La evaluación de un año de gobierno de CAMBIEMOS, medido a través de sus resultados, es un parte de guerra en el que sólo puede hacerse en lo sustancial y significativo un listado de las demoliciones, de lo destruido, de los daños centrales y colaterales, de los heridos que temen por su trabajo y de los caídos a los que les costará mucho subirse de nuevo al barco de los ocupados.
En la macroeconomía, todo lo que
debía subir, bajó y todo lo que debía bajar, subió. Debía subir la demanda, el
consumo, la inversión, el PBI, las exportaciones, el saldo de la balanza
comercial, la recaudación impositiva en valores constantes, el poder
adquisitivo de los sueldos y jubilaciones, pero todo ello ha retrocedido. Debían
bajar la inflación, la desocupación, el déficit fiscal, las importaciones, los
intereses de la deuda, la recesión, pero todo ello subió. Y alguna promesa, como bajar la emisión
monetaria, permanece casi empatada con la del gobierno kirchnerista.
Más de 6000 negocios han bajado sus persianas, más de 400 empresas
de la construcción han cerrado, la caída
de la industria a niveles cercanos al 2002, cerca de un millón de personas
entre trabajadores formales e informales y sus familias afectadas por la
desocupación. Caída en el consumo per
cápita de leche y de carne a niveles desconocidos, se triplican los asistentes
a los comedores y el número de los mismos. Se destruyen planes como el FINES.
Se reduce la entrega de computadoras. Se privatiza el funcionamiento de los satélites
ARSAT. Se contrae el presupuesto en ciencia y tecnología y se reduce el número
de investigadores. Se subejecuta a niveles injustificable el presupuesto de
obras públicas. Se achica YPF, con fines posiblemente privatizadores. Se
denuesta a Aerolíneas Argentinas con fines tal vez similares. Se termina con el Fútbol para Todos, una de
las tantas promesas enterradas. Se
solventan gastos corrientes con endeudamiento. Se absorbe la emisión monetaria con LEBACs al
costo de mil millones de dólares mensuales; y en un año se emiten más bonos de
banco central que masa monetaria. Se permite la liquidación de las
exportaciones hasta el insólito plazo de cinco años. Se financia con
endeudamiento la fuga de capitales. Se alienta la bicicleta financiera. Se
endeuda al país a niveles que empiezan a preocupar a los propios prestamistas.
Se abre desaprensivamente la economía. La política exterior es una retahíla de
derrotas desde Malvinas, a la idea de ser el alumno preferido de EE.UU
promoviendo la Alianza Transpacífico de Cooperación Económica, cuando el
imperio la abandona.
La lista del parte de guerra es
interminable. Las declaraciones de los integrantes del “mejor equipo de los
últimos cincuenta años” es un catálogo de insolencias, mentiras y
provocaciones.
La falsa idea de la independencia del
Poder Judicial tropieza con los operadores del gobierno denunciados en los
mismos medios dominantes. Lo mismo sucede con la supuesta independencia del
Banco Central, una mentira convertida en dogma, a la cual el Presidente violó
como es razonable exigiendo a la caricatura de Milton Friedman que bajara la
tasa de interés, cosa que Federico Sturzenegger realizó a regañadientes.
El Banco Central no es una trinchera
enemiga sino que forma parte del Estado Argentino.
La institucionalidad quedó herida
seriamente con el intento de designación de dos jueces de la Corte Suprema por
decreto; el desmembramiento de la ley de medios de la misma forma y la
ampliación de los beneficiarios del blanqueo extendida a los padres, hijos y cónyuges de los funcionarios por
bienes adquiridos con anterioridad al 2010. La detención de Milagro Sala ya
tiene repercusión internacional y pronunciamientos claros.
Un panorama con periodistas
“independientes” convertidos en militantes oficialistas; medios protegiendo lo
sustancial del macrismo; corporaciones y
entidades financieras cogobernando.
Pero más allá del cerco protector,
el zafarrancho concretado lleva a los medios dominantes y a integrantes del
“círculo rojo” a puntualizar preocupación y errores.
