En medio de una crisis de dimensiones
superlativas, hay pujas distributivas generalizadas que se perciben más en el
extremo superior de la pirámide, porque en los otros sectores sociales hay
factores disciplinadores que morigeran o ensordinan provisoriamente los
antagonismos. Hay incertidumbre en el
medio, y dolor y hambre abajo. Con significativas
diferencias fáciles de percibir, en la cúspide de la estratificación social hay
una feroz pugna por el mantenimiento de las tasas de ganancias, e incertidumbre
por la caída y abaratamiento de sus empresas que las ponen a tiro de ser
adquiridas. En los sectores medios, caracterizados por la amplitud de
situaciones y dispersión de los ingresos, se debaten los mejor posicionados
entre cubrirse comprando dólares, a los menos beneficiados que dudan o han
suspendido la prepaga o pasado a sus hijos a la educación estatal con el mismo
sufrimiento expresado por Macri de “caer en la escuela pública”; o en
situaciones aún más graves, dejan de pagar algunos de los servicios, o se
endeudan para abonarlos a tasas siderales. En las franjas crecientemente
engrosadas de los que quedan bajo la línea de pobreza o la indigencia, el
futuro tiene la dimensión del día a día donde el hambre o su cercanía es un
desagradable invitado permanente.
CIRCULOS ROJO Y NEGRO
Mauricio Macri gobernó respondiendo a
las exigencias de “los mercados”, los que en la década del 40 se llamaban “las
fuerzas vivas” y a las que Perón ironizó como los “vivos de la fuerza”.
Después de casi cuatro años, nada
mejor que Macedonio Fernández, el escritor de humor metafísico, para sintetizar
la catástrofe: “Fue un desastre tan completo, que hasta los sobrevivientes
perecieron.”
El derrumbe económico ha abaratado el
valor de las empresas a precios de ganga, incluidas aquellas vinculadas a
familiares y amigos del presidente que han ganado cifras siderales en estos
casi cuatro años. Según el Cronista Comercial del 28 de agosto: “La mayoría de
las (doce de veinte empresas) del Merval cotizan por debajo de su valor
contable. Así Comercial del Plata llega al 25%, Cablevisión 31%, Edenor al 33%,
YPF apenas al 50%.
El círculo negro, el más concentrado
y poderoso, es AEA (Asociación Empresaria Argentina) adonde Macri concurre cada
vez que es convocado. A la UIA, integrante del círculo rojo, nunca fue en
cuatro años a su cena anual. La palabra industria se atraca en la garganta
presidencial por lo que nunca la pronuncia. Es la patética demostración del
modelo que ha propuesto: fábricas y obreros no forman parte de ese discurso
precario y pedestre abrevado en un manual de autoayuda. Lo que mezquinó en los
hechos y en el discurso a la industria, lo volcó generosamente con infinitas
adjetivaciones elogiosas en sus cuatro presencias en la fiesta anual del sector
agropecuario más concentrado que se realiza en la Sociedad Rural.
Pero con sus matices y
contradicciones, Mauricio Macri y los círculos negro y rojo constituyen una de
las explicaciones del subdesarrollo argentino. Los círculos constituyen lo que
el ensayista Alejandro Horowicz denomina “una clase dominante pero no
dirigente”. Son los que carecen de un proyecto de país para las mayorías, teniendo como territorio propio y limitado, el marcado por sus intereses. Una clase social
es progresiva cuando, aun persiguiendo sus legítimos intereses, asocia a la
mayoría de la población. En la Argentina la burguesía industrial nunca hizo su
revolución francesa. Más aún: es tan ciega que fue el peronismo, al que a veces
apoyó a regañadientes y finalmente siempre se opuso visceralmente, el que
intentó hacer la revolución burguesa y muchas veces lo consiguió, hasta que las
contrarrevoluciones oligárquicas, que implantaron políticas liberales o neoliberales,
produjeron retrocesos de diferentes profundidades. En términos franceses, la
ciega burguesía nacional terminó siempre apoyando el restablecimiento de Luis
XVI. Contemporáneamente, su apoyo incondicional al macrismo fue el equivalente
a la restauración conservadora del Congreso de Viena de 1815 que implicó el
regreso de las monarquías.
