Si hay algo claro en
la política argentina es que el gobierno, el club judicial y los grandes medios
de comunicación buscan denodadamente meter presa a Cristina Kirchner. Hasta se
puede pensar que para ellos se trata del recurso casi mágico que habrá de
solucionar todos los múltiples problemas que los acosan. Lo que creen es que
esa prisión hasta les permitirá ganar las elecciones de 2019. Le disparan a CFK
con toda la artillería que tienen. Si tanto esperan de esa medida carcelaria no
es casual ni menor que busquen tan afanosamente conseguirla.
De esto se pueden
deducir ciertas conclusiones. Que, por ejemplo, el principal rival que el
gobierno visualiza para la prolongación de su mandato es CFK, a quien Jorge
Asís –en sus habitualmente atinados comentarios– llama “la Dra.” Asís fue su
férreo oponente durante su gobierno, pero ahora se le acerca con respeto ante
el devastador paisaje del oficialismo. Otra conclusión es que esa cuasi
patética obsesividad del gobierno por ver a CFK entre rejas lo lleva a cometer
errores gruesos. El allanamiento de la casa de Calafate fue grosero y brutal.
Las excavaciones en el sur no encuentran nada. El mamotreto inquisitorial del
juez Bonadío revela más empecinamiento y odio que justeza jurídica.
A su vez, esta
persecución abunda en el crecimiento de CFK en las encuestas. Algo resulta
evidente: le tienen miedo. Es la principal opositora del gobierno Macri. Es
este mismo gobierno el que así lo proclama. Lo hace por medio de la persecución
a que la somete. Nadie le importa más. Se trata de destruirla a ella. Se trata
de hacerle lo mismo que el gobierno de Brasil le ha hecho a Lula. La prisión
del líder brasileño lo obligó a nombrar un reemplazante, que bajó
considerablemente en las encuestas. Algo así se espera de la prisión de CFK.
Pero Argentina es un país con sus propias leyes. Aquí, los perseguidos
despiertan adhesión. Esto también se ve claramente. CFK aumenta su presencia
popular a medida que el gobierno la designa como su principal enemiga.
La CFK maldita se
transforma en el Perón proscripto de esta etapa desangelada de la historia. No
hay para comer, la gente no llega a fin de mes, los sin techo abundan en las
calles, el dólar sube, no se puede pagar una deuda que se aumentó
desaforadamente, la impericia del equipo gobernante despierta la angustia de la
población, los que mandan trabajan para los que más tienen, la policía es
temible, ¿cuál es la salida? Muy simple: ¿a qué temen ellos, los temibles? ¿A
quién señalan como su enemigo, como su escollo tenaz? En una palabra: ¿cuál es
el hecho maldito del país neoliberal? En estos tiempos en que la memoria de
John William Cooke nos ha convocado otra vez será útil recordar que ese hombre
de genio teórico y militante dijo del Perón injuriado, proscripto y víctima del
exilio que era el hecho maldito del país burgués. Fue una coyuntura evidente
que se tornó aún más clara por su brillante enunciación. ¿Cuál era el país
burgués? El de los intentos también obsesivos por conseguir un país democrático
al margen de Perón y el peronismo. Ya el decreto 4161 había prohibido nombrar a
Perón, a Evita, al Partido Peronista, pasar la marcha partidaria y muchas cosas
más. Se exhibían las joyas de Evita y los autos de Perón. A la salida había un
tacho de basura: “Tire aquí su carnet de afiliado al Partido Peronista”. Así,
con matices (importante es el caso de Illia que se preparaba para dar
elecciones libres y por eso fue derrocado, porque las ganaría el peronismo)
transcurrieron dieciocho años. La imagen salvadora de Perón creció enormemente.
A toda una generación se la sofocó hasta llevarla a la violencia. El pueblo
dijo que el líder volvería en un avión negro. Perón era la imposibilidad de la
consolidación del país liberal y antiperonista. El país burgués. Cooke dijo:
“El peronismo es el hecho maldito del país burgués”. Perón regresó y fueron
dosmillones y medio de seres esperanzados a buscarlo. A este Perón lo habían
creado –desde el odio– sus enemigos. Algo semejante sucede hoy con Cristina
Kirchner. Quieren demostrar que es ladrona y hasta asesina. No lo consiguen y
tornan más fascinante su figura. Si el gobierno y sus aliados son el
neoliberalismo, entonces Cristina Kirchner es el hecho maldito del país
neoliberal.
Habrá que prestar
atención a ciertos sucesos que pueden producirse. Como son muy torpes y tienen
mucho odio acaso sea posible que la encarcelen. En esa terrible encrucijada
habrá dos países. El de los que salgan a la calle a repudiar la medida. El de
los que busquen acercarse a ella para darle su afecto, su amor. Y el de las
fuerzas represivas del gobierno. Patricia Bullrich y el mismo Macri ordenarán
mano dura. Raúl Zaffaroni, que es un humanista, manifestó su preocupación.
“Puede haber muertos”, dijo. Este gobierno ya tiene varios. Y no le importa.
Hay que hacerlos responsables desde ya. Saben que el país joven y militante
saldrá a la calle. Cuidado. No sean brutos ni brutales. Tiene su costo
encarcelar a una militante querida por las bases. Las balas sólo conseguirán
aumentar esa adhesión. Y Cristina empezará a gobernar desde la cárcel tal como
Perón gobernó desde Madrid. Y los militantes (continuando la línea de quienes
ayer decían nada sin Perón) dirán nada sin Cristina.
Estos son hechos que
se producirán al margen de nuestros deseos. No es ésta la historia que
quisiéramos. Pero es la que sucederá si los errores y las necedades que el odio
produce continúan.
· Página
12 23-09-2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario