19 septiembre 2019

PUJA DISTRIBUTIVA, INCERTIDUMBRE Y DOLOR*




CIRCULOS ROJO Y NEGRO
Mauricio Macri gobernó respondiendo a las exigencias de “los mercados”, los que en la década del 40 se llamaban “las fuerzas vivas” y a las que Perón ironizó como los “vivos de la fuerza”.
Después de casi cuatro años, nada mejor que Macedonio Fernández, el escritor de humor metafísico, para sintetizar la catástrofe: “Fue un desastre tan completo, que hasta los sobrevivientes perecieron.”
El derrumbe económico ha abaratado el valor de las empresas a precios de ganga, incluidas aquellas vinculadas a familiares y amigos del presidente que han ganado cifras siderales en estos casi cuatro años. Según el Cronista Comercial del 28 de agosto: “La mayoría de las (doce de veinte empresas) del Merval cotizan por debajo de su valor contable. Así Comercial del Plata llega al 25%, Cablevisión 31%, Edenor al 33%, YPF apenas al 50%.
El círculo negro, el más concentrado y poderoso, es AEA (Asociación Empresaria Argentina) adonde Macri concurre cada vez que es convocado. A la UIA, integrante del círculo rojo, nunca fue en cuatro años a su cena anual. La palabra industria se atraca en la garganta presidencial por lo que nunca la pronuncia. Es la patética demostración del modelo que ha propuesto: fábricas y obreros no forman parte de ese discurso precario y pedestre abrevado en un manual de autoayuda. Lo que mezquinó en los hechos y en el discurso a la industria, lo volcó generosamente con infinitas adjetivaciones elogiosas en sus cuatro presencias en la fiesta anual del sector agropecuario más concentrado que se realiza en la Sociedad Rural. 
Pero con sus matices y contradicciones, Mauricio Macri y los círculos negro y rojo constituyen una de las explicaciones del subdesarrollo argentino. Los círculos constituyen lo que el ensayista Alejandro Horowicz denomina “una clase dominante pero no dirigente”. Son los que carecen de un proyecto de país para las mayorías,  teniendo como territorio propio y limitado,  el marcado por sus intereses. Una clase social es progresiva cuando, aun persiguiendo sus legítimos intereses, asocia a la mayoría de la población. En la Argentina la burguesía industrial nunca hizo su revolución francesa. Más aún: es tan ciega que fue el peronismo, al que a veces apoyó a regañadientes y finalmente siempre se opuso visceralmente, el que intentó hacer la revolución burguesa y muchas veces lo consiguió, hasta que las contrarrevoluciones oligárquicas, que implantaron políticas liberales o neoliberales, produjeron retrocesos de diferentes profundidades. En términos franceses, la ciega burguesía nacional terminó siempre apoyando el restablecimiento de Luis XVI. Contemporáneamente, su apoyo incondicional al macrismo fue el equivalente a la restauración conservadora del Congreso de Viena de 1815 que implicó el regreso de las monarquías.
Incluso después de la catástrofe de estos cuatro años, y con la promesa del presidente de hacer en un segundo mandato “lo mismo pero más rápido”, muchos de los que iban a morir aplaudían entusiasmados. Hay una conformación cultural como bien sostiene Saúl Feldman en “La conquista del sentido común”: “Cuando se extiende socialmente el concepto de mérito individual como instrumento exclusivo del progreso social, cuando el estado se desentiende de las políticas de empleo y cunde el elogio del emprendedorismo, es que el neoliberalismo ha logrado apoderarse de buena parte del sentido común”. Es lo que lleva a que en economía se consideren “economistas científicos” a los meros gestionadores de negocios; y “populistas” a los que miran el país desde el lado del mostrador de los intereses nacionales. Es la herencia malhadada del axioma sarmientino de “Civilización y barbarie” donde el poder económico es lo civilizado y lo popular es lo bárbaro. De ahí el profundo rechazo de los sectores poderosos y gran parte de los sectores medios, a aquellos movimientos que impliquen la irrupción de los sectores populares, aunque los mismos finalmente le aseguren ganancias importantes en un caso y mejor nivel de vida en el otro. 
