Las
cacerolas fueron el símbolo para la creación del clima propicio que permitió el
derrocamiento de Salvador Allende en
Chile. Allí los momios, el equivalente chileno de gorila, instigaron a las
clases medias trasandinas que fueron el ingrediente popular, para que el poder
económico concentrado y la embajada norteamericana desplegaran un arsenal de
argumentos falaces (“seremos Cuba”, “se eliminará la propiedad privada”, “el
estado se apoderará de tus hijos”, etc.),cometiera sabotajes y asesinatos, para que así las fuerzas armadas, en nombre
de la República, de la democracia en peligro, de evitar el marxismo, de la
amenaza a la libertad de prensa, dieran el golpe que terminó con la democracia,
la república, la libertad de prensa y convirtiera a la vida en un blanco móvil, se fusilara sin
juicios y se transformara un estadio de fútbol en un campo de concentración.
Muchos años antes, un procedimiento similar concluyó con el gobierno de Perón.
El mismo artilugio se instrumentó en muchas oportunidades y hoy se despliega en Venezuela donde se agotan los
recursos de los escuálidos y sectores medios para derrotar a un Chávez, que
como llamativo “dictador”, sólo perdió una elección de más de una docena, por
medio punto, y no tuvo dificultad para reconocer la derrota.
En
la Argentina, las cacerolas sonaron estruendosas cuando en el conflicto con las
patronales del campo los sectores medios urbanos y rurales tomaron como propios
los intereses de aquellos que aspiran a un país en que, paradojalmente no
tienen cabida muchos de los que dan cobertura popular a reclamos sectoriales.
Las
cacerolas de los sectores medios confluyeron con los más desposeídos en la
gigantesca crisis del 2001, donde una mezcla de desilusión, incertidumbre y miedo a caer en la escala social, unió a
los portadores de los utensilios de cocina con los expulsados del sistema y
concretaron una bisagra histórica. Resulta imprescindible recordar que el
menemismo que entusiasmó a los sectores medios, y la Alianza que era algo así
como la propuesta de un menemismo “honesto”, concluyeron en la crisis que
arrojó a la Argentina a la papelera de reciclaje. Sólo prejuicios ideológicos
ancestrales, alienación a los sectores dominantes, odios clasistas insalvables,
pueden llevar a franjas sociales importantes a tratar de repetir la historia.
Parecen condenadas a reiterar hasta el infinito el mismo libreto. Si se intenta
dialogar individualmente con los que integran este sector social, de ingresos
importantes, muchos con segunda casa en
countries o barrios cerrados, se detecta que en el 2001 muchos de ellos
estuvieron en la quiebra o en situaciones extremas, y que en estos años han
tenido una notable recuperación pero que la atribuyen exclusivamente a sus
méritos que le permiten superar las trabas que les impone el gobierno.
LA MOVILIZACIÓN ANTIKIRCHNERISTA
Sin
fuerzas armadas que reparen los” ultrajes a la República”, sin representación
política que permita tener una
alternativa ganadora, la importante movilización del jueves13 de septiembre
levantó un abanico de reclamos con la bandera estrella de la inseguridad. En ese espectro de insatisfacciones existen
protestas justas y otras delirantes que son las más fomentadas desde los medios
hegemónicos. Es cierto que el gobierno ignora los efectos erosionantes de la
inflación y para Cristina es un tema prácticamente tabú. Si a esto se suma la
provocación que mensualmente arrojan las cifras del INDEC, llegando al absurdo
de consignar que una persona pueda comer
diariamente por un importe menor que lo que cuesta un café en la inmensa
mayoría de los bares porteños, todo ello
pone en cuestionamiento la amplitud de
muchos de los éxitos del gobierno. El tema de la inseguridad en la
versión periodística que sólo lo limita a los robos y asesinatos, no puede ser
respondido meramente con estadísticas comparativas con otros países que
demuestran que aún estamos lejos de los parámetros más deplorables. Debe ser
abordado y explicitado desde una perspectiva diferente a lo que
reclaman sectores victimizados y el discurso dominante, muy sensible a
soluciones policiales y legislativas. Es un tema de enorme complejidad, donde
las fuerzas de seguridad constituyen una parte no menor del problema. Lo que no
se puede hacer es omitir su tratamiento,
exiliarlo del discurso. Se debe instrumentar un plan y hacer evaluaciones
públicas periódicas, en lugar de remitir a “sensaciones” que a esta altura
terminan provocando y no aclarando. Inflación e inseguridad son asignaturas que
deben integrar el discurso oficial y su accionar diario. Explicitar claramente
que cuando el Estado usa su poder de policía actuando sobre los fijadores de
precios, las víctimas no son los empresarios de las empresas oligopolizadas
sino que son precisamente ellas las que a través de los aumentos de precios
intentan mantener o ampliar su tasa de ganancias. El Estado ha congelado los
precios- tarifas de los servicios públicos- durante casi una década-, por lo
que ha colaborado en forma más allá de lo razonable con la estabilidad. Como la
economía siempre es una frazada corta, esto llevó a un incremento exponencial
de los subsidios, donde las críticas que merece el gobierno es la
irracionalidad de haber favorecido a consumidores de alto poder adquisitivo o a
que hayan sido recibidos por concesionarios sin el debido control y sin
mejoramiento en la prestación del servicio.
