MARCHA
SIN DESTINO DE JUSTICIA
Todo terminó siendo una gigantesca confusión. Una
marcha multitudinaria que los medios dominantes exageraron en su volumen,
pidiendo justicia a fiscales de los cuales varios de ellos la entorpecieron en
forma reiterada y persistente y cuyos comportamientos cuestionables en
diferentes causas ha sido profusamente informado. Si se pasa a algunos convocantes ubicados en
un discreto segundo plano, la situación se acentúa como en el caso del ex juez Luis Cevasco
presidente de la asociación argentina de fiscales que falló cuando era juez a favor de la escuela religiosa Santa Unión de los Santísimos Corazones aunque la autopsia reveló
que Jimena Hernández, de once años, consumada nadadora no tenía agua en sus
pulmones por lo que había sido asesinada y arrojada a la pileta. El ex fiscal
Juan Manuel Romero Victorica se lo pudo ver sobre el escenario, con un pasado vinculado a los terroristas de
estado, a Bunge y Born, y cobertura del militar que le sustituyó su identidad a
la nieta Victoria Montenegro. Suponer
que la nueva justicia esté representada por los cinco fiscales convocantes y por personajes con la historia de los
mencionados como fogoneadores de la marcha, llevará a una frustración cercana,
cuando los meses vayan desvistiendo a los nuevos vestales coyunturales de la justicia. A buena parte de los
ciudadanos que concurrieron se le podría aplicar la ironía de un escritor
británico cuando se refería al periodismo.
Decía Gilbert Keith Chesterton: “El periodismo consiste esencialmente en decir 'lord Jones ha muerto' a
gente que no sabía que lord Jones estaba vivo”. La inmensa mayoría de los manifestantes conocieron la existencia del
fiscal Alberto Nisman, cuatro días antes de su
muerte, cuando presentó la denuncia de la existencia de un plan
delictivo destinado a dotar de impunidad a los imputados de nacionalidad iraní
acusados en dicha causa para que eludan la investigación y se sustraigan de la
acción de la justicia argentina” que implicaba a la presidente de la nación y
su canciller.
La muerte del fiscal Alberto
Nisman y su elevación a la categoría de héroe para algunos y de mártir para la
inefable doctora Elisa Carrió queda encuadrada
en una certera e irónica frase de Jorge Luís Borges: “Nada mejor que la muerte para
mejorar una vida”
Precisamente durante su
actividad de fiscal en la causa AMIA, Nisman fue parte del problema más que del
esclarecimiento, que no figuró para nada en la convocatoria y que difícilmente
hubiera atraído la atención y preocupación de los manifestantes.
Resulta fácil inferir que si
la denuncia no hubiera implicado a la presidente, tal vez la convocatoria nunca
se hubiera hecho y de haberse concretado, el grosor de la concurrencia hubiera sido
considerablemente menor.
Se llegó a una rara coincidencia mayoritaria en la
descripción de la composición social de la marcha: clase media
fundamentalmente, pequeña representación de clase alta y algunos ciudadanos
aislados de los sectores populares, con una distribución etaria mayoritaria a
los cincuenta años y con poca presencia juvenil. Posiblemente el
análisis del periodista Conrado Yacenza de en la tecla: “Esos jóvenes no orgánicos
¿desde qué estructura partidaria pueden ser convocados? ¿a través de qué
organización política pueden canalizar sus expectativas de cambio? Sabemos que
ni el trotskismo ni el kirchnerismo convocaron o adhirieron a la marcha, y la
mención nos es caprichosa sino que allí puede hallarse una explicación ya que
estas plataformas políticas están conformadas por un fuerte componente
juvenil.”
La marcha
fue opositora y eso es absolutamente legítimo. El gobierno en lugar de levantar
la bandera que mantuvo en forma irrestricta en buena parte de los doce años de
no criminalización de la protesta social, que seguramente mereció la crítica de
muchos de los manifestantes del 18 de febrero, decidió denostar, lo que fue un
incentivo para los concurrentes.