Resulta patético cómo los empresarios más poderosos que hicieron campaña por Macri, después de las PASO, han corrido a reunirse con Alberto Fernández. Son los mismos que elogian las aperturas y desregulaciones y cuando se viene la noche piden control de cambios y regulaciones para subsistir. Febrilmente antipopulistas, terminan rogando el salvavidas de medidas consideradas populistas. 
Volviendo al principio: La tensión en lo alto de la pirámide lo ha consignado Marcelo Bonelli en Clarín del 6 de septiembre: “El jueves -después de la reprogramación de la deuda- casi se produce una escena de pugilato en su despacho. Estaba por terminar el día y había una reunión en la Cámara Argentina de Fondos Comunes de Inversión que lidera Valentín Valerdi. Había representantes de todos los grandes bancos y duró hasta la medianoche. Los banqueros reclamaban a viva voz contra la reprogramación forzada de los títulos del Tesoro. Hablaban de “estafa”, de quiebras e incumplimientos de acuerdos. Hubo insultos cruzados. Sandleris se defendió y hasta existió el riesgo de golpes. El grave episodio terminó cuando el jefe del BCRA salió de la sala y a los pocos minutos volvió con personal de seguridad, que se apostó a su lado. Ahí se encauzó la negociación”
SECTORES MEDIOS
En nuestro país, los sectores industriales la mayoría de las veces están ideológicamente alienados a los sectores agropecuarios históricamente anti industriales. Que Macri haya puesto a un ex presidente de la Sociedad Rural que dejó su cargo para asumir como Ministro de Agroindustria, es un oxímoron en sus términos. A su vez, franjas significativas de los sectores medios suelen estar cooptados por el establishment. Incluso la batalla cultural que viene ganando el neoliberalismo ha llegado en determinadas circunstancias a ganar adherentes en los sectores obreros.
Las franjas medias actúan como los celulares: se alejan de los que tienen cerca y se intentan acercar a quienes nunca las considerarán cerca.
Las últimas elecciones han comprobado el acierto de muchas décadas atrás del agudo Arturo Jauretche: “Las clases medias votan mal cuando están bien y votan bien cuando están mal.”
En el razonamiento de muchos de sus integrantes, lo secundario pasa a ser lo fundamental, el temor al ascenso de los de abajo los irritan y los perturban; el resentimiento suele transformarse en odio y el odio obnubila toda posibilidad de razonamiento racional. La sabiduría de Buda lo sintetizó en una frase precisa: “El odio es como tomarse un vaso de veneno y esperar que el otro se muera”. Recogen como propio los intereses ajenos, y entre el desprecio que reciben de los de arriba y el miedo hacia los de abajo, el temor a caer al espacio que abandonan los que ascienden, produce un comportamiento que se repite cíclicamente con la irrupción de los gobiernos nacionales y populares.
Su incomprensión los lleva a actuar sistemáticamente contra sus propios intereses y ser la base popular de los gobiernos neoliberales. La dolorosa experiencia del macrismo no implica que no vuelvan a apostar, cambiando las circunstancias, nuevamente junto al poder económico, a proyectos que los embelesan ideológicamente y que los erosionan o destruyen económicamente. Lo sintetizó con precisión el periodista Eduardo Aliverti en Página 12 del 9 de septiembre: “No es poesía ni facilismo retórico. Es entender que lo que ya fue es Macri. No lo que Macri representa”
EN LA BASE DE LA PIRÁMIDE
El 17 de octubre de 1945, los trabajadores avanzaron sobre la Capital, metieron las patas en la fuente y empezó a consolidarse la Argentina moderna. No eran excluidos, eran incluidos que luchaban por la ampliación de derechos. En la conocida frase de Raúl Scalabrini Ortiz era “ El subsuelo de la patria sublevada”
En 1974, la pobreza de nuestro país era del 4%. A partir del Rodrigazo, el 4 de junio de 1975, la misma no dejará de crecer. Disminuye durante los gobiernos populares aunque no pueden avanzar sobre el núcleo duro que no baja del 20%. El kirchnerismo, con la metodología actual, la recibió superando el 60% y doce años después la dejó en alrededor de un 27%.