Los
reclamos acerca de la libertad, los vinculados a la entrada y salida del país,
a la “diktadura”, a la imposibilidad de ahorrar en dólares, la obligación de presentar justificación
sobre la licitud de los fondos utilizados en las compras de bienes en virtud de
suscribir el país tratados internacionales sobre lavado de dinero, las quejas
por la fiscalización más intensa de la AFIP, son falsos en algunos casos, exagerados en
otros y en general desechables. En un
país que ha padecido algunas de las dictaduras más horrendas, es un insulto a
la verdad y a la memoria de miles de asesinados
considerar que el actual gobierno es una dictadura. Los que aducen falta
de libertad de expresión son los que la utilizan desaforadamente. Los que
afirman que no pueden expresarse, lo hacen sin problemas, después de reclamar
durante años la recuperación del espacio público y alentar que se vuelva a la
represión, precisamente en un gobierno que ha hecho lo contrario.
Medidas
macro económicas correctas, como el control de las importaciones, la
restricción en cuanto a las divisas para viajar al exterior adoptadas en un
escenario de crisis internacional de una profundidad insondable, han sido
impuestas sin una explicación adecuada, con legislación confusa, con sucesivas
modificaciones o en otros casos sin siquiera disposiciones escritas, lo que
deja un campo inadmisible a la arbitrariedad.
Si las medidas son necesarias e inevitables, sabiendo que van a producir
una irritación evidente, resulta absolutamente innecesario que una vez
autorizado los dólares por la AFIP, se necesiten 72 horas para que el banco
cumpla lo autorizado, cuando mediante el avance tecnológico podría ser inmediato
o al día siguiente. El control de las importaciones es una tarea ardua, sujeta
a inevitables errores, pero no se ha arbitrado un canal rápido para subsanar
situaciones injustas. El periodista y escritor Hernán Brienza, de gran afinidad
con el gobierno escribió en el diario “Tiempo Argentino”: “No es justificable
por ningún tipo de déficit comercial que una persona aquejada de cáncer no
pueda ser atendida con drogas importadas. No es justificable ni es justo. Y obviamente espero que se vayan
corrigiendo con el tiempo.”
Otro
de los flancos criticados es el de la corrupción, donde evidentemente existen
situaciones confusas siendo benévolos. Aunque el vicepresidente fuera inocente
de lo que se lo acusa, los movimientos realizados para desplazar jueces y
fiscales en el intento de protegerlo, y el absurdo desconocimiento de quiénes
son los socios del fondo que manejaba Ciccone, lo convierte en altamente
sospechoso.
Hay
situaciones que transitan en el territorio de la arbitrariedad y que
constituyen una lamentable mezquindad política, como el retiro de los fondos
judiciales del Banco Ciudad, con la evidente finalidad de acorralar a Macri.
Entre
los motivos invocados para movilizarse
poco razonables, figura el uso reiterado
de la cadena nacional, la modificación y unificación de los códigos civil y comercial que
“cambiará nuestra forma de conducir la familia”, la imposición de un supuesto
pensamiento único, el miedo al gobierno, el fantasma de convertirnos en Venezuela
o Cuba, el clamor por una libertad que disfrutan pero que simulan ignorar, la
inexistencia de democracia y la mención
que “no somos libres de salir del país”. Todo esto puede ser resumido en
“queremos menos Estado”, situación que puede ser interpretada como la ideología
convertida en un medicamento que funciona como el Alzheimer sobre la memoria.
Con
relación al uso reiterado de la cadena nacional, lo que debe analizarse es si
no termina perdiendo eficacia. Además el argumento enarbolado por la
Presidenta, que de otra forma no se conocería lo positivo del accionar oficial,
escamoteado o directamente ignorado por los medios dominantes, termina siendo
una crítica lapidaria a la comunicación de los medios oficiales y para
oficiales, cuya magnitud y costo no se corresponden con la inserción lograda.