Incluso después de la catástrofe de
estos cuatro años, y con la promesa del presidente de hacer en un segundo
mandato “lo mismo pero más rápido”, muchos de los que iban a morir aplaudían
entusiasmados. Hay una conformación cultural como bien sostiene Saúl Feldman en
“La conquista del sentido común”: “Cuando se extiende socialmente el concepto
de mérito individual como instrumento exclusivo del progreso social, cuando el
estado se desentiende de las políticas de empleo y cunde el elogio del
emprendedorismo, es que el neoliberalismo ha logrado apoderarse de buena parte
del sentido común”. Es lo que lleva a que en economía se consideren “economistas
científicos” a los meros gestionadores de negocios; y “populistas” a los que
miran el país desde el lado del mostrador de los intereses nacionales. Es la
herencia malhadada del axioma sarmientino de “Civilización y barbarie” donde el
poder económico es lo civilizado y lo popular es lo bárbaro. De ahí el profundo
rechazo de los sectores poderosos y gran parte de los sectores medios, a
aquellos movimientos que impliquen la irrupción de los sectores populares,
aunque los mismos finalmente le aseguren ganancias importantes en un caso y
mejor nivel de vida en el otro.
Resulta patético cómo los empresarios
más poderosos que hicieron campaña por Macri, después de las PASO, han corrido
a reunirse con Alberto Fernández. Son los mismos que elogian las aperturas y desregulaciones
y cuando se viene la noche piden control de cambios y regulaciones para
subsistir. Febrilmente antipopulistas, terminan rogando el salvavidas de
medidas consideradas populistas.
Volviendo al principio: La tensión en
lo alto de la pirámide lo ha consignado Marcelo Bonelli en Clarín del 6 de
septiembre: “El jueves -después de la
reprogramación de la deuda- casi se produce una escena de pugilato en su
despacho. Estaba por terminar el día y había una reunión en la Cámara Argentina
de Fondos Comunes de Inversión que lidera Valentín Valerdi. Había
representantes de todos los grandes bancos y duró hasta la medianoche. Los
banqueros reclamaban a viva voz contra la reprogramación forzada de los títulos
del Tesoro. Hablaban de “estafa”, de quiebras e incumplimientos de acuerdos.
Hubo insultos cruzados. Sandleris se defendió y hasta existió el riesgo de
golpes. El grave episodio terminó cuando el jefe del BCRA salió de la sala y a
los pocos minutos volvió con personal de seguridad, que se apostó a su lado.
Ahí se encauzó la negociación”
SECTORES MEDIOS
En nuestro país, los sectores
industriales la mayoría de las veces están ideológicamente alienados a los
sectores agropecuarios históricamente anti industriales. Que Macri haya puesto
a un ex presidente de la Sociedad Rural que dejó su cargo para asumir como
Ministro de Agroindustria, es un oxímoron en sus términos. A su vez, franjas
significativas de los sectores medios suelen estar cooptados por el
establishment. Incluso la batalla cultural que viene ganando el neoliberalismo
ha llegado en determinadas circunstancias a ganar adherentes en los sectores
obreros.
Las franjas medias actúan como los
celulares: se alejan de los que tienen cerca y se intentan acercar a quienes
nunca las considerarán cerca.
Las últimas elecciones han comprobado
el acierto de muchas décadas atrás del agudo Arturo Jauretche: “Las clases
medias votan mal cuando están bien y votan bien cuando están mal.”
En el razonamiento de muchos de sus
integrantes, lo secundario pasa a ser lo fundamental, el temor al ascenso de
los de abajo los irritan y los perturban; el resentimiento suele transformarse
en odio y el odio obnubila toda posibilidad de razonamiento racional. La
sabiduría de Buda lo sintetizó en una frase precisa: “El odio es como tomarse
un vaso de veneno y esperar que el otro se muera”. Recogen como propio los
intereses ajenos, y entre el desprecio que reciben de los de arriba y el miedo
hacia los de abajo, el temor a caer al espacio que abandonan los que ascienden,
produce un comportamiento que se repite cíclicamente con la irrupción de los
gobiernos nacionales y populares.
Su incomprensión los lleva a actuar
sistemáticamente contra sus propios intereses y ser la base popular de los
gobiernos neoliberales. La dolorosa experiencia del macrismo no implica que no
vuelvan a apostar, cambiando las circunstancias, nuevamente junto al poder
económico, a proyectos que los embelesan ideológicamente y que los erosionan o
destruyen económicamente. Lo sintetizó con precisión el periodista Eduardo Aliverti
en Página 12 del 9 de septiembre: “No es poesía ni facilismo retórico. Es
entender que lo que ya fue es Macri. No lo que Macri representa”
EN LA BASE DE LA PIRÁMIDE
El 17 de octubre de 1945, los
trabajadores avanzaron sobre la Capital, metieron las patas en la fuente y
empezó a consolidarse la Argentina moderna. No eran excluidos, eran incluidos
que luchaban por la ampliación de derechos. En la conocida frase de Raúl
Scalabrini Ortiz era “ El subsuelo de la patria sublevada”
En 1974, la pobreza de nuestro país
era del 4%. A partir del Rodrigazo, el 4 de junio de 1975, la misma no dejará
de crecer. Disminuye durante los gobiernos populares aunque no pueden avanzar
sobre el núcleo duro que no baja del 20%. El kirchnerismo, con la metodología actual,
la recibió superando el 60% y doce años después la dejó en alrededor de un 27%.
