Por Roberto “Tito” Cossa
Todas las encuestas
coinciden: más del setenta por ciento de los argentinos desaprueba la
administración del gobierno de Cambiemos, pero la mitad confía en Mauricio Macri. ¿Cómo es posible? ¿Qué explicación tiene? Los mismos
profesionales aseguran que Cambiemos tiene un techo de aceptación del
veinticinco por ciento, al que llaman el núcleo duro. Es entendible. La cuarta
parte de los argentinos vive bien, mejor o igual bajo el neoliberalismo. Además
se suman al apoyo subjetividades ideológicas y sociales. Habrá alguno que
descendió un escalón, pero comparte la ideología del actual gobierno. Pero ¿y
la otra mitad? Veinticinco puntos en la estadística significan millones de
argentinos y argentinas. Está claro que esos veinticinco puntos de diferencia
provienen de sectores de la clase media, la clase media baja y de los obreros,
muchos de los cuáles la están pasando muy mal. Componen lo que los
especialistas denominan “mayoría silenciosa” y elevan su caudal a
un treinta por ciento de la población. No son mayoría pero son muchos; un
tercio de los argentinos. No deben ser pocos los que apoyan al gobierno de Macri.
¿A quiénes ubicamos
dentro de ese magma llamado mayoría silenciosa cuando hablamos de política?
Justamente a quiénes la política no les interesa. Más aun, le disgusta. Pero,
cuidado, no hay que confundir silencio político con indiferencia social. Muchos
silenciosos son personas solidarias dentro de su pequeña comunidad. Capaces de
entregar su tiempo al club de barrio o la sociedad de fomento. Un joven
solidario dona sangre para un vecino y al día siguiente muele a patadas a un
pibe chorro. Sale a la calle por un corte de luz en la cuadra donde vive, pero
cuando recupera la energía vuelve a su casa y prende el televisor. Un obrero
silencioso hace huelga por un conflicto en la fábrica donde trabaja, pero no se
suma a una marcha por un problema de los trabajadores. Me pregunto qué cara
pone cuando un militante del FIT le habla de la explotación a la clase
trabajadora o le explica lo que es la plusvalía.
En mis tiempos los
silenciosos decían “la política no me da de comer”. Es decir,
gobierne quien gobierne, mi historia personal depende de mí y no de la
política, ni del gobierno de turno. Todo lo que un silencioso pide es seguridad,
un buen trabajo y una sociedad sin conflictos. Por eso apostó más de una vez a
los golpes militares hasta que descubrió el engaño.
Sospecho que esta
aceptación personal de Macri es porque se trata de un
empresario, el primero que llega por medios democráticos. Los silenciosos
suelen respetar a los empresarios. Piensan que han hecho plata con su trabajo y
su capacidad para hacer dinero, sin preguntarse por qué medios logró su fortuna.
Nunca vinculan a un empresario con la corrupción. “Tienen plata, no necesitan
robar” escuché decir. Y a veces son agradecidos porque “dan trabajo”.
Jamás vinculan los males del país con la conducta de los empresarios. Si unos
les explica las consecuencias de llevarse fortunas al exterior dicen “hacen
bien; resguardan su plata”. Surge de las encuestas que, si bien se quejan por
las medidas económicas del gobierno, los silenciosos “tienen esperanza”. Es
decir, le creen a Macri cuando habla de la herencia
recibida, explica que estas medidas “dolorosas” son necesarias y que pronto
estaremos mejor.
Curioso país éste.
En tiempos del neoliberalismo los obreros confían en el Presidente. Los que
desconfían son los empresarios.
PUBLICADO EN
PÁGINA 12 EL 17-12-2016
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