveterada, una segunda
naturaleza de la posverdad .
IMPUESTAZO
-AJUSTAZO
Así como un martillo puede ser usado
tanto para clavar un clavo como para matar a una persona sin perder su
condición de martillo, un “impuestazo” o “ajustazo” no se define por el monto
del ajuste como porcentaje del PBI, sino que se lo caracteriza según a qué
sectores beneficia y a cuáles perjudica.
El gobierno de Mauricio Macri inició
su gestión con un verdadero ajustazo regresivo: devaluación y baja de
retenciones para beneficiar a los sectores agropecuarios y mineros, aumentos de
tarifas y peajes para beneficiar a las concesionarias de servicios, perdón de multas a las concesionarias
eléctricas, compra libre de dólares, libertad para no ingresar las divisas de
las exportaciones al país, desregulación financiera, despidos en la
administración pública, desfinanciamiento de varios planes, suspensión de la
entrega de computadoras, apertura de la economía para beneficiar a los
importadores, disminución significativa de las alícuotas a los bienes
personales, desaprensión y agonía de los precios cuidados. En síntesis: se
efectuó el ajuste transfiriendo de abajo hacia arriba. A eso se lo encubría
bajo la denominación de “sinceramiento”.
El gobierno de Alberto Fernández
aumentó sueldos y jubilaciones, transfirió recursos para combatir el hambre,
creó la tarjeta alimentaria, subió las retenciones en forma segmentada a los
sectores agropecuarios, incrementó de la misma manera el impuesto inmobiliario
en la provincia de Buenos Aires, congeló tarifas y peajes, rebajó los medicamentos
un 8%, estableció restricción a las compras de dólares para turismo y
atesoramiento con impuesto adicional del 30%, suspendió los despidos sin causa,
fijando en caso contrario el pago de una doble indemnización; estableció
moratorias y auxilio a las PYMES, mientras realiza una política activa de
precios cuidados. Se puede, y el autor de esta nota lo ha hecho, abrir
una alerta sobre el devenir futuro de las jubilaciones y que no se puede hacer
redistribución entre distintos niveles de indigencia. Igualmente el mantener
sin actualizar el monto sobre el cual se empieza a pagar el impuesto a los
bienes personales, no se hace en aras de la equidad sino a los meros fines
recaudatorios
Hay en general un intento claro que
el costo del ajuste no recaiga en los sectores de menor poder adquisitivo,
afectando a los de ingresos medios y los de mayor poder adquisitivo.
No hay dudas que en ambos
casos se puede hablar de ajustazo, siempre y cuando luego se aclare el sentido
del ajuste: si el martillo sirve para una función útil o una agresiva. Si
disminuye la desigualdad o la aumenta. Si se distribuye de arriba hacia abajo o
si como proponen los economistas ortodoxos se reparta de abajo hacia arriba
Sin embargo muchos políticos
opositores y periodistas nostálgicos del macrismo, difunden que es un ajustazo
superior al macrista sin diferenciar quién se beneficia y quién debe
soportarlo. Así entre otros, Héctor Guyot en La Nación del 11 de enero
escribió: “Pero también el pragmatismo tiene su relato. El gobierno
aplica un impuestazo para cubrir el agónico déficit de un Estado que
ampara incontables privilegios de quienes lo usufructúan desde hace décadas y
lo llama solidaridad”. El pretendido humorista Carlos Reymundo Robert en La
Nación del 21 de diciembre: “Hay que ser peronista. Digo hay que ser un
presidente peronista para que el Congreso vote a libro cerrado y mano alzada
un impuestazo”. Luis Majul en La Nación del 2 de enero: “… Subir los impuestos o aplicar un
impuestazo al sector privado es generar “reactivación productiva””
Roberto García en Perfil del 11 de
enero: "Se habla más
de Dylan que del brutal ajuste aplicado por el Gobierno, mucho
más fuerte que el que le costó el cargo a López Murphy con De la
Rúa". Jorge Fernández Díaz sostiene que
“El ajuste salvaje que Fernández ordenó sobre el campo,
los jubilados y la clase media -saludado con euforia por los mercados- tiene
por objeto pagar la deuda externa ….es el disfraz, la manipulación de las
palabras, el principal ardid de la política peronista…” Alcadio Oña en Clarín, 12 de enero: “Queda
claro que el reparto del impuestazo refuerza el poder de Fernández y
aprieta a las provincias.”
La lista puede ser interminable, pero
los que confunden aserrín con pan rallado, algunos puede ser por ignorancia
pero la mayoría es por una evidente intencionalidad de confundir y desinformar.
Intentan igualar para descalificar. Sumergir todo en el mismo barro.
EL LENGUAJE DE LA POSVERDAD
En otras épocas se solía decir “hacer
pasar gato por liebre”. Eran hechos aislados de timadores profesionales. Hoy la
mentira como caballo de Troya ideológico se le llama posverdad. Transita y
enferma la vida cotidiana. Inficiona a la política. Se distribuye desde los
medios. Usa el lenguaje para omitir, ocultar o falsear. El antídoto es desenmascararla.
Es una batalla cultural despareja porque es el lenguaje del poder. Esos poderes
que un gobierno nacional y popular debe subordinar y acotar. Es un combate de
una envergadura que no admite desertores ni indiferentes. El resultado no está
definido ni escrito en ningún lugar.
13-01-2020
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Publicado en la Tecla Ñ
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