Definirla como política es una redundancia obvia
porque toda congregación de personas que protestan siempre es política y es
excelente que lo sea. Lo que resulta equivocado es ocultar las verdaderas
intenciones. El periodista Alberto Dearriba lo describió con precisión: “En
verdad, la ofensiva antigubernamental sería legítima si no estuviera disfrazada
de causa judicial y de defensa republicana. No es malo que los sectores
conservadores se manifiesten en las calles como suelen hacerlo las fuerzas
populares. En verdad, resulta saludable
que asuman la defensa de sus ideas e intereses a la luz del día, en lugar de
hacerlo como ocurre habitualmente en ámbitos oscuros vedados al pueblo. Muchos
de ellos jamás reclamaron justicia por la masacre de la dictadura, ni se
manifestaron para que se aclare la turbia investigación de la voladura de la
AMIA. También resulta saludable para la democracia que el gobierno
garantice el derecho de la oposición a manifestar sus reclamos. Pero no parece
legítimo que se intente vender gato por liebre; que se disfrace una movida
política contra el gobierno nacional de encendida defensa republicana. El
verdadero contenido profundamente opositora de la marcha del miércoles se
filtró en las declaraciones periodísticas de los dirigentes políticos que
participaron, en algunas pancartas de los manifestantes y en el tratamiento de
los medios. Por supuesto que entre la multitud que marchó pese a la lluvia
pertinaz, había miles de personas que fueron a homenajear al fiscal Alberto
Nisman. Pero a quién le pueden hacer creer que no se aprovechó la dudosa muerte
del fiscal para promover una manifestación opositora al gobierno. Miles de aquellos manifestantes de abril
del año pasado que veían en la reforma judicial promovida por el Ejecutivo una
intromisión de la política en la justicia, estuvieron seguramente en la calle
el miércoles haciendo política con la justicia. Por un lado cuestionaron
las reformas por su contenido político y por el otro, le cargan al gobierno la
sospecha de un asesinato político, mucho antes que la justicia se pronuncie. Y
avalan la presentación de una denuncia que, según reconocidos juristas, no
tiene asidero.”
El ensayista Alejandro Horowicz escribió: “la marcha del 18 F expresa una fuerza conservadora
pero moderna y democrática, que electoralmente engrosaría las huestes del PRO
de Mauricio Macri. La calle suele permitir que marchen juntos los que nunca
votaran juntos, y que el silencio no remita al respeto sino a la dificultad de
corear consigna comunes. Y la marcha simplemente es eso, miles de hombres y
mujeres de cierta edad, casi sin jóvenes, manifestaron su alucinada convicción
de que el gobierno impide que se esclarezca el caso Nisman. No se trata de una
opinión fundada, sino de un nivel de desconfianza patológica alimentada por
décadas de impunidad y ocultamiento.”
El ensayista Horacio Tarcus,
autor de una de las mejoras notas sobre el tema escribió: “Dos operaciones retóricas se ponían en
juego en perfecta simetría: el relato oficialista convertía en autor
intelectual del asesinato al socio de anteayer ( Stiuso), al mismo tiempo que
el relato opositor hacía del magistrado kirchnerista de ayer, el virtuoso
Fiscal de la República de hoy. Pero fue sobre todo la alquimia opositora la que
se mostró exitosa transfigurando a un
hombre del poder en un héroe que enfrentó al poder, convirtiendo a un sumiso en
un valiente, haciendo de una máscara sin rostro el rostro de una República en
peligro. La marcha del 18F vino a probarlo, y una vez más la oposición
ganó no sólo las calles sino la misma Plaza de Mayo al gobierno de la épica popular.
La oposición republicana comparó la
convocatoria con el Cabildo abierto congregado bajo la lluvia un 25 de Mayo de
1810, y coincidiendo con las mascaradas del carnaval, Patricia Bullrich
y Laura Alonso se vestían de French y Berutti, y hasta el mismísimo Macri se
probaba el disfraz de jacobino. El gobierno, desconcertado en el presente,
buscaba un alivio en las comparaciones con el pasado, y remitía el 18F a la
Procesión de Corpus Christi de junio de 1955. El pasado como legitimación para
los que ganan, como consuelo para los que pierden.”
La justicia es tradicionalmente la última
trinchera del poder económico. El filósofo griego Prótágoras, cuatrocientos
años antes de Cristo afirmó: “La justicia es lo que el hombre rico dice que es”
Más acá, en criollo, en nuestro Martín Fierro, José Hernández escribió: “La
ley es tela de araña, y en mi ignorancia lo explico,/no la tema el hombre rico,
no la tema el que mande,/pues la rompe el bicho grande y sólo enrieda a los
chicos./Es la ley como la lluvia, nunca puede ser pareja,/el que la aguanta se
queja, más el asunto es sencillo,/la ley es como el cuchillo, no ofiende a
quien lo maneja.”