EL ODIO IGNORADO
Si
bien es cierto que la marcha se organizó a través de las redes sociales, que no
tuvo referentes, y que su magnitud sorprendió a todos, dirigentes del PRO, de
Francisco de Narváez, de Patricia Bullrich y del peronismo residual colaboraron
en su propagación y amplificación, lo cual es legítimo pero no debe omitirse.
Los medios dominantes luego decidieron apresuradamente convertirlo en una
divisoria de aguas. Jorge Lanata, una especie de Pétain periodístico escribió:
“Y el reclamo fue democracia, más democracia, mejor democracia”. Para el
politólogo Marcos Novaro: “Si alguien coordinó la protesta fue la propia
Cristina y su cadena nacional permanente” y pronostica: “….seguir abusando del
talk show presidencial hasta que la platea se quede vacía.” Para el ex
peronista Julio Barbaro fue “en contra del discurso único de la Presidenta, una
manifestación que multiplicó por lejos la cantidad de ricos y gorilas, agotó
las categorías de los repetidores de consignas”
y vaticina: “Ya nada será igual después del jueves.” Para Morales
Solá fue “una suerte de primavera libertaria”. Para el editorial de La Nación
fueron “Cacerolas que convocan a la unión de los argentinos.” Para el
licenciado en filosofía Santiago Kovadloff, columnista habitual del mitrismo:
“La gente hizo oír su hartazgo…. reclamó instituciones sólidas; desarrollo y
libertad de expresión. Le dijo no al miedo y si a la convivencia. No al delito
y sí a la ley. No a la mentira y sí a la verdad.” Para Hugo Moyano, “se está
perdiendo la paciencia”. Para la ensayista Beatriz Sarlo, “no protestaban sólo
porque no podían comprar dólares” y afirma que “es una maldición argentina ser
hoy un representante de la clase media.” Para el escritor y periodista, Jorge Asís, ex funcionario menemista, “El
cristinismo fue”. Para Alfredo Leuco: “Ella lo hizo. Pese a sus logros, CFK
genera odio por su altanería y autoritarismo.” El periodista Nelson Castro,
bajo el título “Estandarte intolerante” sostuvo: “Otra vez, la incapacidad de
reconocer errores y la concepción absolutista del poder como una marca del
kirchnerismo.” Desde la vereda favorable
al gobierno, pero manteniendo la mirada crítica, Eduardo Aliverti escribió: “Al margen de discusiones bizantinas sobre el
número aproximado de manifestantes, fue mucha gente. Mucha. No provino con
exclusividad de los barrios acaudalados. No fue sólo en Buenos Aires. Vamos:
con ese mismo volumen de muchedumbre, si es del palo decimos que fue imponente.
Y también es veraz que el origen estuvo en las redes sociales, porque no podría
haber sido de otra forma a partir de que la oposición dirigencial no existe.
Este último dato, en gran medida, es lo que llevó a desmerecer la convocatoria
porque su proyección sería nula, al carecer de quienes la articulen. Pero eso
no significa que se deje de prestarle atención.” Luego separando al analista
político de sus deseos, realiza un alegato crítico de la concurrencia de fuerte contenido emocional. El periodista
Eduardo Blaustein, desde el semanario “Miradas al Sur” expresó: “Lo que sucedió el jueves merece menos negación, menos
autocomplacencias, menos ironías previsibles acerca de la presunta extracción
de clase de los manifestantes. La del jueves fue una expresión importante que
no sólo ocupó buena parte de la Plaza, sino unos cuantos barrios porteños, la
Quinta de Olivos, ciudades del interior. No marca ni una crisis de gobierno ni
algún tipo de bisagra. La movilización tampoco implica que el Gobierno deba
revisar la dirección esencial de sus mejores políticas de inclusión, generación
de empleo, o expansión de derechos. Aun así, el cacerolazo fue un llamado de
atención……. El que escribe vive muy cerca de la Quinta de Olivos…. una vez que
el que escribe se fue metiendo entre los varios miles de manifestantes que se
juntaron ante la Quinta, no sólo confirmó ciertas caras algo desagradables (esa
cosa entre pituca y prepotente de ostentar la centralidad de sí mismos, pibes
de colegios privados caros), sino clases medias muy del común (jóvenes
variados, alquiladores de un locutorio, de un local de fotocopias,
profesionales, laburantes) que uno podría inscribir teóricamente en el campo
“objetivo” de lo nacional y popular. Decir que todo cacerolero es un oligarca
es sencillamente una falsedad. Hasta el recorte en la edición de Duro de domar
mostró gente gorilita, pero de barrio.” Para el ensayista Alejandro Horowicz
fue: “ La estrecha perspectiva country de una protesta.” El cura Eduardo de la
Serna, poseedor de una pluma vitriólica, condensó en una nota muchas de las
contradicciones de los caceroleros: “Los símbolos nazis junto a aquellos que
dicen que la Cámpora y otras agrupaciones juveniles son las “juventudes hitlerianas”.