Macri que pidió que su gobierno fuera evaluado por el nivel de pobreza, muy lejos de la extinción que prometió, la dejará superando el 40%. Esa enorme masa humana es la estadística de carne y hueso que han dejado las políticas de depredación. Son el sótano de la Argentina excluyente. No luchan ya por los derechos que han perdido. Cortan las calles, acampan en la 9 de julio, por lo más básico de lo básico: comer. Ante su presencia, cualquier voz sensata enmudece. Salvo si se es funcionario de un gobierno cuya desaprensión hará historia. Se enorgullecen de haber reparado el termómetro y con algunas salvedades críticas importantes que pueden señalarse en la determinación del índice del costo de vida, el mismo tiene cierta cercanía con la realidad. Pero el INDEC es sólo un instrumento, pero no la solución de los problemas que mide. Y los funcionarios oficialistas de todos los niveles, al tiempo que se enorgullecen del INDEC, luego interpretan las cifras exactamente al revés, en un ejercicio de mala fe. Así sobre el hambre afirmó la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich: “Si pasan hambre, tienen los comedores”. A su vez el Secretario de Cultura Pablo Avelluto declaró:  “El hambre es un slogan de campaña”. El candidato a vicepresidente de “Juntos por el cambio” Miguel Angel Pichetto, fue categórico: “En la Argentina no hay hambre”. Según la encuesta de hogares del INDEC el 49,6 % de los niños de hasta 14 años son pobres, y un 11,3% son indigentes que no llegan a completar la canasta básica alimentaria. Traducido en personas: hay seis millones de niñas y niños con problemas de nutrición.
Las cifras espantan en general y algunas que hace a los consumos básicos en particular: el consumo de carne per cápita disminuyó en promedio 7 kilos, el consumo de pan decreció en 15 kilos per cápita desde el 2015, habiéndose cerrado 1300 panaderías en un año y el consumo de leche apenas supera la registrada en el 2001.
Pasar de la promesa de campaña de “pobreza cero”, inexistente en ningún lugar del planeta, a la emergencia alimenticia en apenas menos de cuatro años, es para el libro Guinness de los récords. Y no es el único: defoltear la deuda en pesos, acudir al Fondo para evitar el default y finalmente usar los dólares para facilitar la fuga,  quedarnos con la deuda y dejar de pagar varios bonos, extendiendo su vencimiento, denominado con el eufemismo de default técnico.
El periodista Claudio Scaletta lo sintetizó en forma brillante: “ Lo que ingresa por la ventanilla de la deuda, se va por la canaleta de la fuga”  
El triunfo del macrismo fue el ingreso a un drama y al finalizar, sus consecuencias se inscriben en el género de la tragedia. Cultores del cinismo, sus artífices actúan como si fuera una comedia lo que permite caracterizar a estos cuatro años como un grotesco.  
PUJA DISTRIBUTIVA, INCERTIDUMBRE Y DOLOR
No estamos en el 2001, aunque hay muchas exteriorizaciones en lo económico que permiten establecer algunas similitudes. Pero las reales diferencias están en el escenario político: las elecciones legislativas de octubre 2001 que arrinconaron al gobierno en un escuálido 23% superado incluso por los votos en blanco y los impugnados, lo dejaron en una debilidad estruendosa. Anticipaba el que “se vayan todos” de pocos días después. Las elecciones eran lejanas, faltaban más de dos años. Hoy las elecciones, más allá de la incertidumbre, están a la vuelta de la esquina y hay una alternativa que despierta esperanzas.    
Hay una actitud de aguante hasta que los artífices de esta pesadilla se retiren. A partir de ahí las expectativas y esperanzas deberán desplazarse por un camino de cornisa, con infinidad de baches, con el vacío de un lado, y con el vehículo averiado.
En síntesis: que la noche quede atrás, no garantiza un día brillante. Pero amanece y eso aunque parezca poco, es mucho.  
13-09-2019  
  • Publicado en la TECLA Ñ


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