El intento del gobierno de
democratizar la justicia es un proyecto interesante y seguramente ampliamente perfectible, pero al mismo tiempo
no puede evitarse la fuerte sospecha del intento oficial de neutralizar el
avance de causas que lo perjudican. Esto le ha granjeado la fuerte animadversión
de la corporación judicial afectada en sus intereses. A su vez es preciso
señalar que hay jueces funcionales a todos los gobiernos como Norberto Oyarbide
y otros que los medios dominantes llaman independientes y que generalmente
responden incondicionalmente al poder económico.
A pesar de las
puntualizaciones críticas sobre la marcha, el gobierno haría bien en no
subestimarla. Los cacerolazos de noviembre del 2012 y abril del 2013,
anticiparon el triunfo de Sergio Massa en Buenos Aires y la consolidación del
macrismo en la Capital.
LA MANIPULACIÓN
DE LA CAUSA NISMAN
Cada vez que la fiscal Viviana Fein se acerca a la
hipótesis del suicidio, aparece alguna operación que intenta direccionarla
hacia el homicidio. El asesinato es funcional a los sectores que quieren
jaquear al gobierno como responsable de la muerte del fiscal. Además la
hipótesis del homicidio vaciaría de significado el intento de convertir a
Nisman en un hombre que murió por llegar a la verdad en la Causa AMIA. Aunque a
la fecha la hipótesis del suicidio es la que ha acumulado más pruebas, no puede
descartarse la posibilidad del homicidio. Más allá de los aciertos y errores de
la fiscal Viviana Fein, la presión para que oriente la investigación hacia la
conclusión de homicidio tiene el objetivo adicional y fundamental que la misma
pasaría al fuero federal, fuertemente adverso al gobierno y muy acogedor del
poder económico. En el mismo sentido juega la ex mujer de Nisman, la jueza
federal Sandra Arroyo Salgado.
La desorientación del gobierno pudo observarse en
las contradictorias declaraciones de Aníbal Fernández que luego de denostar
durante varios días a la marcha, el mismo día de realización de la misma afirmó
que de no ser una persona conocida hubiera concurrido. Igualmente incurrió en
una equivocación al referirse en forma despectiva de la fiscal, siendo funcional
a los que intentan sacarle la causa y pasarla al fuero federal.
Todos los medios en general actúan en forma sesgada, pero en esa materia
ocupa un lugar principal, en el podio de las operaciones, el diario Clarín. Un
día antes de la marcha aparecieron las declaraciones de la testigo Natalia
Fernández, con un relato que de haber sido cierto el 10% de sus afirmaciones,
hubiera llevado todo a foja cero y con la imposibilidad de reconstituir la escena
de la muerte ( no la escena del
crimen como habitual y en forma generalizada se la denomina). A pesar
que luego se desdijo totalmente en sede judicial, el 23 de febrero Clarín
sostenía en un recuadro en página 6: “La
testigo insiste en que no cambió su testimonio”
En el magma de informaciones y desmentidas ha
quedado traspapelado el editorial de Eduardo van der Kooy, que el domingo 15 de
febrero escribió bajo e título “El horror en el país feliz de Cristina”: “Existiría…la
constancia de otra irregularidad sospechosa a la hora del desenlace. Una vez
que custodios, prefectos, médicos, Sergio Berni, el secretario de Seguridad, y Sara Garfunkel, la madre del fiscal,
comprobaron lo que había ocurrido en el departamento las autoridades buscaron
un testigo público ocasional. Así lo estipula la ley en cualquier
procedimiento, El destino tocó a una empleada gastronómica de la zona que fue
conducida hasta el departamento. Allí
permaneció no más de un minuto. Pero
el acta fue firmada casi dos días después. En ese momento recibió la
constancia para justificar la ausencia a su trabajo, con la firma del
subprefecto Sergio Esquivel”
Dos días más tarde toda esta historia era
desmentida en el mismo diario en donde
la imaginación creativa del editorialista competía con la mitomanía de
la testigo.
MARCHA SIN
DESTINO DE JUSTICIA
En medio de la notable conmoción de la muerte del
fiscal, nadie se priva de la posibilidad de interpretar un papel actoral en una
trama que deviene en novela tropical. La diputada Laura Alonso del PRO, afirmó
sin que nadie pueda chequearlo que la última vez que se vio con el fiscal, este le dijo mirándola a los ojos:
“Cristina lo planeó todo”. Estuvieron
también aquellos que en un reduccionismo histórico forzado hasta el ridículo
sostuvieron por la lluvia y los paraguas que era una remake del 25 de mayo de
1810.