Los que reclamaron “libertad”, junto a “los que quieren a Videla”, como Cecilia
Pando. Los grupos PRO- Vida (particularmente
PRO), junto con los cantos y pancartas que le deseaban la muerte a Cristina.
Los que quieren un “dólar barato” para poder viajar cuando y como quiero, junto
con los que quieren un “dólar recontra alto” para beneficiarse con sus
exportaciones sojeras y otras. Y esto, junto con los que manifiestan libremente
por qué no hay libertad…..”
La
lista, por supuesto, es inagotable. Estas son algunas muestras. En las
favorables a la marcha y su contenido, salvo alguna excepción muy aislada, no
existieron referencias a expresiones de
un odio infinito hacia la presidenta y las clases populares. Desde “Volvé Néstor
y llevala a Cristina” hasta “Andá con Néstor , la puta que te parió”. Otros
carteles la acusaban desde montonera a chorra, desde psicótica a perversa. Un
pañuelo, imitación del símbolo de las Madres de Plaza de Mayo, usurpado con
descaro llevaba la leyenda: “Aparición con vida del sistema republicano, se lo
vio por última vez el 25 de mayo de 2003.”
Una cacerolera sostuvo que no quiere un golpe pero sí que la presidenta
se vaya y otra declaró como una verdad obvia que las mujeres pobres se
embarazan para cobrar la asignación por hijo. En la misma línea clasista y
xenófoba, uno de los cantitos entonados
era: “El que no salta es negro y K.”
Jauretche definió hace muchas décadas
este odio visceral, esa incomprensión de los bien comidos que se colocan
en el axioma sarmientino del lado de la civilización, con aquella frase
memorable: “Los
pueblos no odian, odian las minorías. Porque conquistar derechos provoca
alegría, mientras perder privilegios provoca rencor.”
Mario
Wainfeld apuntó correctamente: “Es de lamentar que entre tantos glosadores que
sumaron La Nación y Clarín, varios con sobradas credenciales democráticas, no
haya habido uno que deplorara esa barbarie”
A su
vez fue lamentable la tapa del diario Página 12 del viernes 14, al día siguiente
de la importante protesta, dedicada a la resolución judicial que reponía a
maestros desplazados por Macri. En el margen superior derecho, en un espacio
reducido, tituló: “Cacerola contra gobierno. Una marcha opositora confluyó en
Plaza de Mayo desde diferentes puntos de la ciudad” y se desplegaba la nota
recién en la página 12. Criticar las miserias de Clarín, imitándolas, no es el
camino más adecuado a seguir.
RUIDOS METÁLICOS
El
kirchnerismo tiene un piso entre 32 y 35%. Con relación a la última elección
donde alcanzó el 55%, hay un 20% fluctuante que debe intentarse mantener en por
lo menos 8 puntos. Para ello debe seguir profundizando lo hecho e intentar en
un esfuerzo cultural gigantesco atenuar las aristas más irritativas sin
regodearse en ellas. En síntesis: debe haber una política hacia los sectores
medios que retenga a aquellos que sea posible, que neutralice a los más
irritables y que evite en lo posible que sea la masa de maniobras de los
sectores poderosos. Es posible que en parte sea una tarea imposible con los
caceroleros activos por transmisión cultural y por alienación social pero no
por ello debe desistirse de intentarlo. El gobierno debería evitar que mayores
franjas de clase media pasen a la oposición activa. Es altamente probable que el intento de reforma constitucional y
reelección sea el eje aglutinante de una oposición dispersa. Por el momento el ruido cacerolero
carece de representación política. Pero ese es el déficit de la
oposición y el gobierno se equivocaría si supone que esta es una situación
estática e inmodificable.