Macri que pidió que su gobierno fuera
evaluado por el nivel de pobreza, muy lejos de la extinción que prometió, la
dejará superando el 40%. Esa enorme masa humana es la estadística de carne y
hueso que han dejado las políticas de depredación. Son el sótano de la
Argentina excluyente. No luchan ya por los derechos que han perdido. Cortan
las calles, acampan en la 9 de julio, por lo más básico de lo básico: comer.
Ante su presencia, cualquier voz sensata enmudece. Salvo si se es
funcionario de un gobierno cuya desaprensión hará historia. Se enorgullecen de
haber reparado el termómetro y con algunas salvedades críticas importantes que
pueden señalarse en la determinación del índice del costo de vida, el mismo
tiene cierta cercanía con la realidad. Pero el INDEC es sólo un instrumento,
pero no la solución de los problemas que mide. Y los funcionarios
oficialistas de todos los niveles, al tiempo que se enorgullecen del INDEC, luego
interpretan las cifras exactamente al revés, en un ejercicio de mala fe. Así
sobre el hambre afirmó la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich: “Si pasan
hambre, tienen los comedores”. A su vez el Secretario de Cultura Pablo Avelluto
declaró: “El hambre es un slogan de
campaña”. El candidato a vicepresidente de “Juntos por el cambio” Miguel Angel
Pichetto, fue categórico: “En la Argentina no hay hambre”. Según la encuesta de
hogares del INDEC el 49,6 % de los niños de hasta 14 años son pobres, y un 11,3%
son indigentes que no llegan a completar la canasta básica alimentaria. Traducido
en personas: hay seis millones de niñas y niños con problemas de nutrición.
Las cifras espantan en general y
algunas que hace a los consumos básicos en particular: el consumo de carne per
cápita disminuyó en promedio 7 kilos, el consumo de pan decreció en 15 kilos
per cápita desde el 2015, habiéndose cerrado 1300 panaderías en un año y el
consumo de leche apenas supera la registrada en el 2001.
Pasar de la promesa de campaña
de “pobreza cero”, inexistente en ningún lugar del planeta, a la emergencia
alimenticia en apenas menos de cuatro años,
es para el libro Guinness de los récords. Y no es el único: defoltear la deuda
en pesos, acudir al Fondo para evitar el default y finalmente usar los dólares
para facilitar la fuga, quedarnos con la
deuda y dejar de pagar varios bonos, extendiendo su vencimiento, denominado con
el eufemismo de default técnico.
El periodista Claudio Scaletta lo
sintetizó en forma brillante: “ Lo que ingresa por la ventanilla de la
deuda, se va por la canaleta de la fuga”
El triunfo del macrismo
fue el ingreso a un drama y al finalizar, sus consecuencias se inscriben en el género
de la tragedia. Cultores del cinismo, sus artífices actúan como si fuera una
comedia lo que permite caracterizar a estos cuatro años como un grotesco.
PUJA DISTRIBUTIVA,
INCERTIDUMBRE Y DOLOR
No estamos en el 2001, aunque hay
muchas exteriorizaciones en lo económico que permiten establecer algunas
similitudes. Pero las reales diferencias están en el escenario político: las
elecciones legislativas de octubre 2001 que arrinconaron al gobierno en un
escuálido 23% superado incluso por los votos en blanco y los impugnados, lo
dejaron en una debilidad estruendosa. Anticipaba el que “se vayan todos” de
pocos días después. Las elecciones eran lejanas, faltaban más de dos años. Hoy
las elecciones, más allá de la incertidumbre, están a la vuelta de la esquina y
hay una alternativa que despierta esperanzas.
Hay una actitud de aguante hasta que
los artífices de esta pesadilla se retiren. A partir de ahí las expectativas y
esperanzas deberán desplazarse por un camino de cornisa, con infinidad de
baches, con el vacío de un lado, y con el vehículo averiado.
En síntesis: que la noche
quede atrás, no garantiza un día brillante. Pero amanece y eso aunque parezca poco,
es mucho.
13-09-2019
- Publicado en la TECLA Ñ
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