El habitual solemne columnista Joaquín Morales Solá
también recurrió al efectismo del melodrama. Escribió en “La Nación” del 22 de
febrero bajo el título “El regreso del miedo a la Argentina: “El poder supuestamente
conspirativo vive una atmósfera menos delirante. Vale la pena consignar un
ejemplo. El fiscal Germán Moldes y Julio Piumato, el máximo dirigente sindical
de los empleados judiciales, no se hablaban desde hacía décadas. Los dos
militaron en corrientes distintas del peronismo en los años 70 y ambos
sufrieron la cárcel y la tortura durante la dictadura. Dos días antes de la
marcha del 18-F debieron participar de una reunión con el resto de los fiscales
para organizar la manifestación. Cuando
se encontraron después de tantos años de distancia, Moldes dudó durante un
segundo fugaz y luego corrió para abrazar a Piumato. Así, abrazados, estuvieron
durante varios minutos, mientras los dos lloraban desconsoladamente. "Otra
vez tenemos un muerto", se repetían uno al otro. Los otros fiscales, que
pertenecen a una generación más joven, observaban entre sorprendidos y
conmovidos. "Yo tenía la piel hecha un gallinero", contó uno de los
asistentes. El pasado parecía resolverse entre esos dos hombres. Quedaba el
presente, pero Moldes y Piumato podrían explicar con ese gesto el espíritu
lacerado que se posó en la Justicia y en sus funcionarios. Hay heridas, no
golpismo. Lo que sucedió el miércoles último fue algo más que una marcha
política y un homenaje póstumo al fiscal Alberto Nisman. Fue la aparición
descarnada de un Estado capturado por una facción política, la exposición
pública del temor que subyace en las personas que tienen que interpretar y
aplicar la ley.”
Justamente
al dirigente sindical de los judiciales se refiere la periodista Mariana
Moyano: (Ricardo) Sáenz (uno de los fiscales convocantes) es también quien se pronunció
a favor de la constitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto
final. Como sabemos, estos pronunciamientos, no se llevan a cabo “en general”,
“en abstracto”, sino a partir de un caso específico. La causa en la cual se expidió, era la que tenía por objeto la
investigación del llamado “Operativo Murciélago”, en el cual fue secuestrado
Quique De Pedro, padre de Wado y entonces amigo de Julio Piumato. Piumato
estaba en la foto, convocando codo a codo a la manifestación con Sáenz.
Paradojas de los tiempos.
En esa misma nota, el columnista estrella del más antiguo diario
argentino, de lenguaje republicano después de apoyar todos los golpes de estado
aseguró: “Nisman no se suicidó.
Fiscales y jueces lo dicen ahora abiertamente. Jamás Nisman se hubiera
suicidado con un disparo en la cabeza, en el baño y en calzoncillos. Tenía un sentido demasiado obsesivo de
la estética como para hacer las cosas de ese modo. Nadie encuentra,
además, una sola razón personal o política para que haya llegado a esa
determinación. "O lo mataron los servicios iraníes o algún sector de los
servicios argentinos", resumió un fiscal que conoce el episodio de la
muerte desde el primer minuto.” Contra afirmaciones tan categóricas y
definitivas apunta el periodista Alberto Dearriba y las dificultades que
encontraría la fiscal de llegar a la conclusión de suicidio: “La
construcción mediática de la realidad ha llegado a un punto tal, que resulta
difícil imaginar que la fiscal y la jueza que entienden en la causa de la
muerte, se animen a avalar la hipótesis de un suicidio, aun cuando reunieran
todas las pruebas en su poder.”