La teoría del derrame enarbolada
como bandera, es la misma que violenta la ley de gravedad, porque en la economía
neoliberal la riqueza se desplaza de abajo hacia arriba. La transferencia de
ingresos hacia los sectores concentrados de la economía se realizó con rapidez
y eficiencia. Las migajas del festín son retaceadas desde los mismos sectores
satisfechos.
Prometieron pobreza cero y avanzan
decididamente en sentido contrario. Pensaron ingenuamente que ser el primer
partido PRO-negocios y PRO-mercado garantizaba una lluvia de inversiones, y lo
que han concretado con sus falsos postulados y su inoperancia supina es una
lluvia de penurias sobre la mayoría de los argentinos.
Se muestran sorprendidos porque no
se obtienen los resultados esperados, más allá de sostener un optimismo de
cartón, de libros de autoayuda. No hay que ser egresado de Harvard, para
entender que si se aumentan superlativamente las tarifas, se incrementan los
salarios y las jubilaciones por debajo de la inflación, se aumenta la
desocupación, se infunde el miedo a perder el empleo en aquellos que lo
conservan, la caída de la demanda es una consecuencia de manual.
El discurso con el que se vende el
relato macrista es un agujero relleno de vacío. El Doctor en Ciencias Sociales,
Nicolás Isola, lo desmenuza: “Un periodista indagó a uno de estos pensadores
con la pregunta ¿Qué es el macrismo? Recibió la siguiente respuesta: “Es un gobierno que viene a hacer lo
mejor posible, de alguna manera”. La
distancia imperceptible-pero abismal- entre contestar simple y no decir
absolutamente nada. Luego lo detalló: “Lo
importante es que cada vez más gente nos crea que somos buena gente tratando de
hace las cosas lo mejor posible”
El gobierno puede enorgullecerse de
haber tenido éxitos políticos para lo cual ha contado con el apoyo en algunos
casos, la complicidad en la mayoría de los proyectos aprobados de las bancadas
del PJ y del FR. Las negociaciones, según el diario La Nación, “le costó al
gobierno aproximadamente unos 72.000
millones de pesos”. Hasta el año pasado esto se denominaba el uso discrecional
de la caja, expresión que el periodismo actualmente oficialista ha
archivado.
No es un listado exhaustivo, apenas
una muestra de una hecatombe realizada y
socialmente aceptada a la sombra de machacar con la corrupción kirchnerista y
la pesada herencia. Todo esto está sazonado
con la sed de venganza de sectores poderosos por motivos reales e ideológicos,
y de franjas medias y populares que privilegiaron cuestiones secundarias que
consideraron fundamentales. Entre los argumentos falaces y contra todas las
evidencias, se cuenta el de las expectativas de un futuro mejor con el que el
gobierno mantiene aún un apoyo superior al 50%.
Es posible que la explicación esté
en que en el 2015 había dificultades
económicas pero el voto a favor de Macri y fundamentalmente contra Cristina Fernández,
fue político y muy lejanamente económico.
Encontrados diferentes Ministros y
funcionarios en situaciones endebles o complicadas, las explicaciones tienen la
profundidad exhibida por Eduardo Amadeo: "Los Kirchner son el fondo del tacho de basura, nosotros somos
gente honorable"
Por todo ello la autoevaluación del
presidente Macri que se calificó con un 8 es mezquina. Acá no hay errores sino
objetivos buscados que generosamente se los califica de equivocaciones. Para
llegar a la idea de refundar a la Argentina primaria-extractiva- exportadora
atravesada por el modelo de rentabilidad financiera tiene que ganar las
elecciones del año próximo y estar plebiscitado para avanzar sobre lo que
falta: poner bandera de remate al país, avanzando con las privatizaciones. Si el presidente lo consigue, en el retiro
espiritual del 2017 no exagerará si se califica con un 10.
De ser así, el escritor francés Gustave Flaubert se vuelve contemporáneo cuando
afirmaba: “Lo peor del presente es el futuro”
O aquella frase que el novelista
Andrés Rivera pone en boca de Castelli, el mejor orador de la Revolución de
Mayo: “Si ves al futuro, dile que no venga”
06-12-2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario