Su sentencia a siete años de prisión de cumplimiento
efectivo por contrabando agravado, quedó oculta entre un accidente
de tren y el crimen brutal de una adolescente. Ese anciano de reflejos lentos,
de caminar inseguro, atrincherado en una banca de senador, fue hasta hace una
década figura principal de la política argentina. Ganó todas las elecciones en
que se presentó, incluso las presidenciales de abril del 2003, pero no se animó
a dirimir un ballotage que lo hubiera sepultado políticamente bajo una montaña
de votos. Prefirió la escasa recompensa, finalmente un verdadero castigo, de
retirarse ignominiosamente invicto, con la intencionalidad que el gobierno de
Néstor Kirchner asumiera con la debilidad extrema de un 22% de los votos.
Fue condenado por contrabando agravado en la venta ilegal de
armas a Ecuador y Croacia, por contar con la participación de funcionarios
públicos y por haber sido cometido por más de tres personas. Una traición
inadmisible a Perú que había ofrecido sus pilotos y aviones para combatir en
Malvinas. Argentina era garante de la paz entre Ecuador y Perú y le vendió
armas a uno de los países en conflicto.
Carlos Menem es un especialista en traiciones y en
contrabando. Traicionó al programa que enarboló para llegar a la presidencia
basada en el salariazo y la revolución productiva. Enterró las banderas
históricas del peronismo, la soberanía económica, la independencia política y
la justicia social, y las reemplazó (o mejor dicho contrabandeó) por las
neoliberales de la apertura indiscriminada de la economía, la privatización de
los resortes básicos, el remate a precio vil de las empresas estatales; fomentó
la desindustrialización, la dependencia colonial de los EE.UU a
través de la increíble fórmula de “las relaciones carnales”, potenció la
ilusión de ingresar a los países del primer mundo por la puerta de servicio, comiendo
de las migas del festín de los poderosos y desplegó sus recursos de magia
imponiendo la perdurabilidad del empate monetario de la convertibilidad cuyo
explosión se produjo durante el gobierno que le sucedió, y que arrojó a la Argentina a su crisis
más profunda y dramática.
Desplegaba su afición
a los deportes y a la farándula mientras el poder económico era el que
gobernaba.
Fue exaltado por los
organismos económicos internacionales que lo consideraron su “mejor alumno.”
Su primera campaña
electoral de 1989 tuvo como financistas, entre otros, a Libia y Siria. Algunas
promesas incumplidas precipitaron posiblemente dos atentados (la embajada de
Israel y la AMIA) y tal vez un tercero (el helicóptero en que viajaba su hijo).
Y es altamente probable que para encubrir uno de sus delitos, precisamente
aquel por el que finalmente fue
condenado, se volara la Fábrica Militar de Río Tercero y varias manzanas de esa
ciudad.
Político carismático
y seductor, hábil y pícaro, determinó la política argentina durante una década,
consiguiendo una aplastante reelección cuando los frutos de su política
empezaban a exteriorizarse con un 18% de desocupación. La hiperinflación
durante el gobierno de Raúl Alfonsín, provocada por un golpe de mercado que
precipitó su entrega adelantada de la presidencia; la segunda hiperinflación
durante los primeros meses de gobierno del riojano, produjeron una herida
profunda en la memoria colectiva que disciplinaron a la sociedad argentina
mediante el miedo, y facilitó la implementación de las políticas de ajuste y rediseño regresivo
de la matriz económica, vendidas en el envase atractivo de la estabilidad de
precios de la convertibilidad. Un miedo que más atrás diezmó una generación en
los altares del terrorismo de estado.
Sus 10 años han
dejado consecuencias cuya reversión demandará, en el mejor de los casos, medio
siglo en muchas de sus consecuencias funestas. Está presente en las líneas
férreas levantadas y en los pueblos fantasma; en miles y miles de argentinos
convertidos en exiliados económicos; en generaciones de adolescentes que han
visto a sus padres impedidos de reincorporarse al sistema productivo, después
de haber sido arrojados al mar de la desocupación y de haber perdido sus
capacidades profesionales devenidas en obsoletas ante la irrupción de las
nuevas tecnologías; en las maquinarias arrumbadas, muchas de ellas vuelta a
funcionar en los últimos años; en la oligopolización del mercado en la mayoría
de sus ramas; en la desarticulación del estado, revertido luego parcialmente;
en el endeudamiento externo a punto de ser una soga permanente en el cuello de
la Argentina que se logró desatar mediante la quita y reprogramación
concretadas durante el kirchnerismo. Continúa en las propuestas implícitas de
los Mauricio Macri, de los Francisco de Narváez, de los Daniel Scioli o los
Sergio Massa; en los cultores de la mano dura; en los que sostienen sin
afirmarlo porque actualmente es políticamente incorrecto que “achicar el estado
es agrandar la Nación”; en los que quieren que el mercado sea el que se
encargue de la distribución del ingreso; en los que consideran un gasto a los
planes de salud, la educación y la investigación; y sólo una variable de ajuste
a los sueldos y las jubilaciones.
Ha sido condenado Carlos Menem, 18 años después de los
hechos en los que se lo involucra, en medio del silencio de sus admiradores
vergonzosos y la indiferencia de sus víctimas. El que hoy sobrevive es una
penosa sombra del que fue en su momento de gloria y de oprobio para el país. Si lo
contrario del amor no es odio sino la indiferencia, Carlos Menem ha podido
apreciar en vida el veredicto popular sobre su vida, mucho más
difícil de levantar que la sentencia judicial.
16-06-2013
Todos los derechos reservados. Hugo Presman. Para
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"Prefirió la escasa recompensa, finalmente un verdadero castigo, de retirarse ignominiosamente invicto, con la intencionalidad que el gobierno de Néstor Kirchner asumiera con la debilidad extrema de un 22% de los votos."
ResponderEliminarDisiento. El objetivo de Menem era minar al flamante gobierno para, luego de la debacle, retornar como el salvador de la patria. Algún día habrá que escribir la lista de quienes lo impidieron. Empiezo: Duhalde, Kirchner, ...
Gracias Hugo por tan atinada reflexión. Estoy feliz por ver este delincuente, traidor a la patria y al peronismo, considerado culpable por aunque sea uno de sus delitos. Y aunque nunca pise un cárcel, pasará por lo que quede de vida, el oprobio de ser un ex presidente electo por voto popular condenado por DELINCUENTE.
ResponderEliminarEl hijo de Arrostito.
Ah! en el 89 lo voté.