Algunas
declaraciones de funcionarios minimizando la protesta y estigmatizándola, en la
que se destacó Juan Manuel Abal Medina, van en dirección contraria a lo que
aquí se propone. En circunstancias como estas es bueno tener presente al
filósofo Baruj Spinoza: “En política no
hay que reír ni llorar, sólo comprender”. Loa caceroleros manifiestan un enojo que es un estado en que la lengua
funciona más rápido que la mente. En
cambio el gobierno si actúa inteligentemente debe proceder como un paracaída,
que funciona mejor cuando está abierto.
17-09-2012
Todos
los derechos reservados. Hugo Presman. Para
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http://nacionalypopular.com/index.php?option=com_content&task=view&id=20002&Itemid=175
ResponderEliminarCreo que hoy la clase media argentina, tanto la porteña como la federal, tiene su sueño partido. El ahorro es la base del sueño de la clase media. La posibilidad de que mediante la privación presente se alcance un futuro soñado.
ResponderEliminarEn mi caso particular, venimos ahorrando hace años con mi esposa para comprarnos una casa. Y justamente como vivimos en la Argentina, necesitamos ahorrar en una moneda que no se deprecie, sino no llegamos más a nuestra casa. Es que hace años que se observa mucha inflación. Muy elocuente. Entonces necesitamos una moneda de ahorro que sea más fuerte que el Peso. Lamentablemente es así. Guste o no.
No queremos especular, ni invertir, sólo que nos dejen ahorrar de forma segura para comprar nuestra casa, que no es poca cosa. Elegimos ahorrar. Necesitamos ahorrar. Para eso precisamos comprar por lo menos U$S 500 mensuales con el remanente de nuestros sueldos. O con algunas privaciones, si se prefiere, pero la meta es alentadora.
Sin embargo, ya no podemos. Laburamos en blanco, todo legal, pero no podemos.
Ojo, tampoco podemos -por otros motivos claro- pagar los intereses altísimos de los hipotecarios (20% anual?: una fortuna). Ni queremos pagar tres veces el valor de nuestra casa. Tampoco nos prestan todo lo que necesitamos. Por eso ahorramos.
Con el esquema actual, el Gobierno ha roto nuestro sueño (desde marzo no podemos comprar dólares). No vemos una solución a nuestro problema. Más allá de que se pesifique el instante propio de la transacción (lo que vemos bien), para ahorrar necesitamos poder comprar los dólares. Algo más fuerte que el peso.
Pusimos un plazo fijo con nuestros ahorros desde marzo. Las tasas de interés de los bancos dan risa: 12% anual. Los valores de los inmuebles suben más que eso en pesos.
¿Cómo se arregla esto? ¿Cómo hacemos para llegar a nuestra casa?
Creo que el gobierno se ha equivocado con estas medidas. Para limitar de esta forma las libertades (incluso las económicas que por tales no dejan de ser libertades del ser humano), el Estado debería demostrar que no existen medidas menos restrictivas de los derechos de la gente que puedan igualmente conseguir los objetivos perseguidos con las sí restrictivas. Y no lo ha hecho. Por el contrario, parece que el Estado ya no necesita tantos dólares para afrontar sus obligaciones. Entonces, de última, las medidas han resultado sobrevinientemente irrazonables (art. 28 CN).
Mientras tanto, mi salario se deprecia mensualmente. Los precios suben. Los valores de los inmuebles en pesos suben. Hoy el dólar para operaciones inmobiliarias es de un esfuerzo compartido de $ 5,5. Sólo llamando a las inmobiliarias y contactando a vendedores se puede ver bien la situación.
Creo que profundizar el modelo no lleva necesariamente a limitar los derechos de quienes estamos un poco mejor. Sino que es necesario multiplicar los derechos y recursos de los menos favorecidos sin afectar al resto de esta forma. Sin daños a terceros. Igualando hacia arriba. Crear valor en lugar de repartir miseria. Que el más desfavorecido, después de un tiempo, acceda a un excedente que le permita ahorrar en moneda que le preserve el valor del ahorro a través del paso del tiempo.
Si no podemos combatir la inflación, si las tasas de interés en pesos están por debajo de ella, entonces con estas medidas puntuales que impiden el ahorro en la única moneda que se puede atesorar sin que se pierda tanto respecto del valor relativo en las cosas (más aún en ahorros a largo plazo), Cristina ha afectado a los laburantes clase media como yo que la peleamos día a día en miras de un futuro mejor a través de nuestro diario esfuerzo y ahorro. Y desde mi óptica lo ha hecho de forma irrazonable, injustificada. Por eso me expresé y protesté hace unos días.
Esteban