Aislado de sus colegas, despreciado por
otros, Nisman encontraba una compensación de su fuerte autoestima cuando
llegaba a EE.UU y era recibido con un despliegue halagador según una
investigación de la revista Anfibia de la Universidad de San Martín realizada
por los periodistas Sonia Budassi y Andrés Fidanza: “Un fiscal federal y un
juez federal escucharon a Nisman hablar sobre las lujosas camionetas negras que
lo esperaban cada vez que pisaba los EE.UU. En esa misma investigación se
confirma la soledad del fiscal: “Desde el quiebre con Mullen y Barbaccia se convirtió
en un paria ante los ojos corporativos de la familia judicial y cuando en 2004,
por iniciativa de Kirchner quedó al frente de una fiscalía dedicada
exclusivamente al caso AMIA —junto a Marcelo Martínez Burgos—, su condición de
“extranjero” se potenció. Se mudó desde el noveno piso de Comodoro Py a un piso
frente a Plaza de Mayo, y así redujo al mínimo su roce con los otros fiscales y
jueces federales……”
El 26 de
febrero el Juez Daniel Rafecas desestimó la denuncia de Nisman “que dio inicio
al presente expediente por inexistencia de delito”. Basado en una estructura
que encuentra en el propio escrito de Nisman la refutación de sus denuncias,
basta señalar algunos de sus términos contundentes: “Por decirlo en términos
llanos, la criatura concebida en el marco del Memorandum, esto es la Comisión
de la Verdad, nunca pudo nacer. Desde aquél entonces transcurrieron ya dos
años. Y luego, fue sepultada, seis meses atrás, a partir de haber sido
declarada inconstitucional. Con este panorama, ensayar aún una hipótesis de
delito de encubrimiento, realmente, carece de todo asidero. Tanto desde el
punto de los hechos, como especialmente, del derecho………….Ha quedado claro que
ninguna de las dos hipótesis de delito sostenida por el fiscal Pollicita en su
requerimiento, se sostienen mínimamente, la primera (Comisión de la Verdad)
porque el presunto delito nunca se cometió; y la segunda ( baja de las
notificaciones rojas), porque la evidencia reunida, lejos de sostener
mínimamente la versión oficial, la desmiente de un modo rotundo y lapidario,
llevando también a la misma conclusión de la inexistencia de delito…….No hay un
solo elemento de prueba, siquiera indiciario, que apunte a la actual Jefa de
Estado- aunque sea a una investigación o preparación ( no punible) del
gravísimo delito de encubrimiento …..” Posiblemente algunas consideraciones de
alto contenido político favorables a la
Presidente y al Canciller dejen flancos
sobre los cuales harán blanco los fervientes defensores de la denuncia de
Nisman.
Pero lo
realmente increíble, difícil de discernir, es que el 23 de febrero Rafecas
recibió de las actuales autoridades a cargo de la UFI AMIA, con documentación
anexa para ser presentadas en estas actuaciones dos documentos idénticos en
donde “ el Dr Nisman no sólo que no hace
ninguna alusión a la inminente o consumada presentación en contra de las
máximas autoridades del Poder Ejecutivo Nacional, sino que a lo largo de
sus páginas, presenta una postura diametralmente opuesta, en el sentido que
realiza consideraciones sumamente positivas de la política del Estado del
gobierno nacional, desde el 2004 a la actualidad, destaca todos los discursos
de los dos sucesivos presidentes todos los años ante la ONU y considera que
tanto el ofrecimiento de juzgamiento en un tercer país (2010) como la firma del
Memorandum ( 2013), ambas iniciativas del P.E.N, como consecuencia entendible
de la “erosión” y “desgaste” que lograron hacer los iraníes debido a su
irreductibilidad y negativa a colaborar en el avance de la causa AMIA, que
llevaron al gobierno argentino, nos dice ahora el Dr. Nisman, a ir
paulatinamente reduciendo sus pretensiones, con tal de lograr el objetivo de
siempre: sentar a los acusados ante el juez, y de este modo, permitir avanzar
la causa hacia el juicio oral”
Y llegamos entonces a esta sorpresa consignada en
el escrito de Rafecas: “Sin embargo y ante cualquier eventualidad, el Dr.
Nisman había dejado dos proyectos, uno para el caso en que el acuerdo fuera
ratificado por Irán y otro para el caso que no. Ambos fechados en diciembre del
2014, dejó rubricadas las últimas hojas de cada uno de estos proyectos fechadas
en enero del 2015, sin precisar día”
Todo terminó
siendo una gigantesca confusión. Una marcha multitudinaria que los medios
dominantes exageraron en su volumen, pidiendo justicia a fiscales de los cuales
varios de ellos la entorpecieron en forma reiterada y persistente. Un fiscal
muerto que fue parte del problema más que de la solución. Y tres de las cuatro
agrupaciones de familiares víctimas del atentado a la AMIA, muy críticos de la
investigación y del fiscal protagonistas de una ausencia estruendosa.
Macedonio Fernández, maestro de Borges y cultor de
una ironía metafísica, escribió para otra oportunidad pero aplicable a este hecho
de significación con alguna adaptación: “Faltaron tantos familiares de las
víctimas, que si faltaba una más no cabía”
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